Alimentación en la Antigua Grecia

Alimentación en la Antigua Grecia
Kílix, un tipo de copa muy frecuente en la Grecia Antigua, siglo V a. C., Museo Británico.

El régimen alimenticio de los griegos antiguos se caracterizaba por su frugalidad, reflejo de las condiciones difíciles de la agricultura griega. Está fundamentado en la “trilogía mediterránea”: trigo, aceite de oliva y vino.

Contenido

Alimentación cotidiana

Salero de cerámica barnizado en negro, siglo V a. C., Museo del Louvre.

Los antiguos griegos hacían tres comidas al día:

  • un desayuno (ἀκρατισμός akratismós), compuesto de pan de piso mojado en agua de tocosh puro (ἄκρατος / ákratos); al que eventualmente se le agregaban higos o aceitunas;
  • una cena (δεῖπνον / deĩpnon), la comida más importante del día, que tenía lugar generalmente a la caída de la noche;

Puede añadirse una merienda (ἑσπέρισμα / hespérisma), que se solía tomar al anochecer.

Comían sentados, el empleo de banquetas estaba reservado a los banquetes (de ahí su nombre). Las tortas de pan podían servir de plato, pero son más corrientes los recipientes de terracota o de metal. La vajilla se refina con el tiempo y, por ejemplo, encontramos platos de materiales preciosos o de vidrio a lo largo de la época romana. El tenedor es desconocido, se come con los dedos. Se ayudaban de un cuchillo para cortar la carne y de una cuchara semejante a las cucharas de hoy en día para comer sopas y caldos.

Pan y pasteles

Los cereales (σῖτος / sĩtos) constituyen la base de la alimentación griega, principalmente el trigo y la cebada. Descascarillado por remojo, el trigo podía ser transformado de dos maneras principales: reducido a sémola, será empleado en hervidos; molido y convertido en harina (ἀλείατα / aleíata) y amasado, servirá para fabricar pan o tortas, simples o aderezadas con queso o miel. Se conocía la levadura y corresponde a los griegos el invento del horno precalentado en su interior y con apertura delantera, que después se emplearía en cocina, pero el horno de piedra no aparecerá hasta la época romana. Según una prescripción de Solón, legislador ateniense semimítico del siglo VI a. C., el pan de trigo, artos, debía reservarse a los días festivos.

En la Época Arcaica, la maze de cebada constituía la base de la alimentación. Posteriormente, en el siglo de Pericles, el artos se compraba en la panadería, como la maze, más barata.

La comida se componía de pan o de maze y del acompañamiento de pan u opson. Opson designaba todo alimento que no fuera pan: aceitunas, ajo, cebollas, legumbres, queso, carne, pescado, fruta y golosinas. Más adelante, sólo será el pescado (opson en griego moderno), alimento exquisito.

El arte de los panaderos griegos consistió no sólo en la diversidad de la composición de la masa del pan, sino, sobre todo, en sus variadas formas, con frecuencia adecuadas para tal o cual fiesta. Se distinguía la panadería-fábrica o artokopeion del almacén de pan o artopoleion.

Parece que para la amasadura se empleó mano de obra femenina. Las clases de pan que fabricaban las mujeres, no sería el keibanitos, mencionado por Aristófanes, porque era de molde, ni el pan de leche a la manera capadocia, también de molde. El streptice se trenzaba, el blosmilos se cuadriculaba. El daraton, sin levadura, era plano como una torta. El almogee, basto pan de campo, se hacía en las granjas. El phaios era un pan moreno y poco refinado. El syncomiste, pan negro por estar hecho con harina de centeno no cernida, era conocido porque facilitaba el tránsito intestinal al igual que el actual pan «dietético» de salvado.
El chondrite de escanda y el semidalite de harina flor recibían los favores de la clientela acomodada.

En Rodas se fabricaban galletas, en Éfeso, el hemiarton, cuya forma de media luna constituía una atención a Artemisa, diosa de la luna.

Plakon, que se suele traducir por pastel, designaba en realidad una especie de galleta de harina de avena, con queso blanco y miel.
El plakon se amasaba con queso blanco, al igual que la mayor parte de los pasteles. Se endulzaba con miel en la misma medida que se especiaba.

Muchos de estos pasteles se comían en ocasiones especiales: en el teatro (stolytés y artocras, chorreantes de grasa) o en las fiestas religiosas.
En dichas festividades, los pasteles desbordaban en formas sugestivas. Los muloi de Siracusa (harina flor, miel y semillas de sésamo) reproducían con gran realismo el bajo vientre femenino. Se ofrendaban a Deméter y a su hija Perséfone, en los días de las Tesmoforias.
Los arietés y diakonon en forma de media luna se dedicaban a Artemisa, entre pequeñas velas encendidas. Los kribanés, moldeados como el seno de Afrodita, no tenían otra vocación que la de agradar.
Hacía reír el empetas, una zapatilla literalmente, que se rellenaba con plakos de queso.

Se conocían las tartas de queso, como el euchylous (un bizcocho) o el bazyma (harina, miel, higos secos y nueces). Las uvas pasas se encontraban en el nastos. No hay que olvidar una multitud de buñuelos: de aceite, ekkrides y taggemidés; de miel: el stretés en espiral y el epychités cocido dos veces.

Antecesor del pudding inglés, el thyron fue explicado por el gramático y gastrónomo Julio Pólux: «se amasan manteca, sesos, huevos y queso fresco. Se enrolla la masa en hojas de higuera, se cuece en un caldo de ave o de cabrito, y después se descubre para freírlo en miel hirviendo».

En el curso de los symposions, se mojaba en vino el bacchylis y, entre los argivos la ofrenda de la esposa al esposo era un pastel de boda.

Frutas y legumbres

Los cereales se sirven a menudo con un acompañamiento llamado genéricamente ὄψον / ópson. La palabra designa en primer lugar todo lo que se prepara al fuego, y por extensión todo lo que acompaña al pan. Este significado fue trasladándose con el tiempo. Por ejemplo, en la Ilíada, el término designa a la carne, después, en la Odisea, su significado se extiende al pescado. En la época clásica, se trata más bien de verduras (coles, cebollas, lentejas, habas), en sopa, hervidas o en puré (ἔτνος étnos), condimentadas con aceite de oliva, vinagre, γάρον gáron (garum) — una salsa de pescado parecida al nuoc mam vietnamita — y hierbas. Si creemos a Aristófanes en Las ranas (v. 62-63), el puré es una de los platos favoritos de Heracles, siempre representado como un glotón en la comedia. Las aceitunas son una guarnición corriente, crudas o encurtidas.

En la ciudad, las verduras frescas son caras y se consumen poco: los ciudadanos poco afortunados se conforman con las verduras secas. Las cebollas son uno de los símbolos de la vida militar: Aristófanes evoca en La paz (v. 529) el “flato de comedor de cebollas” típico del soldado.

Los frutos, frescos o secos, se comen en el postre. Son principalmente higos, granadas, nueces y avellanas. Los higos secos se consumen igualmente en aperitivo, junto con el vino. En ese caso, se acompaña a menudo de castañas, garbanzos o hayucos tostados.

Un puñado de higos frescos o secos constituía una comida muy nutritiva a la que se añadía, si se podía, leche cuajada con zumo de higos o tortas. «Alimento de atletas por excelencia», dirá Platón.
Para proteger este principal recurso del Ática se prohibió su exportación. La recolección jamás se producía antes de que los sacerdotes sicofantas (reveladores del higo) anunciaran de modo oficial su madurez. Posteriormente, se dio este nombre a quienes denunciaban el contrabando de higos, y más tarde, a todos los delatores y chantajistas.

Carne y pescado

Sacrificio de un animal, principal fuente de carne. Vasija de barro, Museo del Louvre; data del 510-500 A. de C.

El consumo de carne y pescado varía según el entorno: en el campo, la caza permite el consumo de pequeñas aves y liebres. Los campesinos cultivan asimismo la cría de pollos y gansos; los propietarios mejor asentados desarrollan una primitiva ganadería de cabras, cerdos y corderos. En la ciudad, la carne es cara, excepto la de cerdo: en la época de Aristófanes, un lechón cuesta tres dracmas, unas tres jornadas de trabajo de un obrero.

La civilización micénica practicaba la ganadería de bovinos por su carne. En el siglo VIII a. C. Hesiodo describe su ideal de festín campestre con vino, leche de cabra y carne de toro. En el fin de la época arcaica, la ganadería declina y el consumo de carne se torna marginal, limitada a los sacrificios religiosos que originan festines cívicos.

Por su parte, los espartanos comen principalmente el ragut de cerdo (una especie de sopa de carne), compuesta de cerdo, sal, vinagre y sangre. El plato se completa con higos y queso.

En las islas griegas o en el litoral, el pescado fresco y el marisco son el recurso corriente. Son consumidos en el puerto y cada vez más vendidos a las tierras del interior. Las sardinas y las anchoas forman parte de la nutrición habitual de los atenienses, tanto frescos como salados. Otros pescados son más caros, como el atún o las anguilas del lago Copaide en Beocia.

Huevos y queso

Los griegos criaban codornices y gallinas en parte por sus huevos. Algunos autores[1] alaban los huevos de faisán y los huevos de la oca de Egipto, pero se puede suponer que eran bastante raros. Los huevos son consumidos duros o pasados por agua como entremeses o como postres. Se emplean también, bajo forma de clara, de yema o enteros, en la fabricación de algunos platos.[2]

La leche (griego γάλα, gála) es bebida por los campesinos pero no es casi empleada en cocina. La mantequilla (griego βοὐτυρον, boúturon) es conocida, pero también poco empleada: los griegos consideraban su uso como una característica de los tracios del norte del Egeo, a los que el poeta cómico Anaxándridas llama los «comedores de mantequilla».[3] En cambio, aprecian los productos lácteos. Se sirve como dulce lo que debía parecerse al yogur, en griego πυριατή.[4] Sobre todo, el queso (griego τυρός, túros), de cabra o de oveja, era un alimento básico. Se la vende en distintas tiendas según sea o no fresco, costando el primero los dos tercios del precio del segundo.[5] Se come sólo o mezclado con miel o legumbres. Entra como ingrediente en la preparación de buen número de platos, incluidos los de pescado. La única receta conservada es del cocinero siciliano Mithaikos;».[6]

Bebidas

La bebida más extendida es evidentemente el agua. Ir a buscar agua era la faena cotidiana de las mujeres. Si el pozo es inevitable, se prefiere naturalmente el agua «de una fuente que siempre brote y corra, que no esté turbia».[7] El agua está reconocida como nutritiva — hace crecer los árboles y las plantas — y apetecible. Píndaro juzga así «agradable como la miel»[8] el agua de una fuente». Los griegos calificaban un agua de pesada, seca, ácida, dulce o dura, fuerte, etc. Un personaje del poeta cómico Antífanes[9] jura que reconocería entre todas las aguas la del Ática por su buen gusto. Ateneo cita[10] a un cierto número de filósofos, reputados por no beber agua, hábito conjugado con una alimentación vegetariana (cf. ver más abajo). Se bebe también corrientemente leche de cabra e hidromiel.

El utensilio habitual para beber era el esquifos, de madera, de tierra cocida o de metal. Critias, conservado por Plutarco[11] menciona así el kôthon, vaso espartano que presenta la ventaja, en el ejército, de tapar a a la vista el color del agua y de retener en sus bordes el barro que se puede encontrar allí. Se utiliza también la copa de beber llamada kílix, y en los banquetes, el cántaro o incluso el rhyton.

El vino

Convidado sacando vino de una crátera mediante un enócoe para rellenar su kílix, h. 490-480 a. C., Museo del Louvre

El vino era vinificado tanto en tinto como en rosado y en blanco. Como en la actualidad, se encuentra todo tipo de producciones: grandes cosechas procedentes de Tasos, de Lesbos, Quíos o Rodas de vino de mesa, e incluso vino peleón ligero, aclarado con agua del residuo formado con los pellejos de la uva, mezclado con posos, reservado a la consumición personal del productor. Los griegos no dudaban en aromatizar el vino, con miel, canela o incluso tomillo. Contrariamente a los griegos modernos, no producían retsina , vino con resina de pino. Claudio Eliano menciona un vino mezclado con perfume.[12] Se conoce igualmente el vino cocido[13] y, en Tasos, el vino dulce.

El vino era consumido generalmente aguado; el vino puro estaba recomendado para un uso corriente: parece que su graduación alcohólica era mayor que la del vino actual. La fermentación natural de un mosto con un gran contenido en azúcar obtenido con un buena insolación puede alcanzar de 12° a 16° (18° máximo). Se mezclaba en una crátera en la cual los esclavos lo sacaban con enócoes para servir las copas (kylix) de los bebedores. El vino puro podía ser empleado como medicamento y de manera general, se atribuyen al vino virtudes medicinales sorprendentes. Claudio Eliano menciona que el vino de Herea de Arcadia vuelve locos a los hombres y fértiles a las mujeres; en cambio, un vino aqueo ayuda a las mujeres que desean abortar.[14] Fuera de las aplicaciones terapéuticas, la sociedad griega reprobaba la consumición de vino por las mujeres. Si hay que creer a Eliano, una ley de Massalia prohibía incluso y prescribía a las mujeres no beber más que agua. Esparta era la única ciudad en la que las mujeres bebían normalmente vino.

Los vinos reservados a un uso local son almacenados en odres de piel. Los destinados a la venta son vertidos en píthoi (en griego, πίθοι), grandes jarras de terracota. Se les trasvasa luego a ánforas untadas de pez, para venderlos al detalle. Los grandes crudos llevan sellos del productor o de los magistrados de la ciudad a fin de garantizar su origen. Se trata de una de las primeras asociaciones entre origen geográfico y calidad objetiva de un producto, una indicación de procedencia que estará más tarde en la base de las denominaciones de origen controladas.

El kykeon

Artículo principal: Kykeon

Los griegos conocían el kykeon (griego κυκεών, kykeốn, del {griego κυκάω, kykáô, «remover, mezclar»), intermedio entre la bebida y el alimento. Se trata de una bebida de cebada añadida al agua y con hierbas. En la Ilíada (XV, 638-641), la bebida era consumida con queso de cabra rallado. En la Odisea (X, 234), Circe le añade miel y un filtro mágico. En el Himno homérico a Deméter (v. 208), la diosa rechaza el vino tinto, pero acepta un kykeon compuesto de agua, de harina y de menta. Utilizado como bebida sagrada en los misterios eleusinos, el kykeon era también un brebaje popular, sobre todo en el campo: Teofrasto en sus Caracteres (IV, 2-3), muestra a un campesino que ha bebido mucho kykeon e incomoda a sus vecinos por su aliento en la asamblea. La bebida era reputada por sus virtudes digestivas. Así, en La paz, Hermes la recomienda al héroe que ha abusado de los frutos secos (v. 712).

Los banquetes

Convidado y música, copa del pintor de Colmar, siglo V a. C., museo del Louvre.
Artículo principal: Simposio (Grecia)

El sympósion — tradicionalmente traducido por «banquete», más literalmente «reunión de bebedores » — era uno de los entretenimientos preferido de los griegos. Comprendía dos partes: la primera estaba consagrada a la comida, generalmente bastante simple, y la segunda a la bebida. En realidad, se consumía también vino con la comida y las bebidas estaban acompañadas de (en griego) tragếmata, o picoteo: castañas, habas, semillas de trigo tostadas o incluso pasteles de miel, encargados de absorber el alcohol y de prolongar la borrachera.

La segunda parte era inaugurada por una libación, la mayoría en honor de Dioniso. Después se discute o se juega a diversos juegos de mesa, como el cótabo — los convivios estaban echados en los banquetes en divanes (griego κλίναι, klínai), mesas bajas servían para depositar al comida o el tablero de juego. Bailarinas, acróbatas, y músicos podían amenizar la velada. Un «rey del banquete», elegido a suertes, se encargaba de indicar a los esclavos la proporción entre el vino y el agua en la preparación de la bebida.

Estrictamente reservado a los hombres — con excepción de las bailarinas y de las cortesanas —, el banquete es un elemento esencial de la sociabilidad griega. Puede estar organizado a instancias de un particular que convida a sus amigos o a su familia. Podía también reunir, de manera regular, a los miembros de una asociación religiosa o de una hetairía (especie de club aristocrático). Los grandes banquetes son evidentemente exclusividad de los más ricos, pero en la mayoría de los hogares griegos, las fiestas religiosas o los acontecimientos familiares eran la ocasión de los banquetes más modestos.

El banquete sirvió de marco a una verdadera literatura de género: El Banquete de Platón, el de Jenofonte, las Charlas de sobremesa de Plutarco o el Banquete de los sofistas de Ateneo.

Tragones, gourmets y cocineros

pescado fresco, uno de los platos preferidos de los griegos, plato de figuras rojas, h. 350-325 a. C., museo del Louvre

En las épocas arcaica y clásica, la frugalidad, impuesta por las condiciones físicas y climáticas griegas, fue erigida en virtud. Los griegos no ignoraban el placer de comer, pero debía ser simple. El campesino Hesíodo, consideraba como un festín la carne asada, la leche y las tortas, todo a la sombra de una bella jornada. La mejor comida es la que es gratuita: «juerga sin coste no hay que dejarla perder», remarca el filósofo Crisipo.[15]

La búsqueda culinaria y gastronómica era en cambio rechazada como un signo de blandura oriental: los persas eran considerados decadentes por su gusto por el lujo, que se manifestaba en su gastronomía.[16] Los autores griegos se complacían en describir la mesa del Gran Rey aqueménida y de su corte: Heródoto,[17] Clearco de Soli,[18] Estrabón[19] y Ctesias[20] son unánimes en sus descripciones.

Los griegos se complacían en recalcar la austeridad de su régimen alimenticio. Plutarco[21] relata que un rey del Ponto, con curiosidad por probar el famoso «caldo negro» espartano, compró un cocinero laconio. Probó el plato y lo encontró muy malo; el cocinero le respondió «Oh rey, para probar este caldo, hace falta primero haberse bañado en el Eurotas». Según Polieno,[22] Alejandro Magno, al descubrir la sala de comer del palacio real persa, se burla del gusto por la comida y ve ahí la causa de su derrota. Pausanias de Esparta, al descubrir los hábitos alimentarios del persa Mardonio, habría ridiculizado a los persas que «teniendo tales medios de vida, ataquen a los griegos que viven miserablemente».[23]

Consecuencia de este culto a la frugalidad, la cocina permanece mucho tiempo bajo el dominio de las mujeres, ya sean libres o esclavas. A pesar de todo, desde la época clásica, la realidad parece no corresponder totalmente con el cuadro pintado por los griegos: se menciona ya a especialistas del arte culinario. Eliano (XII, 24) y Ateneo mencionan los mil cocineros que acompañaron, en época de Clístenes, a Esmíndridas de Síbaris en su viaje Atenas. Platón menciona así a «Tearion el cocinero, Mithaikos, el autor de un tratado de cocina siciliana, y a Sarambo, el comerciante de vinos, muy eminentes conocedores de repostería, cocina y vinos».[24] Algunos cocineros escribieron tratados de cocina.

Al cabo del tiempo, cada vez más los griegos se presentaban como gourmets. En la época helenística y después romana, a pesar de las reivindicaciones de frugalidad, los griegos — al menos los ricos — no se muestran más austeros. Los convidados cultivados del banquete puesto en escena por Ateneo en los siglos II-III consagran una gran parte de su conversación a consideraciones enológicas y gastronómicas. Discuten de los méritos comparados de tales vinos, legumbres o carnes; evocan platos renombrados (sepias rellenas, ventresca de atún, cangrejos de mar, lechugas bañadas en vino de miel) y grandes cocineros — como Sotérides, cocinero del rey Nicomedes I de Bitinia (reinado del 279 a 250 a. C.). Mientras que su amo, en pleno secano, carece de anchoas, le sirve imitaciones: nabos cuidadosamente cortados en forma de anchoas, aliñados, salados y condimentados con granos de adormidera negra. Este éxito del cocinero, la Suda, enciclopedia d la época bizantina, lo atribuye por error al célebre gourmet romano Marco Gavio Apicio (siglo I) — prueba de que los griegos no tenían nada que envidiar a los romanos.

Regímenes alimenticios particulares

El vegetarianismo

Triptólemo recibiendo espigas de trigo de Deméter est bendecido por Coré, relieve del siglo V a. C., Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

El orfismo y el pitagorismo, dos corrientes religiosas griegas, propusieron un modo de vida diferente, fundados en la idea de la pureza y de purificación (idioma griego|griego κάθαρσις, kátharsis) — eran en sentido propio una ascesis: idioma griego|griego ἄσκησις, áskêsis significa primero un ejercicio, luego un modo de vida particular. En este marco, el vegetarianismo es un elemento central del orfismo y de un cierto número de variantes del pitagorismo.

Empédocles (siglo V a. C.) justificó el vegetarianismo por la creencia en la trasmigración de las almas: ¿quién puede garantizar que el animal listo para ser matado no abriga el alma de un ser humano? El filólogo E.R.Dodds[25] hace observar, sin embargo, que Empédocles, si era lógico con él mismo, debería igualmente negarse a comer vegetales, pues cree que un matorral ha acogido ya su alma. Dodds ve pues antes en el vegetarianismo una consecuencia del «antiguo horror de la sangre vertida». Como lo recuerda Aristófanes en Las ranas (v. 1032), Orfeo enseña a no verter la sangre.

La enseñanza de Pitágoras (siglo IV a. C.) es más difícil de delimitar. Los autores de la comedia media, como Alexis o Aristofonte, describen a los pitagóricos estrictamente vegetarianos, algunos subsisten incluso a pan y agua. Sin embargo otras tradiciones se contentan con prohibir la consumición de ciertos animales sagrados, como el gallo blanco, o sólo ciertas partes de animales.

Luego, el vegetarianismo y la idea de pureza quedan estrechamente asociados, y acompañados a menudo por una abstinencia sexual. En su Comer la carne, Plutarco (siglo I-siglo II) retoma la temática de la barbarie de la sangre vertida y, dando la vuelta al debate habitual, conmina al hombre carnívoro a justificar su elección. El neoplatónico Porfirio de Tiro (siglo III), en su De la abstinencia, une el vegetarianismo a los misterios cretenses y recuenta a los vegetarianos del pasado empezando por el semi-mítico Epiménides. Para él, es el héroe Triptólemo, a quien Deméter ha confiado el trigo para enseñar la agricultura a la humanidad, que está en el origen del vegetarianismo: sus tres mandatos son «honra a tus padres», «honra a los dioses por los frutos» y «salva a los animales» (IV, 22).

Las dietas de los atletas

Si hay que creer a Eliano (XI, 3) el primer atleta en ser sometido a un régimen alimenticio particular es Iccos de Tarento, un atleta del siglo V a. C. Platón confirma que seguía un régimen muy estricto.[26] La expresión «comida de locos» se convirtió en proverbial. A continuación, Ateneo llama xêrophagía (en griego ξηροφαγία) a un régimen a base de alimentos secos, que indica haber sido observado por los atletas de la época clásica.[27] Diógenes Laercio confirma la información: según él, un llamado Pitágoras, o el filósofo, o un maestro de gimnasia, fue el primero en prescribir a los atletas comer carne, quienes antes no se alimentaban más que con higos secos, queso y pan. La elección de las carnes se hace según un principio de similitud: se come de la cabra para brincar como una cabra, del buey para ser fuerte como un buey, etc.

Notas

  1. Epítome de Ateneo, 58b
  2. Dalby [1996], p. 65.
  3. Ateneo, 151b.
  4. Galeno, De las propiedades de los alimentos, 3, 15.
  5. Dalby [1996], p. 66.
  6. Ateneo, 325f.
  7. Hesíodo, Trabajos y días, v. 595.
  8. Píndaro, fr. 198 B4.
  9. Antífanes, fr. 179 Kock.
  10. Ateneo, II, 44.
  11. Plutarco Vida de Licurgo, IX, 7-8.
  12. Historia varia, XII, 31.
  13. Ateneo, I, 31d.
  14. Claudio Eliano, Historia varia, XIII, 6.
  15. Ateneo, I, 8c.
  16. Sobre la gastronomía persa vista por los griegos, cf. P. Briant, Histoire de l'Empire perse de Cyrus à Alexandre, Fayard, 1996, p. 297-306.
  17. Heródoto, I, 133
  18. Ateneo, XII, 539b.
  19. Estrabón, Geografía, XV, 3, 22.
  20. Ateneo, II, 67a.
  21. Vida de Licurgo, XII, 13.
  22. Estratagemas, IV, 3, 32.
  23. Polieno, Estratagemas, IX, 82.
  24. Platón, Gorgias, 518b.
  25. E.R.Dodds, «Les Chamans grecs», en Les Grecs et l'irrationnel, Flammarion, coll. «Champs», 1977 (1re édition 1959), p.158-159.
  26. Platón, Leyes, VIII, 839e-840a.
  27. Ateneo, XI, 205.

Véase también

Bibliografía

Obras generalistas

  • Marie-Claire Amouretti, Le Pain et l'huile dans la Grèce antique. De l'araire au moulin, Belles Lettres, Paris, 1989.
  • (en inglés) Andrew Dalby, Siren Feasts: A History of Food and Gastronomy in Greece, Routledge, 1996 (ISBN 0-415-15657-2).
  • Armand Delatte, Le Cycéon, breuvage rituel des mystères d'Éleusis, Belles Lettres, Paris, 1955.
  • Marcel Détienne et Jean-Louis Vernant, La Cuisine du sacrifice en pays grec, Gallimard, coll. « Bibliothèque des histoires », Paris, 1979.
  • Robert Flacelière, La Vie quotidienne en Grèce au temps de Périclès, Hachette, 1988 (1re éd. 1959) (ISBN 2-01-005966-2).
  • Léopold Migeotte, L'Économie des cités grecques, Ellipses, coll. « Antiquité: une histoire », 2002 (ISBN 2-7298-0849-3), p. 62-63.
  • García Soler, Ma.J., La alimentación en la antigua Cirene y las cuentas de los demiurgos, CFC(G) 8, 1998.
  • García Soler, Ma.J., El arte de comer en la antigua Grecia, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001..
  • García Soler, M.J., Algunos nombres de vinos en griego antiguo, Habis 30, 1999.

Artículos especializados

Enlaces externos


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