Nicodemo

Nicodemo


San Nicodemo
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San Nicodemo conversando con Cristo
Maestro de la ley, príncipe de los judíos
Nacimiento Judea
Venerado en Iglesia Copta, Iglesia católica
Festividad 25 de julio

San Nicodemo es el nombre de un judío que aparece en el Nuevo Testamento cristiano, importante por ser el protagonista de un profundo diálogo con Jesucristo. Según el evangelio de san Juan, Nicodemo era un rico fariseo, maestro en Israel y miembro del Sanedrín. De él, añade que era «principal entre los judíos».[1] Este hecho hace que sea muy apreciado entre los cristianos pues Nicodemo, al igual que Pablo de Tarso o José de Arimatea, representan al sabio judío versado en la Ley que reconoce en Jesús al Mesías y se hace su discípulo. Suponen por tanto un espaldarazo a favor del cristianismo.

En la Iglesia católica es venerado como santo y su memoria se celebra el 31 de agosto. La Iglesia copta en cambio, celebra la fiesta del santo el 25 de julio.

Contenido

Nicodemo en la Biblia

Juan el Evangelista, por cuya obra se tiene noticia de Nicodemo. Obra de El Greco.

Al igual que ocurre con Lázaro, Nicodemo no pertenece a la tradición de los evangelios sinópticos y sólo es mencionado por Juan, que le dedica más de la mitad del capítulo 3 de su evangelio, unos versículos del capítulo 7 y una mención última en el capítulo 19. Nicodemo es, por lo tanto, un personaje «transversal» a todo el evangelio en el sentido de que está siempre presente, pero sin asumir un protagonismo destacado.

La primera vez que aparece Nicodemo es, según narra el evangelista, para encontrarse con Jesús «de noche»[2] intrigado por los milagros realizados por Jesús:

Sabemos que has venido como maestro de parte de Dios, pues nadie puede hacer los milagros que haces si Dios no está con él.
Jn 3, 2

A continuación Jesús sostiene una conversación con Nicodemo sobre el sentido del volver a nacer y menciona el «reino de los cielos» (rarísima en los textos joánicos.[3] ) Jesús se sorprende al ver que «un maestro en Israel» no entiende el discurso sobre el renacer en el espíritu.

Luego, en el consejo de «príncipes de los sacerdotes y fariseos» (cf. Jn 7, 45 y ss.), Nicodemo defiende a Jesús explicando a sus compañeros que han de oír e investigar antes de hacer un juicio definitivo. La pregunta que le hacen puede dar a entender que Nicodemo era galileo[4] o ser una ironía de sus compañeros:

¿También tú eres galileo? Investiga y verás que de Galilea no salen profetas.
Jn 7, 52

Finalmente, a la hora de sepultar a Jesús, Nicodemo se hace presente para colaborar generosamente con cien libras de mirra y áloe –más de 30 kilogramos– (cf. Jn 19, 39) para el embalsamamiento según la costumbre judía.

Dado que los demás evangelios no proporcionan más datos sobre Nicodemo, esos son los únicos datos canónicos, por así decir, con que se cuenta.

Evangelios apócrifos

Artículo principal: Evangelio de Nicodemo

Nicodemo es un personaje sugestivo tanto por ser fariseo (secta con mala fama tras los relatos evangélicos), su miedo a los judíos, su generosidad y la conversación, más típica de un diálogo con un escéptico o sabio al estilo del mundo. Por ello fue blanco de diversas especulaciones y narraciones entre los evangelios apócrifos.

Hay un Evangelio de Nicodemo que narra el proceso de Jesús desde, según se creía, el punto de vista del fariseo. Se trata de un texto de carácter gnóstico egipcio que incluso fue considerado herético por algunos Padres de la Iglesia. En él se trata con bastante suavidad a Poncio Pilato –inocente y obligado por las circunstancias a condenar a Jesús para «cumplir las escrituras»– haciendo cargar toda la responsabilidad de la ejecución de Jesús en los jerarcas judíos.

Comentario teológico al diálogo de Jesús con Nicodemo

Grupo escultórico en madera policromada. Nicodemo es la figura de la izquierda. Obsérvense las letras hebreas que recorren la cenefa de su vestido.

La ambientación

Jesús ha realizado ya varios milagros, seguramente cerca de donde vivía Nicodemo y por tanto, en Jerusalén. Por ello, el lugar adecuado de esta narración habría sido tras la descripción de los milagros en Jerusalén por ejemplo, tras el capítulo VII. Mendner afirma que después de la discusión con los demás fariseos, Nicodemo se habría acercado a Jesús para interrogarlo. Taciano en la concordancia del Diatessaron coloca el episodio en la Semana Santa.[5]

Sin embargo, no hay pruebas concluyentes de ninguna teoría. No parece fuera de contexto en el lugar actual: entre quienes le rechazan (los judíos en el templo) y quienes tienen fe (los discípulos en Caná) estarían los que tienen una fe parcial e insuficiente.

El hecho de la expresión griega que no existe en arameo[6] y el que se mencione al Hijo como ya ascendido al cielo (cf. Jn 3, 13) ha inducido a buen número de estudiosos a pensar que se trata de un discurso muy elaborado por el evangelista aun cuando sería imposible descubrir actualmente los agregados de Juan al discurso de Jesús (y hay quienes piensan que todo el relato es invención del evangelista).[7]

Esquema del discurso

A tres preguntas de Nicodemo (la del inicio sobre la condición de Maestro de Jesús, la del modo en que un hombre puede volver a nacer siendo ya viejo y la última sobre cómo puede alguien nacer del Espíritu) corresponden tres secciones que empiezan por «En verdad, en verdad te digo». Según Roustang y De la Potterie en la primera respuesta se habla del Espíritu Santo, en la segunda se trata del rol del Hijo del Hombre y en la tercera de Dios Padre.

El discurso en sí es sencillo y colaboran a la mejor comprensión los malentendidos –típicos en Juan–: el fondo sería que si para nacer a la vida en la carne es necesario un padre, para la vida en el Reino de Dios es necesario ser generado por un Padre Celestial. La imagen es tan realista que el autor llega a hablar de un «semen» de Dios (cf. 1 Jn 3, 9).

Pintura de Carlo Crivelli, representando de izquierda a derecha a Santiago, Bernardino de Siena y Nicodemo.

Comentario

El primer nivel de referencia es el de la comprensión por parte de Nicodemo. Las escrituras anunciaban este Reino y esta generación por la paternidad divina, hasta hablaban de un tiempo escatológico donde Dios infundiría su Espíritu. Pero no era un tema muy profundizado por los maestros de la ley de aquel entonces y era probable que no fuera familiar a los oídos de Nicodemo.

El segundo nivel es el de los posibles lectores. Es casi evidente que el tema era profundizar en el bautismo o propiciar una catequesis bautismal aunque los estudiosos se dividen sobre la presencia original de la expresión «y del agua» (Jn 3, 5).

Otros elementos a tomar en cuenta en el comentario son la mención a «subir al cielo» y el del «ser levantado».

La expresión subir al cielo es equivalente a la de «ver a Dios»: los textos del Antiguo Testamento son concordes en afirmar que resulta imposible al hombre (cf. Prov 30 3-4; Sb 9, 16-18, Ba 3, 29; Dt 30, 12). Por tanto, el privilegio que reivindica Jesús ante Nicodemo es de divinidad.

El «ser levantado» es un tema recurrente (cf. Jn 8, 28; Jn 12, 32-34): se refiere a la cruz. De ahí también la comparación con la serpiente en el asta. El verbo empleado y su equivalente en arameo no solo implica la crucifixión sino también la resurrección y la ascensión. Según Raymond E. Brown estas tres citas que hablan del ser levantado son el equivalente joánico de las tres predicciones de la Pasión que se encuentran en los sinópticos. La influencia parece venir del profeta Isaías: «He aquí mi siervo, tendrá éxito, será enaltecido» (Is 52, 13 y en la versión de los LXX usa el mismo verbo). La palabra usada en la versión de los LXX para decir el «asta» donde se puso la serpiente es la misma que se usa para «signo».

Nicodemo en la literatura cristiana

En los comentarios al Evangelio

Lamentación por el Cristo muerto de Giotto, donde aparece Nicodemo.

De entre los comentarios de los Padres al evangelio de san Juan, el más conocido es el de san Agustín. En el Tractatus 11 y 12 dedicados al diálogo de Jesús con Nicodemo, se indica que este último buscaba sinceramente la verdad pero lo hacía de noche lo que no le permitía ver con la claridad necesaria y entender las palabras de Jesús. De hecho, la afirmación de Jesús acerca del nacer de nuevo requería toda la luz del evangelio:

No conocía más modo de nacer que el de Adán y Eva: no sabía todavía que se podía nacer de Dios y de la Iglesia; conocía sólo a los padres que generan para la muerte y no todavía a los que generan para la vida; conocía solo a los padres que generan herederos y no todavía a los que viven para siempre y generan (hijos) que permanecen
In Ioann. Tract. XI 6

En el tratado 120 vuelve a retomar la figura de Nicodemo con motivo de la sepultura de Jesús. Es interesante el hecho de que interpreta la expresión «al principio» («Vino también Nicodemo -aquel que al principio había venido a Jesús de noche») como un principio de visitas que habrían sido seguidas por muchas más. Y san Agustín afirma también que los restos de Nicodemo fueron encontrados junto a los del mártir san Esteban lo cual da pie a pensar que ya las primeras comunidades le habían concedido una veneración particular.[8]

En comentarios más recientes se suele profundizar más en la experiencia de Nicodemo desde un punto de vista existencial. Así, por ejemplo, el sacerdote José Luis Martín Descalzo parte de todos los elementos que podrían haber separado a Jesús de Nicodemo: su forma de ver la relación con Dios, su posición social, su edad, etc. pero que quedaron inermes ante la sincera búsqueda de la verdad por parte de este maestro de Israel. Búsqueda que al mismo tiempo es cobarde o de una falsa prudencia («por miedo a los judíos»). Nota también Martín Descalzo que el uso por parte de Jesús de la expresión πνευμα debió ser adrede dada la ambivalencia de sentido que tiene tanto en griego como en arameo: espíritu y viento. Sin embargo, lo más importante del diálogo reportado en el capítulo tercero del evangelio -al menos para Nicodemo- es el hecho de que en pocas líneas le desvela el mensaje de todo el evangelio: Cristo, Dios ha bajado y se dará a la muerte para la salvación de todos.

Otro español, esta vez exegeta, José Antonio de Sobrino, afirma en cambio que la visita nocturna de Nicodemo no se debió a miedo o falsa prudencia ya que Jesús todavía no era conocido ni odiado por el sanedrín. En cuanto al diálogo, subraya un hecho recurrente en el evangelio de Juan: los interlocutores de Jesús toman a la letra sus comentarios (así el de la destrucción y reconstrucción del templo o el agua que ofrece a la samaritana) y por eso se cierran -en un primer momento- a la verdadera comprensión de las palabras de Cristo. Esto puede ser un recurso pedagógico: por la incomprensión se hace posible una mejor explicación por parte de Jesucristo pero también indicar las dificultades que los oyentes de aquel entonces encontraban ante la novedad del mensaje predicado por los cristianos.

En la producción más literaria

En la literatura contemporánea, Nicodemo ha sido tratado a menudo.

Las Cartas de Nicodemo son un libro de Jan Dobraczynski en el que el autor pone en boca del maestro de la ley diversas reflexiones y el relato de su experiencia de Cristo. El destinatario de las cartas es un «amigo» de este llamado Justo.[9]

Por su parte, Miguel de Unamuno escribió Nicodemo el fariseo, obra en la que hace una reflexión sobre la virtud teologal de la fe:

¡Fe! ¡Qué poco se medita con el corazón y no con la cabeza tan sólo, en lo que la fe sea e importe! No una mera adhesión del intelecto a un principio abstracto, a una fórmula sin contenido ya acaso; no la afirmación de principios metafísicos o teológicos; no, sino un acto de abandono y de entrega cordial de la voluntad, una serena confianza en que concurren a un fin mismo la naturaleza y el espíritu, en que naturalizando al espíritu lo sobreespiritualizamos y espiritualizando a la naturaleza la sobrenaturalizamos, una confianza firme en que habita la verdad dentro de nosotros, en que somos vaso de verdad y en que la verdad es consuelo; una confianza firme en que al obrar con pureza y sencillez de intención servimos a un designio supremo, sea el que fuere.

Nicodemo en el arte

Pietà de Miguel Ángel en la catedral de Florencia.

El tema del diálogo de Jesús con Nicodemo no ha sido representado por obras que perduren o tengan relevancia artística. En cambio, sí suele representarse a Nicodemo en la crucifixión, en el descendimiento de Cristo de la cruz, en su traslado al sepulcro y en su sepultura. En algunos casos aparece como alejado (véase por ejemplo la Lamentación por Cristo muerto de Giotto) y pensativo en medio del dolor de las mujeres alrededor del cuerpo de Jesús y otras ayudando a cargar o mover el cadáver (véase por ejemplo, la Pietà de Miguel Ángel de Florencia).

Dentro de la escultura, resalta su presencia constante en grupos escultóricos que procesionan en la Semana Santa, entre los que destaca el Nicodemo del Traslado al Sepulcro de la Hermandad de la Piedad de Cabra (Córdoba), obra del sevillano Fernando Aguado Hernández, que toma referencias faciales del estudioso de la síndone y escultor Juan Manuel Miñarro.

Franco Zeffirelli plasmó en su película Jesús de Nazaret a un Nicodemo que durante la crucifixión en vez de llorar o dolerse, repite en voz baja los textos del así llamado Canto del Siervo de la profecía de Isaías.

Notas

  1. El original griego dice: «αρχων των Ιουδαιων» que la Vulgata traduce «princeps Iudaeorum». La raíz griega «arché» tiene el sentido de principal, primordial. Da nombre a uno de los coros angélicos: los Principados (αρχαι) y a sus mensajeros (αγγελοι) los arcángeles.
  2. No son casuales las indicaciones temporales del autor del evangelio: el momento en que se encontró con Jesús (la hora décima), la noche simbólica en que se encontraba Nicodemo y otra noche tristemente célebre: la de la traición de Judas. Por eso, como tantos otros datos de este evangelio, se trata de indicaciones a las que se puede dar también una interpretación espiritual. De hecho cuando menciona de nuevo a Nicodemo al final del Evangelio lo recuerda como «aquel que había venido a Jesús de noche» (Jn 19, 39).
  3. El sentido del verbo «ver el Reino» es el de experimentarlo, vivirlo como queda manifiesto por otros usos del mismo en el evangelio: «ver la muerte» (Jn 8, 51), «ver la vida» (Jn 3, 36). El uso de la expresión «Reino de Dios» (típicamente «sinóptica») ha sido interpretado como residuo de una tradición común asumida por el autor del evangelio.
  4. Enciclopedia cattolica (versión italiana), Ed. Sansoni, Florencia 1951.
  5. Taciano es un apologista griego y heterodoxo del siglo II, discípulo de Justino, que escribió una concordancia entre los cuatro evangelios que tuvo mucho éxito y que fue imitada posteriormente en varias ocasiones. En dicha concordancia, Taciano construyó un texto evangélico a partir de los cuatro relatos canónicos, armonizando los contenidos.
  6. El griego ανοθεν significa «de lo alto» o «de nuevo» pero este doble sentido se da solo en griego pues en hebreo/arameo no existe palabra con igual equívoco.
  7. Cf. Raymond E. Brown, en el libro descrito en la bibliografía, pág. 179.
  8. Esta mención de san Agustín al sepulcro de Esteban es un elemento tomado por los estudiosos para datar el comentario dado que tales restos no se encontraron hasta fines del año 415.
  9. Jan Dobraczynski (2009). Cartas de Nicodemo (19 edición). Herder. ISBN 978-84-254-0165-7. http://www.herdereditorial.com/section/2786/. 

Bibliografía

  • NESTLE - ALAND, Novum Testamentum (graece et latine), Bibelgesellschaft, Stuttgart 1986, ISBN 3-438-05401-9.
  • AURELIO DE SANTOS OTERO, Los evangelios apócrifos, BAC Madrid 1991, ISBN 84-7914-044-5.
  • JAN DOBRACZYNSKI, Cartas de Nicodemo, Herder, Barcelona 1958.
  • Enciclopedia de la Biblia, Ediciones Garriga S.A., Barcelona 1965, vol. V voz: "Nicodemo".
  • MIGUEL DE UNAMUNO, Nicodemo el fariseo, Ediciones Encuentro, Madrid 2007, ISBN 978-84-7490-857-2.
  • JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO, Vida y misterio de Jesús de Nazaret, Editorial Sígueme, Salamanca 1990, ISBN 978-84-301-1074-2.
  • SANT'AGOSTINO, Commento al vangelo e alla prima epistola di san Giovanni, Editorial Città Nuova, Roma 1968.
  • JOSÉ ANTONIO DE SOBRINO, Así fue Jesús, BAC Madrid 1984, ISBN 84-220-1167-0.
  • RAYMOND E. BROWN, El Evangelio según Juan (cap. I-XII), Ediciones Cristiandad, Madrid 2000. ISBN 84-7057-426-4.

Enlaces externos


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