Leyendas de Costa Rica

Leyendas de Costa Rica

Las leyendas de Costa Rica son un conjunto de relatos y tradiciones folclóricas de Costa Rica, ubicadas dentro del folclor narrativo popular, referidas a algún suceso maravilloso irreal, pero con huellas de realidad, donde se determinan temas heroicos, de la historia patria, de seres mitológicos, de almas en pena, de seres sobrenaturales o sobre los orígenes de hechos o lugares, los cuales se considera que realmente sucedieron y en los cuales se cree.[1] Las leyendas costarricenses se componen en su mayoría por relatos de almas en pena, magia o cultura indígena, unidos por la presencia constante de la religiosidad que caracteriza al pueblo costarricense, en su mayoría católico.

Las leyendas costarricenses han sido agrupadas en:

  • Leyendas de la tierra: éstas leyendas narran sucesos específicos de un lugar, los cuales a veces se consideran encantados. Su propósito es dar explicación a fenómenos o justificar el nombre de una región, un río, una montaña, etc. Una gran mayoría de ellas tienen trasfondo indígena o colonial. Estas leyendas cuentan con una fuerte tradición oral autóctona propia del país. Ejemplos de estas leyendas son la leyenda de Tapezco, la leyenda del volcán Irazú o la leyenda de la cascada de los novios.
  • Leyendas de la religión: éstas leyendas narran manifestaciones de la voluntad o la presencia divina en suelo costarricense, y tienen un trasfondo religioso, con el propósito de difundir o fortalecer la fe católica entre la población. Narran historias de apariciones marianas (como la aparición de la Virgen de los Ángeles o de la Virgen de Ujarrás), de santos (como la leyenda de la aparición de San José o del Cristo Negro de Esquipulas en Santa Cruz de Guanacaste), de milagros (como el de la Virgen de la Candelaria o la leyenda del Divino Navegante), etc.
  • Leyendas de la magia: ésta leyendas se centran principalmente en la aparición de espectros (que en Costa Rica reciben el nombre de «espantos»), y su propósito es fundamentalmente moral. Los «aparecidos» eran seres sobrenaturales que se manifestaban para dar una lección a los que traspasaban los límites de las buenas costumbres. En general, estas leyendas son compartidas con la mayoría de los otros países hispanoamericanos, con variaciones dependiendo del país o la región. Ejemplo de esto son las populares leyendas del Cadejos, la Cegua y la Llorona, el Padre sin cabeza, la carreta sin bueyes, la Tulevieja, los duendes, etc, aunque también hay leyendas únicas del país (como la leyenda de la Bruja Zárate), de un cantón o región (como la leyenda del tesoro de la Isla del Coco), o incluso de un sitio específico (la leyenda de la monja del vaso del hospital San Juan de Dios, la leyenda de los fantasmas del Sanatorio Durán, etc).

Contenido

Leyendas de la magia

Los espectros forman parte importante del folclore de todos los pueblos del mundo, y Costa Rica no es la excepción. Los costarricenses los denominan principalmente como «espantos»,[2] en alusión al terror que producen. Muchos de estos espectros, según la leyenda, se originaron debido a que desafiaron a Dios y a las leyes de Dios, y por eso son condenados a penar. Ejemplos claro de ello son el Cadejos y la Llorona.

El Cadejos

Artículo principal: Cadejos

Esta tradición habla de un espectro con forma de perro negro grande y encadenado, de ojos rojos encendidos, a menudo con dientes de jaguar y patas de cabra, que se aparece por los caminos a deshora para acompañar a los noctámbulos que andan en malos pasos (generalmente en estado de ebriedad) y advertirles para que cambien su forma de ser. No es de carácter bravo o sanguinario y jamás ataca a ningún hombre. En otras versiones se narra que, cuando los niños se desvelan, puede ser invocado, y al poco tiempo se escucharán las uñas en las baldosas o las paredes de la casa, con su aliento resoplando por una hendija de la ventana, sin marcharse hasta que halla silencio y el niño caiga en profundo sueño.

La versión más popular relata que se trató de un hijo menor (un benjamín o, como típicamente se les llama en Costa Rica, «cumiche») que vivía en un total libertinaje, y sufrió la maldición de su padre; o bien, un sacerdote corrupto que fue castigado por Dios.

Se cuenta que, tras cien años de penar, se transformó nuevamente en un ser humano, y posteriormente se suicidó arrojándose al cráter del volcán Poás. Pese a esto, no murió, y es él quien provoca los estremecimientos del coloso.

La Cegua

Artículo principal: Cegua

La Cegua, Segua o Tzegua es un espectro popular que se aparece a los hombres que viajan en solitario por veredas desiertas, en la forma de una mujer muy bella. Particularmente, el varón debe ir en un medio de transporte (un caballo, comúnmente, aunque en relatos modernos se puede dar también en automóviles).

Luego de que la víctima acepta llevar a la mujer, la cara se le transforma en una calavera de caballo con la carne podrida, con ojos fulgurantes y aliento con hedor a descomposición.

Lo que le ocurre a la víctima varía según las versiones. Se dice, por ejemplo, que ella los mata con un beso, o bien que estos mueren de terror, que escapan y quedan raquíticos, o que ella les muerde la mejilla para marcarlos como adúlteros o lujuriosos.

La Llorona

Artículo principal: Llorona

La leyenda costarricense de la Llorona habla de una muchacha que, en la versión más difundida, era campesina y viajó a la ciudad de San José. Allí, comenzó a imitar las extravagantes maneras de la aristocracia josefina, y al poco tiempo, quedó embarazada. Cerca de nacer el niño (o niña, según algunas versiones) lo abortó y lo lanzó a un río (o bien, fue un parto prematuro con el mismo desenlace).

Arrepentida, vagó por todo el cauce del río en busca del niño que había asesinado. Se dice no sabe que ya murió. Va errante y llorando a lo largo de ríos, lagos, lagunas o incluso charcos, por cualquier lugar donde hay agua, persiguiendo al alma de su hijo, pero cuando lo va a rescatar de las aguas, este desaparece.

Existen otras versiones de la leyendas, pero todas coinciden con la causa del lamento de la Llorona. Unas dicen que fue violada, otras no la sitúan en la ciudad, si no en un poblado, y una incluso habla de que fue una mujer indígena de gran belleza, llamada Tulirá, hija de un cacique huetar llamado Quizarco. Con la llegada de Juan Vázquez de Coronado, y estando prometida al cacique Garabito, el más poderoso rey huetar, esta mujer se enamoró de un soldado español de ese gobernador, al que se unió a espaldas de su padre, pero éste, enterándose del idilio, los sorprendió a ambos, entrando en combate a muerte con el español al enterarse que su hija había tenido un niño. Ella, desesperada, habría arrojado el niño a un río, para luego enloquecer y, tras ser maldecida por su padre, vagar por los ríos como el espíritu en pena de la Llorona.

Cabe mencionar también que entre los indígenas bribris existen leyendas previas a la llegada de los españoles, donde se habla de espíritus que habitan en los ríos y cascadas, que emiten grandes lamentos cuando un niño va a morir, y que reciben el nombre de itsas, palabra que en el idioma bribri significa tanto llorona como tulevieja.

El Padre sin Cabeza

Artículo principal: El Padre sin Cabeza

La leyenda trata de una ermita que aparece en una calle desierta, en donde a la medianoche las campanas llaman a misa. Esta misa se desarrolla como era originalmente el rito en la Edad Media, es decir, en latín y con el sacerdote de espaldas. Cuando el espectro del cura se voltea para dar la bendición final, se nota finalmente que no tiene cabeza, y los que asisten a la celebración (comúnmente en solitario) despiertan en medio de la calle, en donde no hay templo, y con el espantoso recuerdo de ser perseguido por la aparición.

La Carreta sin Bueyes

Artículo principal: La Carreta sin Bueyes

Tradicionalmente se asocia con la avaricia y la codicia. La leyenda cuenta que, a deshoras o en pleno día, se oye a una carreta pasar cerca de la vivienda de alguna persona que se está volviendo muy avara, o de un avaro que acaba de morir, advirtiendo que cambien su pensar. Se caracteriza porque, de repente, se oye en algún lugar, luego en otro, ora en uno diferente, ahora en un lugar más apartado, pero en base a un punto de 'órbita', el lugar del avaro. Es un espectro con el don de la ubicuidad, entonces.

Se dice que aparece como una carreta(la costarricense está pintada de múltiples colores) que tiene la yunta(en donde se enganchan los bueyes) alta y vacía. A veces se menciona que quien la ve muere a los ocho días de contemplar la aparición.

Sobre el origen de tal fantasma se narra lo siguiente: un labrador codicioso y avaro decidió construir una carreta, pero para no comprar la madera necesaria robó la que estaba consagrada para construir el templo del lugar. Al terminar la carreta, enganchó los bueyes y se subió al vehículo para guiarlos, pero los animales se desengancharon y él cayó muerto. Desde ese día, guía la carreta sin necesidad de tracción animal(una versión de la leyenda escribe "¿Porqué condenar a unos inocentes bueyes?") y va como advertencia por los caminos y yermos, para aquellos que solamente conocen la palabra riqueza. Los que no hacen caso de su errar, al morir van y se unen al espectral boyero para conducir la carreta maldita por sendas inciertas.

Otra versión, recogida por Elías Zeledón en su Leyendas costarricenses, indica que el hombre de la carreta era el amante de una bruja, y que al morir pidió que fuera enterrado como cristiano. La bruja intentó entrar con todo y carreta al templo, pero el sacerdote la reprendió por su incredulidad, y desde entonces la carreta va anunciando desgracias, conducida sin bueyes por el Diablo...

El Espantajo azul

Artículo principal: Espantajo azul

Se dice que por el lado de Cartago, se suele aparecer un hombre alto de color azul que arroja fuego por todo lado, se cuenta que se trataba de un señor muy malo que le gustaba torturar a las personas, cuando murió fue a parar al infierno, pero logro escapar y aún continua ardiendo el fuego del infierno en su interior. Asusta a las personas que hacen mal a otros y tiene la capacidad de quemar los malos espíritus.

La Tulevieja

Artículo principal: Tulevieja

Se llama de ese modo a un fantasma femenino que, cubierta por una especie de sombrero llamado tule (con forma de plátano) y con los senos hinchados y erectos (unas veces chorreando leche, según la versión), que va errante por los diferentes caminos y despoblados. El origen del nombre tiene que ver con la toca: Tulevieja, un tule viejo o una vieja con tule (el significado del nombre varía según la versión de la leyenda).

El folclore no ha podido ponerse de acuerdo a la hora de explicar el porqué de este espectro. Su origen parece estar en la mitología bribri, en unos genios llamados itsas que lloraban en los ríos o cascadas cuando un niño iba a morir (o incluso que robaban y comían niños) y que tenían la forma de una vieja con cuerpo de ave de rapiña.

La versión más conocida, empero, la vincula con la leyenda de la Llorona. Dice que ella fue una muchachita que siempre usaba un tule, la cual un día fornicó, resultando de ello un embarazo no deseado (en Costa Rica antiguamente se denominaba en forma coloquial como pata e'banco - pata de banco - ). La muchacha huyó a Puntarenas, en la costa pacífica, y luego de parir lo dejó en un río, después una vez que se arrepintió fue devuelta al río pero ya el bebé se había ido, desde entonces se dice que la llorona anda ambulando por el río, llorando y buscando a su bebé con la esperanza de algún día encontrarlo.

Unos dicen que simplemente fue una mujer que siempre tenía puesto el tule, hasta para dormir. Un día, el viento le arrancó el sombrero y lo dejó caer en el río. La mujer fue tras él y murió ahogada.

Otra versión dice que fue transformada en un demonio que se le aparece a los hombres lujuriosos con los senos descubiertos, invitándolo a acariciarlos mientras bailan. Pero la fiera tiene un hormiguero entre su pecho, y las zompopos pican al hombre, anestesiándolo. Luego, la Tulevieja alza vuelo con el incauto para devorarlo. En esto se parece a las bellas sirenas griegas

También existe otra versión en el cual la Tulevieja cuando no está deambulando en los caminos, viviría en las aldeas disfrazada de una señora de edad avanzada y aspecto aterrador, con un rostro marcado por profundas arrugas y cicatrices, con una mirada fría y penetrante, y siempre vestida de negro; casi siempre acarreando una carga de leña. Se dice que a lo largo de los años, los niños de los poblados desaparecen inexplicablemente después de habérseles visto jugar cerca de la casa de una vieja con sombrero de tule; principalmente cuando la insultan con el apodo de Tulevieja (sin saber que es la verdadera). Posteriormente cuando por diversos motivos desaparece de una aldea para dirigirse a otra, en ocasiones se observaría al verdadero monstruo acarreando una carga de leña hacia su nuevo hogar.

El Micomalo

Artículo principal: Micomalo

Se le describe como una bestia infernal de apariencia cambiante. En Leyendas costarricenses de Elías Zeledón, se le presenta como un león (puma) con solamente pelo en torno a la cintura, que es guiado por un pájaro demoníaco, la Ju del León.

En «Marcos Ramírez» , de Carlos Luis Fallas, se le describe como una especie de gorila, con ojos como cerillas y manos candentes que dejan huellas de quemaduras. También en este libro se le llama «Mico Pelón».

Igualmente se le describe como un monito pequeño, blanco, con cuernos y cola terminada en punta, que cuando los matrimonios pelean demasiado, se abalanza sobre los cónyuges y los despedaza.

En la ciudad de Puntarenas, este mismo fantasma recibe el nombre de «La Mona», y se trataría de una bruja que tiene la capacidad de transformarse en un mono al expulsar su alma dentro de un guacal, luego de lo cual el espectro saldría a columpiarse por los árboles de almendro que abundan en ese puerto.

La Monja del Vaso, o la Monja del San Juan de Dios

Se sitúa en el Hospital San Juan de Dios (de la ciudad de San José), uno de los hospitales más antiguos de Costa Rica que en el pasado era atendido por religiosas, o coloquialmente, monjas. Éstas vestían de blanco y usaban una toca alta con forma de barco de papel.

La leyenda narra que una religiosa, bastante malhumorada negaba el agua a todo aquel que se lo pedía o desatendió el último deseo de un moribundo (un vaso de agua) dejando que éste muriera sin haber bebido. La monja, arrepentida, pena ahora por los pasillos del hospital ofreciendo un vaso a los enfermos. Muchos dicen que al beberlo sanan milagrosamente.

Los duendes

Probablemente derivados de la mezcla de los trasgos españoles con los espíritus guardianes de la tierra indígenas, los duendes folclóricos costarricenses se describen como criaturitas con vestidos de colores, de treinta centímetros de altura, que parecen niños barbados, y sus huellas tienen la forma de las de un ave, un gallo.

Traviesos y juguetones, una leyenda indígena dice que en la primera batalla entre el Diablo y Dios, los duendes no siguieron a Dios ni apoyaron al Diablo. Esa apatía da origen a su condición de seres neutros, ni buenos ni malos.

Las creencias folclóricas de los campesinos dan fe de que, en su afán por actividades lúdicas, si se ensañan con una familia ponen de cabeza la casa. Vierten cenizas o heces en los alimentos, dejan caer los comales, rompen platos, vasos, etc. Pero si se encariñan con los habitantes de la casa son excesivamente complacientes: hacen la comida, alimentan a los animales, limpian los utensilios culinarios, desgranan el maíz, hacen los quehaceres domésticos, etc. La más popular de las leyendas sobre duendes en Costa Rica, habla de una familia que decidió mudarse por los continuos asaltos de los duendes a su vivienda. Ya de camino, en la carreta, la esposa sintió deseos de hacer sus necesidades, y descubrió que habían olvidado el bacín o bacinica de madera, y al comentarle a su marido lo sucedido una vocecilla dijo: "Aquí está", y se oyó cuando el duende puso el recipiente en el piso de la carreta.

Su conducta con los niños varía. En lo común, las leyendas narran que los secuestran, tentándolos con juguetes y confites (dulces), para jugar con ellos y devolverlos, o para hacerle maldades (pellizcos, coscorrones)... Pero, siempre según el folclore, cuando nace el hijo o hija de una familia bienamada por ellos, o se encariñan con un infante por su inocencia, pasan a ser una especie de segundo ángel de la guarda.

Como todo duende legendario, los duendes costarricenses poseen poderes mágicos. Muchas veces los usan para gastar bromas pesadas, como hacer que los viajeros apurados se extravíen o, en un relato, llenar a una mujer de vello.

La Bruja Zárate, y la Piedra de Aserrí

La leyenda cuenta que, en donde ahora está el inmenso bloque de piedra conocido como la Piedra de Aserrí (cerca del pueblo de ese nombre) estaba antiguamente emplazado ese poblado.

Pero entre los aserriceños vivía doña Zárate (coloquialmente, ña Zárate), una india fea y gorda, pero de gran corazón, pelirroja, en dos trenzas acomodado el cabello, y gran amante del tabaco. Zárate era una bruja, y se enamoró del gobernador de la ciudad. Como éste no vio más que su condición física, la rechazó, y ella por despecho convirtió la villa en piedra, los habitantes en animales y al gobernador en un pavo real que lleva siempre atado a su lado con una cadena de oro.

Con el paso del tiempo comenzaron a circular rumores de cómo Zárate, cuando le pedían ayuda por los problemas económicos, regalaba unas verduras (vegetales) con la instrucción de no mirarlos por el camino. Al llegar a la casa, el beneficiado se encontraba con que eran totalmente de oro.

Las brujas de Escazú

La ciudad de Escazú, ubicada en el Valle Central, es famosa en Costa Rica por ser un pueblo prolífico en la producción de mitos y leyendas, de modo que es conocida en Costa Rica como «La Ciudad de las Brujas». La población existía ya antes de la llegada de los españoles (con el nombre de «Itzkatzu»), y fue una de las primeras villas en poblarse durante la colonia (alrededor de 1600).

El origen de la leyenda de la existencia de brujas en Escazú es antiguo. El Acta de la Independencia Centroamericana, aceptada en Costa Rica el 29 de octubre de 1821, estipula que en la autonomía se deben de dar una serie de condiciones, entre ellas, tener como única aceptada en el país la religión cristiana católica. Los judíos escazuceños, entonces, empezaron a reunirse a escondidas en el subsuelo de Escazú, así como en sinagogas ocultas en el interior de edificios. Ya que en esos ritos la mayoría de las invocaciones a Dios y ruegos se dan en idioma hebreo, y como los rabinos vestían de negro, la gente comenzó a creer que eran brujas, realizando hechizos o aquelarres.

Otra versión más popular afirma que la leyenda proviene del hecho de que en Escazú existían (y aún existen) gran cantidad de curanderas, a las que a veces se les llamaba brujas.

Entre las leyendas de brujas más conocidas de Escazú están: la leyenda de la Bruja Zárate, quien tendría un encanto en la piedra de San Miguel de Escazú en la cual pasaba el invierno (el verano lo pasaba en el encanto de la piedra de Aserrí); la Tulevieja, a quien la tradición escazuceña sitúa como «comadre» y compañera de la bruja Zárate y que viviría con ella en la piedra de San Miguel; la leyenda de la bruja doña Fustes (coloquialmente, ña Fustes), quien lanzaba maleficios sobre los retratos de la gente para matarla a alfilerazos poco a poco (similar a algunos rituales vudú), sin que valieran rezos o médicos, y por cuya causa se recomendaba no regalar retratos a nadie; el «negro Zara», un individuo que tenía pacto con el diablo y que se decía que conversaba con el Micomalo en un viejo higuerón que existía antes en lo que hoy es la plaza de Escazú; leyendas de brujas que se quitaban la piel y adquirían formas de animales, la más conocida de estas, la de una mujer que se podía transformar en un enorme y peligroso cerdo, y que evitaba el paso de las carretas de café por la única vía que durante el siglo XIX comunicaba Escazú con San José.

Los agüizotes y los agüizoteros

Con el término de agüizote se designa el uso de un amuleto para atraer la buena suerte, o bien, en un término más mágico, una hechicería o brujería. Así, se da también la figura de las brujas, que en la mayoría de los casos castigan a los soberbios y ayudan a los humildes, pero a veces abusan de su poder con graves consecuencias.

Algunos agüizotes populares para atraer la buena suerte son:

  • La ningüenta, una estatua de una muchachita desnuda, sentada en el pasto, hurgándose las hendijas de los pies. El origen de esta estatuilla fue el parásito conocido como nigua, que se metía en los pies de la gente. Los infantes que se iban a bañar al río a menudo se sentaban a la vera del camino para hurgarse los pies en busca de niguas o piedrecillas estorbosas.
  • Poner una estampa de San Antonio de Padua al revés, diciendo: De cabeza, San Antonio, para que me repares novio. Con el mismo fin, el día de San Rafael Arcángel, se acaricia el pescado que sostiene la imagen. Esta última costumbre es originaria del libro deuterocanónico de Tobías, ubicado en la Biblia católica, en la que el muchacho que da nombre al documento se casa después de viajar con el ángel.
  • Ponerse ropa amarilla para inicio de año (existe la variación de que de ese color sea la ropa interior), o bien, recibirlo con los calzones y calzoncillos vueltos al revés.
  • También para fin de año, si se desea viajar en el nuevo que empieza, llenar una valija de ropa, llevarla a las doce arrastrando por toda la casa, para finalmente terminar en la calle o camino.

Leyendas religiosas

El pueblo costarricense es en su mayoría católico, y esto se refleja en sus leyendas. Muchas explican el origen de los santos patronos de localidades o del país entero, otras hablan de milagros realizados por Dios a través de estos santos.

Leyenda de la Aparición de la Virgen de los Ángeles

Cuenta la historia que la indígena Juana Pereira se encontraba recogiendo trozos de leña junto un arroyo de la ciudad de Cartago, en el centro de Costa Rica, cuando divisó la pequeña estatua posada en una roca, que recogió y llevó a su casa.

Al buscarla al día siguiente, no logró encontrarla donde la había dejado: milagrosamente, la imagen había vuelto a la roca donde apareció por primera vez. Este suceso ocurrió luego en repetidas ocasiones, incluso el cura párroco la guardó en el sagrario, cerrándolo con llave, y el fenómeno volvió a ocurrir. La voz de la aparición corrió como pólvora por la pequeña ciudad colonial y con el tiempo fue erigida una ermita en el sitio de la aparición.

Actualmente se encuentra en ese lugar la Basílica de los Ángeles, sitio de devoción y peregrinación para el pueblo católico tico y centroamericano.

A la imagen se le conoce también como La Negrita, debido a su coloración y a sus rasgos físicos indígenas. Aproximadamente de la altura de una mano enhiesta, se puede apreciar a la Virgen María con el Niño Jesús en el brazo izquierdo. La escultura no está pintada, y el color de los materiales con los que está hecha (probablemente piedra volcánica) destaca como un verde musgo oscuro-azulado.

Leyenda de la Aparición de la Virgen de Ujarrás

Dice la leyenda que un indígena estaba pescando a la vera del río secundario Madre de Dios. En tal actividad se encontraba, cuando se distrajo por una caja de madera que flotaba y que contenía una imagen de la Virgen María.

El aborigen, al ver tal cosa, la sacó de la caja y se cargó con ella para llevarla a los frailes de la ciudad de Cartago. En el camino pasó por la misión de Ujarrás, en donde dejó la imagen en el piso para descansar un rato. Cuando intentó levantarla no pudo, ni lo lograron ocho indígenas más que lo ayudaron.

Llamando a los frailes, éstos llegaron y abrieron la caja exclamando "¡La Madre de Dios!", dando así nombre al río donde se encontró la imagen. Tampoco la pudieron llevar ellos, y creyendo que deseaba la Virgen ser llevada en procesión, mandaron a traer los instrumentos. Tampoco así la pudieron llevar, así que admitieron que la Madre de Dios quería quedarse en Ujarrás, construyéndole allí una ermita.

Luego de que un terremoto destruyó Ujarrás, la imagen pasó a Paraíso. Sin embargo, cada año llevan la imagen hasta su antiguo emplazamiento. Algunos historiadores sugieren que la imagen fue un regalo de la corona española, quizá de Felipe II, pero esto también resulta extraño ya que en los tiempos de la Colonia Costa Rica era la provincia más pobre y olvidada de la Capitanía General de Guatemala.

La Virgen de Ujarrás fue la primera patrona de Costa Rica.

Leyenda de la Virgen de Ujarrás y la incursión pirata

La historia costarricense narra como alrededor del año de 1665 los piratas ingleses y franceses comerciaban con los indígenas de Talamanca, comprando cacao y oro a cambio de implementos de guerra. La historia señala que, cuando los piratas Morgan y Mansfield desembarcaron en Bocas del Toro, hoy territorio panameño, fueron invitados por los indígenas a un banquete o chichada, fiesta en la que se consumía la chicha, licor de maíz. Los piratas, impulsados por la embriaguez, raptaron a las mujeres y asesinaron a muchos de sus maridos, con lo cual huyeron.

Posteriormente, los bucaneros, faltos de recursos, intentaron renovar la alianza con los indígenas, pero éstos rechazaron la oferta, y se adhirieron a los españoles, instalados en la entonces capital, Cartago, y se prepararon para dar caza a los piratas.

Mansfield, entonces, con ayuda de varios desertores, preparó una incursión al territorio nacional, desembarcando en Portete, cerca de Limón, y obtuviendo pequeñas victorias en Matin y Turrialba. Empero, los bucaneros fueron derrotados por la unión de españoles e indígenas, cerca de Ujarrás.

La tradición popular cuenta que los piratas capturados en esa contienda narraron que lo crudo del combate no fue la causa de la huida, sino que en el cielo habían visto a la Virgen de la Inmaculada Concepción, la Virgen de Ujarrás, indicándoles que desandaran el camino.

La Yegüita

La Virgen de Guadalupe.

Desde que Santa María se apareció en el cerro de Tepeyac, México, en 1531, fue reconocida como la Patrona de América, bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe. La fiesta que conmemora la aparición, el 12 de diciembre, se extendió por toda Hispanoamérica.

En Costa Rica, tal fecha se recuerda con gran recogijo, especialmente en Nicoya, donde celebran una procesión como parte de las fiestas patronales. Ante la imagen, llevada en andas, va una yegüita de madera, bailando ante la Virgen y haciéndole reverencias. Este rito se efectúa el 11 de diiciembre.

El origen del llamado Baile de la Yegüita es un relato acerca de un milagro ocurrido cerca de la localidad de Nicoya, en lo que hoy es la provincia de Guanacaste.

Según la leyenda, dos indígenas comenzaron a pelear por razones no especificadas(varían en las diferentes versiones)y estaban a punto de matarse cuando los vio una indiecita, que pidió a la Virgen de Guadalupe que terminara con el pleito. De repente, de entre la espesura del Cerro de las Cruces salió una yegua negra que separó a los contrincantes, para luego desaparecer.

Leyendas topográficas

En Costa Rica, como en todo el mundo, el folclore ha intentado explicar el origen de diversos accidentes geográficos. En esta sección se analizarán algunas de esas leyendas.

La laguna del volcán Barva

Hay dos leyendas que explican el nacimiento de la laguna del volcán Barva.

La primera, de origen español, indica que en el volcán fue descubierto un inmenso tesoro indígena, oculto por años. Tras la repartición del botín, uno de los expedicionarios murió poco después, encargando a un amigo que con su parte levatara en ese lugar una ermita a la Virgen del Pilar, la patrona de los españoles.

El hombre, muy taimado, planeó quedarse con todo el oro y partió, para dormir en descampado. Al despertar se encontró en el mismo lugar de donde había salido, al lado de la tumba de su amigo, y frente a una muchacha llorando, quien dijo se llamaba Pilar. El ofrecimiento de construir la ermita fue rechazado por la doliente, quien desapareció, dejando una laguna de lágrimas. Poco después el hombre murió.

La otra versión habla de una incursión azteca en territorios huetares, en el que recogieron tributos y dejaron una serpiente. Pero cada lugar donde se posaba la serpiente se llenaba de agua, así que los huetares rechazaron al animal. Los mexicas emprendieron el regreso con el animal, que dejaron el el volcán Barva, donde hizo britar la laguna.

El volcán Irazú

La luna llena plateaba la noche repleta de calma. Sentada a la orilla de un perezoso riachuelo, una pareja de enamorados conversaba quedamente. Ella frágil, esbelta y dulce, hija del cacique. El fsicj ágil, alto y fuerte, renombrado cazador y temido guerrero. La luna, testigo de su cariño, conocía de sus planes, de su constancia, zozobras y amoríos. Miraban plácidamente la inmensidad del cielo, con las manos entrelazadas, prometiéndose amor eterno, escuchando el bullicio silencioso de la plácida noche. Súbitamente, el silencio se interrumpió al crujir dolorosamente una rama seca que se quebraba. El guerrero de un salto se puso en pie con el filoso puñal desenfundado pero... el inquietante ruido no se repitió más, la armoniosa calma continuó. Una suave brisa transportaba el perfume de las fragantes flores silvestres.

La aldea, con sus pequeñas y numerosas chozas, con su imponente palenque y su majestuoso templo al Dios Sol, permanecía despierta. En las chozas, grupos familiares conversaban y reían al calor de los chispeantes fogones. En el templo, solemne silencio llenaba todos los rincones, la estatua de piedra erigida al Sol reflejaba, inconstantemente, las rojizas llamas de la tea permanente encendida en su honor.

En el palenque, los principales de la tribu oían, entre olores a carne asada y chicha de maíz, leyendas de los héroes del lugar, contadas cadenciosamente por un anguloso servidor del templo del Sol, quien, con mano hábil, golpeaba un tosco tambor que resonaba con furia cuando el relato se refería a momentos de peligro o heroísmo. El viejo cacique, sentado en sitio preferente, escuchaba con atención. Su rostro, cruzado por profundos surcos de experiencia, brillaba como si fuera de bronce, iluminado por las amarillentas llamas del fogón expresando intensa serenidad.

Como un felino entra en su cueva cuando no lo amenaza peligro alguno, así entró, arrogante y silencioso, el gran sacerdote al palenque. Paso a paso atravesó el lugar hasta acercarse al patriarcal jefe. Susurrante empezó su relato. Ninguno de los presentes oyó ni una palabra con claridad. El rostro del anciano, que reflejaba serenidad completa segundos antes, empezó a cambiar sucesiva y rápidamente de expresión.

Las llamas, primitivos reflectores, iluminaban la transfiguración: disgusto... apatía... leve interés... profunda atención... sorpresa... tristeza... enojo... cólera... furia.

El cacique lentamente se incorporó. El narrador automáticamente cortó su relato. El gran sacerdote, de ojos negros pequeñísimos y refulgentes, se apartó de su lado y el anciano, con paso lento pero firme, se dirigió hacia el templo.

Ante el monumento al Sol, rasgando sus vestiduras clamó: Sol todopoderoso, oh Dios inmenso! Con profundo dolor vengo hoy, triste día, a pedirte clemencia para nosotros y castigo ejemplar para quien no supo obedecer tus inflexibles mandatos. Mi hija, mi propia hija, insensatamente ha querido por mucho tiempo a un guerrero de la tribu de cazadores, enemigo de nuestra raza y nuestra religión. Por su sacrilego pecado, oh dios, te pido castigar su falta y maldecir al miserable infiel. Quejumbroso, al cacique continuó suplicando, primero con voz sonora y fuerte, luego con gritos poderosos, ensordecedores. La calma de la aldea fue desalojada por los retumbantes gritos del viejo que pedía, al Sol Dios, ejemplar castigo que fuese lección eterna para los pecadores irreflexivos y desenfrenados.

El Dios... le oyó. Con mano omnipotente tomó a la dulce y enamorada muchacha y con furia le incrustó en el azul del cielo, en el azul intenso, en el azul profundo, convirtiéndose en suave, blanca y vaporosa nube que engalanó por primera vez el cielo de Costa Rica.

El Dios vengativo no tocó al bravo guerrero, viril y valiente. Murió de soledad jurando luchar eternamente por alcanzar a su amada.

Como era tradicional, el intrépido guerrero fue enterrado en la llanura con los ritos y ceremonias dignos de sus méritos y rangos.

Sus amigos abandonaron pronto el lugar dejando en la tumba el cuerpo yerto, guardián del juramento eterno. Esa misma noche la tumba quebró la monotonía de la llanura, empezando a crecer. Con esfuerzo titánico creció convirtiéndose en túmulo, lentamente de túmulo en duna, despaciosamente de duna en loma, de loma en montaña, de montaña en el imponente Irazú. Irazú, centinela gallardo de aquella llanura. El juramento estaba cumplido...

En las mañanas frías, la nube blanca, vaporosa y femenina, cariñosamente envuelve al gigantesco Irazú, guerrero viril, disfrutando eternamente de su amor, el cual ni el omnipotente Dios del viejo cacique logró romper.

El volcán Turrialba

El Puente de Piedra

Camino a un pueblo llamado Grecia existe una puente natural de piedra. Los científicos explican que fue formado por la erosión de la piedra pero los pobladores creen que tiene un origen mas sobrenatural.

Se cuenta que en el tiempo de las carretas, un campesino de la zona tenía su casa al otro lado del cañón, la profundidad de este era tal que el hombre estaba obligado a recorrer más de medio día río abajo para poder cruzarlo y llegar al pueblo. Una noche que se devolvía del pueblo a su casa, se paró frente al cañón e invocó al pisuicas (El Diablo), le prometió que le daría su alma a cambio de que le construyera un puente antes de que cantara el gallo, el pisuicas estuvo de acuerdo y estrechándose las mano comenzó a trabajar, trabajaba tan rápido que casi no se veía, cuando sólo le faltaba una piedra que colocar, el campesino sacó de la carreta un saco que contenía una gallo dentro, patió el saco y el gallo canto así salvo su alma. Si te paras debajo del puente puedes ver como tiene un hueco donde le falta una enorme piedra.

Referencias

Bibliografía

Enlaces externos


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