Amalia Domingo Soler

Amalia Domingo Soler

Amalia Domingo Soler

Amalia Domingo Soler, fue una destacada espiritista española del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuya obra, trabajo y divulgación del espiritismo o doctrina espírita fue la más remarcable en España en su época, traspasando así las fronteras por toda Europa y el mundo entero, siendo sus libros leídos hoy en día por todos los espiritistas o espíritas de América, Europa, Asia, Oceanía y África.

Contenido

La infancia de Amalia

Amalia Domingo Soler, nació en Sevilla el 10 de noviembre de 1835 hija de padres separados, lo que conllevó a que estuviera viviendo con su madre.

A los ocho años de edad, Amalia, después de haber sufrido problemas con la vista desde casi recién nacida, quedó ciega, aunque gracias a los tratamientos ofrecidos por un farmacéutico recuperó la vista en tres meses si bien le quedaría muy delicada.
Así, en sus Memorias nos explica: "(…)En mis ojos (que me quedaron muy imperfectos), no sé lo que ella vería, pero lo cierto es que se consagró en mí y no tuvo más afán que hacerme dichosa, sin que por su extremado cariño descuidase en lo más leve mi educación. Baste decir que cuando cumplí dos años comenzó para ella la penosa tarea de enseñarme a leer, con tal perseverancia que a persa de que yo tiraba a la calle t odas las cartillas que podía o las rompía con el mayor placer, ella siempre tenía sin duda cartillas de repuesto y ni un solo día dejaba de darme lección, consiguiendo en premio de su afán y su desvelo que a los cinco años leyera correctamente haciéndome leer en voz alta dos hora diarias, y cuando fui mayor, dos por la mañana y dos por la tarde. Nuestros espíritus se unieron de un modo tan admirable, que sólo con mirarnos nos adivinábamos el pensamiento.”
Con respecto a la separación de sus padres, Amalia en sus memorias nos comenta que “como los que vienen a expiar, por regla general, no pueden elegir un hogar risueño, mi venida a la Tierra no alegró a nadie, ni aún a mi pobre madre, que al unirse con mi padre, se unieron los cuerpos, pero no las almas; diversidad de caracteres distintos, distintos gusto y costumbres, opuestas opiniones, algo que no se explica, pero que separa a los seres; mi padre emprendió un largo viaje antes de que yo llegara al mundo, y mi madre, llorando sus perdidas ilusiones, no sentía esa alegría inefable que sienten las mujeres dichosas cuando esperan su primer hijo.”
Con muy pronta edad, a pesar de no acudir a escuela y a pesar de tener serios problemas con la vista, agudizaba de una forma sorprendente todos sus escritos. Así, a la edad de diez años empezaba a escribir sus primeras poesías y al cumplir la mayoría de edad llegó a publicar sus primeros versos.
Una de las poesías que recordó durante toda su vida, fue la que apareció a sus oídos durante sus paseos con su madre en los jardines del Alcázar de Sevilla, y escrita en pleno corazón de su juventud, aparecería nuevamente a los oídos por el espíritu desencarnado de su amigo:
A una Rosa
Flor de hermosura ideal,
Bella y delicada rosa,
Yo te contemplé orgullosa
En un jardín oriental.
Hubo un ser que comprendió
Que admiraba tu hermosura;
Temerario te arrancó:
En mi mano te dejó,
Y la miré con ternura.
Otra vez nos encontramos
Y en memoria de la rosa
Cariño eterno juramos;
De amistad pura y preciosa
Un santo lazo formamos.
Hoy tus hojas sin color.
Tumba de Allan Kardec



El momento de la desencarnación de su madre

  • Cuando Amalia cumplió los veinticinco años de edad, se produjo el momento de la desencarnación de su querida madre. En aquella época, aún estaba inmersa en la incertidumbre de la supervivencia del alma, de la existencia del plano espiritual y de la reencarnación, y llegó a comentarle a una de sus amigas que tenía el deseo ferviente de abrir la tumba de su madre a fin de saber cómo se encontraba, cuyo hecho obtuvo la siguiente respuesta relatada en sus Memorias:


“Llegó la noche, lo recuerdo muy bien. Yo no dormía, estaba bien despierta pensando en lo que había leído aquella noche, que era El genio del Cristianismo. La luz de la luna entraba por los cristales de la ventana y de pronto vi una sombra negra que se destacaba de la blanca pared. Se adelantó lentamente y al darle de lleno los rayos de la luna reconocí a mi madre, ¡era ella!..., con su negro traje, con su blanca toca, y un manto que la envolvía, pero que bajo sus pliegues se adivinaba, mejor dicho, se traslucía un talle esbelto, una figura distinguida. Y no era una alucinación de mis sentidos, no era una evocación, porque yo en aquellos momentos no pensaba en ella. Me incorporé al reconocerla, sintiendo gozo y espanto a la vez, porque vi que su rostro no era ni sombra de lo que había sido, de sus ojos sólo quedaban los cóncavos huecos, su nariz y su barba se unían, quise gritar pero me contuve pensando que se ofendería con mi demostración de invencible terror. Se inclinó hacia mí y sentí su aliento tibio. Esto me reanimó, porque yo esperaba sentir la misma impresión que cuando besé su frente antes de colocarla a la caja, que sentí un frío inexplicable. Porque el frío de un cadáver no se parece a ningún hielo de la Tierra. ¿Cómo estás? – le pregunté-. Echo de menos tus cuidados –y al decir esto me besó-. Sus labios tenían el calor natural, todo me decía que aquella aparición era mi madre, pero su rostro no lo podía mirar, y al mirarla pensaba: ¿Y esto queda de los seres más queridos? ¡Qué crueldad!”


Una vez Amalia tuvo la experiencia de observar la figura astral de su madre, una vez acaecida la aparición o materialización del espíritu de su querida madre, a Amalia se le pasó la ansiedad de “profanar” la tumba de su madre.


Los escasos recursos económicos de que disponía su madre estando reencarnada, prácticamente se agotaron con el tratamiento de su salud, y la relación familiar con los parientes de su padre era muy escasa y no muy buena, con lo que más allá de la soledad, para Amalia se iniciaron unos largos días de inmensas penurias. Sus familiares, con la idea de ayudarla le ofecieron soluciones que no fueron aceptadas, tanto la entrada en un convento como celebrar un matrimonio pactado con un señor de mucha más edad que ella y de gran poder adquisitivo.


Amalia afirmaba que no quería ser monja porque “Mi alma no siente la necesidad de entregarse al ayuno ni a las penitencias; ni encuentro a Dios en los altares de los templos; los conventos me han parecido siempre las mazmorras de la inteligencia…Mi Dios lo encuentro en el Sol, en el aire, en las flores, en las aves, en las montañas, en los ríos, en los mares, en todas partes donde se manifiesta la vida”.


Ante la postura que ella adoptaba, sus parientes le ofrecieron una pequeña pensión a cambio de ser la costurera de la casa, si bien al cabo de seis meses con ese pequeño trabajo le dijeron que era un gasto superfluo y añadido y que no podían hacerse cargo de ella por más tiempo.


Su paso por Madrid

Amalia, cambió de residencia pasando de Sevilla hacia Madrid bajo la esperanza de poder encontrar unas mejores condiciones para poder sobrevivir gracias a la elaboración de sus poesías y a algún trabajo modesto. En realidad, allí pudo pagar una pensión y pudo también vivir algo mejor que en su ciudad natal gracias al trabajo de costurera, sin embargo, sus ojos, su vista iba empeorando día tras día, con lo que los oculistas le confirmaron que debía dejar el trabajo de costura, pues en caso contrario quedaría completamente ciega. Así las cosas, tuvo que olvidarse del trabajo de costurera y puesto que aún podía distinguir los relieves de todas las cosas, se ofreció a diversas personas para hacer recados de un sitio para otro o para llevar cartas. Con esto pudo pasar algún tiempo, sin embargo era muy poco lo que ganaba, con lo que no pudo hacer frente al pago de su pensión y abandonó la habitación en la que se alojaba aceptando de forma gratuita alojarse en un taller de pintores.


Ante esta situación desesperada, tuvo que empeñar todo lo poco que tenía para poder sobrevivir, incluso empeñó la tumba de su querida madre, cediéndola a otra familia. Llegó a vender su ropa y tuvo que acudir a las casas en que había estado trabajando para que le diesen un plato de sopa para poder comer. Si bien, la gente no responde muchas veces como uno piensa y algunos le comentaban que debía encerrarse en un asilo.


En este periodo de tiempo, tuvo el único remedio de conocer las instituciones de caridad. Bajo la desesperación del hambre y de su terrible soledad, se le aposentó en su mente la idea del suicidio.


En una noche en la que sufría una gran amargura, en la que se había apartado de Dios y se cuestionaba sobre el destino de su añorada madre, ésta se le apareció causándole una gran y viva impresión. Totalmente conmovida por la aparición de su madrecita, se acordó de la religión y decidió buscar alimento espiritual en la religiosidad. Comenzó a escuchar sermones que aunque en cierta manera le transmitían una ligera admiración, ninguno de ellos lograba resolver el problema de todas sus dudas, el problema de las desgracias en la vida, de las injusticias en la vida. Al no encontrar en los sermones ninguna solución a sus preguntas comenzó a frecuentar capillas evangélicas, donde oía por primera vez la palabra alma y se referían a ella.


Allí precisamente, en las iglesias evangélicas, se hizo gran amiga de una mujer llamada Engracia que se compadeció de ella y de su ceguera. Engracia le aconsejó que visitara a un doctor llamado Hysern, que se trataba de un médico especializado en homeopatía y que había obtenido muy buenos resultados como oculista, llegando a realizar grandes curas en muchas personas.


Aceptó de buen grado el ofrecimiento de su amiga, y acudió al doctor homeópata. El diagnóstico que le ofreció fue que tenía la vista muy mal y que prácticamente sería imposible su curación, pero que si seguía sus consejos, si se abstenía de mirar fijamente y se olvidaba que tenía ojos, podría ser que transcurrido un año recobrase la visión. El doctor Hysern se compadeció de ella y le ofreció todos los medicamentos que le eran precisos. Ante el grave diagnóstico, Amalia siguió perfectamente al pie de la letra las instrucciones médicas referidas.


De igual modo, con la intención de ayudar, Engracia le señaló la dirección en la que estaba sito un palacio en el extrarradio de Madrid donde ofrecían platos de sopa y algún que otro alimento. A lo largo de tres meses pudo recoger su ración de alimentos.


En una ocasión, mientras conversaba con un médico que de vez en cuando acudía al taller de los pintores donde ella residía, Amalia se quejó de su mala suerte en la vida, y el médico bromeando le comentó “Mire, si creyésemos lo que dicen unos locos que han inventado una nueva religión, todo esto que le ocurre es por estar pagando alguna mala acción de su vida anterior.” Ante aquellas palabras, Amalia se quedó profundamente conmovida a la par que sorprendida, y ante ello, viendo la reacción de Amalia se comprometió el médico a traerle propaganda que había recibido sobre el particular.


Así, en la siguiente visita que le ofreció el médico a Amalia, le entregó a Amalia un ejemplar de la revista espiritista El Criterio y observando el gran interés que despertaba en aquella mujer la lectura de la revista el médico exclamó: “A ver si yo, materialista y escéptico, seré el culpable de que haya otra espiritista.”


Con respecto al tema de la recuperación de la vista, por boca de Amalia en sus Memorias diremos lo siguiente: “Una mañana, estando en mi casa cosiendo una túnica que hacía tres meses que me la estaba componiendo, pues sólo podía coses unos quince minutos cada día (y a veces no seguidos), sentí en la cabeza una sensación dolorosa y extraña. Me pareció que toda ella se había llenado de nieve, tal frío experimenté en la frente y en las sienes. Después, me pareció escuchar voces confusas: presté atento oído y creí oír esta breve palabra: ¡Luz! ¡Luz!, ¡Luz quiere mi alma y mis ojos! (grité sobrecogida por una impresión inexplicable). Luz necesito ¡Dios mío!..., y sin saber por qué, lloré, pero no lloré con amargo desconsuelo, muy al contrario, aquel llanto parecía que me daba la vida. Sin darme cuenta de lo que hacía, me miré al espejo y lancé una exclamación de júbilo y de asombro indescriptible al ver que mis ojos estaban perfectamente abiertos, como hacía muchísimo tiempo que no me los había visto, puesto que siempre tenía los párpados tan caídos que parecía imposible que pudiera ver lo poco que vela. ¿Habrá llegado la hora de recobrar mi libertad?, pregunté en alta voz (como si alguien pudiera contestarme).

Sí – murmuró una voz lejana-.”''


El Espiritismo marcó su vida

“Desde aquel día –expresa en sus Memorias-, no descansé hasta encontrar una familia espiritista que tuviera las obras de Allan Kardec; se las pedí prestadas, y muy poquito a poco, y con mucho trabajo, empecé a leerlas, o mejor dicho, a estudiarlas.”



Con todos sus estudios espiritistas, quiso obtener todas las revistas que se publicaban en España sobre Espiritismo; para lograrlo enviaba a cada una de ellas una poesía y, a partir de aquel momento todas las puertas de las revistas espiritistas, de cualquier Sociedad Espírita y de todo Centro Espírita se le abrieron, que la acogieron con cariñosa y gran efusión, tal y como nos cuenta Amalia: “Comencé mandando al El Criterio una poesía, y entonces recibí una carta muy atenta del Vizconde de Torres Solanot, con un ejemplar de su obra Preliminares del Espiritismo. Inmediatamente envié otra poesía al director de La Revelación, de Alicante, y me contestó a vuelta de correo, ofreciéndome las columnas de su revista.”Mantuviendo correspondencia directa con todas las revistas espiritistas del país, como el caso de "El Buen Sentido" de Lérida, de José Amigó Pellicer del Centro Espírita llamado Círculo Cristiano Espiritista de Lérida.


Dicho director le envió la recomendación para ser admitida en las sesiones de la Sociedad Espiritista Española, sociedad en la que entabló nuevas relaciones y amistades. “Me convencí –decía- que estaba más ciega del alma que del cuerpo, y para vivir es necesario VER.”


La revista espiritista El Criterio, con el número 9 del año 1872, llegó a publicar el primer artículo de Amalia, bajo el título “La Fe Espiritista”.


La actuación de Amalia Domingo Soler a favor del Espiritismo ya no cesó por un momento. Llegó a recibir muchísima correspondencia y no paraba de escribir y escribir. De todas partes, de todos los rincones le pedían poesías y artículos… pero tenía que continuar cosiendo para poder vivir, siempre bajo la amenaza de la ceguera.


La "Sociedad Espiritista Española" y el Primer Congreso Espiritista Internacional

“Pasaron algunos meses, y estando una noche en la Sociedad Espiritista Española, se habló del aniversario de Allan Kardec, y el vicepresidente de la Sociedad, don Alejandro Benisia, me miró fijamente, se acercó a mí, y apoyando su dedo índice en mi frente, se volvió a sus compañeros y les dijo con gravedad: En la próxima velada que se le guarde un turno a Amalia Domingo, que dentro de esta cabecita hay mucho guardado que a su tiempo dará abundante fruto.”


Llegando la velada, Amalia Domingo Soler nos comenta:

“Aquella noche formó época en mi vida: el 4 de abril de 1874 entré a formar parte de las filas de los propagandistas del Espiritismo; desde aquella noche, cuantas veladas literarias ha celebrado la Espiritista Española, en todas ha resonado mi humilde voz; mi pobreza y mi modestísima posición social ya no sirvió de obstáculo para intimar con aquellos hombre eminentes y aquellas mujeres distinguidas.”


La Sociedad Espiritista Española tiene la gran honra de haber llevado a cabo los primeros y grandes esfuerzos a fin de constituir una Agrupación Internacional de todos los espiritistas. En los años 1873 y 1875, la Sociedad Espiritista Española se dirigió a los espiritistas de Viena (Austria) y de Filadelfia, con la propuesta de que con motivo de la celebración de las exposiciones universales que se iban a celebrar en dichas ciudades, se organizase el Primer Congreso Espiritista Internacional.


Sin embargo, por diversas circunstancias, aquel Primer Congreso Espiritista Internacional no pudo llevarse a cabo, pero la semilla sembrada fructificó, y posteriormente el Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos y la Federación Espiritista del Vallès, tuvieron por propio la petición del proyecto ofrecido por la Sociedad Espiritista Española.


El Primer Congreso Espiritista Internacional se realizó en Barcelona a lo largo de los días 8 al 13 de septiembre de 1888. Concurrieron o se adherieron a este Congreso 68 entre Grupos Espíritas, Centros Espíritas, Sociedades Espíritas peninsulares, seis coloniales americanos, diez de la América española, dos de los Estados Unidos, 16 franceses, cuatro belgas, dos italianos, uno ruso y otro rumano. Los periódicos nacionales e internacionales ascendieron a 27.


Se llevó a cabo bajo la presidencia del Vizconde Torres Solanot, designándose a José María Fernández Colavida (primer traductor al español de las obras de Allan Kardec) como presidente honorario. A este Congreso, asistió Amalia Domingo Soler, ocupando el cargo de Vicepresidenta, junto con el presidente a Miguel Vives, Juan Hoffman, Pedro Fortoult Hurtado, Dr. Hércules Chiaia, Edward Troula, Dr. Manuel Sauz Benito, Eulogio Prieto, Modesto Casanovas, Narciso Moret, Leymarie Efisio Ungher, entre otros.


José María Fernández Colavida, le remitió la completa colección de su revista, las obras de Allan Kardec y una carta de cariño. Al recibir todo ello Amalia se emocionó enormemente y pudo estudiar profundamente la doctrina espírita.


Puesto que su vista quedaba resentida de tanto trabajo, fue aconsejada por su médico a fin de que tomase baños de mar. De cualquier rincón surgían hogares espíritas para que reposara allí sus fatigas. El doctor Manuel Ausó, presidente de la Sociedad Espiritista de Alicante, la invitó para tomar baños de mar y recibir tratamiento y que gracias a los conocimientos homeopáticos pudo vencer tenazmente la enfermedad de Amalia. Y en 1876 regresó a Madrid trabajando de día y escribiendo de noche.


Al poco tiempo de estar en Madrid nuevamente, recibió inesperadamente la visita de dos espiritistas catalanes que le dijeron lo siguiente:

“Traigo encargo especial de nuestro hermano Lluís Llach, que es el presidente del Círculo Espiritista “La Buena Nueva” de Barcelona. Le ofrece a usted su casa, mejor dicho, una habitación exclusivamente para usted, porque está empeñado en que viva en su compañía; está casado, con dos hijos: una niña de doce años y un chico de catorce. Es muy buena familia. En su casa está el Círculo Espiritista, y todos los domingos tiene sesiones por la tarde, y al despedirse me dijo muy formalmente: Di a Amalia que la espero, que venga cuanto antes.”

Amalia en Barcelona: El Círculo Espiritista "La Buena Nueva"

Amalia Domingo Soler, partió hacia Barcelona el 20 de julio de 1876. Se puede decir a partir de aquí que empieza una nueva etapa en su vida mucho más notable para las letras espiritistas.


Llach le ofreció su casa en la ex villa de Gracia de Barcelona, proporcionándole todas las comodidades necesarias pues estaba convencido de que la misión de Amalia era la de de escribir. Josep Arrufat, un almacenista de libros le comentó que le entregaría gratuitamente papel y todo el material de escritorio que fuera preciso. Domingo Galcerán de Alicante, le remitía todos los sellos de correos que le hiciesen falta a fin de responder a la numerosísima correspondencia que le llegaba. Ella agradecía todos gestos profundamente y aunque en su interior quería ganarse la vida con su trabajo, y sus ojos se lo impedían, siguió los consejos de Lluís Llach entregándose en cuerpo y alma a la divulgación del espiritismo.


Durante las reuniones de mediumnidad, eran los propios espíritus los que en muchas ocasiones la estaban animando a fin que escribiera y le garantizaban a través de la mediumnidad de inspiración una plena cooperación desde el plano espiritual en sus escritos. Así en sus Memorias nos dice:


“(…) Al conocer, aunque de modo muy imperfecto, la filosofía espírita (…) aunque asistía a las sesiones sin comprender más que la mitad de las enseñanzas de los espíritus, ¡qué horizontes tan espléndidos vi ante mi pensamiento! Dejé de considerarme cosa animada, y de creerme un ente despreciable e inútil para toda obra buena. Los espíritus en tropel acudían en torno mío y murmuraban en mis oídos: ¡Mujer, escribe, levántate del polvo, que es tuya la inmensidad! Si ciega estás de cuerpo procura recobrar la luz del alma. (…) Y si tú quieres, a pesar de tu pobreza y de tu ignorancia, puedes ser útil a la Humanidad, puedes transmitir nuestros pensamientos y decir con absoluta certidumbre que el ciego de hoy será el gran astrónomo del porvenir, que el tullido del presente irá mañana en un globo cruzando la inmensidad. Y lo demostrarás con la metarmofosis que se operará en ti misma. Tú darás luz a los ciegos de entendimiento, tú despertarás a los que duermen con el sueño del crimen, tu voz resonará en los abismos de las penitenciarías y criminales empedernidos llorarán leyendo tus escritos. (…) No llores creyendo que vives en la soledad, tienes muchos espíritus que lamentan tus extravíos de otro tiempo y esperan anhelantes poder llegar a ti. Acorta la distancia que de ellos te separa con tu trabajo, con tu estudio, con tus deseos de practicar el bien. No te creas un desheredado, tienes una herencia fabulosa. ¿Sabes en qué consiste?, en la perfectibilidad de tu espíritu. Tú puedes trabajar, tú puedes enseñar a los que saben mucho menos que tú: y en la misma Tierra, en ese mundo que ha sido para ti en esta existencias una calle de amargura, puedes crearte una familia numerosa." “(…Esto me decían los espíritus, y los directores de los periódicos espiritistas todos a una me aconsejaban que escribiera, que no desechara la inspiración que me daban los seres de ultratumba, que podía hacer mucho bien a la Humanidad difundiendo entre los humildes los destellos de la verdad suprema.”


Amalia era una médium por inspiración y auditiva. Estaba plenamente consciente de lo que presentía o escuchaba, y las inspiraciones recibidas por los espíritus siempre las pasaba por el tamiz de la razón, como aconseja Allan Kardec en El Libro de los Médiums, con la finalidad que se ajustaran a la lógica y a los hechos comprobados por el espiritismo. Entre las numerosas comunicaciones que surgieron del Círculo Espiritista “La Buena Nueva”, tenemos las Memorias de un Espíritu, que por su alto y trascendental contenido histórico, conllevó a los editores Carbonell y Esteva a su publicación bajo el título “Te perdono”, en ocho tomos en 1904.


La Mediumnidad de Miguel Vives del Centro de Tarrasa: Comunicación mediúmnica familiar

Sin duda alguna, las comunicaciones mediúmnicas que más le agradaban, eran las ofrecidas por el médium Miguel Vives que de tanto en tanto asistía a las reuniones de “La Buena Nueva”. “Me parecía que escuchaba a un apóstol del Cristianismo: retrocedía a los tiempos de Jesús y lentamente mi alma se iba acostumbrando a aquella atmósfera de reposo y humildad; pero cuando recibí una impresión inexplicable fue cuando asistí por primera vez a una sesión del Centro de Tarrasa. Miguel vivía entonces en una casita muy pequeña, y en una salita, en torno a una mesa redonda, nos reunimos catorce o dieciséis espiritistas.”


Justo allí, en el Centro de Tarrasa en Barcelona, Amalia recibió la primera comunicación familiar. El espíritu de su madre.


Esa misma tarde, Amalia se encontraba triste, empezó la reunión mediúmnica con las oraciones hacia Jesús y hacia Dios, entrando posteriormente en silencio y recogimiento profundos; el médium Miguel Vives empezó a llorar, sin que a penas su rostro revelare angustia o sufrimiento, a lo que el director del trabajo, el adoctrinador de la reunión de mediumnidad le preguntó: ¿Quién eres, buen espíritus? ¿A quién buscas aquí?, y él respondió: “A mi pobre hija”. En ese momento Amalia se sintió embargada de una emoción muy profunda, indescriptible para quien no haya estado en una reunión de mediumnidad según el espiritismo o doctrina espírita.


“Sí hermanos míos, vengo a decirle a mi hija que no está sola en el mundo. Que jamás lo ha estado, ni en los momentos de mayor angustia, cuando ha pagado con mares de llanto una mínima parte de sus muchas culpas. Yo he velado su sueño, he guiado sus pasos, le he inspirado la repulsión que siempre ha tenido por todo lo que lleva el sello de la degradación. Yo la he apartado del abismo del suicidio, yo he murmurado en su oído: sufre y espera. Yo he conservado el fuego sagrado de su dignidad bajo las cenizas de la humillación y de la miseria, yo he sido siempre ¡su madre! Aquella que se extasiaba con sus caricias, que no vivía más que para su hija. ¡Cuánto has sufrido, hija mía!... O mejor dicho ¡Cuánto hemos sufrido!, cuando tú te has caído las dos recibíamos daño, cuando te desesperabas al oír tus amargas quejas, yo también creía que Dios era injusto. Siempre en pos de ti, he vivido como tú en tinieblas. Yo no quería ver la grandeza del infinito viviendo tú en la sombra del dolor. Yo no quería hacer uso de las ventajas de mi desencarnación mientras tú estuvieras esclavizada con las esclavitudes de las dolencias, de la soledad y de la miseria. Yo quería hacerte libre despertando en ti un deseo, un anhelo, un afán de penetrar en lo desconocido, y trabajé incansable hasta hacer llegar a ti algo que te hablara de tu eterna vida, y que te impulsara al progreso. Yo quería que tuvieras una familia, y ya la tienes ¡hija mía! Los espiritistas te quieren mucho: ¡Queredla, hermanos míos! Ayudadla en su penosa peregrinación. Ella os dirá cómo lloran muchos desgraciados, ella os contará interesantes historias, ella trabajará en medio de su inutilidad física y difundirá la luz de la esperanza entre los desvalidos y los infortunados. ¡Amadla, hermanos míos! Ella se cree sola desde que no se duerme en mis brazos, desde que no oye mi voz apartándola del peligro imaginario, compadeced a los huérfanos y a los pobrecitos…¡Sufren tanto!... Pero tú ya no eres huérfana, hija mía, porque sabes que yo vivo para ti, que podría estar muy lejos de la Tierra y tu aliento se confunde con mi aliento, porque sin ti, los mundos de la luz están para mí en el caos de la sombra. ¡Te quiero tanto!...Os lo vuelvo a repetir hermanos míos, ¡amad a mi hija! Dadle el calor de vuestro cariño, que su alma está enferma de frío.


Tiene miedo, mucho miedo de volver a sufrir lo que ha sufrido. Decidle que para ella no habrá más aislamiento, que habrá muchos desgraciados que buscarán sus consejos, decidle que ella dará muchas limosnas a los pobrecitos necesitados, decidle que en sus horas de melancolía se entregue a un asiduo trabajo, que nunca el desaliento se apodere de ella, que jamás la duda la arroje en el abismo de la desesperación, que ella puede borrar las manchas de su pasado conquistando con sus esfuerzos un porvenir glorioso.


Sí hija mía, puedes enriquecerte con esas riquezas que nunca pierden su inmenso valor. Tú, que tanto me has querido, tú, que tan buenamente creías que sin mí ter sería imposible la vida, consuélate con la certidumbre absoluta de que nunca me he separado de ti. La Tierra es mi cárcel porque tú estás en ella, no lo olvides nunca. Tú eres mi culto y mi religión, yo vivo por ti y para ti, para mí en el Universo no hay más que tú; bien he vivido y me he creado numerosa familia en el transcurso de muchos siglos, pero ninguno de mis deudos me atrae como tú. ¡Eres tan desgraciada!...¡Te crees tan sola!...Trabaja en tu progreso, ¡hija mía!, que te va faltando la luz en los ojos y en el alma. ¡Yo te daré una nueva familia! ¡Yo les diré a los espiritistas que te amen, yo los inspiraré para que no te abandonen! ¡Tú no padecerás hambre! ¡Tú no sentirás frío! ¡Tú morirás rodeada de pobres que te bendecirán y acompañarán tus restos llorando con profundo desconsuelo. ¡Trabaja, hija mía! Trabaja sin descanso interpretando el pensamientos de los espíritus, que puedes hacer mucho bien a la Humanidad. No olvides los consejos de tu madre.”


Amalia en sus Memorias comenta “¡Cuánto bien me hizo mi madre con aquella comunicación!. Entonces bendije la hora de haber llegado a Cataluña, y aprecié en todo su valor la hospitalidad del Círculo Espiritista de Gracia.”


"El Espiritismo refutando los errores del Catocilismo Romano"

Dentro de los trabajos que ofrecía Amalia, estaban las visitas y comunicaciones reiteradas a los presos de las cárceles y prisiones del estado, la proclamación de la libertad de conciencia frente al dogma y desató las iras clericales, en las que un ilustre jerarca de la Iglesia Católica, el canónigo don Vicente Manterola, realizaba numerosos escritos refutando el espiritismo. A finales de 1877, el Diario de Barcelona publicó un artículo por él firmado calificando de monstruosidad el espiritismo, y Amalia le contestó en La Gaceta de Cataluña.


Todos los artículos escritos por Amalia Domingo Soler, defendiendo los ataques que ofrecía la Iglesia Católica en contra del espiritismo, fueron recopilados en marzo de 1879 por el editor Joan Torrents, gestando el libro “El Espiritismo refutando los errores del catolicismo romano”, como contestación al libro de Manterola “La cátedra de Satanás. Refutación de los errores de la Escuela Espiritista”.


El periódico "La Luz del Porvenir"

“La Luz del Porvenir”, periódico dirigido por Amalia, vio la luz el 22 de mayo de 1879 después de la insistencia de Lluis Llach y del editor Joan Torrents, para crear un periódico dirigido a la “mujer espiritista”. En el primer número surgió el artículo “La idea de Dios”, que fue objeto de denuncia a las autoridades judiciales hecho que provocó la suspensión del periódico de Amalia durante 42 semanas, aunque volvió a reanudarse la publicación el 11 de septiembre del mismo año, con motivo de un decreto del rey Alfonso XII.


La Luz del Porvenir

Durante el lapso de tiempo en que fue interrumpida la publicación, se publicó un periódico sustituto “El Eco de la Verdad”, que también fue objeto de denuncia por otro artículo (“Los obreros”, de Cándida Sanz) y posteriormente absuelto.


Posteriormente, vinieron más ataques procedentes de la Iglesia Católica, proferidos por el padre Llanas y por el padre Sallarés, que ofreció conferencias en la Catedral de Barcelona, sobre el “falso sobrenaturalismo de la secta espiritista”. Lo que conllevó a que Amalia combatiera nuevamente dichos ataques redactando diez artículos, que fueron publicados en “La Luz del Porvenir” y en el periódico El Diluvio.


“He seguido publicando La Luz del Porvenir con muchísimos apuros, luchando con el imposible del no tener; y a no ser por el noble desprendimiento de un espiritista al que no conozco personalmente, mi pobre Luz hubiera desaparecido del estadio de la prensa.”


Transcurridos 20 años de su primera publicación, cuando Amalia tenía 64 años de edad, fue imperante suspender la publicación de “La Luz del Porvenir”, y años más tarde la Federación Espírita Española la hizo reaparecer como órgano de la misma hasta 1936.


El Padre Germán

Uno de los hechos importantes en la vida de Amalia, fue en el momento de mantener contacto mediúmnico con el espíritu del Padre Germán a partir de julio de 1879. Él le comunicó, que estaría a su lado con sus escritos inspirándola y que le haría de guía. Así, el Padre Germán resultó ser el espíritu protector de Amalia. Así, el Padre Germán le comunicó: “De hoy en adelante, sin día determinado, ni hora fija, cuando hayas de hacer algún escrito que te parezca de mayor importancia que los demás, llama al médium, y yo te daré las explicaciones que sean necesarias para que tu tarea te sea más fácil.”


Fue incluso el Padre Germán, quien alentó a Amalia con la finalidad de que escribiera sus Memorias,: “Tienes que dejar una herencia a los pobres de la Tierra. -¿Herencia? –repliqué con amarga ironía-. ¿Y qué quieres que deje yo a los pobres? Por razón natural moriré en un hospital o auxiliada por algunas mujeres piadosas que se verán con grandes apuros para costear la caja que encierre mis restos. -La herencia a que yo aludo la puedes dejar de la misma manera sea cual sea el final de tu actual existencia.- -No te comprendo. -Pues nada más sencillo ni más fácil que tu legado. Tú debes dejar escritas tus memorias. Debes decir a las mujeres que lloran lo mucho que tú has llorado. Les puedes enseñar del modo que encontraste una familia y cómo en medio del más horrible aislamiento te creaste amistades verdadeeras y admiradores entusiastas. Es un deber que tienes que cumplir y lo cumplirás, y después de cumplido quedarás satisfecha de tu obra. “


Después de unos años, y posteriormente a que el Padre Germán le reiterara su consejo, Amalia inició sus Memorias.


La Desencarnación de Amalia

Al poco tiempo de desaparecer “La Luz del Porvenir”, desencarnó Lluís Llach, haciéndose Amalia cargo de la dirección del Centro “La Buena Nueva”, hasta el momento de su desencarnación el 29 de abril de 1909. Sus restos mortales fueron depositados en el Cementerio de Montjuic de la ciudad de Barcelona.


Las obras espiritistas legadas por Amalia

Con respecto a su extensa obra, sus artículos son hoy, al igual que lo fueron ayer, exposiciones claras y directas sobre espiritismo, fieles a los libros escritos por Allan Kardec.

Desde 1873 hasta 1903, Amalia entregó a la prensa escrita más de 2.000 producciones, tal y como indica el prólogo de su libro “Ramos de violetas”, las cuales fueron publicadas en periódicos de España y del extranjero, algunos de los cuales fueron: El Criterio y El Espiritismo, de Madrid; La Gaceta de Cataluña; La Luz del Porvenir y la Revista de Estudios Psicológicos, de Barcelona; La Revelación, de Alicante; El Espiritismo, de Sevilla; El Buen Sentido, de Lérida; Las Ilustraciones Espíritas, de México; La Ley del Amor, de Mérida de Yucatán; La Revista Espírita, de Montevideo; La Constancia, de Buenos Aires; Los Anales del Espiritismo, en Italia.


  • Sus libros fueron:
    • El Espiritismo refutando los errores del Catolicismo Romano, de 5 de marzo de 1879 por don Joan Torrents: recopilación de 46 artículos que publicó Amalia en La Gaceta de Cataluña, rebatiendo los discursos y artículos del canónigo don Vicente Manterola en contra del Espiritismo.
    • Memorias del Padre Germán: El espíritu del Padre Germán fue decisivo en la vida de Amalia; en su última reencarnación, fue un sacerdote que vivió desterrado en una aldea y que destacó por consolar a los humildes y los oprimidos, desenmascarnando la hipocresía y los falsos religiosos de la Iglesia Católica. Son un conjunto de relatos mediúmnicos recibidos a través del médium parlante Eudaldo en el Círculo “La Buena Nueva” entre el 29 de abril de 1880 y el 10 de enero de 1900, y publicados semanalmente en la revista “La Luz del Porvenir”.
    • Te perdono: son las memorias de un espíritu publicadas en 1904 en los últimos números de “La Luz del Porvenir”. Contiene comunicaciones mediúmnicas recibidas en “La Buena Nueva” por el espíritu Iris que va relatando sus más destacadas reencarnaciones y en las que se puede observar el paulatino progreso del espíritu.
    • Ramos de Violetas: publicado el 3 de julio de 1903 en dos tomos; es una colección de poesías y artículos espiritistas publicados en “La Luz del Porvenir”.
    • Sus más hermosos escritos: contiene relatos de la vida cotidiana analizados bajo el prisma del Espiritismo por Amalia.


    • Memorias de una mujer: Autobiografía de Amalia escrita en 1891 y que fueron inacabadas estando Amalia reencarnada. Tres años después de su desencarnación, el espíritu de Amalia continuó dictando a la médium María, que colaboraba en el Círculo “La Buena Nueva”, tras la desencarnación de Eudaldo. Narra el prólogo y sus impresiones y detalles en la vida del más allá y fue publicado en 1913.
    • Hechos que prueban: Compendio de 41 relatos que prueban la Ley de Reencarnación, y que fueron publicados en “La Luz del Porvenir”, y posteriormente editados por primera vez en 1956.
    • Réplicas de Amalia: publicado en 1960 por la editorial del Ateneo de Propaganda Espiritista Allan Kardec, siendo una colección de ocho artículos polémicos desglosados de El Espiritismo refutando los errores del Catolicismo Romano. Agotado desde hacer mucho tiempo.
    • Cuentos Espiritistas: vivencias de Amalia, que a través de su lenguaje sencillo, llega a conmover al introducirnos en el corazón de las verídicas historias que cuenta.
    • Las Grandes Virtudes: Historias destinadas a las criaturas, que les hablan sobre la modestia, la tolerancia, el amor, la caridad, la humildad, la voluntad, la templanza…


BIBLIOGRAFÍA SOBRE AMALIA DOMINGO SOLER:

-CORREA RAMÓN, Amelina, “Librepensamiento y espiritismo en Amalia Domingo Soler, escritora sevillana del siglo XIX”, Archivo Hispalense (Sevilla, Diputación de Sevilla), Tomo LXXXIII, nº 254, septiembre-diciembre de 2000, pp. 75-102.

-CORREA RAMÓN, Amelina, “Amalia Domingo Soler, una escritora en la sombra”, en Cuentos espiritistas, selección, prólogo y ed. de Amelina Correa Ramón, Madrid, Clan, 2002, pp. 7-54.

-CORREA RAMÓN, Amelina, “Amalia Domingo Soler, la fuerza del espíritu”, Andalucía en la Historia (Centro de Estudios Andaluces, Junta de Andalucía, Sevilla), Año V, nº 17, julio de 2007, pp. 68-73.

-RAMOS, Mª Dolores: “Hermanas en creencias, hermanas de lucha. Mujeres racionalistas, cultura republicana y sociedad civil en la Restauración”, Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, Universidad de Granada, Granada, vol. 11, nº 2, julio-diciembre de 2004, págs. 27-56.

-SIMÓN PALMER, Mª Carmen, “Amalia Domingo Soler, escritora espiritista (1835-1909)”, en ROMERA CASTILLO, José, FREIRE LÓPEZ, Ana y LORENTE MEDINA, Antonio (coords.), Ex Libris. Homenaje al profesor José Fradejas Lebrero, U.N.E.D., Madrid, 1993, vol. II, págs. 731-744.

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