Pintura rococó

Pintura rococó

Pintura rococó

El columpio, obra maestra de Fragonard, donde se recoge el espíritu refinado, exótico y sensual propio del Rococó.

La pintura rococó forma parte del estilo que, con tal nombre, nació en Francia. Esta corriente estilística se conoce igualmente como rocaille en Francia y Barroco tardío o Spätbarock en Europa central. También se la llama «pintura galante». En general, los historiadores del arte aplican el término «rococó» a la pintura con cierta cautela, debido a la dificultad que entraña determinar su homogeneidad.

Contenido

Historia

Se originó a finales del siglo XVII, en las postrimerías del reinado de Luis XIV, cobrando auge en el ambiente refinado y frívolo de la Regencia del Duque de Orleáns. Se mantuvo a lo largo del reinado de Luis XV, para agotarse en torno a los años 1760-1770. A la fase final del rococó francés se le conoce con el nombre de estilo Pompadour, por reflejar el gusto de la favorita del rey, Madame de Pompadour. Se centra el desarrollo del rococó, pues, entre 1730 y 1760. Trazar el límite con el Neoclasicismo sigue siendo uno de los mayores obstáculos para entender el siglo XVIII.

En su época, se le llamó «gusto moderno», «estilo nuevo» o «nueva manera» a este estilo surgido en los últimos años del siglo XVII.

En 1780 lo Rococó deja de estar de moda en Francia y es reemplazado por el orden y la seriedad del estilo Neoclásico impulsado por Jacques-Louis David.

El Rococó se mantuvo popular fuera de las grandes capitales y en Italia hasta la segunda fase del Neoclásico, cuando el llamado estilo Imperio se impone gracias al impulso del gobierno napoleónico.

En Francia, sólo artistas importantes cómo Delacroix y mecenas como la emperatriz Eugenia redescubren el valor de la gracia y de la ligereza aplicada al arte y al diseño.

Características

La pintura es ante todo decorativa. Se decoran paredes y techos mediante grandes frescos. Se cultiva igualmente el cuadro de caballete, si bien en lienzos de tamaño inferior, por lo general, a las grandes telas de la pintura barroca del siglo precedente. En cierto sentido también esta pintura era decorativa pues decoraba las casas de la nobleza y de la burguesía, por lo que el cuadro se adaptaba a los espacios de las casas dieciochescas.

Se sigue cultivando la pintura al óleo y se populariza como medio de expresión la pintura al pastel, esto es, dibujo en color sobre una hoja de papel. Fue, de hecho, uno de sus medios de expresión favoritos. La pincelada era fina, no suele por lo general apreciarse.

En cuanto al cromatismo, es una pintura muy colorista; se prefieren los colores vivos, luminosos, suaves y claros. Hay un esfuerzo consciente por evitar las sombras, prefiriendo la luz.

El baño de Diana, de Boucher (h. 1750, Museo del Louvre, París). El género mitológico se vuelve delicado y sensual
Autorretrato, de Maurice Quentin de La Tour (h. 1740, Museo de Picardía, Amiens). El género del retrato se hace irónico y más realista

Predominan las formas curvilíneas, las inspiradas en la naturaleza, en la mitología, en la belleza de los cuerpos desnudos, y especialmente en los temas galantes y amorosos. Las figuras son jóvenes, idealizadas, graciosas.

Es un arte básicamente mundano, sin influencias religiosas, que trata temas de la vida diaria y de las relaciones humanas. Los temas son maliciosos o frívolos. La escenas mitológicas se vuelven galantes, prefiriéndose representaciones idílicas de la diosa Venus, querubines y mitos relacionados con el amor.

Se generalizó la pintura de género, enriqueciéndola con nuevos temas exóticos, que evocaban un Oriente idealizado, como la chinería (chinoiseries), la turquería, las ruserías (russeries) y el japonesismo (japonaiseries). Lo exótico se vuelve así punto de fuga de las nuevas perspectivas de la existencia. Dentro de esta pintura de género puede entenderse comprendida la galantería o «fiesta galante», o el género pastoril inventado por Boucher. En semejantes obras a menudo se representaban comidas sobre la hierba de personajes aristocráticos y aventuras amorosas y cortesanas. Se recuperaron personajes mitológicos que se entremezclan en las escenas, dotándolas de sensualidad, alegría y frescura.

El género del paisaje se renueva, incluyendo paisajes urbanos como las vedute típicamente italianas. Se incluyen en los panoramas urbanas pequeñas figuras, dando lugar al llamado «Paisaje con figuras».

Se cultivó extensamente el retrato, un retrato no idealizado sino por lo general más bien cotidiano y sencillo, teniendo como comitentes ya no sólo a la corte, sino también a la burguesía. Los personajes son representados con mucha elegancia, basada en la artificialidad de la vida de palacio y de los ambientes cortesanos, reflejando una imagen amable de la sociedad en transformación. Se prestaba especial atención a las vestimentas, pues en sus formas debía reflejarse la moda; los tejidos se representaban con minuciosidad para transmitir con precisión las cualidades táctiles de la tela; se ponía cuidado en representar fielmente los ornamentos (cintas, flores, lazos, o plumas).

Es un estilo que busca reflejar lo que es agradable, refinado, exótico y sensual. Adornaban las telas con querubines. Desaparece así el dramatismo que caracteriza a la pintura barroca. Es desenvuelto y jovial. Apela a los sentidos, al sentimiento y la emoción, más que a la razón.

El estilo Rococó se difunde sobre todo gracias a los artistas franceses y a las publicaciones de la época.

Difusión por Europa

Francia

Francia es considerado el país en el que nació este estilo, allí conocido como rocaille. La pintura de caballete refleja ambientes galantes, refinados y sensuales. Los temas favoritos eran la corte o la mitología, casi siempre con una carga erótica nada disimulada.

Embarque para Citera de Jean-Antoine Watteau (1721, versión de Charlottenburg)

El más antiguo y exquisito de los pintores rococó franceses fue Jean-Antoine Watteau (1684-1721), que creó todo un género propio: las fiestas galantes (fêtes galantes), con escenas impregnadas con un erotismo lírico. Watteau, a pesar de morir a los 35 años tuvo una gran influencia en sus sucesores.

Después de él, Jean-Marc Nattier el Joven (1685-1766) se distinguió como retratista, especialmente de damas y de la nobleza.

El reinado de Luis XV estuvo dominado por la obra de François Boucher, pintor de la sensualidad femenina. Boucher y Quentin La Tour asesoraban en temas artísticos a Jeanne Antoinette Poisson, marquesa de Pompadour y amante del rey. Su interés por el arte que, como aficionada, practicaba asesorada por François Boucher o por Quentin de La Tour.

Más jóvenes fueron Fragonard y Greuze, que anticiparon el romanticismo. Jean-Honoré Fragonard (1732-1806) realizó pinturas galantes, escenas frescas y ligeras, para adinerados mecenas. Pero simultaneó este tipo de cuadros con otros de carácter más sentimental y narrativo. Destaca por su lirismo. Con Jean-Baptiste Greuze (1725-1815) se acentúa el prerromanticismo, hasta el punto de que en ocasiones es considerado como abiertamente neoclásico. Cultiva el género sentimental y lacrimoso.

Al gran retratista Nattier le siguieron otros, que captaron ya no sólo la artificiosidad de la vida palaciega, sino también la transformación social que estaba sufriendo el país, con el ascenso de la burguesía. Estos retratistas de mediados de siglo prefirieron optar por la pintura al pastel. Puede mencionarse como discípulo de Nattier en el género del retrato a François Hubert Drouais. Pero los más destacados fueron, sin duda, Jean-Baptiste Simeon Chardin (1699-1779) y Maurice Quentin de La Tour (1704-1788). El primero de ellos resulta excepcional como pintor de bodegones, aunque también pintó escenas de género a la manera de los holandeses; el segundo es el gran pastelista del siglo.

Otros pintores del mismo estilo fueron: Nicolas de Largilliere (1656-1746), Jean-Baptiste Oudry (1686-1755), el pintor de conciertos Nicolas Lancret (1690-1743), Joseph-Siffred Duplessis (1725-1802) y Hubert Robert (1733-1808).

Italia

Hubo un centro precoz del rococó en Génova, cuya máxima figura fue Gregorio de Ferrari (1647-1726), aún enmarcado en ocasiones dentro del estilo barroco.

Giovanni Battista Crosato (1652-1725) se formó en Venecia y fue el representante de este movimiento en la corte de Turín (Saboya). Contemporáneo suyo fue Giacomo del Po (1652-1725), cuyo original rococó se desarrolló esencialmente en Nápoles.

Plaza de San Marcos, Canaletto (1723).
El maestro de baile, obra de Pietro Longhi, hacia 1741
La procesión marítima de la fiesta del Bucentauro, saliendo del Arenal de Venecia, obra de Francesco Guardi, 1770

Pero el rococó italiano fue, ante todo, un estilo cultivado en Venecia, que se constituyó como el centro más fecundo del nuevo estilo. Destaca sobre todo un genio de la decoración, Giambattista Tiepolo (1696-1770). Este pintor veneciano resucita el estilo y colorido de El Veronés, reinterpretándolo en clave rococó. Tiépolo usa la luz y el colorido típicos de la escuela veneciana. De Tiépolo destaca el Retrato de Antonio Riccobono, San Rocco y Hércules sofoca Anteo. Pasó cuatro años en la Wurzburgo antes de volver a Venecia y finalmente fue a trabajar en Madrid, a la corte de Carlos III, ciudad en la que murió finalmente.

Es en Venecia donde se desarrollan las vedute, esto es, grandes paisajes urbanos en los que se describe la ciudad y sus principales espacios: los canales, la plaza de San Marco y el Palacio Ducal. Estas vistas estaban en gran medida pensadas para los visitantes extranjeros, que se las llevaban a sus países de origen como recuerdo. En este género destacó Giovanni Antonio Canal, llamado Canaletto (1697-1768), que realizó, entre otras obras: Plaza de San Marcos, San Cristobal, San Miguel y Murano, Los caballos de San Marcos en la plaza, El campo de Rialto en Venecia y Paseo fluvial con columna y arco de triunfo. Canaletto también trabajó en Inglaterra pero sin llegar al esplendor de los paisajes de su ciudad natal.

El vedutismo fue asimismo cultivado por Pietro Longhi (1702-1785) y Francesco Guardi (1712-1785). Longhi representaba los sencillos placeres del pueblo, en el circo y en la calle. Guardi, por su parte, con un estilo al toque, representa con sus paisajes más difuminados y oscuros la República que se hunde, realizando cerca de ochocientos sesenta obras entre las cuales destacan Milagro de un santo dominico, Concierto en el Casino de los Filarmonici y La Caridad. Pinta fiestas y bailes de máscaras.

Otros artistas venecianos a los que influyó el rococó fueron Bernardo Bellotto (1721-1780) y Marco Ricci.

Pueden citarse otros pintores del mismo estilo: Rosalba Carriera (1675-1757), Alessandro Magnasco (1677-1749) y Giovanni Battista Piazzetta (1688-1754).

Europa central

Fue rápidamente acogido a la zona católica de Alemania, Bohemia y Austria, donde se fusiona con el Barroco germánico. Predomina aquí la pintura de bóvedas.

Victoria de Santiago de Compostela, de Franz Anton Maulbertsch (1762-1764, Unteres Belvedere (Belvedere inferior), Österreichisches Barockmuseum (Museo del Barroco Austriaco), Viena.

El italiano Carlo Innocenzo Carloni (1686-1775) trabajó en esta Austria y Alemania entre 1710 y 1735, creando unos imponentes decorados que los que estaban presentes las ligeras formas decorativas de la tendencia rococó.

Cabe citar, entre estos importantes decoradores alemanes, a Johann Baptist Zimmermann (1680-1758), hermano del arquitecto Dominicus y Cosmas Damian Asam (1686-1739), hermano del escultor Egidio Quirino.

La escuela veneciana influyó en el austriaco Paul Troger (1698-1762), quien durante mucho tiempo residió en Italia y posteriormente dio clases en la Academia de Viena. En sus muchos frescos se observan figuras más ligeras y las formas cada vez más libres.

El elenco de pintores alemanes se incrementa con el bávaro Matthäus Günther (1705-1788) y Johann Evangelist Holzer (1709-1770), quien imprimió a sus frescos un sentimiento vigoroso y potente

En Viena destaca la figura de Franz Anton Maulbertsch (1724-1796), autor de importantes frescos en Austria, Hungría y Checoslovaquia. Combina curvas encadenadas, escorzos vertiginosos y un colorido exquisito y variado.

Aunque Anton Raphael Mengs (1728-1779) es considerado prototipo de arttista neoclásico, y así lo asume en sus obras mitológicas y religiosas, lo cierto es que en sus retratos se mueve dentro del refinamiento rococó.

Otro de los pintores decoradores de paredes que trabajó en Viena fue Januarius Zick (1730-1797).

Además, pueden mencionarse a Franz Anton Bustelli (1723-1763) y a los suizos Jean-Étienne Liotard (1702-1789) y Angelika Kauffmann (1741-1807).

Inglaterra

En Inglaterra el nuevo estilo fue considerado como «el gusto francés por el arte». Se considera que los introductores del estilo en Inglaterra fueron el francés Philippe Mercier (1689-1760) y Bartholomew Dandridge (1691- † después de 1754), quienes estaban muy influidos por Watteau.

«Primeras horas de la señora de la casa», una de las escenas del ciclo satírico El matrimonio a la moda, de Hogarth (1744, National Gallery de Londres)
El paseo matinal, de Gainsborough (1785, National Gallery, Londres

William Hogarth (1697-1764) contribuyó a crear una teoría sobre la belleza del Rococó; sin referirse intencionadamente al nuevo estilo, afirmaba en su obra Análisis de la belleza (1753) que la curva en S presente en el Rococó era la base de la belleza y de la gracia presente en el arte y en la naturaleza. Hogarth destacó por sus ciclos de pinturas satíricas con crítica social y política. Watteau le inspiró las pequeñas conversation pieces.

También el toque delicado y la sensibilidad de Thomas Gainsborough (1727-1788), reflejan el espíritu rococó. Sus retratos se ambientan con frecuencia en paisajes. Retratista fue igualmente Joshua Reynolds (1723-1792) y George Romney (1734-1802) quien ya anticipa el prerromanticismo.

De esta misma época es la obra de Joseph Wright, Richard Wilson (1714-1782) y George Stubbs (1724-1806).

España

Detalle de la bóveda del Salón del Trono del Palacio Real de Madrid, obra de Tiepolo, 1764

En un primer momento, el estilo rococó fue cultivado en España por pintores extranjeros atraídos por la corte de los primeros borbones. Así cabe afirmarlo de Miguel Ángel Houasse (Michel-Ange Houasse, † 1730), pintor de Felipe V y autor de pequeños cuadros de costumbres de refinada gracia rococó; y de Corrado Giaquinto († 1765) que decoró con bellos frescos de un delicado rococó parte del Palacio Real. Lo mismo cabe decir de Tiepolo y Mengs, que trabajaron en España.

Como pintores del Rococó españoles destacan Luis Meléndez y Luis Paret y Alcázar. El primero, Luis Eugenio Meléndez (también conocido como Menéndez) (1716-1780) realizó retratos, especializándose posteriormente en bodegones. Por su parte, Luis Paret (1746-1799) es la más importante aportación española al estilo. Pinta paisajes con figuras y escenas de género.

También destacar la obra pictórica de Antoni Viladomat i Manalt y de Francesc Tramulles Roig, discípulo de Viladomat y menos conocido debido de al carácter efímero de su obra. Francesc Pla, conocido como "el Vigatà", mostró una leve influencia del Rococó en las pinturas del Palacio Moja de Barcelona, si bien el resto de su obra hay que ubicarla dentro el estilo barroco.

La genial figura de Goya (1746-1828) difícilmente admite adscripción a un solo estilo, dada la amplitud y el carácter tan personal de su obra. No obstante, cabe señalar que los cartones para tapices que realizó y muchos de sus retratos se enmarcan en la estética rococó. En efecto, a partir de 1775, empezó a pintar cartones para la Real Fábrica de tapices en los que, siguiendo el gusto de la época, reflejó una temática costumbrista y popular. Del mismo modo, en sus retratos no idealiza los modelos, debiendo recordar que el retrato de la época se caracteriza precisamente por la reflexión indirecta e irónica, con una observación exacta del modelo y carente de juicio de valor, como puede verse en el autorretrato de William Hogarth, con el evidente paralelismo entre el autor y su perro, los autorretratos de Quentin de La Tour o la escultura de Voltaire de Jean-Antoine Houdon, en la que el filósofo aparece marchito, cínico y calvo.


Pintores del Rococó

Referencias

  • Azcárate Ristori, J. M.ª, y otros, Historia del arte, Ed. Anaya, 1986. ISBN 84-207-1408-9
  • Baur, E.-G., «El rococó y el neoclasicismo » en Los maestros de la pintura occidental, Taschen, 2005, ISBN 3-8228-4744-5
  • Carrassat, P.F.R. y Marcadé, I., Movimientos de la pintura, Spes Editorial, S.L., 2004. ISBN 84-8332-596-9.
  • Laneyre-Dagen, N., Leer la pintura, Spes Editorial, S.L., 2005. ISBN 84-8332-598-5.

Obtenido de "Pintura rococ%C3%B3"

Wikimedia foundation. 2010.

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