Milagro

Milagro
Para otros usos de este término, véase Milagro (desambiguación).
Resurrección de Lázaro, (c. 1410) folio 171r de Très Riches Heures du Duc de Berry. Musée Condé, Francia.

Se llama milagro, en la definición del Diccionario de la Lengua Española, a un "hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino" (Real Academia Española).

Dependiendo del enfoque desde el cual se aborde el concepto, existen variadas definiciones de la palabra "milagro". Aún dentro de las diferentes religiones, la palabra se asocia a varios sentidos.

Contenido

Etimología

La palabra milagro encuentra su raíz en el latín miraculum que significa "mirar". Los latinos llamaban miraculum a aquellas cosas prodigiosas que escapaban a su entendimiento, como los eclipses, las estaciones del año y las tempestades. Así entonces, miraculum proviene de mirari, que en latín significa "contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción".

Dicha forma latina se mantiene aún hoy con idéntica grafía en el francés, en el inglés como miracle, y en el italiano como miracolo, entre otras lenguas neolatinas.

Es así como, desde el punto de vista etimológico, la palabra milagro no dice relación necesariamente con una cierta intervención divina, sino que se liga al asombro ante lo inefable, tal como lo plantearan los latinos.[1]

Cristianismo

Según el cristianismo, un milagro es en sí un hecho sobrenatural en el cual se manifiesta el amor de Dios hacia los seres humanos.[2] Aunque un milagro auténtico sería un signo de la existencia de Dios y de su amor, el cristianismo desaconseja la búsqueda en un milagro de una mera evidencia científica de la existencia de Dios, promoviendo en cambio su creencia mediante la fe. Es importante tener en cuenta que cuando se analiza un relato de milagro desde la perspectiva literaria, no se hace ningún juicio sobre el valor histórico del mismo. La investigación histórica tienen sus propias reglas, que son diferentes de las literarias.[3]

San Pablo presentó al carisma de obrar curaciones y al poder de obrar milagros como procedentes del espíritu de Dios y destinados al bien común:

"En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia. (...) A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro fe, en el mismo Espíritu; a otro carisma de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad."
(I Corintios 12, 1.7-11)

Para el cristianismo en general, el milagro sería un hecho sin explicación científica razonable. Agustín de Hipona ofreció la siguiente definición de milagro: "Milagro llamo a lo que, siendo arduo e insólito, parece rebasar las esperanzas posibles y la capacidad del que lo contempla" (De utilitate credendi, 16,34). Pero San Agustín no pone tanto énfasis en los milagros como "desafíos a las leyes naturales". Agustín de Hipona marca que todos los hechos (sea que los llamemos ordinarios o extraordinarios) tienen una significación religiosa: visto desde el punto de vista de la fe, "tanto el crecimiento de la mies como la multiplicación de los panes tienen el sello del amor y del poder del Dios".[2]

Escepticismo de científicos y filósofos

Se suele argumentar que los milagros, entendidos como una intervención en el universo de una entidad todopoderosa superior al propio universo, no pueden ser estudiados por el método científico. De acuerdo al filósofo Karl Popper, una proposición no puede considerarse ajustada al método científico si fuese imposible verificar su eventual falsedad. Hablando de los milagros mismos, científicamente, se pueden hacer hipótesis que buscan explicar un determinado fenómeno, para demostrar o no una explicación al suceso por medio de un experimento. El problema es que, muchos de los que afirman la existencia de milagros, suelen no efectuar un análisis serio antes de concluir que algo no tiene explicación. Además, parece para muchos una contradicción lógica afirmar que a "algo que no tiene explicación científica" pueda atribuírsele una "explicación sobrenatural". Eso hace que, en parte del mundo académico, la existencia de milagros haya perdido credibilidad -aún para personas teístas liberales-, y se busque descartar su existencia por medio de la lógica, aún cuando se trate de supuestos hechos no explicables por las leyes naturales.

El psiquiatra Sigmund Freud escribía que, a la ciencia le corresponde encontrar una verdad objetiva detrás de las cosas y, por lo tanto, no es posible declarar que la ciencia es sólo un campo de la actividad humana, y que la interpretación "mágica" (o de religiosos conservadores) sea un campo "diferente". Se trata de un argumento que suele ser usado para reclamar la "veracidad" de hechos no ordinarios, argumento que suele ser simplemente una interpretación personal dada en base a sus creencias. Freud llama a la búsqueda de la verdad e insta a hacer una crítica a las creencias que quieran usurpar el terreno de la objetividad y de la misma ciencia.

Se suele invertir la carga de prueba por parte de quien afirma la existencia de un milagro. Sin embargo, desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia, "quien dice que algo existe es quien lo debe demostrar", mediante razones lógicas. En ese caso, la carga de prueba del escéptico se restringe a refutar y descartar la descripción del milagro. Por esa misma razón, en el pensamiento escéptico, la posibilidad de un milagro se autodestruye cuando la atribución de milagro a un suceso se funda únicamente en la percepción o el pensamiento subjetivo. Eso, porque desde el siglo XVIII, el empirismo dejó expuesto que los sentidos o las percepciones pueden engañarnos. Hay que recordar que el cerebro, desde el punto de vista neurológico y evolucionista, no está diseñado para entender al mundo, sólo para sobrevivir[cita requerida].

Por lo tanto, no se puede afirmar que no existan razones, dentro del mundo académico, para sostener una postura escéptica ante tales sucesos, puesto que pueden ser analizados en el marco de la lógica, como hizo David Hume. A veces, los llamados "milagros" en sentido laxo carecen de una investigación seria, y no suelen tomar en cuenta otros aspectos que pueden ser condicionantes de la opinión: fanatismo, efecto placebo, efectos de tratamientos previos, o el estado psíquico o emocional de la persona.

Sin embargo, no es posible generalizar una única postura científica. "Le Bureau des Constatations Médicales" y de "Le Comité Médical International" de Lourdes, que rigen el análisis científico de las curaciones producidas en Lourdes, siguen protocolos estrictos.[4] [5] Para que una curación se considere "inexplicable" para la ciencia se deben cumplimentar una serie de requisitos, entre los que se cuentan: (a) que la dolencia sea incurable; (b) que se haya puesto de manifiesto la total ineficacia de los medicamentos o protocolos empleados en el tratamiento de dicha dolencia; (c) que la curación haya sobrevenido de manera instantánea o casi instantánea; (d) que la curación haya sido absoluta; (e) que la curación no sea resultante de una interpretación derivada del estado psíquico de la persona. De los aproximadamente 7000 casos de curaciones registrados en expedientes, sólo 67 han sido reconocidos como "milagros".[6] Tal es el grado de rigor manifestado en este tema que la curación de Marie Bailly, aquejada de peritonitis tuberculosa en último estadio (el famoso "Dossier 54" de los Archivos de "Le Bureau des Constatations Médicales" de Lourdes), y testimoniada por el Dr. Alexis Carrel (premio Nóbel de Medicina en 1912), no se encuentra incluida entre los casos considerados "milagrosos" por la Iglesia Católica, simplemente por una insuficiente constatación del estado psíquico de la paciente previo a su curación.

Desde que David Hume demostró que nuestras percepciones pueden engañarnos, los "testimonios" carecen -para algunos- de credibilidad en el mundo académico. Desde el punto de vista médico, el milagro no es considerado por muchos una contradicción de las leyes de la naturaleza, sino una aceleración inexplicable del proceso normal de curación".[7]

Posición de la Iglesia Católica

Tomás de Aquino, en el siglo XIII, definió milagro como algo hecho por Dios más allá de las causas conocidas por los hombres (cf. Suma teológica, I parte, q. 105, a. 7).

En la actualidad, la fe y la ciencia no se consideran excluyentes en la Iglesia católica, según señala el Concilio Vaticano II:

«[...] por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe.[8]
Gaudium et Spes 36, 2 – Concilio Vaticano II

Como consecuencia de lo anterior, la posición actual de la Iglesia católica no es opuesta a la ciencia. El milagro no es considerado hoy un "suceso mágico" que controla las fuerzas cósmicas, sino -en la postura de los creyentes- un suceso que dependería de Dios (de quien, por otra parte, también dependerían todas las leyes naturales). Para los creyentes, científicos o no, la atención no se centra en lo sorprendente o extraordinario del hecho ocurrido, sino en la autoridad de quien supuestamente lo realizó (Dios).[3] Además, el milagro, en el pensar de los creyentes, sólo se concede por motivos que escapan al intelecto del ser humano, y que se sitúan en el mismo misterio de Dios.

Hay, pues, hechos que resultan para la ciencia "inexplicables" por las leyes naturales, al menos hasta el día de hoy. La forma de interpretación de esos hechos depende de la creencia o del pensamiento de cada cual, y no definen al hecho en sí, sino al individuo que lo interpreta.

Véase también

Referencias

  1. Ricardo Soca (1996-2007). «Etimología: el origen de las palabras – Milagro» (en español). La Página del Idioma Español. Consultado el 25 de agosto de 2011.
  2. a b Ternant, Paul (2001). «Milagro». En Xavier Léon-Dufour. Vocabulario de Teología Bíblica (18a. edición). Barcelona (España): Biblioteca Herder. pp. 533-540. ISBN 978-84-254-0809-0. 
  3. a b Rivas, Luis H. (2010). Diccionario para el Estudio de la Biblia. Amico. pp. 200. ISBN 9789872519513. 
  4. Bureau des Constatations Médicales. «Le Bureau des Constatations Médicales» (en francés). Consultado el 6 de agosto de 2011.
  5. Comité Médical International. «Le Comité Médical International de Lourdes» (en francés). Consultado el 6 de agosto de 2011.
  6. Sanctuaires Notre-Dame de Lourdes. «Les miraculés de Lourdes» (en francés). Consultado el 6 de agosto de 2011.
  7. Berthier, René (1977). 101 Reponses a un chretien. Librairie Hachette. p. 206. ISBN 2245001702. 
  8. Concilio Vaticano II, promulgado en Roma por Pablo VI (7 de diciembre de 1965). «Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual» (en español). Consultado el 6 de agosto de 2011.

Enlaces externos


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  • milagro — (De miraglo). 1. m. Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. 2. Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa. 3. exvoto (ǁ ofrenda dedicada a Dios, a la Virgen o a los santos) …   Diccionario de la lengua española

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