Racismo en Argentina

Racismo en Argentina

Racismo en Argentina

En la Argentina han existido y existen conductas de discriminación relacionadas con las características étnicas o el origen nacional de las personas. A su vez, la discriminación de tipo racista suele estar íntimamente relacionada con conductas de discriminación por causas socio-económicas y políticas.[1]

Se han difundido términos y conductas para discriminar a ciertos grupos de población, en especial a aquellos denominados «negros», un grupo que en la Argentina no se encuentra claramente definido, pero se asocia, aunque no exclusivamente, con personas de piel o cabello más oscuro, pertenecientes a la clase trabajadora, clase baja, pobres y, más recientemente con la delincuencia.

También se han desarrollado términos y actitudes de tipo racista, xenófobo y despectivo para dirigirse a los inmigrantes. Antiguamente, «gallego», «tano» y «ruso» poseían connotaciones peyorativas, que aún continúan en los «chistes de gallegos» en el primer caso y en los insultos antisemitas, en el último.[2] Actualmente «bolita», «chilote», «paragua» y «boliguayo», constituyen términos despectivos para referirse a ciertos inmigrantes de origen latinoamericano. Sin embargo, estos términos —al igual que «negro» y con excepción de «boliguayo»— no siempre son despectivos y pueden ser usados afectivamente entre amigos o familiares.

El antisemitismo existe también en la Argentina, en un marco influenciado por la gran inmigración de judíos y la presencia de una extensa comunidad y de un relativamente amplio mestizaje de los judíos con otros grupos de la población.

En muchos casos, se han «racializado las relaciones sociales»,[3] y simplemente se utiliza el término «negro» para denominar al trabajador, sin relación alguna con el color de su piel. En las relaciones laborales es habitual, entre las personas que poseen cargos de importancia en empresas, referirse al staff de trabajadores de la empresa como los «negros». También en la vida política es habitual utilizar la palabra «negros» por parte de ciertos grupos para referirse despectivamente a los simpatizantes del peronismo.

Existe una amplia discusión sobre el alcance de las conductas racistas en Argentina. Mientras algunos sectores[4] sostienen que se trata de comportamientos inofensivos o marginales rechazados por prácticamente la totalidad de la población, otros sectores[5] [6] [7] sostienen que el racismo es un fenómeno extendido y expresado de muy diversas maneras. Algunos grupos afirman también que las eventuales conductas racistas en Argentina no se diferencian de las que se presentan en los demás países del mundo, mientras que otros[8] sostienen que el racismo en Argentina tiene algunas particularidades en los modos en que se presenta, relacionadas con la historia, la cultura y los grupos étnicos que interaccionan.

En 1995, la ley 24515 creó el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), que puso al país a la vanguardia de la lucha contra el racismo y la discriminación, aunque sin que aún se hayan obtenido grandes avances.[9]

Hablando sobre la persistencia del discurso racista en el mundo, el lingüista holandés Teun A. van Dijk, ha sostenido que:

La Argentina, tanto en su historia como en la actualidad, muestra muchas formas de racismo, desde la discriminación de indígenas y africanos y el racismo generalizado contra los «cabecitas negras» hasta el trato dispensado a los inmigrantes pobres de los países latinoamericanos cercanos. Por otro lado, también hay una conciencia antirracista y grupos, organizaciones y científicos que se oponen al racismo cotidiano.
Teun Van Dijk[10]

Contenido

Términos racistas

En la Argentina se utilizan una serie de términos con una cierta intencionalidad discriminatoria, que conforma un modo especial de racismo.

«Negro» y «negra»

La utilización de la palabra «negro» y «negra» en forma despectiva está ampliamente difundida en la Argentina, en casi todos los grupos sociales, incluso en aquellos que reciben el mote despectivo de «negro» o «negra» por parte de otros grupos.[11]

Paradójicamente, la misma ideología racista argentina que sostiene que «en Argentina no hay negros»[12] utiliza la palabra «negros» para denominar a una masa mayoritaria de la población integrada por trabajadores, pobres, migrantes internos, inmigrantes latinoamericanos, indígenas, sin demasiada distinción.

Víctor Ramos, presidente de SOS Internacional, responde de este modo a la pregunta de un periodista sobre cuáles son los actos de racismo que se cometen más habitualmente en Argentina:

Yo diría que lo más cotidiano y lo que vemos más frecuentemente nosotros, tiene que ver con un racismo hacia el criollo. Es decir, hacia el también denominado «cabecita negra» o «morocho». Muchas veces suele decirse que en Argentina no hay racismo porque no hay negros... pero acá se discrimina mucho a la persona que tiene la piel oscura e incluso al aborigen que tiene un color de piel más moreno... esto sucede en forma pareja en todas las provincias de nuestro país.
Víctor Ramos[13]

Un ejemplo de este tipo de racismo es la respuesta que un alto funcionario del municipio de Escobar le dio a dos empresarios que querían habilitar una discoteca cerca de la estación ferroviaria:

No quiero ahí negros... Si quiero boliches de negros, los pongo en la colectora, bien lejos.
Clarín, 22 de julio de 2006.[14]

Ariel Armony, un argentino residente en Canadá, donde dirige el Goldfarb Center, dentro del Colby College, ha llamado la atención en 2008 sobre la gravedad del racismo en la Argentina y las divisiones sociales que esto conlleva:

No es novedoso que se hable despectivamente de los «negros» en nuestro país. Lo he escuchado en mi casa, en el club, en la escuela. Lo que sí es nuevo es que se identifique públicamente a los «blancos» como responsables, o al menos cómplices, de la injusticia social. La Argentina intenta seguir viviendo la ilusión de ser un país racialmente homogéneo, mayormente europeo y, por ende, blanco, donde la discriminación no existe... No puedo creer que una persona con un mínimo de dignidad y contacto con la realidad pueda dudar de que la Argentina es un país en el que las divisiones entre «blancos» y «negros» (por más difícil que sea distinguir a veces entre unos y otros) son reales y tangibles.
Ariel Armony[5]

El significado racista del término «negro» muchas veces es utilizado en forma genérica por sectores de clase media o alta para referirse de manera despectiva a las clases bajas y marginales, independientemente de sus rasgos raciales. El prejuicio discriminatorio de estos sectores no reconoce barreras generacionales, ya que pasa de padres a hijos sin que la formación humanística que reciben los más jóvenes desde las instituciones educativas haga algo efectivo para revertirlo.

Una muestra de ello son los comentarios discriminatorios realizados por un adolescente en el exclusivo Unicenter Shopping de la localidad de Martínez, San Isidro, en la Zona Norte del Gran Buenos Aires, mientras filmaba videos en los que se puede observar un enfrentamiento entre jóvenes de clase media-alta y un niño de clase baja.

Estos videos y otros de similares intenciones discriminatorias pueden ser vistos en el portal YouTube.[15] [16] [17]

Es necesario decir que también existe un amplio uso del término «negro» y «negra» con un significado absolutamente fraterno y carente de toda intención discriminadora. Es un apodo muy común entre amigos y familiares. Por ejemplo, los admiradores de la famosa cantante Mercedes Sosa, la nombran cariñosamente como «La Negra».[18]

Derivaciones

  • «Grone» («negro», al revés) también es un término racista de amplia utilización en la Argentina, especialmente en Buenos Aires. Se trata de una palabra del lunfardo rioplatense, el vesre, que consiste en pronunciar las palabra invirtiendo sus sílabas.

Un «grone» no es necesariamente una persona negra, ni de piel oscura. Básicamente es una persona a la que se desprecia por su condición social, frecuentemente un trabajador o hijo de éste, perteneciente a la clase baja o media baja. Puede decírsele «grone» también a una persona de piel, cabello y ojos claros, si pertenece a la clase baja o expresa gustos culturales populares. Más recientemente ha comenzado a ser habitual, en este tipo de racismo, asociar la condición de «grone» a la delincuencia.[19]

  • «Groncho», es un término abiertamente racista[cita requerida], ampliamente utilizado en la Argentina y Uruguay,[20] que deriva de una corrupción de la palabra «negro».[cita requerida] Derivado de «groncho», se utiliza «gronchada», para referirse a un acto desagradable. Por ejemplo, una persona puede decir que un par de pantalones que no le gustan son «una gronchada», aludiendo a que es un estilo que podría ser utilizado por un «groncho».

Es una palabra surgida en la segunda mitad de la década del '70[cita requerida]. En la década del '80 se realizó un exitoso sketch televisivo, dentro del programa Matrimonios y algo más, que se denominó «El groncho y la dama», protagonizado por Hugo Arana y Cristina del Valle. Se trataba de un sketch satírico en el que un trabajador mecánico estaba casado con una dama de clase alta, que lo denominaba «groncho» y se sentía seducida por la capacidad sexual del obrero (otro mito racista).

El grupo de rock Babasónicos grabó en el año 2000 un álbum titulado Groncho.[21]

  • «Negrada» Es un término ampliamente utilizado en Argentina y Uruguay y uno de sus significados racistas es idéntico a «gronchada» (por ejemplo, "la pelea de anoche fue una negrada", o "ese colegio es una negrada"). También se utiliza como sustantivo colectivo con un sentido despectivo para referirse a un grupo de personas aludidas como «negras», aunque no lo sean. Un ejemplo de su uso es ofrecido por el pianista argentino Miguel Ángel Estrella al recordar los interrogatorios a que fue sometido en Uruguay cuando fue detenido-desaparecido durante la última dictadura militar en el marco del Plan Cóndor:
Él manejaba los interrogatorios. Me decía: «Vos nunca más vas a tocar el piano. Porque vos no sos guerrillero, pero sos algo peor: con tu piano y tu sonrisa te metés a la negrada en el bolsillo y les hacés creer a los negros que pueden escuchar a Beethoven».

«Cabecita negra»

«Cabecita negra» es un término racista de amplia utilización en la Argentina. Se emplea para denominar despectivamente a un sector de la población difícil de definir con precisión, asociado a personas de pelo oscuro y piel de tonalidad intermedia, perteneciente a las clases trabajadoras.

El término surgió en la ciudad de Buenos Aires en la década de 1940, cuando se inició una gran migración interna, principalmente desde zonas rurales de las provincias del norte, hacia la ciudad de Buenos Aires y otros grandes centros urbanos, con el fin de trabajar como obreros en las nuevas fábricas que se creaban como resultado de un amplio proceso de industrialización.

El autor argentino Germán Rozenmacher (1936-1971) escribió en 1961 un conocido cuento titulado Cabecita negra, que refleja con gran realismo el racismo cotidiano en la Argentina. En una parte del cuento puede leerse:

Hubiera querido que estuviera ahí su hijo. No tanto para defenderse de aquellos negros que ahora se le habían despatarrado en su propia casa, sino para enfrentar todo eso que no tenía ni pies ni cabeza y sentirse junto a un ser humano, una persona civilizada. Era como si de pronto esos salvajes hubieran invadido su casa.
Germán Rozenmacher[23]

Un ejemplo de este uso es la discriminación que sufrió el futbolista Ariel Ortega en 1998. En esa ocasión el periodista Juan José Panno escribió un artículo en el que calificó al jugador de:

Entre otros defectos, Ariel Ortega es cabecita negra, retacón, fulero y casi no sabe hablar... No hay nada quehacerle: son negros. Y si le dicen Burrito, por algo será.
Diario La Nación, 9 de julio de 1998.[24]

Otro ejemplo es el comentario realizado por el comunicador Luis Pedro Toni en el programa Polémica en el bar:

Más de 2 millones de cabecitas negras se vinieron a vivir a la Capital y hubo que bancarlos… Sino se tienen que volver todos los negros al interior.
Luis Pedro TONI.[25]

«Cabeza»

Derivado de «cabecita negra», más recientemente ha aparecido el término «cabeza», que se utiliza de manera confusa a veces con sentido despectivo, y a veces sin él. Tiende a denominar a la «persona de pueblo», sencilla y no sofisticada, que habita en la ciudad. El termino «cabeza» es utilizado principalmente por algunos sectores juveniles para referirse a un tipo de persona al que se considera con poco gusto, mal vestido, desagradable, que no está dentro de la estética considerada correcta. También es usada de forma despreciativa para referirse a alguien de baja capacidad intelectual, cognitiva o de observación. Otra acepción que ha tomado esta palabra últimamente en la juventud es, derivando de la frase "de cabeza", es decir, sin dudas; es el referirse a algo hecho con desgano o sin esfuerzo, o simplemente algo hecho prácticamente igual a otra cosa, muchas veces en cuestiones artísticas o géneros musicales (Rocanrol cabeza, Metal cabeza).

«Indio»

La palabra «indio», en el habla cotidiana argentina, tiene y tuvo una carga racista mucho menor que la palabra «negro». Incluso desde hace algunas décadas existe una amplia corriente cultural que ha impulsado el nombramiento de los hijos con nombres indígenas,[26] como Ayelén, Maitén, Lautaro, obligando incluso al Estado argentino a reformar las leyes que prohibían el uso de nombres indígenas.[27]

Sin embargo en ciertas oportunidades existe una carga levemente racista en el uso del término. Por ejemplo, la frase «¡niños, parecen unos indios!», aunque ya en cierto desuso, se entiende claramente como «sucios» o «desordenados» o también las frases (algunas autocalificativas) como «Yo de pendejo era re-indio» o «Mi hermanito es un indio» son aún utilizadas para referirse a que la persona de la que se habla tiene actitudes de tipo violentas, irracionales o que actúa de manera impulsiva. Aunque también poseen connotaciones de desprolijidad o suciedad, se las utiliza más con una visión picaresca y hasta de jactancia.

También existe una clara tendencia a denominar a todos los pueblos originarios con el término «indio», o «indígena», sin precisar a cual de ellos se está refiriendo el hablante, incluso conociéndolo. Esta costumbre es general y no sólo para los argentinos[28] y se relaciona estrechamente con la conducta de invisibilización de las culturas y etnias no europeas[cita requerida].

«Mestizo»

La palabra «mestizo» se utiliza poco en el habla cotidiana, aunque es relativamente usual utilizarla en ciencias sociales e históricas, en algunos casos con connotaciones racistas.

El uso racista del término «mestizo» proviene del sistema de castas de la colonia, basado en la idea de «pureza de sangre»: el mestizo era considerado inferior al español porque se consideraba que su sangre estaba mezclada, lo que la hacía impura. Aunque biológicamente hoy se sabe que no existen personas «puras», y varios investigadores han replanteado el concepto de mestizo para referirse a cualquier intercambio de ADN[29] así como varios pensadores sostienen que todos los pueblos y razas son el resultado de mestizajes anteriores,[30] durante la colonización española de América se impuso el concepto de que el término «mestizo» debía aplicarse solamente a las personas con antecesores indígenas y europeos, y para oponerla a otra categoría de personas definidas como «puras», generalmente europeos.

La idea racista colonial del mestizaje subsiste aún en ciertos sectores, a comienzos del siglo XXI, como podría reflejar el reciente debate sobre la eventual condición de mestizo de José de San Martín, uno de los padres de la patria. En ese sentido el historiador Hugo Chumbita sostuvo que «ha existido y hay aún resistencia a revisar la historia oficial por la idea de que, de corroborarse el origen mestizo de San Martín, se rebajaría su imagen».[31] En sentido similar se informa en un artículo periodístico que «“si el padre de la Patria es un mestizo bastardo, la Argentina también lo es”, se quejaban las voces conservadoras».[32]

«Boliguayo»

En Wikcionario existe la entrada de la palabra boliguayo

La palabra boliguayo, resultado de la unión de «boliviano» y «paraguayo», es un término sumamente despectivo aparecido en la década de 1990-2000 y en plena expansión en la primera década del siglo XXI. Su carácter despectivo proviene precisamente de la indiferencia del hablante por la identidad del migrante, como sucede también con el término «indio» o «sudaca».

Paraguayos y bolivianos son las dos principales corrientes inmigratorias hacia la Argentina en los últimos años y han formado grandes comunidades.[33] [34]

Un ejemplo del modo en que se utiliza el término puede verse en el siguiente reportaje realizado a Amia Cuba, un jugador de rugby:

Pregunta: ¿Por qué te dicen boliguayo?
Respuesta: Realmente no lo sé, me lo pusieron en una gira si mal no recuerdo. Era medio boliguayo...
Amia Cuba, 2002[35]

Racismo «blanco-europeísta» y el artículo 25 de la Constitución Nacional

En la Argentina se ha construido una difusa ideología racista fundada en la supremacía europea.[36] Esta ideología tiende a sostener que la Argentina es un país poblado por inmigrantes europeos «bajados de los barcos», a los que suele denominársele «nuestros abuelos», que establecieron un tipo especial de población europea, no latinoamericana, y «blanca».[37] Complementariamente, esta ideología tiende a considerar como poco relevante, y eventualmente indeseable, toda influencia cultural de poblaciones relacionadas con los pueblos originarios, africanos, latinoamericanos, o asiáticos. El racismo blanco-europeísta argentino tiene similitudes con la política de Australia Blanca llevada adelante desde principios del siglo XX.

El racismo blanco-europeista argentino se ha organizado desde el Estado y tiene un fundamento legal en el artículo 25 de la Constitución Nacional inspirado por Alberdi que establece una diferencia entre «inmigración europea» (que debe ser fomentada) e inmigración no europea.

Artículo 25: El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.

El propio Alberdi, padre de la Constitución Argentina de 1853, explicaba los fundamentos de la discriminación en su libro Bases y puntos de partida para la reorganización nacional (1852):

Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción; en cien años no haréis de él un obrero inglés que trabaja, consume, vive digna y confortablemente.

La discriminación entre inmigración europea y no europea que establece el artículo 25 de la Constitución fue mantenida por todas las reformas constitucionales realizadas (1860, 1868, 1898, 1949, 1957, 1972 y 1994).

Originalmente esta ideología se había configurado de modo tal de incluir a los españoles, italianos, y judíos dentro del grupo indeseable, sosteniendo que las «razas que podían mejorar la especie» en Argentina, eran aquellas que provenían del noroeste de Europa, principalmente de Inglaterra y Francia, los países más progresistas en aquel tiempo.

Alberdi proponía que el idioma nacional fuese el francés, pues pensaba que las tradiciones hispánicas y cristianas eran contrarias al progreso.[39]

Gobernar es poblar en el sentido que poblar es educar, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer espontánea y rápidamente, como ha sucedido en los Estados Unidos. Mas para civilizar por medio de la población es preciso hacerlo con poblaciones civilizadas; para educar a nuestra América en la libertad y en la industria es preciso poblarla con poblaciones de la Europa más adelantada en libertad y en industria... hay extranjeros y extranjeros; y que si Europa es la tierra más civilizada del orbe, hay en Europa y en el corazón de sus brillantes capitales mismas, más millones de salvajes que en toda la América del Sud. Todo lo que es civilizado es europeo, al menos de origen, pero no todo lo europeo es civilizado; y se concibe perfectamente la hipótesis de un país nuevo poblado con europeos más ignorantes en industria y libertad que las hordas de la Pampa o del Chaco.
Con tres millones de indígenas, cristianos y católicos, no realizaríais la república ciertamente. No la realizaríais tampoco con cuatro millones de españoles peninsulares, porque el español puro es incapaz de realizarla allá o acá. Si hemos de componer nuestra población para nuestro sistema de gobierno, si ha de sernos más posible hacer la población para el sistema proclamado que el sistema para la población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella está identificada con el vapor, el comercio y la libertad, y nos será imposible radicar estas cosas entre nosotros sin la cooperación activa de esa raza de progreso y de civilización.

Sin embargo, con el paso del tiempo, el fracaso del gobierno en atraer inmigración masiva de esos tres países, y por el contrario, ante el hecho consumado de la inmigración de grandes contingentes de italianos y en menor proporción de españoles, la ideología racista terminó por incluir también a estos grupos como «europeos» y «blancos». Esta tendencia fue fortalecida recientemente con el ingreso de Italia, y sobre todo España, a la Unión Europea. Por el contrario, con respecto a los judíos, la ideología racista argentina, se fue consolidando como antisemita, con el paso del tiempo. El punto más alto de esa tendencia fue la orden secreta del canciller del presidente Roberto M. Ortiz en 1938 para negar las visas a los judíos.[42]

Entre los principales inspiradores del racismo argentino se encuentran Domingo F. Sarmiento, Juan B. Alberdi, José Ingenieros, José María Ramos, etc. Más recientemente, los gobiernos militares elaboraron textos y políticas inspiradas en este peculiar racismo argentino, que reforzaron la ideología y le dieron connotaciones políticas.

Domingo F. Sarmiento, quien fuera presidente durante la gran epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires y la Guerra del Paraguay, hechos a los que se le asigna el exterminio de los afroargentinos, escribió en 1848 en su diario de viaje a EE. UU.:

La esclavitud de los Estados Unidos es hoy una cuestión sin solucion posible; son cuatro millones de negros, y dentro de veinte años serán ocho. Rescatados, ¿quién paga los mil millones de pesos que valen? Libertos, ¿qué se hace con esta raza negra odiada por la raza blanca? Los estados libres son superiores en número y riqueza a los estados de esclavos... ¿Pero adónde irían cuatro millones de libertos? He aquí un nudo gordiano que la espada no puede cortar y que llena de sombras lúgubres el porvenir tan claro y radioso sin eso de la Unión Americana. Ni avanzar ni retroceder pueden; y mientras tanto la raza negra pulula, se desenvuelve, se civiliza y crece. ¡Una guerra de razas para dentro de un siglo, guerra de exterminio, o una nación negra atrasada y vil, al lado de otra blanca, la mas poderosa y culta de la tierra!
Domingo F. Sarmiento[43]

La conformación del racismo blanco-europeísta argentino como ideología del Estado inspirada en la Constitución ha utilizado las políticas públicas y en particular la política educativa para su arraigo y difusión en la población. Un modo ampliamente utilizado por el Estado para establecer la naturaleza «blanca-europea» de la Argentina son las políticas destinadas a «invisibilizar» toda cultura o etnia no considerada oficialmente como «blanca-europea». Este mecanismo es tratado más adelante en un subtítulo especial.

Un ejemplo actual de esta actitud del Estado Argentino se puede encontrar en el sitio web de la oficina de turismo perteneciente al gobierno donde se anuncia (agosto de 2006):

El 95% de los argentinos son de raza blanca, descendientes principalmente de italianos y españoles. Con la llegada de la masiva inmigración europea, el mestizo —cruce entre blanco e indio— se fue diluyendo poco a poco, y hoy sólo supone el 4,5% de la población racial argentina. La población indígena pura —mapuches, collas, tobas, matacos y chiriguanos— representa el 0,5% de los habitantes.
Turismo.gov.ar[44]

El historiador Ezequiel Adamovsky, en un artículo titulado «Gringos y negros», publicado en 2008, ha señalado la profundidad de los fenómenos racistas en la Argentina y su imbricación con el conflicto social. Adamovsky sostiene que:

En Argentina, la jerarquía que da el dinero coincide casi perfectamente con la que da el color de la piel. Existen varios motivos históricos para esta superposición de la clase con la «raza». Uno, no menor, es que las elites que en el siglo XIX organizaron el país tomaron decisiones económicas y políticas que terminaron beneficiando más a los inmigrantes europeos que ellas mismas convocaron, que a los nativos de este suelo... El ocultamiento de la «negritud» bajo el mito de la Argentina blanca fue y sigue siendo una forma de racismo implícito. Pero toda vez que «los negros» se hicieron notar en la historia nacional, el racismo se manifestó de manera más explícita... Aunque sigamos negándonos a reconocerlo, la sociedad argentina está dividida según líneas de clase y de color de piel que existen desde hace mucho tiempo.
Ezequiel Adamovsky.[6]

Antisemitismo

Leonardo Senkman, compilador del libro El antisemitismo en la Argentina sostiene:

En la Argentina contemporánea - donde vive actualmente la colectividad judía más numerosa de toda América Latina - el antisemitismo ha sido un fenómeno endémico y sumamente complicado...
Leonardo Senkman[45]

En la Argentina han existido graves actos llevados adelante contra los judíos, como la orden secreta del canciller argentino en 1938 de impedir el ingreso de judíos a territorio nacional[46] y los ataques terroristas contra la embajada de Israel en 1992 y contra la AMIA en 1994. El caso de los ataques terroristas contra objetivos judíos ha producido una discusión entre aquellos sectores que sostienen que no se trató actos antisemitas y aquellos que por el contrario sostienen que «el atentado a la AMIA (es) el peor ataque antisemita desde la Segunda Guerra Mundial».[47]

Intentando sintetizar ambas posiciones, el investigador Daniel Lvovich ha escrito:

El atentado a la AMIA fue uno de los hechos de antisemitismo político más importantes de los últimos tiempos, pero su contracara fueron los miles de manifestantes reclamando justicia, con carteles que decían «todos somos judíos».
Daniel Lvovich, diario La Capital de Rosario[48]

Durante el gobierno de Agustín P. Justo, en 1937, Marcos Savon, cónsul argentino en Gdynia (Polonia), envió varias notas al ministro y premio Nobel Carlos Saavedra Lamas, bajo el título «problema semita», que muestran la orientación general antisemita del gobierno argentino. En la carta del 14 de julio de 1937, en vísperas de la invasión nazi, puede leerse:

Soy de opinión que convendría que se opusieran más trabas a la inmigración de esa raza [hacia Argentina], que parte desde Polonia animada del más profundo rencor hacia el cristiano, y dispuesta a cometer los mayores excesos.
Marcos A. Savon[49]

Durante los regímenes militares y en especial durante la dictadura conocida como Proceso de Reorganización Nacional se produjeron graves hechos de persecución antisemita, en el que algunas personas fueron torturadas, degradadas y hasta asesinadas por el solo hecho de ser judíos. En los centros clandestinos de detención (CCD), era habitual que a los prisioneros judíos se les grabara la estrella de David en el cuerpo.[50] El jefe de la policía bonaerense, Ramón Camps, quien secuestrara y torturara a Jacobo Timerman, sostenía que los sionistas eran enemigos de la Argentina y tenían un plan para destruirla. Por eso impulsó el uso de medidas represivas ilegales para resolver lo que denominaba «la cuestión judía».[51]

El antisemitismo cotidiano tiene una amplia difusión en la Argentina. Un ejemplo de ello es lo que sucede en el club de fútbol Atlanta, ubicado en el barrio Villa Crespo de Buenos Aires, un barrio que tiene una importante población judía. Desde hace varios años, los simpatizantes de los equipos contrarios suelen manifestarse contra Atlanta con banderas nazis y tirando jabones a la cancha.[52]

Un informe de la DAIA reveló que los actos discriminatorios contra los judíos en la Argentina aumentaron un 32% en 2006.[53]

Racismo contra latinoamericanos

En Argentina existe un amplio y expandido racismo contra los inmigrantes provenientes de otros países latinoamericanos, y muy especialmente contra paraguayos, bolivianos, peruanos y chilenos.[11] Este racismo tiene incluso fundamento en la Constitución Nacional y el artículo 25 inspirado por Alberdi y su frase «gobernar es poblar», que establece una diferencia entre «inmigración europea» (que debe ser fomentada) e inmigración no europea.

Artículo 25: El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.

En este contexto debe mencionarse también la participación argentina, junto a Brasil y Uruguay, en el genocidio del pueblo paraguayo en ocasión de la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) en la que fue exterminada prácticamente toda la población masculina, incluidos los niños. Desde ese momento Paraguay, que era entonces el país tecnológicamente más avanzado de Sudamérica, se derrumbó poblacionalmente y como nación en vías de desarrollo.

Esta preferencia por los inmigrantes europeos de la Constitución, no fue modificada en ninguna de las seis reformas constitucionales realizadas, la última de las cuales sucedió en 1994. Como consecuencia de ello, el mensaje histórico cultural del Estado Argentino ha sido hasta el presente establecer una discriminación insalvable en la población argentina, entre descendientes de europeos y descendientes de no europeos, y sus respectivas culturas.

Bajo el lema de «No se olviden de Marcelina», la comunidad boliviana en Argentina denuncia el asesinato por motivos racistas de Marcelina Meneses y su hijo Josua Torrez de 10 meses de edad, empujados de un tren en movimiento cerca de la estación de Avellaneda, el 10 de enero de 2001.[54]

En 2008, la justicia argentina condenó a 22 años de prisión a un policía por lesiones e intento de asesinato de un joven por el solo hecho de ser boliviano. La pena reflejó el agravante contemplado en la ley antidiscriminatoria 23.592, cuando el delito «sea cometido por persecución u odio a una raza, religión o nacionalidad».[55]

Como ejemplo de la amplia difusión de la discriminación contra otros latinoamericanos, el 8 de marzo de 2009 se jugaba un partido de fútbol entre Independiente y Boca Juniors cuando en el entretiempo la hinchada de Independiente comenzó a flamear banderas de Bolivia y Paraguay. La actitud fue generalizadamente comprendida como discriminatoria debido a que en Argentina constituye un acto despectivo habitual hacia Boca Juniors, por parte de otras hinchadas, sostener que sus simpatizantes son inmigrantes de provienen de países fronterizos. Tal es el fundamento racista de la canción cantada por otras hinchadas como la de River Plate, San Lorenzo y Vélez Sársfield:

"Son la mitad más uno,/
son de Bolivia y Paraguay.

Yo a veces me pregunto,/
che, negro sucio, si te bañás.

Bosta que asco te tengo,/
lavate el culo con aguarrás"
.[56]

El INADI pidió que se sancionara al Club Atlético Independiente por infringir el Artículo N°88 del reglamento (acto de xenofobia) y que se sancionara al árbitro Sergio Pezzotta por no detener el inicio del segundo tiempo del partido a pesar de la exhibición de las banderas.[57] El hecho ofendió a los diplomáticos de Bolivia y Paraguay, quienes también se comunicaron. Finalmente, la misma dirección del club se disculpó por los hechos, tuvo una reunión con el INADI y prometió tomar medidas para identificar y sancionar a los responsables.[58]

En un partido de la Copa Nissan Sudamericana entre Vélez Sársfield y Boca Juniors. El árbitro Saúl Laverni detuvo el partido por unos minutos porque la hinchada de Vélez cantaba canciones racistas contra Boca, en la cual se expresaba que los hinchas de Boca eran todos de Bolivia y Paraguay.[59]

Racismo contra indígenas

El racismo, la discriminación y la invisibilización contra personas pertenecientes a los diversos pueblos originarios que habitan en la Argentina, genéricamente agrupados como indígenas, o que tienen antepasados indígenas, tiene dos grandes afluencias históricas:

  • La que proviene de la colonización española referida al lugar subordinado que los «indios» debían guardar frente a los «blancos», en referencia a los españoles y criollos. Según la creencia del sistema de castas español, la sangre india «manchaba» (sic) la sangre pura que poseían los blancos.[60]
  • La que proviene de las «guerras contra el indio» llevadas adelante por el Estado argentino contra aquellos pueblos originarios que habían resistido la conquista española, principalmente en la pampa, la Patagonia y el Gran Chaco.

Si bien ambas corrientes de discriminación suelen confundirse, los pueblos y personas discriminadas por ser indígenas pertenecen a culturas muy distintas, a la vez que las ideologías racistas desarrolladas por cada corriente se organizaron sobre mecanismos y prejuicios que también son diferentes.

En 2005, en oportunidad de que Radio Nacional pusiera en el aire la radionovela Shunko, su director Gabriel Conti declaró que las comunidades quichuas en la Argentina, siguen siendo «olvidadas, despreciadas y marginadas».[61] La periodista María Luján Picabea, cuenta, sobre Ariel Villarreal, el niño actor que interpretó el papel de Shunko en la obra, que:

...vino desde el monte a vivir a la provincia de Buenos Aires hace pocos años. Se incorporó a una escuela en la que sus compañeros lo llamaban «indio» y su maestra de grado recomendó a sus familiares que lo reprendieran porque «hablaba un idioma extraterrestre». Ariel hablaba quichua y prácticamente no comprendía el español. Eso lo convertía en un niño «con problemas» que debía asistir a una escuela especial.
María Luján Picabea[61]

El Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas (IWGIA) se refiere a la situación de los pueblos indígenas en la Argentina de hoy del siguiente modo:

Un amplio porcentaje de la sociedad nacional considera que no hay indígenas en Argentina porque la mayoría se extinguió o está a punto de hacerlo o porque «sus descendientes» se asimilaron a la civilización occidental y viven como cualquier otro ciudadano. Estas imágenes del sentido común han contribuido para que muchos indígenas se vean obligados a ocultar su identidad de manera defensiva a fin de evitar ser objeto de discriminación racial. Aún así es frecuente en el lenguaje corriente el uso de versiones peyorativas que asimilan «indio/indígena» a vago, indolente, sucio, bruto, salvaje.[62]

Racismo contra afroamericanos y personas de piel más oscura

En la Argentina, el racismo, la discriminación y la invisibilización contra personas africanas, afroamericanas y de piel más oscura que el promedio, tiene su origen en el prejuicio establecido por sistema de castas español impuesto en la colonia, según el cual la «sangre negra manchaba para toda la eternidad la sangre pura que poseían los blancos».[63]

En la Argentina el racismo contra afroamericanos está infuenciado por complejos procesos contradictorios. Por un lado un amplio proceso de mestizaje y la escuela pública igualitaria impulsaron conductas de convivencia multirracial. Pero por otro lado, la permanente difusión desde el Estado de que la Argentina tenía una población homogénea «blanca» y «sin negros», remarcando una valoración positiva de esa realidad supuesta, impulsó conductas racistas subterráneas que arraigaron en ciertos comportamientos sociales.

En un artículo titulado «Historias de una Argentina en la que ser negro no es nada fácil»,[64] el periodista Horacio Cecchi recopila una sucesión de actos discriminatorios contra personas de piel más oscura sucedidos en la Argentina, como la denuncia presentada en el año 2000 por el Banco Mundial contra las autoridades migratorias argentinas por discriminación y maltratos a un funcionario del gobierno de Mozambique.[65]

Racismo contra españoles

En la Argentina existe una generalizada costumbre de llamar «gallegos» a todos los españoles, pese a que Galicia es solo una de las regiones de España. El término «gallego» puede asociarse en la cultura popular argentina al significado de «bruto», «sucio», «ignorante» e «ingenuo», aunque también es habitual utilizarlo de manera afectuosa como sinónimo de español o descendiente de español. Se desconoce el origen de esta significación de la palabra «gallego» en Argentina, si bien a principios de siglo XX el Diccionario de la Real Academia Española incluía en la definición de la palabra «gallego» el significado de «bruto».[66]

El escritor José Ernesto Schulman, en su libro Los laberintos de la memoria, de relatos sobre la Guerra sucia en Argentina, escribe la siguiente expresión atribuida a un represor a punto de ser enjuiciado por la justicia española, muy demostrativa del uso que suele hacerse del término:

¿Qué le iba a hacer a él un gallego bruto que les creía a los subversivos?[67]

En ese marco en la Argentina se han generalizado los «chistes de gallegos» de contenidos profundamente crueles y burlones, sumamente populares en el país y constantes en el tiempo, incluso con publicación de libros para su difusión.[68]

Racismo contra francesas y polacas

Debido a que la gran ola de inmigración europea (1870-1945) fue mayoritariamente masculina, una de las consecuencias fue la proliferación de prostíbulos y redes de los llamados tratantes de blancas: «A fines del siglo XIX, Buenos Aires era conocida internacionalmente como un tenebroso puerto de mujeres desaparecidas y vírgenes europeas secuestradas que se veían obligadas a vender su cuerpo y bailar el tango», dice la estadounidense Donna J. Guy en su excelente ensayo El sexo peligroso: la prostitución legal en Buenos Aires, 1875-1955 (Sudamericana)[69]

Francesas y polacas eran las preferidas por las redes de esclavas sexuales. Por ejemplo, una de las redes más importante que operaba en Argentina y Brasil se llamaba Varsovia, que posteriormente cambió el nombre por el de Zwi Migdal, manejada por judíos oriundos de Polonia. Su principal líder era Noé Trauman, quien llegó a la Argentina con documentos falsificados en mayo de 1906, escapando de la policía secreta del zar Nicolás II.

Esta circunstancia llevó, en la primera mitad del siglo XX, a que en la cultura popular argentina se considerara que por el solo hecho de ser francesa o polaca, se trataba de una prostituta, así como a actitudes antisemitas al enfatizar la condición de judíos de los dirigentes de la red. Esta significación ha ido perdiendo fuerza desde la segunda mitad del siglo XX, pero aún hay memoria de la misma, como lo demuestra la obra de teatro titulada Las polacas, de la autora rosarina Patricia Suárez, estrenada en 2002.[70]

Racismo contra gitanos

En la Argentina como en otros países existe un racismo profundo aunque no abierto contra el pueblo rom (gitanos). Muchas personas atribuyen a los gitanos una actitud maliciosa y de mala fe. Existe una conocida leyenda de la gitana que viene a robarse los niños.

La relación con los vecinos es buena, pero existe cierta clase de discriminación oculta contra los rom y los judíos y menos en contra de los descendientes de árabes en una creciente minoría del pueblo argentino, la cual puede ser vista al tratar un negocio o en algunos lugares públicos, a pesar de la ley antidiscriminatoria existente, sin embargo, ésta siempre es oculta —la casa se vendió—, no hay lugar en el restaurante, discúlpeme, y raramente un insulto son las expresiones discriminatorias comunes.[71]

Racialización de las relaciones laborales

En las relaciones laborales de la Argentina resulta un lugar común por parte de personas encargadas en las empresas de la gestión del personal, denominarlo como «los negros». En este caso la tonalidad de piel de los trabajadores de la empresa no juega ningún papel; la denominación de «negros» se les aplica aunque su piel fuera sumamente clara, sus ojos azules y su cabello rubio.

El investigador argentino Mario Margulis sostiene que se trata de ejemplo de la «racialización de las relaciones de clase» que se produce en la Argentina.[72]

El término tiene una clara connotación clasista y tiende a ser utilizado para rechazar de modo despectivo reclamos laborales de los trabajadores o el hecho mismo de su organización sindical.

Invisibilización de grupos étnicos

La «invisibilización» de culturas y etnias es un mecanismo de discriminación ampliamente utilizado en todo el mundo. Es un mecanismo íntimamente vinculado a los fenómenos de «desaparición» y al homo sacer (hombre sin derechos) del Imperio romano.

En la Argentina ha existido y continúa existiendo una cultura general y una política estatal consciente de invisibilización de determinadas culturas y grupos sociales, básicamente aquellos definidos como no-europeos.

Una vez más el mecanismo tiene su base en la preferencia constitucional por lo europeo que establece el artículo 25 de la Constitución Nacional y se inspira en el pensamiento alberdiano.

El investigador Navarro Floria ha estudiado en detalle este proceso de invisibilización con respecto a los indígenas de la Pampa y la Patagonia, destacando el papel de Martin De Moussy en la difusión en Europa de una imagen de una Argentina sin indios:

Si D'Orbigný había establecido «científicamente» la existencia de «salvajes» y Sarmiento había sacado las conclusiones políticas correspondientes en torno de la necesidad de someterlos o exterminarlos, De Moussy constituye una muestra del «olvido oficial» de los pueblos indios a nivel de divulgación y en los materiales destinados a dar a conocer el país a los potenciales inmigrantes e inversores del exterior. Su aporte a la construcción ideal del Estado consistió en la representación de un país sin indios, en el sentido que le daba Sarmiento a la idea del desierto fecundable, que esperaba la mano del hombre (blanco, inmigrante, trabajador agrícola) para dar todo de sí.[73]

El proceso de invisibilización ha sido ejecutado mediante múltiples formas. Una de ellas ha sido la manipulación de los censos, para reducir y hasta eliminar los registros relacionados con personas o culturas no europeas. De este modo ser ordenó reemplazar la palabra «negro» para mencionar la pertenencia étnica-cultural de las personas, por la palabra «trigueño» solo referida a la tonalidad de piel. Ello permitió al Estado Argentino declarar en el Censo de 1947 que la totalidad de la población argentina era «blanca».

El proceso de invisibilización en las publicaciones sociales y escolares se realiza mediante técnicas sutiles de manipulación de textos, mediante los modos de denominar y adjetivar, cuando no en la abierta omisión de los hechos sociales o la falsificación de los mismos. En ejemplo claro de ello es el relacionado con el desierto y la llamada «Campaña del desierto». La baja densidad poblacional estructural en amplias zonas del terriorio argentino, llevó a ciertos ideólogos a desarrollar la idea de «desierto», en el sentido de no habitado por personas.

El antropólogo argentino Miguel Alberto Bartolomé de la UNAM, en su artículo Los pobladores del desierto, analiza las implicancias del término «desierto» en la política e historiografía argentinas:

Hacia 1875, el presidente Nicolás Avellaneda expresaba que: «Suprimir a los indios y ocupar las fronteras no implica en otros términos sino poblar el desierto» (en Auza, 1980:62). Los indios estaban y no estaban allí, el desierto era desierto a pesar de la presencia humana, pero esta presencia no era blanca, ni siquiera mestiza y por lo tanto carente de humanidad reconocible. Poblar significaba, contradictoriamente, matar. Despoblar a la tierra de esos «otros» irreductibles e irreconocibles, para reemplazarlos por blancos afines a la imagen del «nosotros» que manejaba el Estado «nacional» emergente.[74]

El «desierto» básicamente estuvo ubicado en la llanura pampeana y la Patagonia, una amplia región bajo dominio de las naciones mapuche, ranquel y het que resistieron con éxito la invasión española. La consideración del territorio indígena como desierto, permitió «invisibilizar» a los mapuches, ranqueles y het y proceder a una «Campaña del Desierto», eufemismo para denominar la guerra que el Estado Argentino realizó contra esos pueblos originarios a finales del siglo XIX, para arrebatarles la totalidad de su territorio, lo que finalmente sucedió. En Chile ese territorio era conocido como la Araucanía, es decir el país de los araucanos o mapuches.

Un mecanismo similar de invisibilización fue sistemáticamente aplicado a los afroargentinos, grupo al que se consideró «desaparecido» (sic) en algún momento de la segunda mitad del siglo XIX, sin que hasta el presente exista una explicación razonable para la desaparición de un sector que representaba el 30% de la población total pocos años antes.

La investigadora Miriam Gomes sostiene:

A los negros hasta se los discriminaba en los cementerios, porque estaban separados de los blancos. Hay racismo historiográfico y silencio en la educación. Casi no se los menciona en los textos escolares o se distorsiona la historia. Los negros fueron los que estuvieron en las defensas ante las invasiones inglesas de 1806 y en las luchas por la Independencia.[75]

También se ha desarrollado una política de invisibilización para con los inmigrantes de otros países latinoamericanos y sus descendientes, que en algunos casos han constituido comunidades mayores y más antiguas que las de la mayoría de los grupos europeos que migraron a la Argentina.

Más recientemente el Estado Argentino utilizó ampliamente la posibilidad de mantener en situación de «sin papeles» a un número imposible de conocer de migrantes, pero que suma cientos de miles de personas. A partir de 2006, y como consecuencia de los Acuerdos Migratorios de 2002 celebrados entre Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, y Uruguay, a los que luego se sumó Perú, se ha establecido el derecho de todos los ciudadanos de esas naciones a vivir y trabajar libremente en cualquiera de esos países.

Negación del racismo

Isabel Santi, de la Universidad de París, en su trabajo Algunos aspectos de la representación de los inmigrantes en Argentina sostiene:

Un país en el que un dicho popular sostiene que «acá no hay racismo porque no hay negros», tiene un problema con la discriminación. Ignacio Kilich (1995) observa que, implícitamente, ese dicho afirma la existencia subterránea del racismo.[76]

La negación del racismo, incluso en sus formas más evidentes, es una característica del racismo en la Argentina que se repite en muchos otros países modernos y en particular latinoamericanos como Perú,[77] Brasil,[78] etc. La negación hace aún más difícil combatir el racismo porque este adopta la forma de un proceso sutil e insidioso.

Resulta habitual encontrar autorrepresentaciones de la Argentina como un «crisol de razas», un equivalente del “melting pot” estadounidense. En realidad la idea de asimilación cultural que subyace al concepto de crisol de razas tiende a emerger a través de manifestaciones racistas como la exaltación de una supuesta «raza argentina», y se opone a la idea de pluralismo cultural.[79] El concepto de una «raza argentina» fue desarrollado por José Ingenieros en su libro Sociología argentina (1913).

El pensamiento de José Ingenieros es citado del siguiente modo por el filósofo mexicano Leopoldo Zea:

El futuro de la Argentina lo veía así Ingenieros (en 1915): «Hay ya elementos inequívocos de juicio para apreciar este advenimiento de una raza blanca argentina y que pronto nos permitirá borrar el estigma de inferioridad con que han marcado siempre los europeos a los sudamericanos». Ahora, agrega, en el ejército, «en vez de indígenas y gauchos mercenarios, son ciudadanos blancos los que custodian la dignidad de la nación». Dentro de quince o cien años, las consecuencias serán más importantes y son fáciles de pronosticar. En el territorio argentino, emancipado hace un siglo por el pensamiento y la acción de mil a diez mil «euroargentinos», vivirá una raza «compuesta por quince o cien millones de blancos, que en sus horas de recreo leerán las crónicas de las extinguidas razas indígenas, las historias de la mestizada gaucha que retardó la formación de la raza blanca, y acaso los poemas gauchescos de Martín Fierro y Santos Vega, o las novelas de Juan Moreno».[80]

Una manifestación de esto es el festejo oficial del 12 de octubre, día de la llegada de Cristóbal Colón a América, como Día de la Raza, establecido por el presidente Hipólito Yrigoyen y copiado en muchos países de América Latina.

Racismo en la política

En los años veinte irrumpió en sociedad una banda armada conocida como La Liga Patriótica, un grupo xenófobo fundado en el aristocrático Club Naval bajo el lema «Patria y orden», que atacaba a obreros, judíos, anarquistas y opositores políticos. Esta agrupación paramilitar agrupaba a hijos de las clases altas y contaba en el apoyo y soporte de sacerdotes, intelectuales, industriales, militares, terratenientes y políticos reaccionarios. Muchos historiadores afirman que fue el antecedente de la Triple A.[81] Sus barrios de acción preferidos eran Once y Villa Crespo y el caso testigo, símbolo de la brutalidad de esta banda, es el asesinato de una niña de 13 años, Paulina Viviani, apuñalada por un soldado del ejército frente a su madre.

En Argentina, el racismo está íntimamente relacionado con la política en la oposición entre peronismo y antiperonismo. El antiperonismo desarrolló una amplia ideología racista tendiente a denigrar e infravalorar a los simpatizantes del peronismo, mayoritariamente pertenecientes a las clases trabajadoras y bajas.

Básicamente el racismo antiperonista se basa en la identificación de los simpatizantes peronistas con «los negros» con un sentido abiertamente denigratorio. En una histórica carta a su madre referida al bombardeo de la Plaza de Mayo por sectores antiperonistas, el Che Guevara utiliza varias veces el término «negros» a modo de ironía crítica imitando el modo en que hablaban los antiperonistas:

Otrosí, digo, para quienes no hay escapatoria posible ante la historia es para los mierdas de los aviadores que después de asesinar gente a mansalva se van a Montevideo a decir que cumplieron con su fe en Dios; es impresionante que la gente llore porque le quemaron su iglesia dominguera, pero le parece la cosa mas natural del mundo que revienten la cantidad de «negros» que reventaron. No te olvides que muchos de ellos fueron a morir por un ideal, pues eso de la compulsión no puede ser cierta sino en parte, en todo caso, y que cada «negro» tenía su familia que mantener, y que los tipos que dejan en la calle a la familia del «negro» son los mismos que se van al Uruguay a darse golpes de pecho por la hazaña de machos. Otra cosa importante es la cantidad de «gente bien» que murió fuera de los casos fortuitos, eso mismo indica el carácter de la gente que iba a derrocar a Perón.[82]

Uno de los términos racistas utilizados por el antiperonismo es «cabecita negra», ya tratado más arriba, para atribuirlo despectivamente a los simpatizantes del peronismo, generalmente asociado con los términos despectivos «negro» y «grasa». El cuento de Germán Rozenmacher titulado precisamente Cabecita negra (leer aquí) refleja con gran realismo las relaciones racistas que establecieron las clases medias de Buenos Aires con las nuevas clases trabajadores procedentes de las provincias, en el marco del conflicto peronismo-antiperonismo.

Relacionado con este racismo político apareció también la denominación de «aluvión zoológico» para referirse a los peronistas.

Más recientemente, el racismo ha sido utilizado para atacar a los denominados piqueteros, en realidad organizaciones de desempleados que emergieron con fuerza en la década del '90. Una vez más el término «negra» y «negro» es utilizado ampliamente para referirse a sus miembros con un sentido sumamente peyorativo. El discurso «antipiquetero» suele relacionarse con el hecho de vivir en barrios carenciados (villas miseria), la criminalidad y la eventual condición de migrante: «villeros», «delincuentes», boliguayos.

El hecho ha sido reflejado por el periodista argentino Sergio Kiernan en un artículo publicado en Página 12 con el siguiente título: «Cuando el piquetero pasa a ser “ese negro de mierda”».[83]

Chistes racistas

El humor a través de los chistes racistas ha sido y es un modo eficaz universalmente de difundir y consolidar las ideologías racistas. En general se discute mucho cuales son los límites del humor racista o étnico. Históricamente Sigmund Freud ya había distingido los «chistes inocentes» de los «chistes tendenciosos»; estos últimos no son graciosos para ciertas personas aludidas directa o indirectamente en el chiste.[84]

En la Argentina los más populares, extendidos y perdurables chistes racistas son los «chistes de gallegos». Estos chistes tienen siempre el mismo fundamento: presuponen en los gallegos y gallegas la máxima ignorancia.

También hay una considerable circulación de «chistes de negros», y en menor medida de inmigrantes latinoamericanos, asiáticos y judíos.

El INADI y la Ley Antidiscriminatoria

El 3 de agosto de 1988, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, se sancionó la Ley 23.592, conocida también como Ley Antidiscriminatoria.

La ley contiene tres artículos básicos:

  • Acción civil: Una acción civil para hacer cesar el acto discriminatorio y por daños y perjuicios materiales y morales, en casos de discriminación por «motivos tales como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos» (Artículo 1)
  • Delito penal: Crea dos delitos penales. El primero castiga la realización de propaganda o la participación en organizaciones que sostenga la superioridad de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o color. El segundo castiga el acto de incitar a la persecución o el odio con personas a causa de su raza, religión, nacionalidad o ideas políticas. La pena es de 3 meses a tres años de prisión (Artículo 3)
  • Agravante de los delitos penales: Cualquier delito será agravado cuando sea cometido por persecución u odio a una raza, religión o nacionalidad, o con el objeto de destruir en todo o en parte a un grupo nacional, étnico, racial o religioso (Artículo 2).

El 5 de julio de 1995, durante la presidencia de Carlos Menem, se sancionó la Ley 24.515 creando el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), que comenzó sus tareas en 1997.

El INADI es un ente descentralizado en la órbita del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, con facultades para recibir denuncias, investigar, realizar campañas, y apoyar a las víctimas, en cuestiones relacionadas con toda forma de discriminación.

Situación de la lucha contra el racismo en Argentina

Víctor Ramos, fundador del INADI y presidente de SOS Internacional comenta de este modo el estado de la lucha contra el racismo en Argentina:

Argentina, en relación con el resto del mundo, es de avanzada en materia y lucha contra la discriminación y el racismo. Con la creación del INADI, en 1997 -y de la que participé como fundador- fue un hito muy fuerte en su momento, ya que por primera vez se instalaba en nuestro país el tema. Por otra parte, haciendo un estudio comparado de las estadísticas mundiales, nosotros nos ubicamos entre los primeros estados nacionales que asumen verdaderamente una batalla contra el racismo.

Sin embargo, esto no significa que se haya avanzado demasiado. Lo que sí se generó en Argentina fue una serie de debates importantes e interesantes sobre los pueblos originarios de nuestro país, sobre la colectividad judía, sobre la discapacidad y también sobre los inmigrantes.[85]

En 2008, la justicia argentina condenó a 22 años de prisión a un policía que lesiones e intentó de asesinato de un joven, por el sólo hecho de ser boliviano. La pena reflejó el agravante contemplado en la ley Antidiscriminatoria 23.592, cuando el delito «sea cometido por persecución u odio a una raza, religión o nacionalidad».[86]

Referencias

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Véase también

Enlaces externos

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