Opinión pública

Opinión pública
La opinión pública se manifiesta de varias maneras.

La opinión pública es la tendencia o preferencia, real o estimulada, de una sociedad o de un individuo hacia hechos sociales que le reporten interés.

La opinión pública ha sido el concepto dominante en lo que ahora parece referirse a la comunicación política. Y es que después de muchos intentos y de una más o menos larga serie de estudios, la experiencia parece indicar que opinión pública implica muchas cosas a la vez; pero, al mismo tiempo, ninguna de ellas domina o explica el conjunto. Además, con el predominio de los medios de comunicación modernos, en una sociedad masificada el territorio de la opinión parece retomar un nuevo enfoque.

También es necesario considerar que la opinión pública tiene una amplia tradición como campo de estudio. Y aun cuando se relaciona estrechamente con la democracia, se diferencia de ésta. Es decir, la opinión pública constituye sólo un sector dentro del amplio espectro de la comunicación política.

Contenido

Historia de la Opinión Pública

En la antigüedad la opinión publica se remitía simplemente al dialogo que establecían los notables, es decir, sólo aquellos que no dependían económicamente de magna era, opinar y dialogar sobre las cuestiones de la polis, ya que sólo eran aptos para trabajos manuales. Consecuentemente imperaba la marginalidad en el espacio publico y no existía el diálogo sobre asuntos públicos.

Posteriormente, esa situación empezó a cambiar. Se conceptualizaba entonces como la opinión "del pueblo". Durante el siglo XVIII español, el concepto de opinión pública equivalía a “opinión de la multitud”, normalmente expresada a través de una reunión masiva. A finales de este siglo, sin embargo, empieza a adquirir connotaciones cualitativas y adquiere las notas propias que le otorgaría el liberalismo, como instrumento de guía y control del gobernante.

Se podría alegar que esa concepción correspondía a la del despotismo ilustrado y se refleja en dichos comunes en esa época: "todo para el pueblo pero por el pueblo, nada" ( José II) "La mejor forma de gobierno es la que nos enseña a gobernarnos (en el sentido de controlarnos) a nosotros mismos" (Goethe) y ¡razonad tanto como queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced! (Kant).

El liberalismo moderado, sin embargo, modificó el concepto de opinión pública relacionándola a los "ciudadanos instruidos", distinguiendo entre opinión legal (expresada por el Parlamento) y natural (derivada de los ciudadanos). Una opinión que sólo podía manifestarse a través de medios jurídicos reglados: la libertad de prensa, el derecho de petición y el sufragio. Esto, por un lado, la restringió: el numero de ciudadanos instruidos era muy bajo; y por el otro la extendió: para ser instruido no era requisito ser noble o miembro de las clases gobernantes. Esta reformulación coincide con la visión de los teóricos de la democracia liberal clásica (Rousseau, Locke, Tocqueville)

Se puede alegar que ambas concepciones están basadas en un principio básico de la ilustración (ver Kant: ¿Qué es Ilustración?)

Con el surgimiento de la cultura de masas y la expansión técnica, productiva del modelo fordista y expansión de la burocracia, comienza un progresivo ensanchamiento del término hasta que a fines del siglo XX el ciudadano es la población misma, ahora transformado en "el público".

En el presente el concepto esta íntimamente ligado con los "muestreos de opinión pública", aproximación que se basa en la necesidad y habilidad de organizaciones estatales, empresariales y educativas que comenzaron a desarrollar métodos que permitían la selección relativamente imparcial de participantes y la recogida sistemática de datos entre un amplio y variado sector del público. Esto ocurrió entre la década del 30 y el 40 del siglo XX. Entre los pioneros en este sector se encuentra el analista estadounidense George Horace Gallup, inventor del sondeo que lleva su nombre. Desde la década de los 50 comenzó el criterio estadístico, cuya mayor crítica ha sido el grado de representatividad, cuestión contenida en las teorías de estadística social.

La opinión pública según el status social (Criterios para el análisis de clase: empleo, educación y herencia patrimonial)

«Por opinión pública se entiende la valoración realizada o expresada –un pronunciamiento sobre un posicionamiento- por determinada comunidad social, acerca de un evento, oportunidad, problema, reto o expectativa que llega a su conocimiento»


La clase social como indicador directo del status o prestigio social

Evolución de las clases sociales

Desde los inicios del hombre, éste se ha organizado entorno a la división en clases sociales, las cuales, han ido evolucionando a lo largo de los años desde la básica estamentación en clase alta y baja de las sociedades feudales, pasando por la aparición de la clase media en la revolución industrial, hasta el concepto de sociedad del bienestar y el surgimiento, según Pierre Bordieu, de la clase popular. La aparición de esta cuarta clase media-baja, se debió a la afluencia de trabajadores especializados y técnicos medios con la extensión del sector de servicios públicos y la denominada sociedad de consumo. En palabras de José Félix Tezanos, en España este hecho marcó la tendencia de la sociedad hacia la diversificación, ya que significó una disminución en la radicalidad de los escalones sociales ante la creación de las denominadas nuevas capas, y hacia la postura política de “centro”. Se calcula que actualmente en los países desarrollados, la clase popular supone el 40% de la población frente al 35% de clase media, el 5% de clase alta y del 20% repartido entre el resto de capas.

Estudios recientes sobre esta evolución estructural, han apuntado la aparición de capas intermedias ente las clases media y alta, que disfrutan de un buen nivel de bienestar que combinan con la defensa de la libertad, el pacifismo y la protección medioambiental. Esta clase llamada post-materialistas, suponen un cambio ya que la defensa de dichos valores, habían tenido hasta la fecha una relación inversamente proporcional (descenso) a medida que mejoraba el status social.

Los ‘trabajadores del conocimiento’ suponen un paso más. Este nuevo grupo surgido hace escasos años, con la sociedad de la información, se definen por tener un estilo de trabajo y vida dedicados al manejo de la complejidad informativa y a la capacidad comunicativa. Es decir, los trabajadores de la sociedad de la información y del denominado 4º poder.

Análisis de las variables: empleo, educación y patrimonio. Su incidencia en la pertenencia a las clases sociales y en la opinión

Para analizar la incidencia de la situación de la persona en la determinación de la pertenencia del individuo a una clase social, partimos de que este concepto de status social se compone de tres variables: La variable inicial que consiste en la situación de empleo/ingresos/renta, más las añadidas por Pierre Bordieu que son el nivel educativo y el patrimonio o herencia patrimonial.

La relación o proporción con la que funcionarían estas dos últimas al respecto de la clasificación social y su relación con la opinión sería la siguiente:

  • A mayor nivel de estudios, la disposición es tener una mente más abierta combinada con una mayor independencia económica.
  • Un mayor patrimonio, otorga estabilidad, seguridad y respaldo –económico-, por lo que la confianza en el futuro aumenta propiciando una mente más liberal y progresista posible gracias a la disminución del miedo al riesgo o al futuro.

En cuanto a la influencia de la situación de empleo o el nivel de ingresos del individuo, la historia la explica desde que Marx definió al trabajador asalariado en su posición de lucha y conflicto frente al propietario o dueño. Con el paso de los años, la crisis industrial de los años setenta significó la división de los mercados laborales, según los tres tipos de contextos en los que realizaban su actividad, los cuales produjeron a su vez, distintas mentalidades políticas:

  • En los mercados de trabajo independiente-empresa grande o grandes cargos de la Administración Pública-, gracias a la seguridad, buen salario y nivel tecnológico, la mentalidad del trabajador puede priorizar aspectos tales como la calidad de vida compaginada con la preocupación por el medioambiente y, el aumento de su movilidad.
  • En el mercado secundario o subordinado -medianas o pequeñas empresas frecuentemente subcontratas de las grandes-, al carecer de estabilidad en el trabajo, al tener un bajo nivel de salario y tecnológico, la mentalidad política es desarrollista asociando este concepto al crecimiento económico en relación directa con el aumento de sus salarios. Es decir, asume una preocupación económica respecto a su calidad de vida.
  • En el mercado de trabajo precario, el trabajador no cualificado, con un bajo nivel tecnológico, sin contrato -economía sumergid- y cuyo sueldo se calcula según rendimiento, se posiciona con una mentalidad socio-política en la que es esencial la defensa y la lucha por conseguir los subsidios públicos y buscar la protección estatal. Es decir, prima la supervivencia y preocupación por el respeto a los derechos básicos constitucionales de la persona.


Influencia de la clase social en el status de la persona y en la formación de la Opinión Pública

Debemos partir de la idea de que pertenecer a una misma clase social no es sinónimo de poseer una identidad compartida. Es decir, no significa que todos los integrantes de la clase alta posean la misma ideología, los mismos valores y las mismas tendencias. Aunque, no obstante, la clase social suele determinar, de forma contundente, ciertos aspectos como el comportamiento social, las ideas político-económicas o sus valores ético-morales en su filosofía de vida ya que, al fin y al cabo, comparten una mismo espacio geográfico-social característico, en función del rol derivado del status otorgado por la sociedad.

En conclusión, se ha demostrado que el bienestar socio-económico derivado del resultado de las variables que determinan la clase social y el status, condicionan determinantemente o influencian la opinión del individuo según el principio formación exógena –que viene del exterior hacia el interior- en la que, la concepción y el entendimiento personal se crea a partir de dos hechos relacionados: la percepción selectiva de los hechos en función de las implicaciones afectivas y sentimentales (impulso afectivo), en base a nuestras experiencias vitales desarrolladas en grupo, es decir, que las tenemos en sociedad porque el hombre, es un animal social. Así, aunque la opinión pública no está formada por la suma de las opiniones individuales, ni es el resultado de la opinión de la mayoría, si analizamos su definición operativa: «Por opinión pública se entiende la valoración realizada o expresada –un pronunciamiento sobre un posicionamiento- por determinada comunidad social, acerca de un evento, oportunidad, problema, reto o expectativa que llega a su conocimiento», es innegable en ella, que las clases o status y, por lo tanto, el contexto social en el que se desenvuelve el individuo, realizan una influencia explícita en la tendencia o rumbo de dicha opinión colectiva.

Desde la perspectiva de la Opinión Pública, se dirá que ésta se encuentra dividida cuando existan distintas posiciones confrontadas ante determinada cuestión, por razones distintas o al margen de las divisiones de opinión que se puedan esperar por causas de estratificación socio-política.

Opinión pública hoy

Los gobiernos y empresas utilizan los sondeos para conocer la opinión pública sobre cuestiones de interés como los índices de desempleo, mercado y de criminalidad entre otros indicadores sociales y económicos.

Walter Lippman, en su libro Opinión Pública (1922) cuestiona que sea posible una auténtica democracia en la sociedad moderna. Esta crítica se fundamenta en su noción de estereotipo, de la cual es inventor: los esquemas de pensamiento que sirven de base a los juicios individuales convierten en ilusoria la democracia directa.

El filósofo alemán Jürgen Habermas desarrolló una teoría de gran influencia sobre el surgimiento de la opinión pública. Habermas concibe ésta como un debate público en el que se delibera sobre las críticas y propuestas de diferentes personas, grupos y clases sociales. Para Habermas, después de su desarrollo en el siglo XVIII, el espacio público donde es posible la opinión pública y que es “controlado por la razón” entra en declive, puesto que la publicidad crítica dejará poco a poco el lugar a una publicidad “de demostración y manipulación”, al servicio de intereses privados. Las tesis de Habermas han sido contrastadas críticamente, en lo que se refiere a la evolución de la opinión pública, por la historiadora francesa Arlette Farge en el libro Dire et mal dire (editorial Seuil, París, 1992) dónde la autora pone de manifiesto que la opinión pública no emerge solamente de la burguesía o de las élites sociales cultivadas, sino también de la gran masa de la población. Ésta, que Farge estudia a partir de los informadores colocados en todo París por el Inspector General de Policía, fragua por sí misma los conceptos de "libertad de opinión" y "soberanía popular".

El sociólogo francés Pierre Bourdieu ha afirmado, de manera célebre, que "la opinión pública no existe", tomando en cuenta que la estadística no es garantía de imparcialidad, pues al ser un análisis social no hay neutralidad valorativa en la formulación de los protocolos y cuestionarios. Los medios de comunicación, además de tomar postura, difunden las opiniones que desean. Otras críticas residen en temas técnicos tal como el grado de error muestral, tamaño de la muestra, representatividad de la población, etc. Sin embargo, existe en la opinión pública contemporánea un grado alto de confianza a los sondeos debido en gran parte a la influencia de los medios de comunicación.

Noëlle-Neuman desarrolla con notable repercusión su teoría sobre la espiral del silencio (1995). Según esta autora, el individuo, para no encontrarse aislado, puede renunciar a su propio juicio o evitar exponerlo públicamente si considera que no responde a la opinión dominante o a los criterios que socialmente están considerados como “normales”. Ese temor al aislamiento formaría parte de todos los procesos de conformación de la opinión pública, concepto que mantendría vínculos estrechos con los de sanción y castigo.

Véase también

Bibliografía


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