Poderes universales

Poderes universales
El papa Pío II y el emperador Federico III.
El papa Juan XII y el emperador Otón I.
El antipapa Clemente III y el emperador Enrique IV.

Poderes universales es la expresión utilizada en Europa Occidental desde la Edad Media para referirse al Pontificado y al Imperio, por cuanto ambos se disputaban el llamado Dominium mundi (dominio del mundo, concepto ideológico con implicaciones tanto terrenales como trascendentes en un plano espiritual), y mantenían con el resto de los agentes políticos una pretensión de superioridad, cuya efectiva plasmación en la realidad fue muy desigual, dada la existencia de factores como la dispersión territorial, el bajo nivel de desarrollo técnico y productivo del modo de producción feudal y la tendencia social y política del feudalismo a la descentralización del poder. No obstante, los poderes universales pervivieron durante la Edad Moderna, aunque su inoperancia en las relaciones internacionales fue evidente desde la segunda mitad del siglo XVII. El comienzo de la Edad Contemporánea y la Revolución liberal, con las guerras napoleónicas y las unificaciones nacionales alemana e italiana, supusieron el fin efectivo del Imperio y el confinamiento territorial del Papado al Vaticano, que aún así mantuvo su capacidad de influencia en el mundo actual.

Contenido

Surgimiento

Frente al cesaropapismo del Imperio bizantino, la situación de Occidente desde la caída del Imperio romano supuso una posición excepcionalmente poderosa del Obispo de Roma, cuya condición de único patriarca en Occidente muy pronto se convirtió en un primado, a cuyo poder espiritual se añadía la aspiración al poder temporal sobre un territorio repartido entre cambiantes reinos germánicos de difícil definición, lo que le convertiría en una verdadera teocracia.

Su concreción territorial se pretendió extender desde la ciudad de Roma a la totalidad de Italia o incluso a todo el Imperio de Occidente, según la pseudo donación de Constantino). La restauración de una autoridad secular con pretensión universal no llegó hasta el año 800 con la coronación de Carlomagno, que inició el Imperio carolingio. La difícil convivencia de Pontificado e Imperio (regnum et sacerdocium) a lo largo de los siglos siguientes dio origen a la querella de las investiduras y a distintas formulaciones ideológicas (teoría de las dos espadas, Plenitudo potestatis, Dictatus papae, condenas de la simonía y el nicolaísmo).

Dada la influencia que ejercían los obispos sobre la gente de sus diócesis, los reyes pretendían tenerlos como “aliados”, pero desde su punto de vista político. Tener la posibilidad de elegirlos, (entregarles el cargo, es decir “investirlos”) prácticamente aseguraría su fidelidad. Así, el primer emperador Otón I que, dentro de su política para imponerse a sus súbditos feudales, se atribuye a sí mismo el derecho a nombrar (investir) a los obispos del Imperio, dio origen a la llamada querella de las investiduras. Los Papas no estuvieron nunca de acuerdo con la existencia de dicho derecho Imperial.

El Papa pretendía marcar la supremacía de la autoridad religiosa sobre el poder civil (lo que se ha venido denominando agustinismo político o también hierocracia), mientras que el Emperador pretendía derivar su cargo del antiguo Imperio romano (Translatio imperii), así como el hecho material de su capacidad militar para imponer su poder territorial e incluso tutelar la vida religiosa (tanto en los aspectos institucionales como los dogmáticos), a semejanza de su equivalente en Oriente.

[El cesaropapismo, inaugurado por la práctica política de Carlomagno, tendrá que ceder definitivamente ante el peso de la hierocracia, que tiene en Gregorio VII (1073-85), en los canonistas del Siglo XII y en los decretalistas del XIII, o en Bonifacio VIII (1294-1303) a los teóricos de las máximas formulaciones del poder universal de los sucesores de Pedro. ][1] .

Véase también: Dominium mundi

Evolución

La división del Imperio carolingio entre los herederos de Ludovico Pío, y el acceso de distintas dinastías a la dignidad imperial (otónidas, Hohenstaufen), debilitó el poder de los emperadores, sujetos a un sistema de elección que les hacía dependientes de un delicado juego de alianzas entre los dignatarios que alcanzaron el título de príncipe elector, unos laicos (príncipes territoriales, independientes en la práctica) y otros eclesiásticos (obispos de ciudades libres). No obstante, periódicamente se asistía a intentos de recuperar el poder imperial (Otón III, Enrique II), que en ocasiones llegaban a liderazgos espectaculares (Enrique IV, Federico I Barbarroja, Federico II Hohenstaufen).

Por su parte el fortalecimiento del poder papal había sido muy importante desde Gregorio Magno (Siglo VII-VIII) y contó con el decisivo apoyo del monacato que se extendió por todos los reinos europeos, sobre todo la orden de Cluny que tendría gran influencia desde el Siglo XI.

En territorio del Sacro Imperio, la oposición entre güelfos (que apoyaban al Papa) y gibelinos (apoyaban al emperador), presidió la vida política de Alemania e Italia desde el siglo XI hasta bien entrada la Baja Edad Media.

La confrontación continuó y en 1176 se llegó a la batalla de Legnano, la cual tuvo una repercusión crucial en la lucha que mantenía Federico Barbarroja contra las comunas de la Liga Lombarda (bajo la égida del Papa Alejandro III). Esa batalla fue un hito dentro del prolongado conflicto interno entre güelfos y gibelinos, y del todavía más antiguo existente entre los dos poderes universales: Pontificado e Imperio. Las tropas imperiales sufrieron una derrota humillante y el emperador Barbarroja se vio forzado a firmar la Paz de Venecia (1177) por la que reconoció a Alejandro III como Papa legítimo.

Finalmente, la autoridad del Imperio se convirtió en algo puramente teórico, carente de una fuerte base económica o militar, incapaz de afirmarse no sólo ante las monarquías feudales definitivamente libres de toda subordinación -Rex superiorem non recognoscens in regno suo est Imperator (Decretal Per Venerabilem de Inocencio III, 1202)[2] -, sino ante los propios príncipes territoriales alemanes o las ciudades-estado italianas. El movimiento de las Cruzadas, predicadas por el papado, no dio a este un mayor control ni de los territorios efímeramente conquistados en Tierra Santa, ni de los reinos europeos, ni de las nuevas órdenes religiosas. Luego de un tiempo de supremacía Papal, hacia el año 1300 ocurrió la sujección de la Santa Sede al control de la monarquía francesa, evidenciada con la llamada Cautividad de Aviñón.

El alcance y carácter de la autoridad pontificia se expone de forma contundente durante la etapa aviñonesa. Según la obra "De pontificia potestate", publicada durante el pontificado de Juan XXII (1316-1334). Esa exposición rotunda suscitó, ciertamente, vivas resistencias. Durante la estancia del Pontificado en Aviñón la Monarquía pontificia será la mejor organizada de las monarquías contemporáneas, pero tendrá que hacer frente a fuertes críticas.

Luego, el Cisma de Occidente desprestigió al papado y devaluó la capacidad intimidatoria de la antes tan temida excomunión.[3]

La producción de argumentaciones teóricas sobre el tema, en cambio, no sólo no se detuvo, sino que incluyó aportaciones como las de Marsilio de Padua -Defensor Pacis- o Guillermo de Occam -Ocho cuestiones sobre la autoridad del Papa (1342) y De imperatorum et pontificum potestate (1347)-.[4] que se encuentran entre los autores más importantes de una época, la de la crisis de la escolástica, en que la recepción y extensión de nuevas formas jurídicas extraídas del Derecho romano -Escuela de Bolonia, ius commune- por un lado; y el conciliarismo -Concilio de Basilea- por otro, van socavando las pretensiones universales.

Triunfo del Pontificado

La formación Escolástica (iniciada desde el Siglo XI) había sido el marco dentro del cual el poder pontificio había conseguido influenciar la sociedad europea.

Después de las contundentes exposiciones acerca del poder pontificio dadas durante la estadía en Aviñón (Siglo XIV), papas como Eugenio IV -ya en el Siglo XV- fueron muy enérgicos en la defensa del fundamento teórico de la autoridad papal. Luego Nicolás V, aunque flexible, no fue menos rígido en la defensa de su autoridad pontificia. Durante su gestión los más eruditos Cardenales realizaron una importante exposición de esos fundamentos.

En marzo de 1452, la coronación de Federico III en Roma, vino a dejar claro el eclipse imperial y, por contraste, el refuerzo del poder pontificio.

Hacia el Siglo XV el Papado había alcanzado el ESPLENDOR, la cima del prestigio espiritual e intelectual.[5] [Por entonces la Iglesia era la rectora de la vida de la sociedad europea. En general podía considerarse a las mayorías como ‘gente religiosa’. Por ejemplo, los comerciantes demostraban su preocupación por la moral].[6] Asimismo, hasta el Siglo XV (cuando tenía influencia sobre del Imperio) la Iglesia había logrado prohibir completamente el interés en los préstamos (Lv 25:37; Ez 18:8-13). Los sucesivos Concilios corroboraron su prohibición, incluso si éste era moderado (ningún cristiano podía ser banquero)[7]

El Papado de Nicolás V (el Papa de la concordia) posibilitó la reconstrucción de su influjo en la Cristiandad. No solo por las enormes obras que se realizaron, sino por los evidentes logros de tipo espiritual. (Se firma un tratado paz en Lodi (abril de 1454), otro con Florencia en agosto de ese mismo año. Se forma la "Liga itálica" (otro acuerdo general de paz) en marzo de 1455.

El sucesor (Eneas Silvio Piccolomini), Pío II, otro humanista de extraordinario prestigio, también era ardiente defensor de la Monarquía pontificia. El evidente triunfo del Pontificado reposaba, en gran parte, en el prestigio personal de los líderes (Papas) que lo habían encarnado durante estos años.[8]

Pero hacia mediados del Siglo XV aquella Formación Escolástica era suplantada por una formación más laica, que instaba vivir intensamente sin más obstáculos que los establecidos por la propia Naturaleza. Era lo propuesto por el nuevo ambiente Renacentista.

Predominio de las Monarquías absolutas

El emperador Carlos V se reconcilia con el rey Francisco I de Francia animados ambos por el papa Paulo III; óleo de Sebastiano Ricci.

Hacia el Siglo XV el Papado había alcanzado el ESPLENDOR, la cima del prestigio espiritual e intelectual Pero hacia mediados del Siglo XV ya se difundían ideas más "laicas", que instaban vivir intensamente sin más obstáculos que los establecidos por la propia Naturaleza. Era lo propuesto por el nuevo ambiente Renacentista. Ahora lo importante no era el hombre en su relación con Dios, sino el propio hombre como centro… Esto dio lugar a que se expandiera el mercantilismo y se justificara la esclavitud de quienes eran paganos… Por entonces, Maquiavelo escribía: "el fin justifica los medios"

Estas nuevas ideas se introdujeron en todos los ordenes, incluso en el solio pontificio. Papas como Inocencio VIII (1484-92) o Alejandro VI (Rodrigo Borgia; 1492-1503) son ejemplos de nepotismo, corrupción y codicia. En apenas 50 años, se había pasado del “Papa de la concordia” (Nicolás V) a Pontífices que eran cada vez más ‘guerreros’ (como Julio II). El papado se deterioraba cada vez más por su vida mundana, sus gastos, extravagancias y campañas militares. A comienzos del Siglo XVI el alto clero pasaba el tiempo buscando diversión.

La iglesia cristiana peligraba. Luego de 1517 sufría la división del sector norte de Europa (protestantismo) y en medio de los conflictos religiosos surgió la teoría del derecho divino del poder real -o absolutismo teológico-.[9] Estaba surgiendo el absolutismo (gobiernos en que el poder residía en una persona (el rey)-la cual se consideraba ‘la única fuente de legalidad’). Esa clase de monarquía se desarrolló desde el siglo XVI hasta el XVIII.

Lutero se había visto en la necesidad de entregar el control de las diversas “iglesias nacionales” a sus respectivos monarcas. Y esos soberanos no tenían limitaciones ni controles. Los súbditos solo debían obedecer sus designios. (Así, si el príncipe adoptaba el luteranismo, todos sus súbditos pasaban automáticamente a ser luteranos).

El Papado pierde su poder:

Por su parte, cuando la curia romana llegó al tope de sus enredos por codicia, se culminó en el Saqueo de Roma de 1527. El emperador Carlos V mantiene prisionero al Papa durante muchos meses, y comienza a despojarlo de sus posesiones.

Desde el Siglo XVI, los verdaderos “patronos” de la Iglesia serían los monarcas. Como ejemplo, los reyes españoles poseían el “PATRONATO REGIO” (podían nombrar los clérigos e intervenir sobre la Iglesia Católica). Posteriormente Carlos V sumó a lo anterior el cargo de Patriarca de Indias, obteniendo el control de toda la labor evangelizadora[10] En definitiva, la Iglesia ya no sería la rectora de la vida intelectual (como lo había sido en la Edad Media)[11]

Principios básicos del Absolutismo: • El poder es de carácter divino: la autoridad del Rey es designada por Dios. • La iglesia queda supeditada al monarca. • El rey tiene un trato paternal con el pueblo. • La autoridad del rey es absoluta, no debe supeditarse a cortes ni a los nobles para tomar decisiones. • La autoridad del rey está sujeta a la razón. • El rey es la ley.

Las naciones se decían cristianas pero el cristianismo había quedado sometido a la voluntad de los monarcas… Y ello tendría sus inevitables consecuencias en la vida europea:

Desde el Siglo XVI, aumentaron las presiones para que la debilitada Iglesia católica abandonara aquella primitiva posición contra “el interés en los préstamos”. Con el auge del mercantilismo, los mercaderes y banqueros pasaban a ser una unidad (los Medici, los Fugger, los Welser…) y no necesitaban la aprobación de la Iglesia, pues formaban monopolios que -con el apoyo de las monarquías- llegaban a ser engañosos e inmorales.

Por entonces decía el jesuita Croiset: “De todo se busca sacar provecho: de los préstamos, de los socorros, hasta de las plagas que Dios manda... En cuanto se prevé una buena ganancia, se pierde todo sentimiento moral. Se quisiera que todo estuviera permitido… para enriquecerse[12]

Y el jesuita Bourdalone agregaba: “Para enriquecerse en breve tiempo, se abandona la inocencia, sin más preocuparse de los principios de honradez; se llega, inclusive, a despojarse de todo sentimiento de humanidad, aprovechándose de la necesidad del pobre y condenando a muerte a viudas y huérfanos”.[13]

Siglo XVIII (el "siglo de las luces")

Antes del Siglo XVIII la Iglesia confrontaba con la fuerza de un Estado cuyos reyes le disputaban al Papa el liderazgo de un ‘mundo cristiano’. Pero desde el Siglo XV en adelante había estado en crecimiento el comercio (mercantilismo), que desde entonces hasta el Siglo XVIII permitíó el enriquecimiento de grupos que pasaron a constituir una nueva clase social: la burguesía.

Al llegar el Siglo XVIII el absolutismo de los monarcas comienza a ser criticado. Las nuevas "ideas ilustradas" propiciaban limitar el poder de los monarcas. Surgía así el Parlamento. Esto servía especialmente a los intereses de la gran burguesía, que se convertía así en clase dominante[14] Parecía que la idea imperial terminaría sucumbiendo. Pero al mismo tiempo, los mayores ataques los sufriría el Poder pontificio.

La Iglesia sigue perdiendo poder:

Voltaire (1694-1778) fue el principal impulsor de ese Siglo de las luces. [Combatía el despotismo y –al igual que Diderot- era profundamente anticlerical, consiguiendo que los jesuitas fueran vistos como enemigos del absolutismo regio y de todo progreso]

Fueron cerradas las casas de la Compañía de Jesús, les secuestraban sus bienes y se les expulsaba sin derecho a defensa. En 1759 los jesuitas fueron obligados a salir de Portugal, luego en 1764 salieron de Francia y en 1767 de España y América. [La disolución de la Compañía es una muestra del grado de impotencia en que se encontraba el catolicismo frente a los gobiernos de la época]. Según los gobiernos ‘ilustrados’ del Siglo XVIII, el poder de la Iglesia constituía un problema y terminó siendo separada del Estado. Al respecto decía Voltaire: “Cuando hayamos concluido con los jesuitas, más fácilmente acabaremos con la Iglesia[15]

Comenzaba así una época de oro del librepensamiento [En 1776 surgía el primer Estado completamente laico de la historia: Virginia (EEUU)]

Las propuestas filosóficas predicaban la manera de alcanzar el bienestar general pero totalmente alejadas de lo religioso. La Revolución Francesa dictó la “Constitución civil del clero”, exigiendo a los sacerdotes la sumisión al directorio -condenando a muerte a los que no la firmaban-. En el Siglo XIX la Iglesia se enfrentaría a un Estado animado por ideas distintas y muchas veces opuestas a la fe (el Estado liberal). El cargo de Sumo Pontífice seguía existiendo, aunque le resultaba difícil salvar políticamente al pequeño Estado sacerdotal de la Santa Sede.

Siglos XIX y XX

El liberalismo como ideología dominante:

Al avanzar el Siglo XIX la revolución industrial cedió paso al liberalismo de Adam Smith, quien predicaba La acumulación de capital como fuente para el desarrollo económico.

“…el aumento indefinido de la prosperidad es generado por la mano invisible que conduce a los individuos a seguir su egoísmo particular[16] Se difundía la negación de la solidaridad, se aumentaba la competencia entre los individuos y las sociedades. El liberalismo triunfaba y lograba que la Iglesia quedara cada vez más recluida.

El 20 de Setiembre de 1870 el rey Víctor Manuel II ocupaba Roma con su ejército. Los piamonteses se apoderaban de la ciudad mientras el Papa quedaba como prisionero. …Los gobiernos ya estaban muy influenciados por el liberalismo. La Iglesia había perdido su remanente de poder temporal. Los gobiernos en general (incluso en América), atacaban al clero prohibiendo actividades religiosas, suprimiendo órdenes y conventos. El mundo seguía las ideas de que se lograría bienestar mediante el libre comercio y el pensamiento libre. Para el hombre de fines del Siglo XIX resultaba más importante el obrar libremente que el obrar bien. Las guerras del Siglo XX no demostrarían que tal "libertad" fuera el camino correcto.

Desde entonces, las pretensiones de presencia del Papado en la escena internacional y en los asuntos internos de los países de mayoría católica han superado las dimensiones territoriales de Ciudad del Vaticano, demostrándose mucho más decisiva la dimensión religiosa, o más bién lo que se ha venido a llamar poder blando (soft power), sutil pero mucho más efectivo por su peso en lo moral, ideológico y cultural.

Resumiendo: De manera muy sutil, aunque no exista un "emperador del mundo", la idea imperial parece haber triunfado:

La fuerza del Estado logra la separación entre Iglesia (sea esta anglicana, católica, luterana, presbiteriana) y la gente. Este fenómeno pudo lograrse a partir del humanismo, durante el Renacimiento. Se consolida con la Ilustración, por medio de la corriente filosófica racionalista, llegando a ser una política oficial durante la Revolución francesa, la Independencia Norteamericana y las revoluciones burguesas que deshacen la "alianza entre el trono y el altar".

Actualmente, la separación entre la iglesia y el Estado se encuentra plasmada en la mayor parte de las constituciones nacionales, mediante el establecimiento de un estado laico. Si la idea imperial era hacer predominar lo económico por sobre lo espiritual, parece haber logrado su objetivo. De hecho, desde la edad moderna la tendencia en el mundo es hacia una creciente secularización.[17] [18] [19]

Coronación de Napoleón y Josefina ante el Papa, reducido a un papel meramente observador, óleo de Jacques-Louis David.

Pervivencia del concepto

El nombre de imperio será aplicado a toda clase de entidades políticas que ya no tendrán vocación "universal" (teocrática o cesaropapista), sino como mucho "global" (secularizada), cosa posible en términos geoestratégicos por primera vez desde la consecución de la economía-mundo.[20] Aunque los primeros en conseguirlo de hecho (Imperio portugués e Imperio español desde el siglo XVI) no utilizaron en su día el nombre para designarse a sí mismos (el español se autodefinía, en términos providencialistas, como Monarquía Católica), sí se les aplicará por la historiografía (que de hecho lo aplica a cualquier formación política del pasado con dimensiones multinacionales: Imperio Turco, Imperio mongol, Imperio inca).

Sí lo hizo conscientemente el Imperio ruso, que se reivindicaba como una tercera Roma tras la caída de Constantinopla en 1453 (el mismo nombre de zar se deriva del de césar). También se aplicó el término a las posesiones territoriales ultramarinas de los estados europeos: Imperio Británico (que se justificaba por el Raj hindú que hacía de la reina Victoria emperatriz de la India); Imperio francés...[21] También fue habitual nombrar desde la guerra fría a las dos superpotencias rivales como el Imperio Americano y el Imperio Soviético. El sistema que se mantiene como dominador es (tal como lo deseaba el Imperio romano del Siglo I) de tipo "económico". Actualmente se denomina neoliberalismo, lo cual los críticos describen como la dominación de la economía por parte de las corporaciones multinacionales, pero con libre competencia entre sí. (Al ser global, hace que la población quede sin posibilidades de vivir fuera de ese sistema).

Véase también

Referencias

  1. Europa: proyecciones y percepciones históricas; Ángel Vaca Lorenzo, R. Tamales -Universidad de Salamanca- (P. 46)
  2. Francisco Tomás y Valiente y otros (1996) [ Autonomía y soberanía. Una consideración histórica], Madrid: Marcial Pons; citado en Revista de estudios histórico-jurídicos nº 21, Valparaíso 1999 ISSN 0716-5455 [1]
  3. Julio Valdeón, op. cit., El siglo XIII. El fin de las construcciones universales. El auge de las monarquías nacionales, vol. 12 pgs. 161-184.
  4. Reseña bibliográfica de ésta última.
  5. Triunfo del Pontificado (Artehistoria)
  6. Mercaderes y finanzas en la Europa del siglo XVI:… Pilar Rivero Gracia -Univ. De Zaragoza- 2005; P. 6)
  7. Dinero: Un Nuevo Comienzo -Traducción del ensayo sobre el dinero de Charles Eisenstein (Tr: Mauro Lacy)
  8. Triunfo del Pontificado -Artehistoria-
  9. Absolutismo (Gran Enciclopedia Rialp)
  10. La Iglesia de Indias (Artehistoria)
  11. Historia de la Iglesia -Siglo XV, Edad Media- (Catholic.net)
  12. El despotismo ilustrado - Cap XIII (Bibliot. L. A. Arango)
  13. “Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia” -Indalecio L. Aguirre; Intermedio Editores, 2002- (P. 315)
  14. La burguesía (Planeta Sedna)
  15. Historia de la Iglesia -Siglo XVIII- (Catholic.net)
  16. El poder de las ideas: el carácter subversivo de la pregunta filosófica – (María J. Regnasco, Ed. Biblos, 2004; P. 82)
  17. Harris Interactive | News Room - Religious views and beliefs vary greatly by country, according to the latest Financial Times/Harris poll
  18. Summary of Findings: A Portrait of "Generation Next"
  19. Secularization and Secularism - History and nature of secularization and secularism till 1914
  20. Concepto de Fernand Braudel BRAUDEL, Fernand (1984). Civilización material, economía y capitalismo, siglos XV-XVIII. Madrid, Alianza. ISBN 84-206-9024-4.  desarrollado por Immanuel Wallerstein WALLERSTEIN, Immanuel (1979). El moderno sistema mundial La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Madrid, Siglo XXI. ISBN 84-323-0342-9. 
  21. HOBSBAWM, Eric J. (1989). La Era del Imperio (The Age of Empire 1875-1914). Barcelona: Labor. ISBN 84-335-9298-X.  pgs. 56-57

Enlaces externos


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