James Joyce

James Joyce
James Joyce
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Nombre completo James Augustine Aloysius Joyce
Nacimiento 2 de febrero de 1882
Dublín, Bandera de Irlanda Irlanda
Defunción 13 de enero de 1941, 58 años
Zúrich, Flag of Switzerland.svg Suiza
Ocupación Novelista, poeta
Nacionalidad Irlandés
Movimientos Modernismo anglosajón
Firma James Joyce signature.svg
Sitio web oficial

James Augustine Aloysius Joyce (Dublín, 2 de febrero de 1882Zúrich, 13 de enero de 1941) fue un escritor irlandés, reconocido mundialmente como uno de los más importantes e influyentes del siglo XX. Joyce es aclamado por su obra maestra, Ulises (1922), y por su controvertida novela posterior, Finnegans Wake (1939). Igualmente ha sido muy valorada la serie de historias breves titulada Dublineses (1914), así como su novela semi autobiográfica Retrato del artista adolescente (1916). Joyce es representante destacado de la corriente literaria denominada modernismo anglosajón, junto a autores como T. S. Eliot, Virginia Woolf, Ezra Pound o Wallace Stevens.

Aunque pasó la mayor parte de su vida adulta fuera de Irlanda, el universo literario de este autor se encuentra fuertemente enraizado en su nativa Dublín, la ciudad que provee a sus obras de los escenarios, ambientes, personajes y demás materia narrativa. Más en particular, su problemática relación primera con la iglesia católica de Irlanda se refleja muy bien a través de los conflictos interiores que asolan a su álter ego en la ficción, representado por el personaje de Stephen Dedalus. Así, Joyce es conocido por su atención minuciosa a un escenario muy delimitado y por su prolongado y autoimpuesto exilio, pero también por su enorme influencia en todo el mundo. Por ello, pese a su regionalismo, paradójicamente llegó a ser uno de los escritores más cosmopolitas de su tiempo.[1]

La Enciclopedia Británica destaca en el autor el sutil y veraz retrato de la naturaleza humana que logra imprimir en sus obras, junto con su maestría en el uso del lenguaje y su brillante desarrollo de nuevas formas literarias, motivo por el cual su figura ejerció una influencia decisiva en toda la novelística del siglo XX. Los personajes de Leopold Bloom y Molly Bloom, en particular, ostentan una riqueza y calidez humanas incomparables.[2]

El escritor argentino Jorge Luis Borges afirmó sobre el autor:

Es indiscutible que Joyce es uno de los primeros escritores de nuestro tiempo. Verbalmente, es quizá el primero. En el Ulises hay sentencias, hay párrafos, que no son inferiores a los más ilustres de Shakespeare o de Sir Thomas Browne.[3]

T.S. Eliot, en su ensayo "Ulysses, Order and Myth" (1923), observó sobre esta misma obra:

Considero que este libro es la expresión más importante que ha encontrado nuestra época; es un libro con el que todos estamos en deuda, y del que ninguno de nosotros puede escapar.[4]

Contenido

Biografía

Dublín (1882–1904)

Primeros años

En 1882, James Joyce nace en Brighton Square, en Rathgar, un barrio de clase media de Dublín, en el seno de una familia católica; sus padres se llamaban John y May. James fue el mayor de los diez hermanos supervivientes, seis mujeres y cuatro varones. Uno de los hermanos fallecidos habría sido mayor que él, puesto que nació y murió en 1881.[5] La madre quedó encinta en total quince veces, las mismas que la señora Dedalus, en Ulises.[6]

La familia de su padre, originaria de Fermoy, fue concesionaria de una explotación de sal y piedra caliza en Carrigeeny, cerca de Cork. Vendieron la explotación por quinientas libras, en 1842, aunque siguieron manteniendo una empresa como «fabricantes y vendedores de sal y caliza». Esta empresa quebró en 1852.

Joyce, como su padre, sostenía que su ascendencia familiar provenía del antiguo clan irlandés de los Galway. Para la crítica Francesca Romana Paci, el escritor rebelde e inconformista valoraba sin embargo «la respetabilidad basada en la tradición de una antigua casa»; sentía «apego por una cierta forma de aristocracia».[7]

Tanto su padre como su abuelo contrajeron matrimonio con mujeres de familias adineradas. En 1887 el padre de James, John Stanislaus Joyce, fue nombrado recaudador de impuestos de varios distritos por la Oficina de Recaudación del Ayuntamiento de Dublín. Esto permitió a la familia trasladarse a Bray, un pequeño pueblo de cierta categoría residencial, a diecinueve kilómetros de Dublín. En Bray vivían junto a una familia protestante, los Vance. Una hija de éstos, Eileen, fue el primer amor de James.[8] El escritor la evocó en el Retrato del artista adolescente, citándola por su propio nombre. Este personaje resurgirá en varias otras obras, incluso en Finnegans Wake.[9]

Joyce a los seis años (1888).

Un día en que estaba jugando con su hermano Stanislaus junto a un río, James fue atacado por un perro,[10] lo que le acarrearía una fobia de por vida hacia estos animales; también le causaban pavor las tormentas, debido a su profunda fe religiosa, que hacía que las considerase como un signo de la ira de Dios.[11] Un amigo le preguntó en cierta ocasión por qué estaba asustado, y James replicó: «A ti no te educaron en la Irlanda católica.» De estas pertinaces fobias quedaron cumplidas muestras en obras como Retrato del artista adolescente, Ulises y Finnegans Wake.[12]

Entre febrero y marzo de 1889, el Libro de Castigos del colegio de Conglowes recoge que el futuro escritor, contando siete años, recibió dos palmetazos por no llevar a clase cierto libro, seis más por tener las botas sucias y cuatro por proferir «palabras indecentes», algo a lo que Joyce fue siempre muy aficionado.[13]

En 1891, con nueve años, James escribe el poema titulado "Et tu, Healy", que trata de la muerte del político irlandés Charles Stewart Parnell. El padre quedó tan encantado que hizo imprimirlo, e incluso envió una copia a la Biblioteca Vaticana. En noviembre de ese mismo año, John Joyce ve su nombre registrado en la Stubbs Gazette, un boletín de impagos y quiebras, y es apartado de su trabajo.[14] Dos años más tarde es despedido, coincidiendo con una severa reorganización de la Oficina de Recaudación, que comprendía una importante reducción de personal. John Joyce, con antecedentes por gestión poco cuidadosa, sufrió especialmente la crisis, e incluso estuvo a punto de ser despedido sin una indemnización, algo que consiguió evitar su esposa. Este fue el inicio de la crisis económica de la familia, debida a la incapacidad del padre para gestionar sus finanzas, y también a su alcoholismo.[15] Esta tendencia, muy común en su familia, sería heredada por su hijo mayor, bastante manirroto en general; sólo en sus últimos años adquirió James el hábito del ahorro, especialmente debido a la grave enfermedad mental que aquejó a su hija Lucia, circunstancia que le acarreó grandes gastos.[16] En una ocasión, su hermano Stanislaus le reprochó: «Puede que haya personas que no estén tan preocupadas por el dinero como tú.» A lo que él replicó: «Oh, diantre, puede que las haya, pero me gustaría que uno de esos individuos me enseñara el truco en veinticinco lecciones.»[17]

Educación

El futuro escritor se educó en el selecto Clongowes Wood College, un internado de jesuitas, cerca de Sallins, en County Kildare. Según su biógrafo Herbert Gorman, al ingresar en este centro (1888), era «de constitución esbelta, muy nervioso, sensible como una niña y tenía la bendición o la maldición (esto depende del punto de vista) de un temperamento introspectivo».[18] James no tardó en distinguirse como alumno muy aventajado, en todo menos en matemáticas.[19] Destacaba incluso en materia deportiva, según declararía su hermano Stanislaus,[20] pero tuvo que abandonar la institución cuatro años más tarde debido a los problemas financieros de su padre. Se matriculó entonces en el colegio de la congregación de los Christian Brothers, ubicada en North Richmond Street, Dublín. Más tarde, en 1893, se le ofreció una plaza en el Belvedere College de la misma ciudad, regentado igualmente por jesuitas. La oferta se hizo, al menos en parte, con la esperanza de que el brillante estudiante ingresara en la orden. El joven, sin embargo, rechazó el catolicismo ya en edad temprana[21] [22] [23] [24] [25] (según Ellmann, a partir de los dieciséis años), aunque recibiera de él profundas influencias, reconocidas por él mismo, como la de la filosofía de Tomás de Aquino.

Según el traductor de Ulises, José María Valverde, Joyce declaró siempre deber a sus educadores jesuitas el entrenamiento en reunir un material, ordenarlo y presentarlo. Apostilla Valverde: «No sería arbitrario decir que la obra joyceana es la gran contribución —involuntaria, y aun como un tiro salido por la culata— de la Compañía de Jesús a la literatura universal.»[26] A partir de la época de Ulises, Joyce manifestará una postura fríamente neutral frente al hecho religioso, que únicamente le interesaba a efectos lingüísticos. Distinguía, eso sí, el «absurdo coherente» católico del «absurdo incoherente» protestante.[27] [28] [29]

Este punto, aparentemente indiscutible, no se halla exento de polémica. La biógrafa Francesca Paci recoge al respecto diversos pasajes significativos, como éste de Stephen Hero: «La lengua, la nacionalidad y la religión son agentes de maldad, de esclavitud, de renuncia y de frustración. Y la esclavitud desemboca en la parálisis.»[30] Menciona asimismo la rebelión del escritor «contra la autoridad de la iglesia católica»,[31] que lo condujo a «su definitiva ruptura con la iglesia católica».[32] Dice en otro lugar: «Después del abandono de la fe, Joyce comenzó a escribir».[33] Pero termina con un equívoco: «Joyce repudió a la iglesia católica, pero no la fe, que conservó y volvió a otros objetivos: la vida y el arte.»[34] Recogida en el Retrato del artista adolescente y también en Ulises, la conocida máxima luciferina, Non serviam (no serviré, no he de servir, se entiende, a Dios), entendida tradicionalmente como clara manifestación del rechazo hacia la iglesia católica por parte del personaje de Stephen Dedalus, álter ego de Joyce en dicha obra, ha suscitado igualmente alguna rebuscada interpretación,[35] lo mismo que la respuesta del escritor a la pregunta que se le formuló al final de su vida: «¿Cuándo abandonó usted la iglesia católica?» Su contestación fue: «La que debe decirlo es la iglesia.»[36] Se dice asimismo que el crítico Hugh Kenner y el poeta T. S. Eliot vieron entre líneas del trabajo de Joyce el «residuo de un auténtico católico»,[37] lo que no parece corroborado por una lectura atenta de la correspondencia y las obras principales del irlandés. Si no surge en éstas la crítica expresa y razonada del catolicismo, como en el Retrato, lo hace su esquema paródico, como en tantas páginas de Ulises. En general, la actitud del autor frente al fenómeno religioso, como se ha visto,[38] será ya siempre fría y profesional, no trasluciéndose, en las dos grandes novelas finales, otra cosa que resentimiento y sarcasmo anticlericales y antirreligiosos, a menudo desembocando en la blasfemia más descarnada.[39] En una carta a su futura esposa, Nora Barnacle, de agosto de 1904, no pudo ser más explícito:

Mi entendimiento rechaza todo el orden social actual y el cristianismo: el hogar, las virtudes reconocidas, las clases en la vida y las doctrinas religiosas. [...] Hace seis años dejé la iglesia católica, con el odio más ferviente. Me resultaba imposible permanecer en ella a causa de los impulsos de mi naturaleza. Hice la guerra en secreto contra ella, cuando era estudiante, y me negué a aceptar las posiciones que me ofrecía. Al hacerlo, me convertí en un mendigo pero conservé el orgullo. Ahora le hago la guerra a las claras con lo que escribo, digo y hago.[40] [41]

Si se recurre al testimonio de los familiares del escritor: «Su ruptura con el catolicismo se debía a otros motivos. Para Jim era imperativo salvaguardar su auténtica vida espiritual de la devastación de la existencia falsa que se le había impuesto. Pensaba que los poetas, de acuerdo con sus dones y personalidad, eran los verdaderos depositarios de la vida espiritual de su raza, y los sacerdotes no eran más que usurpadores. Detestaba la falsedad y creía en la libertad individual con una intensidad que no he conocido en ningún otro hombre», escribió su hermano Stanislaus en su libro de memorias My Brother's Keeper (1957).[42] «No podría hacerle a él tal cosa», repuso Nora Barnacle ante la sugerencia de celebrar una misa funeral por su esposo.[43]

Siguiendo con su educación, las lecturas de James en la época del Belvedere son abundantes y profundas: Dickens, Walter Scott, Jonathan Swift, Laurence Sterne, Oliver Goldsmith; también le impresionó vivamente el estilo del clérigo John Henry Newman. Entre los poetas, leía con fruición a Byron, Rimbaud y Yeats. Y dedicó asimismo mucha atención a George Meredith, William Blake y Thomas Hardy.[44]

Antigua ubicación del University College Dublin.

En 1898, se matriculó en el recientemente inaugurado University College de Dublín para estudiar lenguas: inglés, francés e italiano. Empezó a integrarse además en los círculos teatrales y literarios de la ciudad. Allí surge su interés por la gramática comparada, a la vez que continúa dedicándose a la lectura, tomando parte muy activa en las actividades literarias de la universidad. En 1900, como colaborador de la revista Fortnightly Review, publica su primer ensayo, "New Drama", sobre la obra del noruego Henrik Ibsen, uno de sus escritores predilectos.[45] El joven crítico recibió una carta de agradecimiento de parte del propio Ibsen. En este periodo, escribió algunos artículos más, además de dos obras teatrales, hoy perdidas. Muchas de las amistades que hizo en la universidad aparecerían retratadas posteriormente en sus obras. Fue miembro activo de la Literary and Historical Society, de Dublín. Presentó su trabajo titulado "Drama and Life" a dicha sociedad también en 1900. Con ocasión de la lectura pública de este ensayo se le exigió que suprimiera varios pasajes. Joyce amenazó al presidente de la sociedad con no leerlo, y al final consiguió hacerlo sin una sola omisión. Sus palabras fueron duramente criticadas por algunos asistentes, y Joyce les replicó pacientemente durante más de cuarenta minutos, por turno, sin consultar una nota, lo que consiguió suscitar grandes aplausos entre el público.[46] En esa época conoció a Lady Gregory, y en octubre de 1902, a W. B. Yeats, encuentro que sería trascendental para Joyce. Este poeta le escribió una carta en el mes de diciembre elogiando su poesía y aconsejándole que cambiase de aires. Donde el joven escritor debía estar era en Oxford.[47]

En 1903, tras su graduación, se instaló en París con el propósito de estudiar Medicina, pero la ruina de su familia (que se vio obligada a vender todos sus enseres e instalarse en una pensión) le hizo desistir de sus propósitos y buscar trabajo como periodista y profesor. Su situación financiera era tan precaria entonces como la de su familia, hasta el punto de que pasó verdadera hambre, lo que hacía llorar a su madre cada vez que llegaba carta de París.[48] James regresó a Dublín meses después para asistir a su madre, enferma terminal de cáncer.[49] La madre de Joyce, May (Mary Jane),[50] pasó sus últimas horas en coma, con toda la familia arrodillada y sollozando a su alrededor. Al ver que ni Stanislaus ni James estaban arrodillados, el abuelo materno les conminó a hacerlo, pero los dos rehusaron.[51] Según José María Valverde, Joyce siempre se acusó de esta dureza final.[52] [53] [54] La muerte de su madre lo sumió en un desasosiego que lo llevó a la búsqueda de amistades en los bajos fondos dublineses; gustaba de vagabundear con una gorra de yachtman y unos ajados zapatos de tenis.[55] Fueron días difíciles en los que probó algún oficio y trató de subsistir en parte gracias a los préstamos de los amigos, e incluso cantando, puesto que era un consumado tenor, llegando a lograr un premio en el festival irlandés de Feis Ceoil en 1904.[56]

Stephen el héroe

Artículo principal: Stephen el héroe

En enero de 1904, trató de publicar una obra en la que había estado trabajando, A Portrait of the Artist as a Young Man (Retrato del artista adolescente), una historia con elementos ensayísticos centrada en cuestiones de estética. La novela fue rechazada por la revista de librepensamiento Dana. Joyce entonces, con motivo de su vigésimo segundo cumpleaños, decidió revisar la obra y convertirla en una novela que tituló Stephen Hero (Stephen el héroe). Sin embargo, no publicaría nunca la novela con ese título. 1904 fue el mismo año en que conoció a Nora Barnacle, una joven de Galway que trabajaba como camarera de pisos en el hotel Finn's, de Dublín. Se dice que tuvieron su primera cita el 16 de junio de 1904, y por tal motivo ésta, según sus biógrafos, fue la fecha elegida para ambientar su obra capital, Ulises.[57]

Martello Tower, donde vivió Joyce con Gogarty.

Joyce permaneció en Dublín algún tiempo más, bebiendo en exceso. En el transcurso de una de sus borracheras, debido a un malentendido, se metió en una pelea con un hombre, en el parque St Stephen's Green; tras la pelea, James fue recogido y aseado por un conocido de su padre, Alfred H. Hunter, que lo condujo a su casa para que le curasen las heridas.[58] En Dublín se rumoreaba que Hunter era judío y que su mujer le era infiel. Esta persona pudo ser uno de los modelos utilizados por Joyce para uno de los personajes centrales de su novelística, Leopold Bloom, el protagonista de Ulises.[59] Del mismo modo, se inspiró en el estudiante de medicina y escritor Oliver St. John Gogarty para el personaje de Buck Mulligan en dicha obra. Tras permanecer durante seis días en la vivienda de estudiante de Gogarty, Martello Tower (Torre Martello), tuvo que abandonarla en plena noche tras una escena con Gogarty y otro compañero, en cuyo transcurso aquel disparó su pistola sobre unas cacerolas que colgaban sobre la cama de James.[60] Éste caminó toda la noche de vuelta a Dublín para poder descansar en su casa, y al día siguiente envió a un amigo a la torre por sus pertenencias. Poco después partió con Nora hacia el continente.

Trieste y Zúrich (1904–1920)

Pola y Trieste

Joyce y Nora iniciaron su autoimpuesto exilio desplazándose primero a Zúrich, donde se suponía que le esperaba un puesto como profesor de inglés en la Berlitz Language School, facilitado por un agente en Inglaterra. Resultó que el agente inglés había sido estafado, pero el director de la escuela lo reexpidió a Trieste, ciudad que fue parte del Imperio austrohúngaro hasta el 16 de julio de 1920, pasando a ser italiana por el tratado de San Germano. Aunque tampoco allí había ningún puesto libre para Joyce, con la ayuda de Almidano Artifoni, director de la escuela Berlitz de Trieste, finalmente consiguió unas clases en Pula (Pola, en italiano), ciudad entonces también austrohúngara, y hoy parte de Croacia.

Desde octubre de 1904 hasta marzo de 1905, permaneció en Pula dando clases sobre todo a oficiales de la armada austrohúngara estacionados en la base militar de dicha ciudad. En marzo de 1905 se descubrió un complot de espionaje en la ciudad y todos los extranjeros fueron expulsados. Con la ayuda de Artifoni, los Joyce regresaron a Trieste y James empezó a enseñar inglés allí. Permanecería en la ciudad durante la mayor parte de los diez años siguientes.[1] El idioma que se hablará en casa del escritor a partir de ese momento será el italiano. En esta lengua reprendería años después a su díscolo hijo Giorgio y se comunicaría siempre con su hija Lucia, mientras ésta se hundía en una demencia progresiva.[61]

En ese mismo año, Nora dio a luz al primero de sus hijos, el citado Giorgio.[62] James se puso entonces en contacto con su hermano, Stanislaus, tratando de atraerlo a Trieste para que se reuniera con él como profesor en la escuela. Las razones que adujo fueron reclamar su compañía y ofrecerle un futuro más prometedor que el que Stanislaus disfrutaba en Dublín, como simple empleado; lo cierto era que James necesitaba aumentar los ingresos en su familia con la contribución de su hermano.[63] Las relaciones entre los hermanos fueron tirantes en el tiempo que vivieron juntos en Trieste, principalmente debido a la frivolidad de James con el dinero y la bebida.[64]

La vida rutinaria en Trieste frustraba la pasión viajera del escritor, quien decidió trasladarse a Roma a finales de 1906. Marchó con la seguridad de contar con un puesto administrativo en un banco de la ciudad. Sin embargo, sintió enseguida gran aversión por ésta y terminó regresando a Trieste, a principios de 1907. Su hija Lucia nació en el verano de ese mismo año. También en 1907 apareció su primer libro, el volumen de poemas de amor Música de cámara (Chamber Music) y se le presentaron los primeros síntomas de iritis, una enfermedad de los ojos que con los años le dejaría casi ciego.

Continuó durante estos años escribiendo, principalmente relatos, e iniciándose en la línea experimental que sería característica de su obra posterior. También manifestó en esta época, por un lado, cierto rechazo por la búsqueda nacionalista de los orígenes de la identidad irlandesa, y por otro, su voluntad de preservar y fomentar la propia experiencia lingüística, que guiaría todo su trabajo literario: esto le condujo a reivindicar su lengua materna, el inglés, en detrimento de una lengua gaélica que estimaba readoptada y promovida artificialmente.

Estatua del autor en Trieste.

Joyce regresó a Dublín en el verano de 1909, llevando con él a su hijo Giorgio. Su propósito era visitar a su padre y publicar su libro de cuentos Dublineses. Sin embargo, a primeros de agosto, sufrió uno de los mayores disgustos de su vida, cuando a través de un complot organizado por sus amigos Saint-John Gogarty y Vincent Cosgrave, le fue sugerido que su compañera, Nora, le había sido infiel en el pasado. Incluso era posible que Giorgio no fuese hijo suyo.[65] Sólo los tenaces desmentidos de otro amigo, John Francis Byrne, de su hermano Stanislaus, y las cartas desesperadas de Nora lograron hacerle comprender que todo había sido un infame montaje.[66]

Una vez superada esa preocupación, visitó a la familia de Nora, en Galway. Ésta fue su primera visita a la familia de su mujer y, para su alivio, la acogida que se le dispensó fue muy satisfactoria. Incluso salió a pasear con Kathleen, la hermana de Nora, que le dio «lecciones sobre el mar», según ella misma contaría.[67] Estaba preparándose para volver a Trieste cuando decidió llevar consigo a una de sus hermanas, Eva, para que ayudase a Nora en las labores domésticas. Regresó a dicha ciudad, pero sólo por un mes. Volvió a Dublín representando a unos propietarios para tratar de instalar en esta ciudad un cine, el "Volta". Su gestión fue exitosa, aunque el escritor sólo se involucró en ella durante unos meses; sus socios no tardaron en vender el negocio, y Joyce finalmente no obtuvo beneficio alguno.[68] Tampoco cuajó su intento de importar tweed irlandés a Italia; finalmente el escritor volvió a Trieste, en enero de 1910, acompañado por otra de sus hermanas, Eileen. Mientras que Eva enseguida sintió nostalgia de su ciudad natal, y regresaría años más tarde, Eileen pasó el resto de su vida en el continente europeo, donde se casaría con un cajero de banco checo.

1912 fue un año de penurias para los Joyce. Para ayudar a la economía doméstica, el escritor pronunció varias conferencias a primeros de año en la Università Popolare y siguió publicando artículos en los periódicos.[69] En abril realizó unas pruebas para convertirse en profesor en Italia, a sueldo del Estado. Obtuvo 421 puntos sobre 450, resultando apto, pero la burocracia italiana finalmente lo impidió por su condición de extranjero.

Volvió fugazmente a Dublín con toda su familia, en el verano de 1912. Prosiguió la pugna sobre la publicación de Dublineses con el editor George Roberts. Mientras estaba en Irlanda, su hermano Stanislaus, que seguía en Trieste, le informó de que iban a desahuciarlos. Finalmente, Stanislaus buscó otro piso más pequeño, donde se trasladaron todos; allí viviría James con su mujer e hijos todo el tiempo que permaneció en Trieste. Las discusiones sobre Dublineses con su editor se centraban principalmente en el relato "An Encounter" ("Un encuentro"), en el que la trama insinúa que uno de los personajes es homosexual. Añadido a estos problemas, todo su entorno dublinés le negó su apoyo, pues le acusaba, entre otras cosas, de traicionar a su país a través de sus escritos.[70] El libro finalmente no se publicó (no lo haría hasta dos años más tarde) y aquel fue el último viaje de Joyce a Dublín, pese a las muchas invitaciones por parte de su padre y de su viejo amigo, el poeta William Butler Yeats. Ese fracaso fue motivo de que escribiera una venenosa sátira contra Roberts: "Gas from a Burner" ("Gases de un quemador", véase fragmento en la sección Ensayo), en la que habla de un «escritor irlandés exiliado» («an Irish writer in foreign parts»).[71]

Italo Svevo, gran amigo de Joyce durante su estancia en Italia.

En esa época trató al escritor Ettore Schmitz (más tarde conocido como Italo Svevo, de origen judío), quien fue alumno suyo de inglés y con el cual mantendría una larga amistad.[72] Entre 1911 y 1914 se enamoraría platónicamente de una de sus alumnas, Amalia Popper, hija de un negociante judío llamado Leopoldo. Esta joven le sugeriría multitud de escritos y poemas, a veces preñados de humor e ironía.

En 1913, el poeta Ezra Pound, al tanto de la precariedad de su economía, le escribe por recomendación de Yeats para ofrecerle colaborar en publicaciones como The Egoist y Poetry.

Al año siguiente, 1914, a punto de desatarse la Primera Guerra Mundial, consiguió por fin que un editor londinense al que conocía de tiempo atrás, Grant Richards, publicase Dublineses. La mayor parte de las críticas surgidas fueron buenas, aunque censuraban algunos cuentos por cínicos o sin sentido. Se vendieron pocos ejemplares, por lo que Joyce se quejó al editor, pero éste le contestó que desde que había empezado la guerra las ventas habían caído en picado.[73] En ese tiempo, el escritor siguió trabajando en el Retrato, terminó Exiliados y empezó Ulises, novela que tenía en la cabeza ya desde 1907.

Zúrich

En 1915, H. G. Wells se declaró profundo admirador de la obra de Joyce, que leía a partir de las entregas en The Egoist. Ese mismo año, Joyce y familia, ciudadanos británicos, hubieron de dejar el Trieste austro-húngaro por la guerra. Stanislaus, por su parte, fue encerrado en un campo de presos. Los Joyce se trasladaron a Zúrich, Suiza, país neutral, donde el escritor vivió años de gran creatividad. En esta época, su fama crecía día a día, pero sus ingresos seguían siendo exiguos; sobrevivió a base de dar clases, además de con la ayuda de Pound, Yeats, Wells y Harriet Shaw Weaver, editora de la revista The Egoist, quien se convirtió en su agente y le aportó ingresos suficientes para ir tirando en los años siguientes.

En diciembre de 1916 se publicaron la primera edición norteamericana de Dublineses y la primera mundial de Retrato del artista adolescente. Ambas se llevaron a cabo por los esfuerzos del editor neoyorquino B. W. Huebsch, complaciendo en ello a Joyce; éste, en octubre, había sufrido una especie de colapso nervioso o depresión, sin embargo había asegurado a Huebsch que 1916 era su año de la suerte.[74] El Retrato, basado en la inconclusa Stephen el héroe, es en parte un monólogo interior de sentido profundamente irónico, en el que Joyce demuestra su maestría en el retrato psicológico. La publicación en Estados Unidos le dio a conocer a un público mucho más amplio. Al año siguiente, 1917, se le agudizaron al autor los problemas en la vista que ya se le habían declarado en Trieste: padecía glaucoma y sinequia.[75] Su fama se había agigantado hasta el punto de que llegó a recibir donaciones regulares de dinero en metálico por parte de una admiradora anónima; según Ellmann, «hasta que pudiera encontrar una situación estable». También en 1917, durante un viaje de salud a Locarno, se enamoró de una médica alemana de veintiséis años, Gertrude Kaempffer, a la que hizo francas proposiciones sexuales que ella, aunque lo admiraba intelectualmente, rechazó. En Ulises, llamó Gerty (diminutivo de Gertrude) a la joven con la que Leopold Bloom se excita en el episodio Nausicaa.

De regreso en Zúrich, recibe la noticia de que un nuevo benefactor anónimo le ingresará mensualmente la cantidad de mil francos. Esto permitió al escritor dejar de dar algunas lecciones en su casa. Más tarde se enteró de que su última benefactora era la esposa de un millonario.[76] En 1918 se inició una época buena para Joyce; fundó en Zúrich la compañía teatral "The English Players" con un actor inglés llamado Claud Sykes; representaron preferentemente dramas irlandeses.[77] Por otra parte, menudearon las fiestas con sus amigos suizos, August Suter y Frank Budgen. Su mujer, Nora, sin embargo, se manifestaba indignada por el alcoholismo de su marido y solía reprochárselo a aquéllos, porque impedían al escritor centrarse en su "libro" (el Ulises), de cuya naturaleza ella en el fondo no tenía ni idea. Según Ellmann, «Joyce se sorprendía siempre al comprobar la indiferencia, e incluso aversión, de Nora por sus libros».[78] Joyce comentó una vez a Budgen:

En la gente que se me acerca, en la que me conoce y la que llega a tener amistad conmigo, suelo tener un tipo u otro de influencia. En cambio, la personalidad de Nora es tan especial que no logro que la mía pueda afectarla, está hecha completamente a prueba de la mía.[79]

Los dos esposos en general se llevaban bien. Nora tendía a moderar las flaquezas de su marido, y en la educación de Lucia y Giorgio, era más severa que él, pues incluso les aplicaba el castigo físico. El escritor en cambio aseguraba que a los niños «hay que educarlos con amor, no con castigos».

Joyce demostró en varias ocasiones su neutralidad en relación con la guerra, y llegó a escribir un poema satírico ("Dooleysprudencia")[80] contra las autoridades consulares británicas en Suiza, con las que tuvo varios encontronazos.[81]

El drama Exiles se publicó en mayo de 1918, simultáneamente en Inglaterra y Estados Unidos. En ese tiempo Ulises estaba siendo publicado por entregas en la revista Little Review; el poeta T. S. Eliot, que las seguía puntualmente, escribió admirado, en la revista Athenaeum (1919):

La ordinariez y el egoísmo quedan justificados al ser explotados hasta alcanzar verdadera grandeza en la última obra de Mr. James Joyce.[82]

Virginia Woolf y su marido Leonard estimaban mucho lo que iba apareciendo, pese a que su procacidad los escandalizaba.[83] Katherine Mansfield, en casa de éstos, después de ridiculizarlo, afirmó muy seria que algunas de sus escenas pertenecían a la gran literatura.[84] Por ese tiempo, Nora le dijo llorando a Frank Budgen: «Jim quiere que vaya con otros hombres para poder escribir al respecto».[85] El matrimonio, sin embargo, debía bromear sobre el asunto, según se desprende de su correspondencia,[86] en algunos casos de muy subido tono sexual, y hasta pornográfico. He aquí un pasaje ligero:

¡Me gustaría que me flagelaras, Nora, amor mío! Me encantaría haber hecho algo que te desagradara, algo insignificante incluso, tal vez una de mis costumbres bastante indecentes que te hacen reír: y después oír que me llamas a tu habitación y encontrarte sentada en un sillón con tus gruesos muslos separados y la cara roja como un tomate de ira y un bastón en la mano.
Carta, se cree, de 13/12/1909[87]

En 1918 Joyce se enamoró de una muchacha suiza que ya tenía un amante, y cuyo nombre era Marthe Fleischmann; se escribieron con asiduidad, pero al parecer ella sólo le dejó acariciarla en una ocasión. Esta mujer también aparece reflejada en varios personajes femeninos de Ulises. Al reprocharle un amigo estas infidelidades, el escritor respondió: «Si me permitiera alguna limitación en este asunto, para mí sería la muerte espiritual.»[88] Joyce no dejaba de excederse con el alcohol, pero ahora lo hacía a escondidas de su mujer. Tuvo que dejar de beber absenta, que hacía sus delicias, y le dio por el vino blanco que, en palabras suyas, para él era "electricidad".[89] Por esa época, tenía que replicar una y otra vez a los amigos que iban leyendo Ulises capítulo a capítulo (amigos como Miss Weaver, Ezra Pound...), por sus críticas a los cambios de estilo que iba introduciendo de uno a otro, cambios que la posteridad ha declarado una de las virtudes más llamativas del texto.

Stanislaus fue finalmente liberado del campo de presos en que había pasado toda la guerra. Los Joyce regresaron a Trieste, y aquél se negó a compartir la vivienda con ellos; además estaba molesto con su hermano por varias cosas, entre ellas porque James no le había dedicado Dublineses según había prometido.

París y Zúrich (1920–1941)

París y el Ulises

A mediados de 1920, fue atraído a París por Ezra Pound, que le tentó con la posibilidad de que se tradujesen al francés el Retrato y Dublineses. Joyce iba para una semana, pero al final se quedó veinte años.

1921 fue un año de intenso trabajo para rematar Ulises. Durante el mismo, mantuvo una estrecha relación con el escritor norteamericano Robert McAlmon, quien le prestó dinero y le sirvió accidentalmente de mecanógrafo para el último capítulo de Ulises: "Penélope". En ese año tuvo también mucho contacto con Valery Larbaud y con Wyndham Lewis, y conoció a Ernest Hemingway, que llegó a París recomendado por Sherwood Anderson.[90]

Joyce tuvo su único encuentro con Marcel Proust en mayo de 1922, ya publicado Ulises. Al salir de una cena en París, a la que también estaban invitados Picasso y Stravinsky, ambos escritores tomaron el mismo taxi de regreso, junto a otras personas. Según el biógrafo de Proust, George D. Painter, se habló «de trufas y duquesas», y Joyce, que iba algo bebido, se quejaba de su vista, mientras Proust lo hacía del estómago. Alguien preguntó a Proust si conocía la obra de Joyce, y el francés aseguró no conocerla, a lo que repuso Joyce que tampoco conocía la de Proust. Joyce quiso fumar y abrió una ventanilla del taxi, que fue cerrada de inmediato, en atención a la mala salud de Proust. El vehículo dejó a cada cual en su casa, y eso fue todo. Joyce aludió a Proust y a su obra en Finnegans Wake.[91] Según el biógrafo de Joyce, Richard Ellmann, el episodio sucedió más o menos de esa forma; aclara que Joyce no recordaba del mismo más que las continuas negativas (noes) de una y otra parte. Joyce, en un cuaderno de notas, escribiría sobre Proust: «Proust, bodegón analítico. El lector termina la frase antes que él.» El gran escritor francés murió el 18 de noviembre de 1922, y Joyce acudió al funeral.[92]

La publicación de Ulises (Ulysses, en inglés), considerada su obra maestra,[93] representó su consagración literaria definitiva. La obra fue publicada por la estadounidense afincada en París Sylvia Beach, propietaria de la famosa librería Shakespeare & Co. Se trata de una novela experimental, cada uno de cuyos episodios o aventuras, en palabras del propio Joyce, pretendía no sólo condicionar, sino también generar su propia técnica literaria.[94] Junto al flujo de conciencia o monólogo interior (técnica que había usado ya en su novela anterior) se encuentran capítulos escritos al modo periodístico, teatral, de ensayo científico, etc.

Joyce en París, 1924. Retrato de Patrick Tuohy.

Ulises es una novela llena de simbología, en la que el autor experimenta además continuamente con el lenguaje. Sus ataques a las instituciones, principalmente la Iglesia católica y el Estado, son continuos, y muchos de sus pasajes fueron juzgados intolerablemente obscenos por sus contemporáneos. Inversión irónica de la Odisea de Homero, la novela explora con meticulosidad las veinticuatro horas del 16 de junio de 1904, en la vida de tres dublineses de la clase media baja: el judío Leopold Bloom, que vaga por las calles de Dublín para evitar volver a casa, en la que sabe que su mujer, Molly (segundo personaje), le está siendo infiel; y el joven poeta, Stephen Dedalus, que presenta un perfil ya más maduro que el del protagonista de su obra anterior, Retrato del artista adolescente. El Ulises es a grandes rasgos un retrato psicológico de nuestro tiempo, y desde su publicación, numerosos críticos han tratado de rastrear en él las conexiones con la literatura inmediatamente anterior (Zola, Mallarmé), y con la clásica (Homero, Shakespeare), en un intento de interpretar sus múltiples facetas.

En este tiempo, Joyce viajó con frecuencia a Suiza para operarse los ojos y también para tratar a su hija Lucia, quien padecía una enfermedad mental, la esquizofrenia, según aparece registrado en el testamento del escritor a efectos de herencia. Lucia llegó a ser analizada en esa época por Carl Jung; éste, después de leer Ulises, pensó que el padre también sufría de esquizofrenia.[95] Jung afirmó que ambos, padre e hija, se deslizaban al fondo de un río, sólo que él sabía bucear y ella se hundía irremediablemente.[96] [97] Jung comentó en una oportunidad al padre los rasgos esquizofrénicos presentes en una de las cartas de Lucia; Joyce se apresuró a rebatir una a una todas sus afirmaciones, con argumentos que muy bien podrían haber sido sacados de Finnegans Wake. En efecto, para el escritor, las contradicciones y distorsiones de Lucia no eran más que reflejo del método que él mismo estaba empleando en su libro. Joyce manifestó a menudo que Lucia había heredado su genialidad: sus males eran debidos a su especial clarividencia.[98]

En cualquier caso, se desconocen los detalles particulares de la relación que mantenía Joyce con su hija esquizofrénica. Stephen Joyce, heredero actual del escritor, quemó los miles de cartas intercambiadas entre padre e hija, cartas que habían sido recibidas por él en 1982, a la muerte de Lucia.[99] Stephen Joyce afirmó en una carta al editor del New York Times: «En cuanto a la destrucción de la correspondencia, se trataba de cartas personales dirigidas por Lucia a su familia. Fueron escritas muchos años después de morir Nonno y Nonna [es decir, Joyce y Nora Barnacle] y no hacían referencia a ellos. También fueron destruidas algunas tarjetas postales y un telegrama de Samuel Beckett dirigido a Lucia. Esto se hizo a requerimiento por escrito del propio Beckett.»[100]

Samuel Beckett en 1970.

En París, Maria y Eugene Jolas ayudaron mucho a Joyce en sus largos años de escritura de Finnegans Wake. De no haber sido por su apoyo inquebrantable (junto con el constante soporte financiero proporcionado por Harriet Shaw Weaver), es posible que el escritor no hubiese terminado o publicado su último libro. En su ahora legendaria revista literaria Transition, los Jolas publicaron periódicamente varias secciones de la novela, bajo el título de Work in Progress.

Una breve estancia en Inglaterra, en 1922, le había sugerido el tema de esta nueva obra, que sería la última. No alcanzaría su forma definitiva hasta 1939, fecha de su publicación, con el título de Finnegans Wake. Unos años antes, en 1931, atendiendo a los ruegos de su hija y de su padre, Joyce contrajo matrimonio con su compañera, Nora Barnacle, con la que convivía desde hacía casi treinta años.

Finnegans Wake no fue bien acogida por la crítica, aunque grandes estudiosos, de la talla de Harold Bloom, la han defendido a capa y espada. En esta novela, la tradicional aspiración literaria al estilo propio es llevada al extremo y, con ello, casi hasta el absurdo, pues, partiendo del vanguardismo característico de Ulises, el lenguaje deriva experimentalmente, y sin ninguna restricción, desde el inglés llano hacia un idioma apenas inteligible, muchas veces sólo referente al propio texto y autor. Para su composición, Joyce amalgamó elementos de hasta sesenta lenguas diferentes, vocablos insólitos y formas sintácticas completamente nuevas. Puede dar una idea de su dificultad el hecho de que, pese a su importancia, hasta hoy (2008), la novela no se encuentra vertida en su totalidad al castellano.

Última estancia en Zúrich

La dureza de los comentarios sobre Finnegans Wake[101] y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial supusieron un mazazo para el escritor. Por otra parte, continuaban los problemas con la salud mental de su hija Lucia, y aun de su nuera, Helen, que ya había dado signos de desequilibrio y hubo igualmente de ser ingresada, todo lo cual había reducido a los Joyce a un estado continuo de zozobra y angustia. En París, Joyce no veía ya más que a Beckett. Finalmente, «Joyce estaba triste e intratable; bebía demasiado y no hablaba con nadie, ni con Nora».[102] Los Joyce regresaron a Zúrich a finales de 1940, huyendo de la ocupación nazi de Francia. Ante la guerra, el escritor demostró un desinterés, según Paci, «incomprensible»; se preocupaba más de los libros que había dejado en París que del avance de la ofensiva alemana. Si le hablaban de Hitler o Mussolini manifestaba una total indiferencia; cuando le mencionaban la persecución de los judíos, comentaba que se trataba de un prejuicio de muchos siglos y que a él personalmente éstos le agradaban.[103]

Tumba de James Joyce, en Zúrich.

El 11 de enero de 1941 se sometió a una operación de úlcera de duodeno perforada. Si bien mejoró en los primeros momentos, al día siguiente recayó y, a pesar de varias transfusiones, entró en coma. Se despertó a las dos de la madrugada del 13 de enero de 1941, y pidió a una enfermera que llamara a su esposa e hijo, antes de perder la consciencia de nuevo. Murió quince minutos más tarde, antes de que llegase su familia.

Joyce está enterrado en el cementerio Fluntern; desde su tumba se oyen los rugidos de los leones del zoo de Zúrich. Aunque dos altos diplomáticos irlandeses se encontraban en Suiza en ese momento, no asistieron a los funerales de Joyce; el gobierno irlandés negó a Nora posteriormente la autorización para repatriar los restos mortales del escritor. Nora le sobrevivió diez años. Se halla enterrada a su lado, al igual que su hijo Giorgio, muerto en 1976. Su biógrafo Ellmann informa de que, cuando los arreglos para el entierro de Joyce se estaban realizando, un sacerdote católico trató de convencer a Nora de celebrar una misa funeral. Siempre fiel al criterio de su esposo, ella respondió: «No podría hacerle a él tal cosa.»[104] El tenor suizo Max Meili cantó Addio terra, addio cielo, del Orfeo de Monteverdi, en el servicio funerario.

Obra

Dublineses

Artículo principal: Dublineses

Joyce en 1915.

Dublineses es el único libro de cuentos de Joyce, empezado en 1904 en Dublín, y terminado en Trieste en 1914. El libro comprendía en principio doce cuentos, a los que posteriormente se añadieron otros tres.[105] Los cuentos, escritos en un estilo fuertemente realista, tratan de reflejar el anquilosamiento y el inmovilismo a que había llegado la sociedad de Dublín a principios del siglo XX. Son «historias de parálisis»,[106] [107] reflejos de la experiencia negativa recibida por el escritor en su juventud de la ciudad que le vio nacer, por lo que, como toda su obra, exhiben un fuerte contenido autobiográfico.[106] Algunos cuentos se refieren a la infancia, y otros a la edad adulta, pero en todos ellos se aprecia el afán casi obsesivo de su autor por ser fiel a la verdad que había visto y oído, verdad que él jamás altera o deforma.[108] Según su más importante biógrafo, Richard Ellmann, el escritor «deseaba que sus contemporáneos, en particular los irlandeses, se echasen un buen vistazo en su bruñido espejo -como él decía-, pero no para aniquilarlos. Tenían que conocerse a sí mismos para ser más libres y estar más vivos».[109]

Esta obsesión por ser fiel a los detalles más nimios será una de las causas que dificultará la publicación de Dublineses. El manuscrito ya obraba en poder de un editor a principios de 1906, sin embargo, como se ha visto, no fue publicado hasta 1914, aunque no sin el apoyo incondicional de amigos como Ezra Pound y W. B. Yeats. Las objeciones que se hacían al escritor eran principalmente de índole moral y en último término las llevaban a cabo los propios linotipistas, los cuales se negaban a imprimir nada que pudiera comprometerlos. El crítico Fernando Galván, en este sentido, recuerda que «aunque hoy nos parezca absurdo, las leyes de la época hacían responsable al linotipista de todo lo que se imprimiera, por lo que estos operarios ejercían de hecho una censura sobre expresiones y contenidos que estimaran ofensivos y susceptibles, por consiguiente, de ser perseguidos por la justicia».[110] De Riquer y Valverde valoran en especial la «pureza expresiva» de estos relatos y apuntan que las dificultades para su publicación podían provenir incluso de un veto lanzado por la realeza británica, debido a ciertas alusiones en el libro.[111]

Puente de James Joyce, en Dublín, ciudad que inspiró toda la narrativa del autor.

Los relatos contienen en diversos lugares lo que Joyce llamó "epifanías", revelaciones o iluminaciones repentinas de verdades profundas que transforman súbitamente el alma o la conciencia de los personajes. Estas epifanías, que aparecen ya en obras anteriores como Stephen el héroe y Retrato del artista adolescente, provienen del lenguaje religioso, donde aluden a la manifestación de lo divino. Según Jeri Johnson, se trata de un «término hoy común en el lenguaje crítico, pero fue originalmente Joyce quien lo tomó prestado [...] de la liturgia católica, aplicándolo a los fines del arte».[112]

Al publicarse el libro, la recepción no fue entusiasta. Aunque algunos críticos lo elogiaron, en general se censuró al autor el haber puesto tanto énfasis en aspectos triviales y desagradables de la vida cotidiana. Se le comparó negativamente con el también irlandés George Moore y se achacó a los relatos carecer de argumento y un estilo plano y monótono.[113] Ezra Pound, sin embargo, en la revista The Egoist, comparaba el estilo de Joyce con el de la mejor prosa francesa, alabando, además, su «condensación estilística».[114]

El niño gritó: ¡Ay, papá!, y dio vueltas a la mesa, corriendo y gimoteando. Pero el hombre le cayó detrás y lo agarró por la ropa. El niño miró a todas partes desesperado, pero, al ver que no había escape, cayó de rodillas.

—¡Vamos a ver si vas a dejar apagar la candela otra vez! —dijo el hombre, golpeándolo salvajemente con el bastón—. ¡Vaya, coge, maldito!

El niño soltó un alarido de dolor al sajarle el palo un muslo. Juntó las manos en el aire y su voz tembló de terror.

—¡Ay, papá! —gritaba—. ¡No me pegues, papaíto! Que voy a rezar un padrenuestro por ti... Voy a rezar un avemaría por ti, papacito, si no me pegas... Voy a rezar un padrenuestro.[115]

Dublineses no ha recibido mucha atención en español, pese a sus diversas traducciones, la más conocida quizá, la de Guillermo Cabrera Infante. Ya bastante tarde, Mario Vargas Llosa (1987) resaltó el naturalismo algo arcaico de la colección, aunque para él no se trata en modo alguno de una obra menor. La obsesión con la fidelidad, sigue el escritor peruano, es de filiación flaubertiana. Destaca como su gran mérito la «objetividad» del texto, pero alejada de Zola. Esta objetividad era resultado, por un lado, del absoluto dominio de la técnica narrativa por parte del autor y, por otro, de una finísima percepción estética que lo alejaba de toda pulsión moralizante o sensiblera. De este modo, según Vargas Llosa, Joyce lograba la proeza de dignificar estéticamente la mediocridad de la clase media dublinesa.[116] Para José María Valverde, hoy es difícil de imaginar que relatos tan transparentes y austeros pudieran escandalizar a nadie; las críticas vendrían precisamente por la pureza elemental del estilo, objetivo, directo e impersonal, «que da así una energía sin límites a lo que fotografía».[117] Añade Valverde: «Ningún pesado novelista naturalista habría podido en un millar o dos de páginas darnos tan nítidamente el Dublín de esa época, y el perenne drama minúsculo de las vidas corrientes en incidentes aburridos, pero reveladores.»[118]

Jeri Johnson destaca en la obra una gran influencia del dramaturgo Henrik Ibsen,[119] así como la «madura inteligencia estética» del escritor de veinticinco años autor del prodigioso relato que cierra la colección, "Los muertos".[120] Este cuento es definido por la Enciclopedia Británica como uno de los mejores que se han escrito.[121]

Retrato del artista adolescente

Artículo principal: Retrato del artista adolescente

Portada de la revista The Egoist.

El Retrato es una novela semiautobiográfica[122] publicada inicialmente en formato de serial por la revista The Egoist, entre 1914 y 1915, y como libro en el año 1916, aunque fue empezada como tal en 1907.[123] Para José María Valverde, con esta obra alcanza Joyce su estatura total como escritor.[124] Es la historia de un muchacho llamado Stephen Dedalus, que representa el álter ego de Joyce, por lo que en ella aparecen muchos episodios basados en la vida real del escritor. El apellido del personaje hace clara referencia a Dédalo, el arquitecto y artesano de la mitología griega constructor del famoso laberinto de Creta -donde estaba preso el Minotauro-; por este motivo, 'dédalo', en castellano, es también «laberinto». El Retrato había conocido una versión anterior, datada en 1905, que no llegó a ver la luz: Stephen el héroe. Según cuentan sus biógrafos, esta última novela fue escrita en tiempos de profundo desaliento para Joyce, y su abandono pudo ser producido por una pelea con su mujer, Nora, en Trieste, en el transcurso de la cual Joyce arrojó el manuscrito al fuego de una estufa, aunque afortunadamente fue rescatado por una hermana del escritor.[125] La versión de Sylvia Beach, editora de Ulises, es que Joyce arrojó el manuscrito al fuego después de que el editor que hacía el número veinte de todos a los que lo había enviado se lo devolvió y que Nora, a riesgo de quemarse las manos, lo sacó del fuego.[123] En cualquier caso, el manuscrito daría lugar, años después, al Retrato, cuya publicación fue posible por el apoyo decisivo, como en el caso de Dublineses, de Ezra Pound.[126]

El narrador es el propio Stephen, que va contando su vida a lo largo de cinco episodios. La obra está desarrollada en principio en forma de stream of consciousness ('corriente de conciencia' o monólogo interior). A través de esta técnica, novedosa en su época, el narrador aparentemente expone sus pensamientos tal cual le vienen, muchas veces al azar. En el Retrato, posteriormente se recurre a la clásica tercera persona narrativa. En términos generales, se reflejan en la novela las luchas de un joven sensible en contra de las convenciones de la sociedad burguesa de su tiempo, en especial las católicas e irlandesas.

Muy característico de la obra, y del hacer de Joyce, es la evolución estilística que exhibe el Retrato, progresión que el autor hace coincidir con las sucesivas etapas en la vida del protagonista. Así, pasa de reflejar los balbuceos de un bebé, en las primeras páginas, a los depurados períodos que cierran la novela, en los cuales se narra la peripecia interior de un universitario. Esta mezcla de estilos alcanzará su máxima expresión en Ulises (1922), obra maestra del autor, en la cual repite protagonismo Stephen Dedalus.

Esta novela tuvo gran repercusión. Los novedosos recursos exhibidos en sus primeros capítulos inspiraron a William Faulkner la técnica que utilizó en su admirable descripción de la mente del idiota protagonista de El ruido y la furia.[127]

El Retrato cuenta con una excelente traducción al castellano de 1926, a cargo de Dámaso Alonso, quien firmó la misma 'Alfonso Donado'.[128]

Cerró los ojos, adormilado. Le temblaban los párpados como si sintieran el gran movimiento cíclico de la tierra y de sus satélites, como si sintieran la luz extraña de un mundo nuevo. Su alma se iba hundiendo en aquel mundo desconocido, fantástico, vago como las profundidades marinas, surcado por formas y seres de niebla. ¿Era un mundo, una luz vaga o una flor? Brillo y temblor, temblor y flujo, luz en aurora, flor que se abre, manaba continuamente de sí mismo en una sucesión indefinida, hasta la plenitud neta del rojo, hasta el desvanecimiento de un rosa pálido, hoja a hoja, y onda de luz a onda de luz, para inundar el cielo todo de sus dulces tornasoles, a cada matiz más densos, a cada oleada más oscuros.[129]

Ulises

Artículo principal: Ulises (novela)

El escritor y traductor de la obra al español, José María Valverde, cuenta que, una noche de junio de 1904, poco tiempo después de conocer a Nora, paseaba el joven Joyce por la calle cuando se le ocurrió piropear a una muchacha con la que se encontró, sin darse cuenta de que venía acompañada por un militar. Recibió un golpe y se desplomó, siendo atendido por un judío de la ciudad, famoso por las infidelidades de su mujer. Años después, siendo empleado bancario en Roma, pensó en utilizar este episodio como cuento para Dublineses, pero fue en realidad el germen de la novela.[130]

Según el crítico español Francisco García Tortosa, Ulises es una de las novelas más influyentes, discutidas y renombradas del siglo XX; unos tienen referencias de ella porque siempre ha estado rodeada de escándalo, otros por su poderoso carácter vanguardista, por su creatividad verbal, la mayor después de Shakespeare, por haber sido la descubridora de las interioridades del hombre moderno. [...] También ha recibido comentarios de muy distinto signo, por lo que la crítica, casi cien años después de su publicación, sigue sin ponerse acuerdo sobre su significado.[131]

Primera edición de Ulysses.

José María Valverde, hace referencia al enorme poderío verbal de Joyce y a la gran dificultad de la lectura de Ulises. Su autor, gran poeta, disfrutaba de una poderosa memoria verbal e incorporó a la obra innumerables asociaciones lingüísticas, citas literarias, trozos de óperas, canciones, vocablos extranjeros, chistes y juegos de palabras, términos teológicos y científicos...,[132] a todo lo cual hay que añadir que cada capítulo o fragmento de la novela está escrito en un estilo distinto: monólogo interior, imitación de inglés arcaico, del lenguaje periodístico, teatral, hasta del esquema de preguntas y respuestas del catecismo. Para Nabokov, este constante desplazamiento del punto de vista aporta a la obra «un conocimiento más variado, un vislumbre más fresco y vivo de este o aquel aspecto».[133]

Mr Bloom entered and sat in the vacant place. He pulled the door to after him and slammed it tight till it shut tight. He passed an arm through the armstrap and looked seriously from the open carriage window at the lowered blinds of the avenue. One dragged aside: an old woman peeping. Nose whiteflattened against the pane. Thanking her stars she was passing over. Extraordinary the interest they take in a corpse. Glad to see us go we give them such trouble coming. Job seems to suit them. Huggermugger in corners. Slop about in slipper-slappers for fear he'd wake. Then getting ir ready. Laying it out. Molly and Mrs Fleming making the bed. Pull it more to your side. Our winding-sheet. Never know who will touch you dead. Wash and shampoo. I believe they clip the nails and the hair. Keep a bit in an envelope. Grow all the same after. Unclean job.[134]
El señor Bloom entró y se sentó en el sitio vacío. Tiró de la portezuela tras de sí y dando con ella un portazo la cerró bien apretada. Pasó un brazo por la correa de apoyo y se puso a mirar con seriedad por la ventanilla abierta del coche hacia las persianas bajadas de la avenida. Alguien se echó a un lado: una vieja atisbando. Nariz blanca de aplastarse contra el cristal. Dando gracias a su destino porque la habían pasado por alto. Extraordinario el interés que se toman por un cadáver. Contentas de vernos marchar les damos tanta molestia llegando. La tarea parece irles bien. Cuchicheos por los rincones. Chancletean por ahí en pantuflas de felpa por miedo a que despierte. Luego dejándolo listo. Adecentándolo. Molly y la señora Fleming haciendo la cama. Tire más de su lado. Nuestra mortaja. Nunca sabes quién te va a tocar muerto. Lavado y champú. Creo que cortan las uñas y el pelo. Guardan un poco en un sobre. De todas maneras crece después. Trabajo nada limpio.[135]

La obra, que había ido saliendo por entregas periódicas, fue publicada en París, en 1922, exactamente el día 2 de febrero, fecha del cuadragésimo cumpleaños de Joyce. Su editora fue una osada librera estadounidense afincada en París, Sylvia Beach. La publicación hubo de superar grandes dificultades, al haber recibido todo tipo de acusaciones de inmoralidad por su «franqueza» (ya se ha visto lo sucedido con Dublineses). Debido a estos problemas, el libro no salió a la luz en Inglaterra hasta muchos años más tarde, en 1936.[136]

Ulises es una novela gigantesca, de proporciones parecidas a las de las más importantes del siglo XIX, como Crimen y castigo o Ana Karenina. No en vano, el escritor Samuel Beckett, que más tarde se convertiría en asistente de Joyce, muy apropiadamente la llamó «oeuvre héroïque» (obra heroica).[137] Contiene alrededor de 267.000 palabras, y un vocabulario de más de 30.000. Las dos ediciones en castellano manejadas constan de 900 páginas. Las ediciones en inglés oscilan entre las 700 y 750. Todas ellas están divididas en 18 capítulos para facilitar la lectura y comprensión de la obra, ya que el autor no estableció estas divisiones, sólo agrupó los episodios en tres partes o secuencias: 1ª: 1-3. 2ª: 4-15 y 3ª: 16-18.[138] Los capítulos o episodios son: 1. Telémaco. 2. Néstor. 3. Proteo. 4. Calipso. 5. Lotófagos. 6. Hades. 7. Eolo. 8. Los lestrigones. 9. Escila y Caribdis. 10. Las rocas errantes. 11. Las sirenas. 12. El cíclope. 13. Nausicaa. 14. Los bueyes del sol. 15. Circe. 16. Eumeo. 17. Ítaca y 18. Penélope.[139]

Según el estudioso joyceano Harry Levin, las claves para la comprensión de Ulises son su simbolismo épico basado en La Odisea, y también su atmósfera naturalista, fiel reflejo de la ciudad de Dublín.[140] Así, la novela está basada metafóricamente en el esquema episódico que sigue La Odisea de Homero. De hecho, Joyce recomendaba a sus amigos que releyeran la epopeya griega antes de abordar Ulises.[141] El crítico Harold Bloom hace igualmente a la obra tributaria del Hamlet shakespeariano, especialmente por lo que se refiere al personaje de Stephen Dedalus.[142] De Riquer y Valverde, por su parte, opinan que «Ulises es la más cruel broma que se ha gastado al Romanticismo, el punto donde los ideales literarios del siglo XIX se horrorizan al verse en tan radical espejo».[143] Y aunque la obra esté plagada de indecencias, «no es exacto decir que sea un libro inmoral: es igual que un análisis médico, donde no se omite nada por repugnante que sea».[144] Sobre este aspecto, en su ensayo "Inside the Whale" ("Dentro de la ballena"), hizo notar George Orwell : «Lo verdaderamente notable de Ulises [...] es lo corriente de su material. [...] Ahí vemos todo un mundo de materia que uno creía incomunicable por naturaleza, y alguien se las ha arreglado para comunicarla.»[145]

En el plano narrativo, se centra en las trayectorias de sus tres personajes principales (entre otros varios cientos) a lo largo de la ciudad de Dublín: el judío cuarentón Leopold Bloom,[146] [147] [148] el joven universitario Stephen Dedalus (álter ego de Joyce),[149] con quien se abre la obra, y la mujer del primero, Molly Bloom, hija de irlandés y judeoespañola,[150] con cuyo largo, y extraordinario,[151] monólogo interior se cierra.

Fachada original del nº 7 de Eccles Street, casa de Leopold y Molly Bloom en Ulises. Se conserva en el "James Joyce Centre", de Dublín.

Muchos críticos consideran Ulises una mera continuación del Retrato, dado que ambas obras son fuertemente autobiográficas;[152] el propio Joyce reconoció este extremo en una carta.[153] Así, el material principal del libro son su ciudad, Dublín, y la propia vida del autor. Por otra parte, aunque no se trata de una novela social, el Dublín de Joyce, debido a la maestría descriptiva del autor, es comparable al Londres de Dickens o el París de Balzac.[154] El propio Joyce dijo en cierta ocasión que si esta ciudad quedara destruida, se podría reconstruir a partir de su libro.[155] [156] Aparecen retratadas con todo detalle las circunstancias sociales, políticas, económicas y religiosas de la capital y de Irlanda,[157] con especial mención al movimiento autonomista liderado por Charles Stewart Parnell, que el escritor recordaba de su niñez, aunque nunca se identificó con este movimiento, refiriéndose a veces al mismo sarcásticamente.[158]

José María Valverde resume su impresión afirmando que el protagonista de la novela no es Leopold Bloom, sino el propio lenguaje. Destaca, por otra parte, que Ulises es un monumento de humor, como el Quijote, es decir, que la obra impone un distanciamiento, una toma de perspectiva más amplia, plena de ironía crítica y sin moralejas ante el hombre en general. El impacto más hondo que produce su lectura quizá sea «hacer que nos demos cuenta de que nuestra vida mental es, básicamente, un fluir de palabras que a veces nos ruborizaría que quedara al descubierto».[159] Para el también traductor de la obra, Francisco García Tortosa, la técnica narrativa más notable que exhibe, el monólogo interior o flujo de conciencia, que Joyce tomó, con variaciones, del novelista francés Edouard Dujardin (de su obra Les Lauriers sont coupés), completa el círculo realista de la novela;[160] la actitud que debe adoptar el lector ante su lectura debe parecerse a la que adopta ante la propia vida.[161]

La acogida que recibió Ulises desde el primer momento fue apoteósica,[162] tanto por parte de la crítica como de la mayoría de los grandes escritores. Entre sus muchos entusiastas, además del ya mencionado Samuel Beckett, se cuentan: W. B. Yeats, Ezra Pound, T. S. Eliot, Ernest Hemingway, Valery Larbaud, Arnold Bennett, William Faulkner, o Francis Scott Fitzgerald, quien ofreció a Joyce saltar por una ventana para probarle su veneración; éste le rogó que no lo hiciera.[163]

La influencia de ésta y otras obras de Joyce en castellano ha sido igualmente profunda (véase «Legado e influencia»).

Finnegans Wake

Artículo principal: Finnegans Wake

Finnegans Wake es el último trabajo que publicó en vida este autor. Apareció en 1939, dos años antes de su muerte, en la editorial londinense Faber & Faber. Durante todo su proceso de creación, que se extendió a lo largo de veinte años, había sido conocido como Work in Progress (Obra en marcha).

En los primeros años, Joyce avanzó mucho en el libro, pero a partir de 1930 el progreso fue más lento. Esto se debió a varios factores. Entre los más importantes, están sin duda la enfermedad mental que aquejaba a su hija Lucia y sus propios problemas de salud, especialmente con la vista. Joyce, sin embargo, recibió la ayuda de asistentes como Samuel Beckett. Éste, en 1928, inició una breve relación sentimental con Lucia Joyce, pero le puso fin en 1930, para disgusto de los padres de Lucia, que declararon desde entonces a Beckett persona non grata.[164] Los dos escritores, sin embargo, acabarían reconciliándose un año más tarde.

Las reacciones ante lo que se iba conociendo de Finnegans Wake eran de diversa índole. Algunas de las personas que habían apoyado el proyecto al principio, como Ezra Pound y el hermano del autor, Stanislaus Joyce, emitieron juicios negativos.[165] En contra de estos comentarios, varios de los seguidores del autor (el ya mencionado Beckett, Thomas MacGreevy, Eugene Jolas, William Carlos Williams, entre otros) publicaron en su defensa el libro de ensayos de título imposible (y en parte sugerido por Joyce), Our Exagmination Round His Factification for Incamination of Work in Progress (1929). La ayuda prestada a Joyce por sus ayudantes consistió principalmente en el cotejo y la anotación de términos de distintas lenguas en tarjetas que luego usaría Joyce, o escribir el texto al dictado del autor, debido a sus problemas de vista.[166] [167]

El título alude a una popular balada callejera de mediados del siglo XIX, donde se narra la muerte y resurrección paródica de Tim Finnegan, un irlandés aficionado a la bebida.

Fuente de Dublín representando a Anna Livia Plurabelle, personaje de Finnegans Wake.

A grandes rasgos, la acción transcurre en las afueras de Dublín, en la taberna de Finnegans Wake, escenario de toda la obra. El tabernero es Porter, también conocido como Humphrey Chimpden Earwicker, que está casado con Anna Livia Plurabelle. Tienen tres hijos: dos varones, Shem y Shaun, y una chica, Isobel. Aparecen además algunos sirvientes y clientes. El tabernero, y esta es la excusa argumental, tiene un complejísimo y larguísimo sueño, sueño que se mezcla, según un esquema cíclico, con el de su mujer y los demás personajes de la novela.[168]

La obra se abre con una frase que se completa en las páginas finales, describiendo una estructura circular. La influencia en este sentido del italiano Giambattista Vico, con su visión cíclica de la historia, y de Giordano Bruno, es muy notable. El método del monólogo interior, las alusiones literarias y las asociaciones oníricas, así como los juegos de palabras, fueron llevados al límite en Finnegans Wake. La obra abandona toda convención de argumento, trama y diseño de los personajes, y está escrita en un lenguaje oscuro e inextricable, basado sobre todo en complejos juegos de palabras expuestos en distintos niveles significativos y tomados de varias lenguas. Sin embargo, los lectores parecen ponerse de acuerdo acerca de los personajes principales y del sentido general de la obra.

El crítico Francisco García Tortosa destaca la extremada dificultad de su lectura, lo que ha motivado que hasta el presente no se cuente con una traducción completa en castellano, ya que una que salió hace años fue pronto retirada del mercado a causa de las críticas adversas recibidas.[169] Valverde llega más lejos: «Finnegans Wake es, seguramente, el libro de más difícil lectura que se haya escrito nunca.»[170] [171] En cierta ocasión se le preguntó a Joyce por qué estaba escribiendo el Finnegans como lo estaba haciendo, y el escritor, esbozando una sonrisa, replicó: «Para tener ocupados a los críticos durante trescientos años.»[172] Esta dificultad de Finnegans, sin embargo, motivó muy pronto las quejas de grandes escritores, entre ellos H. G. Wells y Ernest Hemingway.

García Tortosa apunta asimismo la «considerable carga de humor» presente en el libro, como ocurre en Ulises, hasta el punto de que Finnegans puede consistir, según este crítico, nada más que en «una monumental y complicada broma». Anthony Burgess destaca igualmente los elementos cómicos en la novela.[173] Alude también García Tortosa a los contenidos pornográficos y blasfemos que salpican muchos pasajes, cosa que se advertiría enseguida «si se tradujesen al inglés estándar, o a cualquier otra lengua normalizada». Frente a dichos contenidos, «Ulises parecería un libro piadoso y ñoño».[174]

Finnegans Wake, con todo, representa «el mayor esfuerzo en la historia de la literatura universal por entender, pragmáticamente, la naturaleza de la lengua».[175] También, como se aprecia en Ulises, es innegable su fuerte significado autobiográfico; así, a semejanza del resto de la narrativa de Joyce, la acción de esta obra transcurre enteramente en Dublín, pero con la particularidad de que en Finnegans la ciudad aparece universalizada: «Encarna la historia de todas las civilizaciones y de todas las ciudades desde la antigüedad hasta el presente».[176]

Well, you know or don't yo kennet or haven't I told you every telling has a taling and that's the he and the she of it. Look, look, the dusk is growing! My branches lofty are taking root. And my cold cher's gone asheley. Fieluhr? Filou! What age is at? It saon is late. 'Tis endless now senne eye or erewone last saw Waterhouse's clogh. They took it asunder, I hurd thum sigh. When will they reassemble it? O, my back, my back, my bach! I'd want to go to Aches-les-Pains. Pingpong! There's the Belle for Sexaloitez! And Concepta de Send-us-pray! Pang! Wring out the clothes! Wring in the dew! Godavari, vert the showers! And grant thaya grace! Aman.[177]
Bueno, sabes o no sapes o no tero he dicho que todo dicho tiene un fin falorio que es el quid y el quae del asunto. Mira, mira, está cayendo la tarde! Mis ramas en lo alto están echando raíces. Y mi siento frío comienza a favilar. Fieluhr! Filou! Qué edad es? Pronto es tarde. Hase na eternidad desde que mi ojo nie nadie viera por última vez el reclogh de Waterhouse. Lo desarbolaron, oí que lo mentaban. Cuándo lo rearbolarán? Oh, mi espalda, mi espalda, vi balda! Me iría a Aches-les-Pains. Pingpong! Ahí está la Belle para Sexaloitez! Y Concepta del Sandánosle-ora! Pang! Escurre la ropa! Escurre en la escarcha! Deodolente, si a raso que no llueva! Y venga a nosotros tu gracia! Amán.[178]

Jorge Luis Borges, en una reseña sobre el libro, escribió: «Finnegans Wake es una concatenación de retruécanos cometidos en un inglés onírico y que es difícil no calificar de frustrados e incompetentes. [...] Jules Laforgue y Lewis Carroll han practicado con mejor fortuna ese juego.»[179] A Stanislaus Joyce, quien, tras criticarlo, había acabado valorando Ulises, Finnegans le desagradó: le pareció que la obra era atribuible principalmente al poder lamentable de la adulación sobre su hermano en París, a partir del éxito de Ulises.[180]

El crítico Harold Bloom recuerda, sin embargo, que el pasaje más hermoso de Joyce es el monólogo de la agonizante Anna Livia Plurabelle,[181] en Finnegans Wake, que juzga la obra maestra del irlandés.[182]

En cualquier caso, según Ellmann, este libro, como los demás, se estudia en todo el mundo y tiene la virtud de influir poderosamente incluso en autores que no lo han leído.[183]

En 2010 se publicó una edición corregida y expurgada de la obra, a cargo de los especialistas Danis Rose y John O'Hanlon, quienes, a lo largo de los últimos treinta años, han trabajado sobre 20.000 páginas manuscritas, detectando unos 9.000 errores. La nueva versión cuenta con 120 páginas menos que la original.[184]

Poesía

Artículos principales: Música de cámara y Poemas manzanas

James Joyce es autor de dos únicos libros de poemas: Música de cámara (Chamber music, 1907) y Poemas manzanas (Pomes penyeach, 1927), además de algunos poemas sueltos. Ambos libros son considerados obras menores: la importancia de Joyce en el contexto de la literatura del siglo XX hubiese sido mucho menor de haberse basado sólo en su obra lírica. Es sorprendente que un escritor tan original y avanzado en prosa se redujera a componer versos de corte tradicional, «intrascendentes y juguetones, cuando no repletos de sentimentalismo» en los que no se aprecia ni un retazo de la genialidad que brilla en su narrativa.[185] La rica tradición literaria que empapa al autor, tan visible en su obra narrativa, no la utilizará nunca para ensanchar el panorama de la poesía.[186]

Según cuenta su hermano Stanislaus, Joyce comenzó a escribir poesía en sus últimos años de colegio. Estas composiciones primerizas le valieron las alabanzas de Yeats.[187] Chamber Music se gestó entre 1898 y 1904 y su publicación se logró a través de la influencia de Yeats y con la ayuda de su hermano Stanislaus, Ezra Pound y el poeta Arthur Symons.[188] Su temática general es el amor juvenil, aunque según cuenta su hermano Stanislaus en El guardián de mi hermano, James afirmó que lo mismo que «poemas de amor» hubiesen podido llamarse «poemas de prostitutas». «Jim carecía de pudor», añade Stanislaus.[189] Música de cámara obtuvo recensiones favorables. En una de ellas, Ezra Pound destacó la musicalidad de los versos y su nítido entronque con la poesía tradicional. El libro es asimismo expresivo de la "pureza lírica" que Joyce valoraba por encima de todo.[190] Para su traductor al español, José María Martín Triana, Música de cámara es «un suave cuarteto de cuerdas isabelino, con algunos lamentos de trompa inglesa».[191] Joyce no se enorgullecía demasiado de este libro, y hasta llegó a negar a Padraic Colum, en 1909, que fuese poeta, aunque, claro está, no le gustaba que otros coincidiesen con él en determinados juicios.[192]

Por su parte, Pomes Penyeach apareció en la misma editorial que alumbró el Ulises, en 1927. Este libro pudo resultar la respuesta de Joyce a las agrias críticas que estaban recibiendo los adelantos que iban publicando las revistas de su obra última, Finnegans Wake.[193] Poemas manzanas muestra una temática más amplia, desde el desconsuelo por la enfermedad a la sátira, y hasta la frustración por las dificultades con la publicación de sus libros en el autor. Se trata de poemas melancólicos en los que se trasluce claramente el dolor del ya largo exilio.[194] Samuel Beckett dio muestras en el verano de 1927 de su entusiasmo por esta colección de poemas.[195]

Las influencias en la poesía de Joyce son la poesía isabelina inglesa del siglo XVI, y autores como Shakespeare, Yeats, Verlaine, etc.[196]

Según el traductor al español de su obra poética completa, José Antonio Álvarez Amorós, el mayor logro poético de Joyce es de carácter formal. «La mayor parte de los críticos que hemos citado a lo largo de este estudio declaran explícitamente la importancia de la sensación musical que transmiten los poemas.»[197] Así, sus mayores valores son la regularidad del metro y la rima en los dos libros; la musicalidad se logra a través de recursos fónicos como la aliteración, la recurrencia sonora, las expresiones vocativas; procedimientos léxicos (uso de campos léxicos relacionados con la música), etc.[198]

A la hora en que todas las cosas reposan
oh, solitario vigilante del cielo,
¿oyes el viento nocturno y el suspiro
de las arpas que tocan el amor descorriendo
las pálidas cancelas del amanecer?
Poema III de Música de cámara[199]
At that hour when all things have repose
O lonely watcher of the skies,
Do you hear the night wind and the sighs
Of harps playing unto Love to unclose
The pale gates of sunrise?[200]

Teatro

Artículo principal: Exiliados

Pese al gran interés que se le despertó al principio de su carrera por el teatro, Joyce publicó únicamente un drama: Exiliados (Exiles, en inglés), empezado poco después del estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, y publicado en 1918. Se trata de un estudio psicológico sobre un matrimonio de mediana edad. La obra parece referirse a un cuento publicado anteriormente: "Los muertos" (en Dublineses), pero igualmente apunta a Ulises, empezado más o menos en las mismas fechas.

Henrik Ibsen, primera gran influencia sobre Joyce.

La crítica desarrollada por Joyce contra Irlanda se centraba principalmente en su atraso cultural, por lo que el autor trataba de acercarse a las corrientes renovadoras europeas que él cifraba en el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, la influencia más notable en Exiles.[201]

Al igual que en la mayor parte de su obra, en Exiliados destacan los contenidos autobiográficos, referidos en este caso a los problemas conyugales, con celos incluso de por medio, entre el escritor y su esposa, Nora. José María Valverde define la obra en este sentido como «un opaco dramón neoibseniano ventilando pleitos personales».[202]

Cuando Ezra Pound tuvo acceso a la obra, en 1915, afirmó que era «apasionante» aunque «sin la intensidad del Retrato». Yeats, por su parte, la rechazó para su representación en el Abbey Theatre de Dublín, alegando que estaba demasiado «alejada del drama folklórico y actualmente no montamos bien ni el drama folklórico».[203] El escritor austríaco Stefan Zweig alabó la obra y, en carta a su autor, expresó el deseo de conocerlo personalmente.[204] Posteriormente, se cree que Zweig influyó para su representación en Múnich, en 1919, representación que resultó un fiasco.

Junto con Música de cámara, Exiliados se ha evidenciado como la obra menos exitosa de Joyce. El escritor Padraic Colum hace notar en una introducción a la obra: «La crítica siempre ha insistido en que Exiliados carece del encanto del Retrato del artista así como de la riqueza de Ulises. [...] Siempre se la ha descartado como un drama ibseniano, obra de un joven admirador del gran dramaturgo escandinavo.»[205] De Riquer y Valverde sostienen que Exiles es una «mediocre pieza sobre el problema de la sinceridad y su definitiva imposibilidad, con la recaída necesariamente en el aislamiento de los que por amor intentaron ser auténticos».[206]

RICHARD (Todavía mirándola y hablando como una persona ausente.) Herí mi alma por ti. La herí con una duda profundísima que nunca podrá cicatrizar. Jamás podré saber. ¡Nunca! No quiero saber ni creer nada, no me importa. No es en la oscuridad de la fe como yo te quiero, sino en la viviente, incansable, hiriente duda. Para retenerte no quise utilizar lazos, ni siquiera los del amor. Luchaba sólo para quedar unido a ti en cuerpo y alma, en absoluta desnudez... Sin embargo, ahora me siento fatigado. Me cansan mis heridas.[207]

Ensayo

Joyce escribió a lo largo de su vida ensayos, conferencias, críticas de libros, notas, artículos periodísticos, cartas a directores de publicaciones y poemas satíricos, si bien es ésta su labor menos conocida. Ya en sus obras narrativas pueden encontrarse multitud de comentarios sobre obras literarias y otros muchos aspectos de la sociedad, la historia y el arte. El Retrato del artista adolescente, en concreto, contiene todo un sistema estético, y en Ulises el autor dedica un capítulo entero a la vida y obra de Shakespeare.[208] En cualquier caso, «si Joyce jamás se consideró crítico, fue por propia decisión, no por incapacidad».[209] El primer texto de Joyce recogido en la compilación Ensayos críticos data de sus catorce años, y el último de sus cincuenta y cinco.

Tanto el continente adulador y servil como el talante altanero y orgulloso ocultan un carácter indigno. La Fortuna, esa pompa destellante, cuyo brillante esplendor ha atraído, y ha engañado por igual a los orgullosos y a los pobres, es tan veleidosa como el viento. Sin embargo, siempre hay "algo" que nos revela el carácter de un hombre. Es la mirada.[210]

A partir de 1899, encontró un filón en la literatura dramática, particularmente la obra de Ibsen, y escribió su artículo "Drama y vida". Éste quizá constituya la más clara manifestación de un credo artístico efectuada por el autor. En dicho artículo, Joyce insiste en la superioridad del drama contemporáneo sobre el clásico. «La superioridad del drama contemporáneo se basa en que se halla más cerca de las eternas leyes del comportamiento humano, leyes que no varían en función del tiempo y el espacio, postulado éste que informa el Ulises y Finnegans Wake[211]

En años posteriores, se manifiestan sus inquietudes sociales: avisa a sus conciudadanos contra el provincianismo, el folklorismo y el chovinismo irlandés. También propone una estética europea encaminada a superar los límites del arte cristiano. La literatura es la gozosa afirmación del espíritu humano. Para ello el escritor debe huir de la hipocresía y asumir su cuerpo y sus pasiones. De esta época es importante el artículo en verso "El santo oficio". Una vez abandonada Irlanda (1904), dictó una serie de conferencias sobre la misma en Trieste, en las que describe la historia de su país como una constante sucesión de traiciones, aunque también alaba su belleza natural y su valor ante la opresión inglesa.[212] En 1912 publicó su famoso poema "Gases de un quemador", otra acerba crítica contra Irlanda, con motivo del desprecio de un editor dublinés hacia su libro Dublineses. A partir de ese momento, y pese a los ruegos de su amigo Ezra Pound, deja prácticamente de escribir artículos. Sólo, durante la guerra, escribió otro poema crítico de importancia: "Dooleysprudencia". Según Mason y Ellmann, compiladores de la obra ensayística de Joyce, la crítica de escritores como Thomas Mann o Henry James interesa por lo que dice de otros escritores; la de Joyce, por lo que dice de él mismo, cuyos «textos críticos se comprenderán mejor si se los considera como parte de esa dramatizada autobiografía que Joyce escribió a lo largo de su vida en un ensamblaje perfecto».[213]

Pues estoy obligado para con Irlanda:
tengo su honor en mi mano,
esta hermosa tierra que siempre envió
a sus escritores y artistas al exilio
y con irlandés sentido del humor
traicionó a sus propios líderes, uno tras otro.[214]
"Gases de un quemador" (1912)

Correspondencia

Joyce escribió a lo largo de toda su vida una abundante correspondencia. Según el recopilador de la misma y biógrafo de Joyce, Richard Ellmann, «la distancia con respecto a los destinatarios le hacía sentirse cómodo y escribía cartas no demasiado largas y sin divagaciones [...] el tono que predomina en ellas es irónico, conciso, apretado».[215] En cuanto a los temas, al principio representan casi siempre la exposición detallada de sus penurias, de su debilidad física y de su desaliento, aunque sus necesidades son insignificantes en relación a sus méritos, de los cuales estaba bien seguro mucho antes de que sus publicaciones los confirmaran.[216] En sus cartas aparecen simultáneamente súplicas y reprimendas, según se aprecia en las muchas que escribió a su hermano Stanislaus, a quien dice en una ocasión: «No tardes tanto en hacer lo que te pido, pues estoy desperdiciando mucha tinta.»

Debido a su egotismo, no soportaba a quienes no homenajeaban su talento; de aquí incurría con facilidad en el "dar de lado al mundo". Muchas veces surge en sus cartas la amenaza de dejarlo todo, incluso a su familia, para perseguir sus propósitos,[217] aunque nunca lo cumplió. Sin embargo, también se observa en ellas que era persona sociable, buen hijo, buen hermano, complaciente con su esposa, y buen padre. Las cartas atestiguan también su ansia de "santidad profana", la relación entre el arte y el yo espiritual; se reconoce la primacía del poeta sobre el sacerdote mediante un sistema ético rival de la teología.[218] Una vez llegó más lejos, al afirmar: «No hay nada que pueda sustituir a la pasión individual como fuerza motriz de todas las cosas, ni siquiera el arte o la filosofía.»[219] Frecuentemente se ha considerado al irlandés amoral, sin embargo él se consideraba un moralista.[220] En carta al editor Grant Richards en defensa de Dublineses, afirma sobre esta obra: «Es un capítulo de la historia moral de mi país.» En sus cartas de juventud se aprecian también claramente sus ideas socialistas; aunque no mencionaba a Marx, sí nombraba a Oscar Wilde.[221] Al empezar la Primera Guerra Mundial, en respuesta a una carta de un amigo italiano, dio muestras de su hondo pesimismo político; monarquías y repúblicas le asqueaban, y dudaba del «sol del porvenir» («il sole dell'avvenire», es decir, el socialismo).[222] El escritor se declaró asimismo durante un tiempo simpatizante del movimiento separatista irlandés Sinn Féin.

Joyce utilizó a menudo las cartas como medio de propaganda de su obra, aunque también las usó para otros fines, como la campaña que emprendió a favor del tenor John Sullivan, o sus infortunados proyectos económicos: importar lana irlandesa a Italia, montar un cine en Dublín, la compañía de actores en Zúrich.[223] Psicológicamente, las cartas más importantes son las que dirigió a su mujer, Nora Barnacle, a la que parece tratar de hacer, aparte de su amante, un aliado contra el orden imperante.[224] En una carta le dice que ve en ella «la belleza y el sino de la raza de que soy hijo».[225] En otra le pide: «Acógeme en el oscuro santuario de tu matriz. ¡Protégeme, querida, del mal!»[226] Como se ha visto, también es muy conocida la vertiente escatológica y fetichista presente en estas cartas.[227] [228]

Si las cartas a Nora evidencian su posición sentimental, las dirigidas a su hermano Stanislaus recogen la intelectual. En esta correspondencia Stanislaus aparece como «un hombre sólido, servicial y discutidor, a quien su hermano provoca intentos de emulación intelectual, así como envidia y cansancio».[229] Termina Ellmann su prólogo a la edición de las cartas: «La mezcla de cualidades como el orgullo y la quejumbre, los destellos de sinceridad en medio de peroratas de reticencia sinuosa o confesiones fuera de lugar, confieren a sus parcos autorretratos de estas cartas un interés muy diferente del que encontramos en las adaptaciones matizadas de Henry James o en la elocuencia sin restricciones de D. H. Lawrence[230]

Tal vez me precipitara al pensar que pretendía usted poner en duda las palabras de Lucia. Mi opinión vuelve a ser minoritaria y de nuevo soy el único en sustentarla, pues al parecer, todos los demás creen que está loca. Se comporta como una boba con frecuencia, pero su mente es tan clara y despiadada como un relámpago. Es un ser fantástico que habla una curiosa lengua propia y abreviada. Yo la entiendo total o casi totalmente. Antes de ir a Londres, me habló de usted y de lo que usted había hecho por mí. Quería establecer por mediación suya un vínculo decisivo entre el ser disoluto que escribe estas líneas y la honorable persona de usted.
Carta a Harriet S. Weaver, 1/5/1935[231]

Legado e influencia

Estatua de Joyce en North Earl Street, Dublín.

En la literatura

La crítica internacional coincide en valorar la figura de James Joyce como una de las más importantes e influyentes en la cultura literaria del siglo XX, al lado de las de Franz Kafka, Marcel Proust, Jorge Luis Borges o William Faulkner.

El crítico estadounidense Harold Bloom desarrolla un amplio y profundo análisis comparativo de Joyce con Shakespeare, destacando el coraje del primero «al basar Ulises simultáneamente en la Odisea y Hamlet», pues, como señala Ellmann, los dos paradigmas de Ulises y el príncipe de Dinamarca prácticamente no tienen nada en común. Según este crítico, Leopold Bloom es tanto Ulises como el fantasma del padre de Hamlet, mientras que Stephen es Telémaco y el joven Hamlet, y Leopold Bloom y Stephen juntos forman a Shakespeare y a Joyce.[142] Bloom compara asimismo a Joyce con Flaubert, y habla de la condición judía del protagonista de Ulises: «Joyce admiraba a Flaubert, pero la conciencia de Poldy [Leopold Bloom] no se parece a la de Emma Bovary. Es una psique curiosamente anciana para un hombre apenas de mediana edad, y todos los demás personajes del libro parecen mucho más jóvenes que el señor Bloom. Es de presumir que tiene que ver con el enigma de su judaísmo. [...] Dublín lo considera incómodamente judío, aunque su aislamiento es autoimpuesto, [...] él está perpetuamente dentro de sí mismo, algo sorprendente en un hombre tan afable.»[232] Bloom defiende a ultranza Finnegans Wake, que compara a la obra maestra de Proust: «Puesto que Finnegans Wake, más que Ulises, es el único rival auténtico de En busca del tiempo perdido que ha producido nuestro siglo, también tiene su lugar en este libro.» Esta novela, para Bloom, como se ha visto, es «la obra maestra» de Joyce.[233]

Bloom compara asimismo a Joyce con su compatriota, Samuel Beckett: «Beckett compartía la aversión de Joyce por el cristianismo en Irlanda. Los dos escogieron París y el ateísmo[234]

En la sección Ulises, ya se ha visto la fuerte resonancia que tuvo dicha novela entre los más importantes escritores en lengua anglosajona de su época. La obra de Joyce ha sido escrutada hasta la extenuación por todo tipo de estudiosos y críticos que sitúan a este autor como influencia decisiva sobre otros autores, como Hugh MacDiarmid,[235] Samuel Beckett,[236] Jorge Luis Borges,[237] Flann O'Brien,[238] Máirtín Ó Cadhain, Salman Rushdie,[239] Robert Anton Wilson,[240] Joseph Campbell,[241] etc.

La obra de Joyce representa uno de los casos más evidentes del impacto que un autor extranjero puede ejercer en la literatura en castellano.[242] En España se observa muy directamente en autores como Gonzalo Torrente Ballester,[243] Juan Goytisolo,[244] Luis Martín Santos,[245] José María Guelbenzu,[246] o Julián Ríos,[247] así como en los hispanoamericanos Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes, José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa,[248] Fernando del Paso[249] y, muy notablemente, en su traductor Guillermo Cabrera Infante,[250] entre otros muchos.

Otros autores tributarios de Joyce: Umberto Eco, Raymond Queneau, Philip Roth, Derek Walcott, Tom Stoppard, Anthony Burgess, Philip K. Dick.[251]

Algunos intérpretes de su obra, en particular Vladimir Nabokov, muestran sentimientos encontrados sobre la misma, ensalzando unos libros y condenando otros. Para Nabokov, Ulises es «brillante»;[252] mientras que Finnegans Wake es «horrible» (véanse sus obras Opiniones contundentes, The Annotated Lolita o Pálido fuego[253] ), opinión que, como se ha visto, más o menos comparte Jorge Luis Borges.[254] Por su parte, el escritor español Juan Benet criticó duramente Ulises. Entre otras cosas lo tachó de simple «cuadro de costumbres, hipertrofiado por la palabrería».[255]

En años recientes, sin embargo, los teóricos de la literatura han tendido a valorar por encima de todo la ambición y la fuerza innovadora del irlandés.

En otros campos

Su impronta es también evidente en campos alejados de la literatura. La frase «Three Quarks for Muster Mark», de Finnegans Wake, es el origen del término físico quark, nombre de una de las partículas elementales más importantes, propuesta por el científico Murray Gell-Mann.[256] El filósofo estadounidense Donald Davidson ha escrito sobre Finnegans Wake comparándola con las obras de Lewis Carroll. El psicoanalista Jacques Lacan utilizó los escritos de Joyce para explicar su concepto de sinthome. Según Lacan, la escritura de Joyce supone el último asidero que lo libró de la psicosis.[257] El filósofo deconstructivista francés Jacques Derrida tiene asimismo un trabajo sobre el uso del lenguaje en Ulises. Derrida afirma que esta novela hay que oírla a la vez que leerla, a fin de comprenderla en profundidad.[258]

Se conmemora anualmente a Joyce el día 16 de junio —día en que transcurre Ulises, llamado Bloomsday—, en Dublín y cada vez en más lugares del mundo.

La James Joyce Society fue fundada en febrero de 1947, en el centro cultural Gotham Book Mart, de Manhattan. Su primer miembro fue T. S. Eliot. El biógrafo de Joyce, John Slocum, fue el primer presidente de la sociedad, y Frances Steloff, fundadora y propietaria del centro Gotham, fue su primer tesorero.

Cada año se celebra en Dedham, Massachusetts, la «James Joyce Ramble», un paseo pedestre en el que cada milla está dedicada a una obra de este autor.[259] En su transcurso, actores profesionales leen y dan vida a distintos pasajes literarios de Joyce.

Gran parte del legado de Joyce se conserva en el "Harry Ransom Center", en la Universidad de Texas, que alberga miles de manuscritos, correspondencia epistolar, proyectos, pruebas, notas, fragmentos de novela, poemas, letras de canciones, partituras musicales, limericks (poemillas humorísticos de cinco versos) y traducciones de Joyce.

Fachada del "James Joyce Centre", en North Great Georges Street, Dublín.

No todo son facilidades, sin embargo, para los estudiosos de la obra y la biografía de Joyce. Stephen Joyce, nieto y único beneficiario de la herencia, ha afirmado que ha destruido parte de la correspondencia del escritor; amenazó asimismo con demandas si se efectuaban determinadas lecturas públicas durante el Bloomsday,[260] y bloqueó adaptaciones de obras que consideró «inapropiadas».[261] El 12 de junio de 2006, Carol Shloss, profesora de la Universidad de Stanford, demandó a su vez a la testamentaría por negarle el permiso de colgar material sobre Joyce y su hija Lucia en la página web de la profesora.[262] [263]

Syd Barrett, miembro y primer líder de la banda de rock Pink Floyd, versioneó el poema "Golden Hair", de Joyce, en su primer disco en solitario, The Madcap Laughs.

La biblioteca central del University College de Dublín lleva hoy el nombre de Joyce. Dedicados a propagar su memoria, se fundaron asimismo en dicha ciudad el "James Joyce Centre"[264] y el "James Joyce Museum".[265]

Recuerdos de Joyce

El libro The Joyce We Knew. Memoirs of Joyce[266] (El Joyce que conocimos. Recuerdos de Joyce) recoge distintos testimonios sobre el escritor por parte de antiguos amigos y paisanos.

Uno de ellos lo describía de la siguiente forma: «Su figura era agradable, ligera y graciosamente construida, con su cabeza shakespeariana; llevaba gruesas gafas que agrandaban llamativamente uno de sus ojos. Una minúscula perilla ceñía sus labios delgados, su boca de forma curiosa. Las manos eran delicadas, de finos dedos. Todo en él proclamaba al poeta, todo menos la boca. Su actitud era más convencionalmente atenta que amistosa, porque el talante social de Joyce no era cómodo. Por lo común se rodeaba de una especie de alambre de púas mental. Con todo, sus exquisitos modales hacían pensar en el Dublín de la gran época.»[267]

Uno de sus compañeros de universidad, el juez Eugene Sheehy, cuenta que, en 1928, la casa parisina de Joyce se veía repleta de pinturas y recuerdos de Dublín; incluso el dibujo de una alfombra representaba el curso del río Liffey.[268]

El escritor Padraic Colum subraya que ya en 1902, sólo con veinte años, Joyce se había convertido en toda una leyenda en su ciudad.[269] Colum evoca la desarmante «madurez» del joven Joyce y su forma cautivadora de recitar poesía (incluso en noruego, idioma que aprendió por su devoción a Ibsen) que debía a sus conocimientos de canto.[270]

En la biografía de su amigo Sean Lester, periodista y diplomático, se lee que cuando lo conoció, en 1940, Joyce, pese a su inmensa fama, no había echado a perder su carácter. Era una persona «natural y agradable»; por su aspecto y acento, no podía ser menos dublinés que al dejar su país, treinta años antes.[271]

Para el editor de este libro, el crítico irlandés Ulick O'Connor, «Ya le gustase o no, él fue parte de un renacimiento literario, el desenlace de uno de esos arrebatados movimientos de la imaginación que surgieron en Florencia y culminaron en el siglo XX, en la última isla de Europa».[272]

En su libro My Brother's Keeper (El guardián de mi hermano, 1957), Stanislaus Joyce manifestó sin reservas: «Considero poco menos que un milagro que hubiese alguien en mi familia dedicado al cultivo de la poesía o preocupado por mantenerse en contacto con las corrientes del pensamiento europeo, viviendo en una casa como la nuestra, hundida en la miseria de una generación de borrachos. No sé qué fuego interior pudo transfigurarlo.»[273] [274]

El escritor argentino Jorge Luis Borges dedicó varios poemas al autor de Ulises.

Qué importa nuestra cobardía si hay en la tierra
un solo hombre valiente,
qué importa la tristeza si hubo en el tiempo
alguien que se dijo feliz,
qué importa mi perdida generación,
ese vago espejo,
si tus libros la justifican.
"Invocación a Joyce", en Elogio de la sombra (1969)[275]

Obras: cronología

Publicaciones póstumas
  • Stephen Hero (Stephen el héroe, escrito en 190406, publicado en 1944)
  • Letters of James Joyce Vol. 1 (cartas, Ed. Stuart Gilbert, 1957)
  • The Critical Writings of James Joyce (escritos críticos, Eds. Ellsworth Mason y Richard Ellman, 1959)
  • The Cat and the Devil (libro infantil, 1964)
  • Letters of James Joyce Vol. 2 (Ed. Richard Ellman, 1966)
  • Letters of James Joyce Vol. 3 (Ed. Richard Ellman, 1966)
  • Giacomo Joyce (poema escrito en 1907, publicado en 1968)
  • Selected Letters of James Joyce (Ed. Richard Ellman, 1975)

Adaptaciones cinematográficas

Tanto la obra de Joyce como su propia vida, han sido objeto de diversas adaptaciones para el cine después de su muerte.

  • Finnegans Wake (de Mary Ellen Bute, 1965)
  • Ulises (de Joseph Strick, 1967)
  • Retrato del artista adolescente (de Joseph Strick, 1977)
  • James Joyce's Women (de Michael Pearce, 1985)
  • Dublineses (de John Huston, 1987)
  • Nora (de Pat Murphy, 2000)
  • Bloom (de Sean Walsh, 2003)

Referencias

  • Este artículo fue creado a partir de la traducción parcial del artículo James Joyce de la Wikipedia en inglés, concretamente de esta versión, bajo licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0 y GFDL.
  • Joyce, James (1976). Ulises - I. Premio Nacional de Traducción de 1978, introducción y traducción a cargo de José María Valverde. Colección: Narrativa. Segunda edición. Barcelona: Lumen. ISBN 84-264-1996-8. 
  • — (1976). Ulises - II. Premio Nacional de Traducción de 1978, traducción a cargo de José María Valverde. Colección: Narrativa. Segunda edición. Barcelona: Lumen. ISBN 84-264-1112-6. 
  • — (2007). Ulises. Introducción de Francisco García Tortosa, traducción de Francisco García Tortosa y Mª Luisa Venegas Lagüéns. Sexta edición. Madrid: Cátedra. ISBN 979-84-376-1725-1. 
  • — (1998). Dublineses. Traducción de Eduardo Chamorro, introducción de Fernando Galván. Madrid: Cátedra. ISBN 84-376-1178-4. 
  • — (1972). Dublineses. Traducción de Guillermo Cabrera Infante. Madrid: Salvat-Alianza. Dep. legal: NA. 1640-1972. 
  • — (1992). Anna Livia Plurabelle (Finnegans Wake, I-viii). Ed. bilingüe. Introducción de Francisco García Tortosa, traducción de Francisco García Tortosa, Ricardo Navarrete Franco y José María Tejedor Cabrera. Primera edición. Madrid: Cátedra. ISBN 84-376-1139-3. 
  • — (2007). Joyce: Poesía completa. Ed. bilingüe. Incluye Chamber Music (treinta y seis poemas), Pomes Penyeach (trece poemas) y Other Poems (The Holy Office, Gas from a Burner y Ecce Puer). Traducción, estudio preliminar y notas de José Antonio Álvarez Amorós. Madrid: Visor libros. ISBN 978-84-7522-718-4. 
  • — (1972). Música de cámara. Ed. bilingüe. Traducción, prólogo y notas de José María Martín Triana. Madrid: Visor libros. ISBN 84-7053-055-0. 
  • — (1981). Exiliados. Traducción de Javier Fernández de Castro. Barcelona: Editorial Bruguera. ISBN 84-02-07665-3. 
  • — (1975). Escritos críticos. Introducción y selección de Ellsworth Mason y Richard Ellmann, traducción de Andrés Bosch. Madrid: Alianza. ISBN 84-02-07665-3. 
  • — (1978). Retrato del artista adolescente. Traducción de Dámaso Alonso. Madrid: Alianza. ISBN 84-206-1698-2. 
  • — (1982). Cartas escogidas I. Edición e introducción de Richard Ellmann, traducción de Carlos Manzano. Barcelona: Lumen. ISBN 84-264-1143-6. 
  • — (1982). Cartas escogidas - II. Edición e introducción de Richard Ellmann, traducción de Carlos Manzano. Barcelona: Lumen. ISBN 84-264-1144-4. 
  • Ellmann, Richard (1991). James Joyce. Biografía. Traducción de Enrique Castro y Beatriz Ramos de la edición de 1982 de Oxford University Press. Barcelona: Anagrama. ISBN 84-339-0766-2. 
  • — (2010). Cuatro dublineses. Wilde, Yeats, Joyce y Beckett. Barcelona: Tusquets. ISBN 978-84-8383-249-3. 
  • Bloom, Harold (2005). El canon occidental. Barcelona: Anagrama. ISBN 84-339-6684-7. 
  • Borges, Jorge Luis (2005). Obras completas. Barcelona: R.B.A.. ISBN 84-473-4505-X (O.C.). 
  • Paci, Francesca Romana (1987). James Joyce. Vida y obra. Madrid: Península. ISBN 84-297-2637-3. 
  • Valverde, José María (1982). Joyce. Barcelona: Barcanova. ISBN 84-7533-008-8. 
  • Nabokov, Vladimir (2009). Curso de literatura europea. Ediciones B. Colección: Clásicos. Primera edición. Barcelona. ISBN 978-84-9872-288-8. 
  • Martín de Riquer y José María Valverde (1994). Historia de la literatura universal - (tomo IX). Barcelona: Planeta. ISBN 84-320-2679-4. 
  • — (2005). Historia de la literatura universal (abreviada, tomo II). Barcelona: R.B.A. ISBN 978-84-473-6078-9. 
  • Eco, Umberto (2011). Las poéticas de Joyce. Barcelona: DeBolsillo. ISBN 978-84-9989-253-5. 

En inglés

  • Joyce, James (1979). Ulysses. Incluye el epílogo "Ulysses: A Short History", por Richard Ellmann. Middlesex: Penguin Books. ISBN 0-14-003000-X. 
  • — (2000). Dubliners. Introducción y notas de Jeri Johnson. Oxford: Oxford University Press. ISBN 84-264-1112-6. 
  • — (1975). Selected Letters of James Joyce. Intr. Richard Ellmann. London: Faber and Faber. ISBN 0-571-09306-X. 
  • Knowlson, James (1997). Damned to Fame. The Life of Samuel Beckett. London: Bloomsbury. ISBN 0-7475-3169-2. 
  • Tindall, William York (1995). A Reader's Guide to James Joyce. New York: Syracuse University Press. ISBN 0-8156-0320-7. 
  • O'Connor, Ulick, ed. (2004). The Joyce We Knew. Memoirs of James Joyce. Dingle (Kerry, Ireland): Brandon. ISBN 0-86322-324-9. 
  • Joyce, Stanislaus (1982). My Brother's Keeper. London: Faber and Faber. ISBN 0-571-11803-8. 
  • Levin, Harry (1971). James Joyce: A Critical Introduction. London: Faber and Faber. ISBN 0-571-05502-8. 

Notas

  1. a b McCourt, John (mayo de 2001). The Years of Bloom: James Joyce in Trieste, 1904–1920. The Lilliput Press. ISBN 1-901866-71-8. 
  2. Traducción libre Britannica CD '97. Single-user version. Artículo "James Joyce-Assessment": «James Joyce's subtle yet frank portrayal of human nature, coupled with his mastery of language and brilliant development of new literary forms, made him one of the most commanding influences on novelists of the 20th century. Ulysses has come to be accepted as a major masterpiece, two of its characters, Leopold Bloom and his wife, Molly, being portrayed with a fullness and warmth of humanity unsurpassed in fiction.»
  3. Borges, tomo II, p. 924
  4. Google Books. Modernism, an anthology, de Lawrence S. Rainey Texto original: «I hold this book to be the most important expression which the present age has found; it is a book to which we are all indebted, and from which none of us can escape.»
  5. Los diez hermanos fueron: James Augustine (n. 2 de febrero de 1882), Margaret Alice (18 de enero de 1884), John Stanislaus (17 de diciembre de 1884), Charles Patrick (24 de julio de 1886), George Alfred (4 de julio de 1887), Eileen Isabel (22 de enero de 1889), May Kathleen (18 de enero de 1890), Eva Mary (28 de octubre de 1891), Florence Elisabeth (8 de noviembre de 1892) y Mabel Josephine (27 de noviembre de 1893). Ellman, 37.
  6. Paci, 17
  7. Paci, id.
  8. Stanislaus Joyce, 28 y ss.
  9. Paci, 21
  10. Stanislaus Joyce matiza que fue un perro «irlandés», en My Brother's Keeper, p. 28
  11. Stanislaus Joyce, 41
  12. Ellmann, 42-43. Ellmann recuerda que en el Retrato (cap. 5), Stephen Dedalus afirma temer a los «perros, caballos, armas de fuego, al mar, las tormentas, las máquinas y los caminos rurales en la oscuridad»; su miedo a los perros y las tormentas queda mostrado asimismo en Ulises, y su miedo a las tormentas constituye (con la ayuda de Vico) uno de los temas mayores de Finnegans Wake. Pese a sus precauciones contra estos animales, Joyce volvió a ser mordido por un perro, esta vez en Scheveningen (Holanda), en el año 1927 (id. p. 43). En lo sucesivo, donde no se indique, la biografía sigue puntualmente la de Ellmann.
  13. Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 120
  14. El dato se recoge en la Stubbs Gazette (que todavía existe y se publica), y se cita también en el sitio dedicado a James Joyce y en la Biblioteca Irlandesa de la princesa Gracia de Mónaco.
  15. Ellmann, 52.
  16. Paci, 18
  17. Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 122
  18. Citado en Paci, 22
  19. Eran «su punto débil»: Stanislaus Joyce, 88
  20. Era un nadador experto, según también su amigo William G. Fallon: The Joyce We Knew, p. 46
  21. Amplias referencias en Ellmann, 65-86.
  22. Carta de Joyce a Nora, de 29/08/1904, en Cartas escogidas, tomo I, pp. 85-86. Véase el texto de la misma más adelante.
  23. «Jim had ceased to believe in Catholicism for many years.» («Jim no creía en el catolicismo desde hacía muchos años.»): Trad. libre de Stanislaus Joyce, en su Dublin Diary (entrada de agosto de 1904), citado por William G. Fallon en The Joyce We Knew, p. 49
  24. «Beckett compartía la aversión de Joyce por el cristianismo en Irlanda. Los dos escogieron París y el ateísmo.»: Bloom, 509
  25. «...and was much affected by her death in 1903, though he refused to follow the Roman Catholic faith that was very important to her. » («... y le afectó mucho su muerte en 1903, si bien había rechazado la fe católica que tan importante era para ella.»): Trad. libre de una inscripción biográfica referida a Joyce y a su madre, en el "James Joyce Centre", 35 North Great Georges Street, Dublín 1, Irlanda. Consultado in situ, el 15/03/2011.
  26. Valverde, en Ulises, p. 16
  27. Valverde, en Joyce, p. 25
  28. Padraic Colum, en The Joyce We Knew, p. 65
  29. «El interés que mi hermano conservó en la filosofía de la iglesia católica provenía del hecho de considerar que dicha filosofía lograba transmitir de manera más coherente una tendencia a la estabilidad en lo intelectual y lo material.» Trad. libre My brother's Keeper, p. 120
  30. Paci, 42
  31. id.
  32. id., 55
  33. id., 38
  34. id., 55
  35. Hughs, Eamonn in Robert Welch’s Irish writers and religion , pp.116-137, Rowman & Littlefield, 1992
  36. Davison, Neil R., James Joyce, Ulysses, and the Construction of Jewish Identity: Culture, , Biography, and 'the Jew' in Modernist Europe, p. 78, Cambridge University Press, 1998
  37. Segall, Jeffrey Joyce in America: cultural politics and the trials of Ulysses, p. 142, University of California Press, 1993
  38. Valverde, en Joyce, p. 25 y en la intr. de Ulises
  39. García Tortosa, en Anna Livia Plurabelle, p. 23
  40. Carta de Joyce a Nora, de 29/08/1904, en Cartas escogidas, tomo I, pp. 85-86
  41. «My mind rejects the whole present social order and Christianity -home, the recognised virtues, classes of life, and religious doctrines. […] Six years ago I left the Catholic church, hating it most fervently. I found it impossible for me to remain in it on account of the impulses of my nature. I made secret war upon it when I was a student and declined to accept the positions it offered me. By doing this I made myself a beggar but I retained my pride. Now I make open war upon it by what I write and say and do.» Selected Letters of James Joyce, pp. 25-26
  42. Traducción libre: «My brother’s breakaway from Catholicism was due to other motives. He felt it was imperative that he should save his real spiritual life from being overlaid and crushed by a false one that he had outgrown. He believed that poets in the measure of their gifts and personality were the repositories of the genuine spiritual life of their race and the priests were usurpers. He detested falsity and believed in individual freedom more thoroughly than any man I have ever known.» My Brother's Keeper, p. 120
  43. citado en Ellmann, 832
  44. Paci, 36 y ss.
  45. Según Stanislaus Joyce, el conocimiento de Ibsen corrió parejo al abandono de su hermano de la fe católica, su «conversion». My Brother's Keeper, p. 95-98
  46. Eugene Sheehy, en The Joyce We Knew, p. 24
  47. My Brother's Keeper, p. 100
  48. Ellmann, 142
  49. Al principio se le diagnosticó cirrosis, pero más tarde, en abril de 1903, se comprobó que esto era incorrecto: Ellmann, 150.
  50. Muchos años más tarde, May Joyce sería descrita por uno de los amigos de su hijo mayor como una dama delicada y gentil de semblante adusto, cuyo amor por la música (solía acompañar al piano a James cuando éste entonaba sus canciones) denotaba un temperamento sensible y artístico. Trad. libre The Joyce We Knew, p. 28
  51. Ellmann, 157
  52. Valverde, en Joyce, p. 18
  53. En la famosa carta a Nora de 29/08/1904, recogida por Valverde, Joyce reconoce: «A mi madre la mataron lentamente los malos tratos de mi padre, años de dificultades, y la franqueza cínica de mi conducta. Cuando le miré a la cara, tendida en el ataúd -una cara gris, consumida por el cáncer-, comprendí que miraba la cara de una víctima y maldije al sistema que la había hecho ser víctima.» Citado en intr. Ulises, p. 19
  54. Stanislaus Joyce señala que "Jim" siempre había tenido desacuerdos con su madre, pero no había sido despreciativo con ella, como su marido (o el escritor Laurence Sterne con su propia madre). Las desavenencias siempre habían sido por motivos religiosos. Su madre empezó culpando a James por el repudio de Stanislaus de «la confesión y comunión», aunque éste advierte que en realidad fue él mismo, y no James, el primero en abstenerse de esos sacramentos: My Brother's Keeper, pp. 53 y 118
  55. Valverde, en Joyce, p. 22
  56. History of the Feis Ceoil Association. Acceso: 20/12/2007.
  57. Cfr. Ellmann, p. 179
  58. Ellmann, 184.
  59. Ellmann, 230.
  60. Ellmann, 175.
  61. Valverde, en Ulises, p. 22
  62. Giorgio Joyce (1905-1976) llegó a ser cantante lírico (bajo) y frecuentemente se ha comentado su alcoholismo. Contrajo matrimonio con Helen Fleischman, una estadounidense adinerada, diez años mayor que él. Tras enfermar ella de esquizofrenia, acabaron divorciándose; tuvieron un hijo al que llamaron Stephen, único nieto de James Joyce.
  63. Stanislaus dejó a James administrar su paga «para simplificar cuestiones»: Ellmann, p. 239 y ss.
  64. Los peores conflictos llegarían en julio de 1910: Ellmann, 345.
  65. Galván, en Dublineses, p. 37
  66. Ellmann, 309 y ss.
  67. Ellmann, 318
  68. «Stanislaus sospechaba, quizá sin equivocarse, que el descuido de su hermano por la empresa la había condenado al fracaso.» Ellmann, 344.
  69. Ellmann, 352-353
  70. Ellmann, en especial, 363 y ss.
  71. Ellmann, 371.
  72. Según García Tortosa, este escritor fue la persona que más se acercó a la descripción del personaje Leopold Bloom: como él, era judío, estaba casado con una gentil y tenía una sola hija; llevaba bigote, su abuelo procedía de Hungría, gustaba de los platos de casquería... Intr. Ulises, p. XXX
  73. Ellmann, 392
  74. Ellmann, 450
  75. Ellmann, 457
  76. Ellmann, 469
  77. Escritos críticos, p. 334
  78. Ellmann, 482
  79. Citado en Ellmann, 482
  80. Escritos críticos, p. 327
  81. Ellmann, 469 y ss.
  82. citado en Ellmann, 491
  83. Esto, según Ellmann. Otras fuentes afirman que para Woolf Ulises era «difuso, pretencioso, granítico y gratuitamente escandaloso». Cfr. Intr. Ulises, p. XXXIX.
  84. Citado en Ellmann, 492
  85. Ellmann, 493
  86. Aunque al parecer Nora no le hizo caso en esto, encabezó una de sus cartas: «Querido cornudo»: Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 101
  87. Cartas escogidas, I, p. 343
  88. Ellmann, 501
  89. Ellmann, 505.
  90. Ellmann, 572-3
  91. Painter, George D. (1972). Marcel Proust. Madrid: Ed. Alianza. Dep. Legal M. 26.828-1971, p. 528.
  92. Ellmann, 566
  93. Para De Riquer y Valverde, es la máxima obra narrativa del siglo XX, sin parangón en la historia de la literatura más que con el Quijote: Hª literatura universal de ed. R.B.A., p. 526
  94. Carta a Carlo Linati recogida en el apéndice "Esquema de interpretación de 'Ulises", en Ulises, trad. Valverde, tomo II, p. 461
  95. Shloss, Carol Loeb. Lucia Joyce: To Dance in the Wake. ISBN 0-374-19424-6, p. 278
  96. Pepper, Tara: "Portrait of the Daughter: Two works seek to reclaim the legacy of Lucia Joyce." Rev. Newsweek International, 08/03/2003.
  97. Shloss, 297
  98. García Tortosa en Anna Livia Plurabelle, p. 27
  99. Stanley, Alessandra. "Poet Told All; Therapist Provides the Record," The New York Times, 15/07/1991. Acceso: 09/07/2007.
  100. Joyce, Stephen. «The Private Lives of Writers». The New York Times.
  101. Francesca Paci habla más bien de vaguedad en las primeras críticas: «No se atrevían a decir que se trataba de una obra desprovista de valor, pero evitaban pronunciarse. Algunos insinuaban diplomáticamente que quizás el valor intrínseco del libro sería más claro y más significativo en el futuro, pero ninguno emitía un juicio decididamente positivo.» Paci, 315
  102. Paci, 315-317
  103. Paci, 317-318
  104. Ellmann, 832
  105. Galván, en Dublineses, p. 21
  106. a b Galván, 30
  107. Johnson, en Dubliners, p. xi
  108. Johnson, en Dubliners, p. viii
  109. Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 130
  110. Galván, 31
  111. en Hª literatura universal, ed. Planeta, tomo IX, p. 269
  112. Trad. libre introducción de Dubliners, xxvii
  113. Galván, 39
  114. Galván, 41-42
  115. Relato "Duplicados", en Dublineses, versión de G. Cabrera Infante, p. 84
  116. Citado por Galván, 45
  117. Valverde, en Joyce, p. 35
  118. Valverde, en Joyce, id.
  119. Johnson, en Dubliners, p. vii
  120. id., p. xxxix
  121. Britannica.com: James Joyce/Assessment Textualmente, «one of the world’s great short stories».
  122. Para Stanislaus Joyce, en contra de la opinión general, esta obra no era autobiográfica, sino una «creación artística». My Brother's Keeper, p. 39
  123. a b Galván, en Dublineses, p. 36
  124. Valverde, en Joyce, p. 44
  125. Galván, en Dublineses, p. 35
  126. Galván, en Dublineses, p. 38
  127. Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 119
  128. Galván, en Dublineses, p. 44-45
  129. Retrato, versión de Dámaso Alonso, p. 193-194
  130. Valverde, en Ulises, p. 21
  131. García Tortosa, en Ulises, p. IX-X
  132. Valverde, en Ulises, p. 9
  133. Nabokov, 423-424
  134. Ulysses, p. 88-89
  135. Ulises, versión de Valverde, tomo I, p. 183
  136. Valverde, en Ulises, p. 35
  137. Konstantinovic, Radomir: Beckett, mi amigo. Ed. Littera - Barcelona, 2001. ISBN 84-95845-01-6, p. 105
  138. Valverde, en Ulises, p. 10
  139. García Tortosa, en Ulises, p. 910
  140. Citado en Poesía completa, p. 10
  141. Valverde, en Ulises, p. 11
  142. a b Bloom, 425
  143. En ed. R.B.A., p. 528
  144. id.
  145. Citado por Valverde en la intr. a Ulises, p. 43
  146. Personaje elaborado según el modelo del Judío Errante; Bloom es en exceso "fisiológico" para Nabokov: p. 421.
  147. Para Frank Budgen, amigo de Joyce, éste describió a su personaje en todos sus perfiles, pero además pretendía que fuera «un hombre pleno, un hombre bueno». En James Joyce and the making of "Ulysses", citado por García Tortosa en intr. Ulises, p. XVII
  148. Para Stanislaus Joyce, Bloom tiene mucho de John Joyce. Por ejemplo, como su padre, Bloom era corredor de anuncios para un periódico; John Joyce trabajaba para el Freeman's Journal. My Brother's Keeper, p. 80
  149. «En el caso de Stephen, lo artístico es casi demasiado bueno para ser cierto»: Nabokov, 420
  150. Nabokov, 420
  151. Nabokov, 420
  152. Cfr. García Tortosa, en intr. Ulises, p. XXIII
  153. «En Roma, cuando tenía lista la mitad de A Portrait, me di cuenta de que la continuación de aquello debía ser la Odisea, y empecé a escribir Ulises.» Ellmann, 462
  154. Valverde, en Ulises, p. 13
  155. Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 99
  156. Johnson, en Dubliners, p. xviii
  157. Nabokov hace notar que la obra está construida con los datos facilitados por la memoria de un exiliado, pero también con la ayuda de una simple guía de Dublín: Thom´s Dublin Directory, y del periódico Evening Telegraph del jueves, 16 de junio de 1904: Nabokov, 417
  158. Valverde, en Ulises, 14-15
  159. id, p. 45-46
  160. García Tortosa, en Ulises, p. LXVII
  161. id, p. LXXI-LXXII
  162. Según De Riquer y Valverde provocó un auténtico «seísmo» en la literatura de lengua inglesa. Ed. R.B.A., p. 526
  163. Ellmann, en "Ulysses: A Short Story", dentro de Ulysses, p. 714-715
  164. Knowlson, 103-105
  165. Ellmann, 577-585, 603.
  166. Gluck, Barbara Reich. Beckett and Joyce: Friendship and Fiction. Bucknell University Press, 1979. ISBN 0-8387-2060-9, p. 27.
  167. Knowlson, 99
  168. García Tortosa, en Anna Livia Plurabelle, p. 50 y ss.
  169. Hemeroteca diario El Mundo. Acceso: 20/10/2008
  170. Valverde, en Joyce, 113
  171. Según De Riquer y Valverde, «Lo que en Ulysses flotaba como citas en otros idiomas, apenas mezcladas ocasionalmente con el inglés, ahora se deshace en una suerte de papilla de base inglesa». Ed. R.B.A., p. 529-530
  172. Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 98
  173. Acceso: 18/11/2008
  174. García Tortosa, en Anna Livia Plurabelle, p. 23
  175. García Tortosa, en Anna Livia Plurabelle, p. 9-10
  176. id., p. 12
  177. Anna Livia Plurabelle, p. 172
  178. Anna Livia Plurabelle, versión de García Tortosa, Navarrete y Tejedor, p. 173
  179. Borges, tomo II, p. 924
  180. Según Ellmann, en la intr. a My Brother's Keeper, p. 23
  181. Bloom, 436
  182. Bloom, 432
  183. Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 98
  184. Diario El País, Acceso: 30/03/2010
  185. Álvarez Amorós, en intr. Poesía completa, p. 54
  186. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 55
  187. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 18
  188. Martín Triana, en intr. Música de cámara, p. 9
  189. Martín Triana, Música de cámara, p. 10
  190. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 41
  191. Martín Triana, en Música de cámara, p. 15
  192. Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 116
  193. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 23
  194. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 9
  195. Knowlson, 98
  196. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 43-45
  197. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 50
  198. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 51-52
  199. Música de cámara, p. 23
  200. Música de cámara, p. 22
  201. Álvarez Amorós, en Poesía completa, p. 17
  202. Valverde, en Ulises, p. 25
  203. Ellmann, 444-445
  204. Ellmann, 493
  205. Joyce, James. Exiles. Introducción de Padraic Colum. Ed. Panther Books, 1979. ISBN 0-586-04806-5, p. 7-8
  206. En ed. R.B.A., p. 526
  207. Exiliados, p. 165-166
  208. Mason y Ellmann en Escritos críticos, p. 7
  209. id., p. 8
  210. Escritos críticos, p. 16. Primer ensayo de Joyce, escrito a los catorce años.
  211. Mason y Ellmann, 9
  212. id., p. 9-10
  213. id., p. 12
  214. Escrítos críticos, p. 317
  215. Ellmann, en intr. a Cartas escogidas, p. 13
  216. id.
  217. id.
  218. id., p. 18
  219. Carta a Stanislaus de 07/02/1905: citado por Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 107
  220. «Soy uno de los escritores de la presente generación que tal vez estén creando por fin una conciencia en el alma de esta raza desdichada.»: citado en Ellmann, en Cuatro dublineses, p. 115
  221. Ellmann, en intr. Cartas escogidas, p. 21
  222. Valverde, en Joyce, p. 26-27
  223. Ellmann, en intr. a Cartas escogidas, p. 30
  224. id., p. 32
  225. id., p. 34
  226. id., p. 35
  227. id., p. 37
  228. Cartas sucias a Nora (en inglés).
  229. Ellmann, intr. a Cartas escogidas, p. 41
  230. id., p. 43
  231. Cartas escogidas, II, p. 255
  232. Bloom, 429-430
  233. Id.
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  236. Friedman, Melvin J. A review of Barbara Reich Gluck's Beckett and Joyce: friendship and fiction, Bucknell University Press (June 1979), ISBN 0-8387-2060-9. Acceso: 03/12/2006.
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  250. Centro Virtual Cervantes. Acceso: 04/11/2008.
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  252. «Cuando quiero disfrutar con un libro, releo En busca del tiempo perdido, de Proust, o Ulises, de Joyce» (Nabokov, carta a Elena Sikorski, 03/08/1950, en Nabokov's Butterflies: Unpublished and Uncollected Writings. Boston: Beacon, 2000, 464–465.
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  257. Evans, Dylan, An Introductory Dictionary of Lacanian Psychoanalysis, Routledge, 1996, p. 189
  258. Ulysse gramophone. Acceso: 18/05/2011.
  259. James Joyce Ramble. Acceso: 28/11/2006.
  260. Max, D. J., "The Injustice Collector: Is James Joyce’s Grandson Suppressing Scholarship?," The New Yorker, 19/06/2006. Acceso 09/07/2007.
  261. Cavanaugh, Tim, "Ulysses Unbound: Why does a book so bad it "defecates on your bed" still have so many admirers?". Reason, julio de 2004.
  262. Schloss. Stanford Law School, The Center for Internet and Society. Acceso: 28/11/2006.
  263. Associated Press. Profesora demanda a la testamentaría de James Joyce: Carol Schloss pide acceso a material registrado en su página web. MSNBC. 12/06/2006. Acceso: 28/11/2006.
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  266. O'Connor, Ulick, ed.: The Joyce We Knew. Memoirs of James Joyce. Ed. Brandon. Dingle (Kerry, Ireland), 2004. ISBN 0-86322-324-9
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  268. The Joyce We Knew, p. 37
  269. The Joyce We Knew, p. 59
  270. The Joyce We Knew, p. 62
  271. Trad. libre The Joyce We Knew, p. 115
  272. Trad. libre texto de O'Connor, en The Joyce We Knew, p. 18
  273. Traducción libre: «It seems to me little short of a miracle that anyone should have striven to cultivate poetry or cared to get in touch with the current of European thought while living in a household such as ours, typical as it was of the squalor of a drunken generation. Some inner purpose transfigured him». My Brother's Keeper, p. 98
  274. My Brother's Keeper, p. 84, en Google Books. Acceso: 18/05/2011.
  275. Borges, tomo II, p. 1005

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