Mitos y leyendas de Sogamoso

Mitos y leyendas de Sogamoso

Mitos y leyendas de Sogamoso

La ciudad de Sogamoso, en Colombia,posee una amplia gama de leyendas e historias presentes en su folclor.

Al ser la capital y uno de los más antiguos asentamientos religiosos de los muiscas, muchas de las leyendas y tradiciones populares provienen de las épocas precolombina y colonial. Muchas han desaparecido y otras se encuentran ocultas en la bibliografía que duerme en los escaparates de las bibliotecas.

Contenido

Descripción

La mitología de Sogamoso y el valle de Iraca se caracteriza por haber adoptado una multitud de mitos y leyendas de las creencias de los indígenas muiscas o chibchas del altiplano cundiboyacense, relacionadas principalmente con la cosmogonía indígena y Bochica, el héroe civilizador.

Algunas de las leyendas modernas son adaptaciones de leyendas foráneas, como la llorona y la madremonte,muchas de ellas proveniente principalmente de los colonizadores españoles.

División de los mitos

Los mitos y leyendas de Sogamoso se pueden clasificar cronológicamente en

1. indígenas
2. Modernos
3. de origen foráneo
4. leyendas urbanas recientes.
5. mitos de la laguna de Tota, por estar íntimamente ligados a la población campesina de Sogamoso.

Mitos y leyendas indígenas

Muchos mitos y leyendas de los muiscas o chibchas del Altiplano cundiboyacense tienen su origen en la vieja Suamox, capital religiosa de es conglomerado indígena.

El origen del Sol

"Creían todos los indios que había un autor de la naturaleza, que hizo el cielo y la tierra; más no por eso dejaban de adorar por dios al sol por su hermosura y a la luna, porque la tenían por su mujer; a ésta llamaban Chia y al sol Zuhé, y así para dar a los españoles un epíteto de suma grandeza los llamaron Zuhá, y conservan ésta locución hasta hoy en su idioma."[1]

El origen de los dos dioses de la región de IracaRamiriquí e Iraca— fue recogido por el cronista Fray Pedro Simón en sus Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales.[2]

Una recreación literaria de la condesa alemana Gertrud von Podewils Dürniz, hacia 1930, en su obra Chigys Mie (que en lengua muisca significa "Cosas pasadas"), lo resume así:

"Cuando la oscuridad continuaba reinando sobre la tierra, y los hombres vivían en noche sempiterna. Entonces el de Iraca envió al Ramiriquí a los cielos para que iluminara el mundo, y lo llamo Súa. Más su clara luz sólo brillaba de día, pues corriendo de un extremo a otro del firmamento, a la tarde se ocultaba tras las colinas, dejando la tierra del Chibcha sumida en las tinieblas y la aflicción. Viendo eso, el señor de Iraca voló en persona al cielo para dar luz de si, y brillar llamándose Chía en la noche cuando Súa se ocultara".[3]

La Fiesta del Huan

A diferencia de los incas, que en el el solsticio de verano rendían culto al sol con la celebración del Inti Raimy,[4] los aborígenes sogamoseños celebraban el solsticio de invierno como inicio del año nuevo muisca.[5]

El escritor Javier Correa Correa refiere:

"... se realizaba en diciembre en Sogamoso, conmemorando la aparición del sol y la luna que... se consideraba que habían sido dos Caciques los que se habían convertido en la estrella y el satélite que en el día y en la noche alumbran la tierra. Eran doce o trece hombres que representaban las lunaciones, acompañados de otro disfrazado de ave negra"[2].

La leyenda de Idacanzas

Mitos y leyendas modernos

La piedra de la paciencia

Se dice que la piedra de la paciencia "está en La Meca y alrededor de ella millones de peregrinos dan vueltas contándole sus desgracias". El día que no le quepan más desgracias explotará y tendrá lugar el Apocalipsis.[6]

También lleva este nombre una roca que halló el Barón de Humboldt en las Bocas del río Meta.[7] Estas dos piedras permanecen en sus lugares, no así la gigantesca que, aún muy entrada la época de la colonia, dominaba la ciudad de Sogamoso en un lugar del cual no hay rastros y nadie recuerda.

Con la ayuda del cura doctrinero y las autoridades coloniales, el acaudalado señor X se dio a la tarea de levantar el velo de misterio que cubría la inmensa mole sobre la cual se leía esta frase, cortada en dos renglones:

Si me volvieras,
... vieras.

Sería un tesoro enterrado? (Texto por redactar)

Agotados los peones y la bolsa del hacendado, meses después la piedra cedió al empeño de las palancas y rodó cuesta abajo.

Cuál sería la sorpresa cuando en la otra cara de la roca, oculta por muchos años, los presentes leyeron con claridad:

Bendito y alabado,
me volviste al otro lado.[8]

Historia milagrosa de los santos sogamoseños

  • San Martín, San Sebastián y la Virgen. Las imágenes trastocadas de Sogamoso y de Monguí.

El Emperador Carlos V o el Rey Felipe II habrían regalado sendos retratos sagrados a las poblaciones de Sogamoso y Monguí. Uno era de la Sagrada Familiapintado po uno de ellos; el otro, San Sebastián o San Martín de Tours. De todos modos, la Virgen María no estaba de acuerdo con quedarse en Sogamoso y cambió con el santo destinado a Monguí.

Respecto a este suceso se han planteado las siguientes dudas históricas

  • Primera: ¿Cuál rey hizo el regalo?
  • Segunda: ¿Cuál fue el santo destinado a Monguí? ¿San Sebastián o San Martín de Tours?
  • Tercera: ¿Por qué se fue San Sebastián de Sogamoso?
  • Cuarta: El cuadro de la Virgen, destinado a Sogamoso, ¿Lo pintó Carlos Quinto o Felipe Segundo? O, ¿ninguno de los dos?

En Colombia hay "vírgenes para escoger",[9] como lo demuestra Emma Forero Diago en su libro Los lugares de Maria,[10] y en Sogamoso dos de ellas son la Virgen de Monguí y la Virgen de la "O" de Morcá[11]

Según la leyenda, cuando "el sol no se ocultaba en el imperio español", Su Majestad, el Rey, tuvo a bien destinar un el retrato de San Martín de Tours al Convento de Monguí, en tanto que el óleo de la Virgen María sería entronizado en la iglesia de Sogamoso. Esta última, que era “tan celebrada por sus prodigios”, al decir del cronista Don Lucas Fernández de Piedrahita, no estuvo de acuerdo con la imperial orden y como "donde manda capitán, no manda marinero", de la noche a la mañana intercambió de aposento con el santo francés. Vanos fueron los esfuerzos de los feligreses por devolver las imágenes a sus lugares.

Muchas veces hicieron la penosa procesión desde el valle hasta la montaña, salvando riscos y los precipios del caudaloso río que formaba el límite entre las dos poblaciones. Sin importarles los esfuerzos humanos, con la velocidad del rayo, las imágenes huían en la noche y la mañana siguiente reaparecían bajo el techo de su predilección.

En 1558, el año siguiente a la primera bancarrota de la Hacienda Real, el Rey Felipe II habría regalado sendos cuadros a las poblaciones de Sogamoso y Monguí.Retrato atribuido a Sofonisba Anguissola (antes a Alonso Sánchez Coello.

Otra versión de esta leyenda fue recogida por Ocampo López en el [3] capítulo "Sobre las romerías y el folclor religioso en Boyacá":

"Los caciques de Sogamoso y Monguí hicieron regalos al rey de España Felipe II en 1558, por los cuales el monarca les envió la imagen de la Virgen y la Sagrada Familia para Sogamoso y la Imagen de San Martín para Monguí. Una equivocación con los cajones hizo que la Virgen fuera a Monguí y San Martín a Sogamoso, lo cual fué aceptado como decisión celestial por ambas ciudades. Los pobladores de Monguí celebraron el hecho con esta copla:
Llevaron a Sogamoso
a la Virgen de Monguí.
Pero al descuido se vino
y ya no sale de aquí.

A la cual respondieron los sogamoseños con esta otra:

Al San Martín de nosotros
lo llevaron pa´Monguí.
Allá se cansó y se vino
A vivir mejor aquí".

¿Cuál sería realidad histórica?

El Diccionario Geográfico Universal, por una sociedad de literatos, dedicado a la Virgen Nuestra Señora Q(ue) D(ios) G(uarde), publicado en Barcelona (1833), sostiene en la página 148 del tomo IX, que el Emperador Carlos V obsequió a la iglesia parroquial de Sogamoso un retrato al óleo de San Sebastián, santo al cual estaba dedicada la ciudad[12]

El Emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, obsequió el retrato de San Sebastián a Sogamoso, poco antes de morir el 21 de septiembre de 1558. Retrato atribuido a Lambert Sustris, antes a Tiziano.

Sin embargo, la tradición lugareña sostiene que el óleo obsequiado era el retrato de la Virgen María, y el San Sebastián estaba destinado a la iglesia doctrinera de Monguí, donde haría compañía a otro mártir, San Lorenzo. Pero la Santísima Virgen, no estaba contenta con la decisión imperial y se propuso cambiar de sitio con el santo de las saetas.

Así, un día la Virgen hizo el milagro de aparecer en Monguí, dejando a San Sebastián en Sogamoso.

De nada valieron las protestas de los frailes, ni que los fieles y las autoridades devolvieran los cuadros a los lugares destinados. Las imágenes cambiaron de lugar tantas veces como tantas las regresaron. La Virgen se obstinó en quedarse para siempre en el idílico paisaje de Monguí.

Por su parte, San Sebastián no tuvo otro remedio que acatar a la Madre de Dios y aún se le podía ver en la iglesia parroquial hasta comienzos del siglo XIX.

Como todas las leyendas se van enriqueciendo con el paso de boca en boca, la historia de las imágenes tiene otro color en la página oficial del Municipio de Monguí:

"Por los años de 1557-1558 los caciques de Monguí y Sogamoso viajaron a la lejana España a Conocer al Rey Felipe II, en agradecimiento, el Rey obsequió dos cuadros, el de San Martín de Tours para el Cacique de Monguí y el de la Sagrada familia en la huida a Egipto para el cacique de Sogamoso, estando cada cacique en su lugar de origen abrieron los guacales encontrándose con la sorpresa que el cuadro de la Sagrada Familia apareció en Monguí y el cuadro de San Martín en Sogamoso, luego de muchos cambios decidieron dejar el cuadro de la Sagrada Familia en Monguí pasando a ser la Virgen de Monguí."[13]

Pero Don Manuel Ancízar en el capítulo 23 de su obra La peregrinación de Alpha nos descubre otra historia acerca de la imagen de la Virgen de Monguí, que en nada se parece a todo lo escrito atrás:

"Tres leguas al oriente de Sogamoso y en medio de cerros cortados por torrentes, país solitario y agreste, se levanta un convento edificado por la piedad de los antiguos para guardar un cuadro de la Virgen que pintó el emperador Carlos V, según Piedrahita, o Felipe II, como quiere Oviedo, y lo regaló al pueblo de Monguí, a causa de haber sido el primero que se puso como feudo de la corona de España. Lo mismo fue llegar el cuadro a su destino, que empezó a obrar milagros y atraer la peregrinación de los fieles, con cuyas limosnas se completaron los adornos interiores del templo."[14]

¿Por qué se fue San Sebastián de Sogamoso?

Si bien la Virgen quedó a sus anchas en la población de Monguí llegando a ser “tan celebrada por sus prodigios”[4], al decir de Lucas Fernández de Piedrahita, parece que a san Sebastián no le fue igual: su imagen llena de flechas parecía como víctima de los indígenas y pocos feligreses le eran fieles.[15]

"Cansado de soportar su tormento en solitario, hastiado, el santo resolvió liar sus bártulos y con cara de disgusto, desapareció sin avisar qué camino cogía. Eso sí, tuvo la precaución de hacerlo bajo la canícula de un domingo de mercado. Dicen quienes lo vieron atravesar la plaza esquivando el roce de las flechas, por en medio del ganado, de las tinajas de barro, de los bultos de frutas y hortalizas, que desde esa fecha se cambió para el martes el día de mercado. Fue su único milagro en tierra sogamoseña.
El altar quedó vacío hasta cuando se construyó la Catedral de Sogamoso y del lugar se apropió una copia de San Martín de Tours, salida de alguna imprenta francesa."[16]

Como nadie supo dar razón de San Sebastián, los sogamoseños colocaron las estatuas de San Martín de Tours y de San Jorge de Inglaterra flanqueando a la Virgen en la fachada de su catedral.

El fantasma

Durante buena parte del siglo diecinueve, el fantasma fue un personaje que amedrentó a la población, obligándola a recogerse al llegar la noche. Era una blanca figura, de pasos lentos, que solía recargarse en los aleros de las casas esquineras. La sombra que proyectaba a la luz de los faroles de aceite infundía el pánico hasta cuando, con la aparición de la luz eléctrica, se enredó con los cables y estuvo a punto de caer electrocutado... era un simple mortal sobre unos grandes zancos de madera y su tarea, servir de centinela a una banda de ladrones.

El tunjo seductor

El tunjo era un ser bajito, de piel quemada que en medio del arco iris dejaba ver su verdadero rostro de oro, macizo como todas las joyas de los indios que guardaba celosamente en el fondo de las manas y pantanos. "Cuando acaba la lluvia, decían las abuelas, es fácil descubrir el escondrijo del tunjo: está junto a un pantano, donde nace el arco iris".

A ese lugar no se debían acercar los niños y mucho menos las mujeres bonitas... los primeros se ahogaban, las segundas resultaban embarazadas.

Duendes y exorcismos

Por lo general, los duendes, llamados también animes, solían apoderarse de casas enteras para destruirlas ante el asombro de los grandes y el regocijo de los chicos.

Nadie los pudo ver, pero lo cierto era que de la nada lanzaban piedras contra los vidrios, rompían vasos y botellas, arrastraban armarios y con su furia desvencijaban puertas, techos y ventanas.

A veces se apoderaban de algún cristiano y lo convertían en súcubo y epiléptico para que hiciera los daños. En estos casos, si fallaban los exhorcismos del párroco vecino, no había nada mejor que unos cuantos baldados de agua fría.

Los animes sogamoseños, eran traviesos, a diferencia de sus congéneres macondianos, como lo registra John Saldarriaga en "La sombra de Gabo en Aracataca.":

"Hay quienes saben cosas y son capaces de esclavizar animes. Los guardan en un calabazo y contratan, digamos, la preparación de un terreno para sembrar arroz. Liberan esos seres, les dan la orden y ellos obedecen corriendo. .. Y cuando los animes terminan el trabajo, él vuelve a encerrarlos en el calabacito... En dos días hacen el trabajo que un hombre haría en un mes, cobran más rápido, pero no se enriquecen porque esa es plata del Diablo. Esa es una maldición".[17]

Mitos de origen foráneo

La llama viva del Jueves Santo

De claro origen español, durante muchos años solía referirse la presencia de esta llama en diferentes épocas del año, con el avance urbano se fue restringiendo a lugares apartados. En realidad se trataba de los llamados fuegos fatuos, generados por el gas metano, o gas de los pantanos, generado por desperdicios en descomposición (residuos de cosechas, abonos y animales muertos).

"En Sogamoso creían que en los Jueves Santos por la noche, durante pocos minutos, aparece en las sabanas de la Tigrera una llama misteriosa que se mueve, aviva, crece y desaparece".[18]

La patasola

La llorona

La madremonte

Leyendas urbanas recientes

Ls mitos y leyendas de Sogamoso, se han ido diluyendo con el paso del desarrollo urbano y tecnológico y en su reemplazo han aparecido las versiones urbanas de hechos reales o ficticios con grandes dosis de exageración. Ya lo afirmaban a finales del siglo XIX los sogamoseños ante la perspectiva de que hasta sus lares llegara el ferrocarril: "¡Abrid paso al progreso! Aunque nos atropelle" > [19]

El "Ángel Custodio" o el ánima del vallado

Ya se habían olvidado las andanzas del fantasma de los zancos, bien entrado el siglo XX, cuando un espectro amedrentaba a los viandantes con sus gemidos.

Aquí se resume la leyenda recogida por Fabio Barrera entre los habitantes de Mochacá en 1.974:[20] Llegada la noche, el fantasma solía apostarse en los recodos de los extramuros y su presencia obligaba a que los últimos viandantes tomaran por vías inhóspitas y descampadas, donde eran fácil presa de los ladrones.

En cierta ocasión la oscuridad tomó en medio del camino a don Martín Barrera, un acorpado artesano que se dirigía a Río Chiquito con la bolsa llena para pagar los jornaleros de sus maizales.

Al pasar frente al cementerio, escuchó el jadeo del alma vagabunda que se acercaba entre la neblina y el crujido de los sauces, como obligándolo a entrar al camposanto.

El artesano sabía que nadie había resistido la presencia de esta ánima en pena y todo el mundo huía dejando sus haberes en manos de estas ánimas en pena; sin embargo, esperó hasta que la silueta se materializó frente a él y en un dos por tres le propinó una trompada, enviándola entre el vallado. Tras el chapalazo, se escuchó el grito angustiado de un hombre envuelto en la sábana blanca: "¡Sálveme Don Martín! Soy yo, ¡Ángel Custodio!"

Los compinches del ánima adolorida tomaron las de Villadiego, dejándola envuelta con su blanca sábana, adornada con los sapos, ranas y sanguijuelas del pantano".

El tesoro de don Lorenzo Vácarez

Don Lorenzo Vácarez, devoto de Santa Bárbara, amasó una buena fortuna en los llanos de Casanare y en agradecimiento coadyuvó con una buena suma para la reconstrucción de la capilla que domina la ciudad.[21]

Acerca de la vida y leyenda del tesoro de don Lorenzo Vácarez se puede consultar la obra del historiador Guillermo Plazas Olarte.[22]

Don Jesús Bernal y las morrocotas de la Macoya de guafa

Notable ganadero, que se hizo a pulso en las faenas de los llanos casanareños, Don Jesús Bernal contrajo cinco matrimonios y dejó una numerosa prole.

En la incandescente sabana de Casanare creó su fundo o hacienda, a la cual dio por nombre Macolla de guafa, más conocida como Macoyuguafa.

La macolla es el conjunto de tallos originados a partir de una raíz única, y guafa es el nombre popular de una especie de bambúsea, también denominada guadua.

Mitos de la laguna de Tota

Véase, Lilia Montaña de Silva Célis, "Mitos, leyendas, tradiciones y folclor del lago de Tota".

Véase también

Leyendas de Colombia

Mitología chibcha

Referencias

  1. Piedrahita, Fernández Lucas de. Historia General del Nuevo Reino de Granada. Tomo I. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Bogotá. 1942.Tomo 1:31
  2. El cronista Fray Pedro Simón (Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra en las Indias Occidentales. Recopilación, Introducción y Notas de Juan Friede. Biblioteca Banco Popular. Bogotá. 1981) narró así esta leyenda en el Tomo III. pgs. 409-411:
    "Entre las mismas neblinas que los demás de estas tierras andaban los tunjas acerca de sus primeros principios, pues los ponen en decir que cuando amaneció, ya había cielos y tierra y todo lo demás de ellos y de ella, fuera del sol y la luna. Y que así todo estaba en oscuridades, en las cuales no había más personas que el cacique de Sogamoso y el de Ramiriquí o Tunja (porque en estos dos pueblos nunca hubo más de un cacique o señor, y fue el que lo era de toda la provincia).
    "Estos dos caciques dicen que hicieron todas las personas: a los hombres de tierra amarilla, y a las mujeres de una yerba alta que tiene el tronco hueco. Estaban todavía las tierras en tinieblas, y para darles luz, mandó el cacique de Sogamoso al Ramiriquí, que era su sobrino, se subiese al cielo y alumbrase al mundo hecho sol como lo hizo. Pero viendo no era bastante para alumbrar la noche, subióse el mismo Sogamoso al cielo y hízose luna, con que quedó la noche clara y los indios obligados a adorar a entrambos, como lo hacían con muchos otros ídolos, que según su imaginación y persuasión del demonio levantan cada día.
    "Esto, según se cuenta, sucedió por el mes de diciembre. Y así, en recuerdo y memoria de este suceso, hacían los indios de esta provincia, en especial los sogamosos, en este mes una fiesta que llaman huan, en la cual, después de juntos, salían doce, vestidos todos de colorado, con guirnaldas y chasines que cada una de ellas remataba en una cruz y hacia la frente llevaba un pájaro pequeño. En medio de estos doce de librea, estaba otro que la tenía azul y todos estos juntos cantaban en su lengua cómo todos ellos eran mortales y se habían de convertir los cuerpos en ceniza, sin saber el fin que habían de tener sus almas. Decían esto con palabras tan sentidas que hacían mover a lágrimas y llantos los oyentes con la memoria de la muerte. Y así era ley que, para consolarlos en esta aflicción, había de convidar a todos el cacique y alegrarlos a todos con mucho vino, con que salían de la casa de la tristeza y se entraban del todo en la de la alegría y olvido de la muerte."
  3. von Podewils Dürniz, Gertrud. Editorial Cromos de Bogotá, en 1930. pg. 8 (Esta obra fue publicada originalmente por la editorial Strecker und Schöder en Stuttgart).
  4. http://www.tierrademaiz.com/eventos-y-encuentros/inti-raymi-5.html Inti Raymi
  5. Boyacá y otras noticias regionales - ELTIEMPO.COM -> En Sogamoso, indígenas celebraron el comienzo del año solar
  6. Resumen del libro "La piedra de la paciencia", Premio Goncourt 2008
  7. [http://books.google.com/books?id=p_0NKxxTUBgC&pg=PR6&lpg=PR6&dq=humboldt+piedra+de+la+paciencia&source=bl&ots=Rvh7T-NiFu&sig=x0u2iiXSLFL3huqynRfCgcVD6bs&hl=es&ei=kNLRSu2qIcbakAXzi6n3Aw&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=1&ved=0CAgQ6AEwAA#v=onepage&q=&f=false Ensayo político sobre la isla de Cuba Escrito por Alexander von Humboldt]
  8. Con base en el capítulo "La piedra de la paciencia" del libro Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca), de Fabio Barrera. Pekín, 1999. Pgs. 17-24
  9. LUIS H. ARISTIZÁBAL, Boletín Cultural y Bibliográfico , Número 20, Volumen XXVI, 1989/
  10. Forero Diago, Emma. Los lugares de Maria Arte-Publicaciones, Bogotá, 1988, 142 págs
  11. Nuestra Señora de Morcá - Album 1964 - Sn/Se
  12. Diccionario geográfico universal, por una sociedad de literatos, S.B.M.F.C.L.D. Publicado en 1833. Ejemplar procedente de la Biblioteca de la Universidad de Oxford. Digitalizado por Google el 15 Mar 2007·
  13. Sitio oficial de Monguí en Boyacá, Colombia. Nuestro Municipio. Información general. Fecha de última actualización: Marzo 09/2009. Página accedida el 8 de julio de 2009
  14. [ http://www.temascolombianos.com/1expedicion/1viajealfa/CAPITULOS/C23.htm Ancízar, Manuel.La peregrinación de Alpha Cap. 23]
  15. Este apartado se basa en el capítulo "Un San Sebastián bien macho" del libro Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca), de Fabio Barrera. Pekín, 1999. Pgs. 17-24
  16. Barrera. 1999.
  17. [1] John Saldarriaga. La sombra de Gabo en Aracataca Crónica que narra la vida de un municipio, alrededor de la figura del Nobel.En el diario El Colombiano. Vista el 21 de junio de 2009.
  18. Plazas Olarte, Guillermo. "De mi tierra y otras cosas".
  19. Cfr. Plazas Olarte, Guillermo. Op. cit.
  20. Barrera Téllez, Fabio: "Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca)" recogidas entre 1.972 y 1.975. Pekín, 1999 ·
  21. En el costado norte de la torre de la Capilla de Santa Bárbara se colocó una lápida recordatoria, en la cual se destaca el nombre de Vácarez, como benefactor de la misma
  22. Plazas Olarte, Guillermo: De mi tierra y otras cosas. Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares, 1.971. Bogotá.

.

Bibliografía

  • Ancízar, Manuel. : La peregrinación de Alpha. Bogotá.
  • Barrera Téllez, Fabio: Cójame ese trompo en la uña. (Tradiciones del Valle de Iraca). Pekín, 1999
  • Camargo Pérez, Gabriel: Del barro al acero (en la Roma de los Chibchas). Tunja, Imp. Departamental, 1968.
  • Correa Correa, Javier: El resguardo indígena de Fonquetá y Cerca de Piedra. Los Muiscas del siglo XXI en Chía. Chía, julio de 2001 Capítulo La fiesta del Huan. Chía, 2001. En Internet:[5]
  • Diccionario geográfico universal, dedicado a la Reina Nuestra Señora (Q.D.G.)... redactado por una sociedad de literatos. Tomo IX. Barcelona, Imprenta de José Torner. 1833.
  • Fernández de Piedrahita, Lucas: Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada. Edición en Internet: [6]
  • Isaza, Horacio: Historias y leyendas. Sogamoso, Tipografía Sogamoso, 1933.
  • López Guevara, Max: Leyendas indígenas de Colombia. Edición de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Tunja, 1973
  • Plazas Olarte, Guillermo: Crónicas y leyendas de Sogamoso.
  • Plazas Olarte, Guillermo:De mi tierra y otras cosas. Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares, 1.971. Bogotá.
  • Simón, Pedro Fray : Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. Recopilación, Introducción y Notas de Juan Friede. Biblioteca Banco Popular. Bogotá. 1981..
  • von Podewils Dürniz, Condesa Gertrud: Chigys mie, o Cosas pasadas, en lengua muisca. Editorial Cromos. Bogotá. 1930.

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