Lenguas de México

Lenguas de México

Las lenguas de México son aquellos idiomas empleados por los habitantes del país. La gran cantidad de lenguas que se hablan en el territorio mexicano hacen del país uno de los que poseen mayor diversidad lingüística en el mundo. Además del idioma español, cuyos hablantes en sus variedades locales constituyen la mayoría lingüística, se hablan en México sesenta y siete lenguas y agrupaciones lingüísticas indígenas. Por la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas que se promulgó en 2001, las lenguas indígenas y el español han sido declaradas lenguas nacionales por su carácter histórico, por lo que cuentan con la misma validez en todo el territorio mexicano.[1]

La relación entre el español y las lenguas indígenas ha pasado por diversos momentos desde que los europeos llegaron a América. En el caso mexicano, numerosas lenguas indígenas se beneficiaron de la labor intelectual de los primeros misioneros evangelizadores que mostraron un celo particular por aprender los idiomas nativos y cristianizar a los americanos en sus propias lenguas. Estos y otros intelectuales en los años posteriores a la Conquista produjeron las primeras gramáticas y vocabularios de las lenguas náhuatl, maya, otomí, mixteca y purépecha, entre otras, y adaptaron el alfabeto latino para escribirlas. En contraste con este interés, numerosas lenguas se perdieron antes de que pudieran ser estudiadas sistemáticamente, pues sus hablantes fueron asimilados culturalmente o exterminados físicamente. Por eso, en muchos casos quedan pocos o ningún testimonio de su existencia, apenas menciones de su existencia en algunos escritos y pequeños vocabularios. Se calcula que hacia el siglo XVI, en México se hablaban más de cien lenguas.

A partir de la independencia de México, se planteó la necesidad de castellanizar a todos los pueblos indígenas, pues se veía en la diversidad lingüística una dificultad para integrarlos a la sociedad nacional. Hasta el siglo XX, la única lengua de enseñanza y de gobierno era el español; los primeros intentos de alfabetización en lenguas indígenas tenían por objeto que los educandos adquirieran la escritura para después continuar el proceso educativo exclusivamente en español.

La población hablante de lenguas indígenas en México no es conocida con precisión. El censo del Inegi señala que se trata de alrededor de seis millones de personas, pero el dato corresponde sólo a los mayores de cinco años. La población étnica indígena fue calculada por la CDI en 12,7 millones de personas en 1995, lo que equivalía al 13,1% de la población nacional en ese año (1995).[2] A su vez, la CDI sostenía que en 1995, los hablantes de lenguas indígenas en el país sumaban alrededor de siete millones. La mayor parte de esa población se concentra en la región centro y sur del país.

Contenido

El español hablado en México

Artículo principal: Español mexicano

Difusión del español en México

Como ya se ha señalado anteriormente, el idioma español es la lengua más extendida en el territorio mexicano, aunque no existe ninguna declaratoria legal que lo convierta en lengua oficial. Su uso en los documentos oficiales y su hegemonía en la enseñanza estatal lo han convertido en un idioma oficial de facto y poco más del 97% del total de los más de 108 millones de mexicanos lo emplean, ya sea como lengua materna o como segunda lengua.

El español llegó al territorio que actualmente conocemos como México acompañando a los conquistadores hispanos en las primeras décadas del siglo XVI. Sin duda, los primeros contactos entre los hablantes de las lenguas indígenas de la región y los hispanoparlantes se dieron a raíz del naufragio de dos marinos españoles. Uno de ellos, Jerónimo de Aguilar, se convertiría ulteriormente en intérprete de Hernán Cortés.

A partir de la penetración española en el territorio mexicano, el idioma español fue obteniendo una presencia mayor en los ámbitos más importantes de la vida. Primero, en Nueva España, fue elevado a la calidad de lengua oficial y única de la administración hacia el siglo XVII, aun cuando en los primeros años después de la Conquista se permitió el uso de las lenguas indias e incluso se alentó el empleo del náhuatl como lingua franca. No obstante lo anterior, se calcula que, al concluir la Guerra de Independencia, el número de hipanohablantes escasamente superaba el 40 % de la población, ya que los indígenas seguían empleando mayoritariamente sus lenguas vernáculas.

A lo largo de todo el siglo XIX y la mayor parte del siglo XX, la política dominante en lo que refiere a la lengua nacional era la de castellanizar a los hablantes de lenguas indígenas. Como se deduce de los párrafos anteriores, no era una decisión nueva, sino la continuación de la tendencia impuesta por las leyes coloniales en el siglo XVII. El siglo XIX no vio mayores progresos en el afán de incorporar a los indios a la sociedad nacional, por medio de la supresión de sus culturas étnicas (y con ellas, sus idiomas). Sin embargo, con la masificación de la instrucción pública que siguió a la Revolución, la proporción de hablantes de español comenzó a crecer poco a poco. Al iniciar el siglo XX, los hablantes de español ya eran mayoría (aproximadamente ochenta de cada cien mexicanos). Entre 1900 y el año 2000, la mayor parte de los pueblos indígenas fueron castellanizados.

Características léxicas del español en México

Obviamente el español hablado en México no es homogéneo. Cada región tiene sus propios modismos, como ocurre en el resto de los países de habla hispana. Sin embargo, es posible hablar de algunas características que son más o menos comunes a todos los dialectos regionales que conforman aquello que, para acortar, es llamado dialecto mexicano del español. Por ejemplo, es notable la abundancia de voces de origen náhuatl, incluso en zonas donde esta lengua no era empleada de modo generalizado, como la península de Yucatán o el norte de México. Muchas de estas voces sustituyeron las propias de los conquistadores o las que fueron adquiridas por ellos en las Antillas, durante la primera etapa de la colonización hispana en América. Otras tantas fueron adoptadas porque los españoles carecían de palabras para referirse a algunas cosas que desconocían y que estaban presentes en el contexto de la civilización mesoamericana. Como ejemplo de lo anterior, tenemos:

Metate, del náhuatl métatl, que designa una piedra plana trípode sobre la que se muele el nixtamal, los chiles y cualquier cosa suceptible de convertirse en pasta. Todo metate va acompañado de un tejolote (del náhuatl texólōtl 'núcleo [de piedra] (ōlōtl) de moler (tes(i))', que es una piedra larga que sirve como rodillo para prensar los materiales dispuestos en el metate, por acción de la fuerza humana. El tejolote recibe el nombre alternativo de mano del metate.
Molcajete, del náhuatl molcáxitl, que literalmente significa recipiente para guisos, designa una herramienta de cocina, también de piedra, de forma cóncava y trípode que se emplea para moler alimentos y convertirlos en salsas. Va acompañado de su respectivo tejolote, o mano del molcajete. Algunos españoles de la época de la Conquista lo llamaban mortero, pues su uso y función es similar al de ese recipiente existente en Europa.
Nixtamal, del náhuatl nextamalli, literalmente empanada de maíz cocido con cal viva de concha nácar, es el nombre con que se conoce en México al maíz precocido con cal como paso previo a su molienda para la preparación de masa para tortillas. El agua de cal empleada en el proceso recibe el nombre de nexayote, najayote o nejayote (del náhuatl nexáyotl, que significa agua de ceniza).
Petate, del náhuatl pétatl. Literalmente designa un tejido de palma que en el resto de la América hispanoparlante y en España se conoce como estera. Derivado de petate es el verbo petatearse, que en México significa estirar la pata, y en modo menos coloquial, morirse.

Como los anteriores cuatro, ejemplos sobran en todo México. A ello hay que sumar la abundante toponimia de origen indígena que pasó a formar parte del habla cotidiana de los mexicanos hispanófonos y otras voces de origen indígena cuya extensión es de índole regional y que constituyen algunas de las diferencias entre las variedades locales del español mexicano.

Aparte del léxico, existen algunas particularidades fonológicas del español de México. Generalmente, los mexicanos tienden a suprimir la pronunciación de algunas vocales átonas y a la elisión en algunas palabras, especialmente cuando en una oración una palabra concluye en vocal y la siguiente comienza en vocal. Además, en contraste con los nativos de España, los mexicanos suelen pronunciar conjuntos de dos consonantes seguidas, como [ks], [tl] y otras (aunque también es frecuente en algunos sociolectos el cambio de consonantes, como en [kl] en lugar de [tl], o bien, [ks]] en vez de [ps]). También hay que señalar que como en el resto de América Latina, el habla española de México se caracteriza por la ausencia del fonema /θ/, que se sustituye por /s/ ya que las dos sibilantes del español del siglo XVI convergieron en el español de América.

En México no existe el voseo, salvo en algunas regiones del sureste, donde se emplean tres pronombres para la segunda persona singular (, usted y vos), con connotaciones semánticas diferentes. Es general la distinción entre y usted, empleándose la segunda en las fórmulas de respeto o de conversación con personas a quienes no se conoce. Lo anterior vale especialmente para las generaciones adultas, puesto que entre los jóvenes tiende a desaparecer esta distinción. De igual manera, mientras los adultos suelen referirse a las acciones realizadas por ellos mismos con los pronombres uno o yo, cada vez se vuelve más general el uso de para este tipo de construcciones, supuestamente por influencia del inglés. Por eso, cuando uno podría decir que ha hecho tal o cual cosa, alguien más dirá que tú haces la misma cosa, pero refiriéndose a sí mismo.

Ya entrando en el campo de los anglicismos, se acusa que el mexicano es uno de los dialectos del español con un mayor número de voces de origen inglés. Sin embargo, como señala Grijelmo, esto es algo relativo, puesto que existen algunos conceptos para los que los mexicanos hispanófonos han elaborado voces castizas que, sin embargo, han sido calcadas del inglés en otras partes del mundo de habla hispana. Como ejemplo de lo anterior, en México los carros se estacionan, y no se aparcan, tal como se hace en España, donde sin embargo los "coches" se "alquilan", mientras en México los "carros" se "rentan" (cars are rented).

Variedades mexicanas del español

Variedades del español mexicano-centroamericano, de acuerdo con Moreno Fernández.
División dialectal del español en México, de acuerdo con Lope Blanch.

Los diversos dialectos del español que se hablan en América han sido objeto de estudio por parte de lingüistas y filólogos, con el propósito de comprender sus características peculiares. Como resultado de esos estudios, los dialectos mexicanos del español han sido tratados como un conjunto independiente, o bien, como parte del grupo de dialectos mexicano-centroamericano. De acuerdo con Moreno Fernández, algunos de los rasgos de los dialectos mexicanos del español son compartidos con América Central, particularmente las variedades que se hablan en el sureste de México. De acuerdo con su propuesta, el español mexicano-centroamericano se puede dividir en dos grandes ramas: la mexicana y la mayense-centroamericana. Dentro de la primera caben las hablas del norte, centro y zonas costeras de México; mientras que la segunda comprende las variedades de Yucatán, América Central (incluyendo Chiapas) y el español de los hablantes bilingües que son usuarios de alguna lengua mayance.[3] La propuesta de Moreno Fernández es similar a la que elaboró en su momento Pedro Henríquez Ureña.[4] De acuerdo con Moreno Fernández, las cinco variedades del español mexicano se caracterizan de la siguiente forma:[5]

  • El español norteño es una conjunto de hablas que se arraigó en el norte del país, un amplio espacio donde las lenguas indígenas fueron prácticamente eliminadas, y el repoblamiento se realizó con europeos e indígenas provenientes del centro del país. Algunas de sus características más notables son la articulación de [t͡ʃ] como [ʃ] —por ejemplo, Chihuahua se pronuncia [ʃi'wawa]—, hay un debilitamiento de las vocales y diptongación de /e/ y /o/, y también presenta algunas peculiaridades léxicas.
  • El español del centro de México se caracteriza por el debilitamiento de las vocales, la tensión de [s] y [x] y la conservación de grupos consonánticos cultos como [ks] y [kt].
  • El español costeño mexicano comparte varios rasgos fonológicos con las hablas hispanas de la cuenca del Caribe. Entre otros, presenta el debilitamiento de la [s] en coda silábica, la velarización de [n] y debilitamiento generalizado de las consonantes al final de la palabra, amén de la pérdida de la [r] al final de los infinitivos.
  • El español yucateco se caracteriza por la fuerte influencia del idioma maya no sólo en el nivel léxico, sino también en el fonológico y en las soluciones gramáticas de los hablantes. Algunos de estos rasgos son la glotalización de algunas consonantes o los cortes glóticos que no existen en español, la posición final de [t͡ʃ] y [ʃ] y la realización labial de la [n] final (por ejemplo, pan se articula [pˀam]).
  • El español centroamericano es la variedad del habla española que se emplea en Chiapas, emparentada con las del resto de América Central. Al igual que el español yucateco, el centroamericano convive con diversas lenguas mayances, pero su influencia en mucho menor. Algunas características del español hablado en Chiapas son el debilitamiento de [ʝ] intervocálica, la aspiración o debilitamiento de [x] y la velarización de [n].

Lope Blanch realizó una clasificación interna más detallada de las hablas hispanas en México que distingue diez regiones dialectales en todo el territorio mexicano. Estas son la península de Yucatán, Chiapas, Tabasco, Veracruz, el altiplano oaxaqueño, el centro de la Altiplanicie Mexicana, la costa de Guerrero y Oaxaca, las variedades del noroeste, las hablas del norte de la Altiplanicie Mexicana, y la región del noreste. Esta clasificación contempla además otras regiones en formación como la que conforman Jalisco y Michoacán. Cada una de las variedades habladas en México posee ciertos rasgos características. En el caso del español yucateco hay una fuerte influencia del idioma maya como lengua de adstrato; la variedad chiapaneca comparte muchas características con el español centroamericano, como su carácter «rural y conservador» y el voseo, fenómeno que no se encuentra documentado en otras partes de México. El habla tabasqueña es considerada por Lope Blanch como una transición entre la variedad veracruzana y la yucateca, aunque otros autores la consideran dentro del grupo de las hablas costeras mexicanas.[6]

La x en México

Lo problemático de no ser mexicano y sumergirse en un mundo de escritura mexicana del español es la lectura de la x, que ha sido motivo de múltiples comentarios de extranjeros que visitan el país. De modo general, se escribe con x todo término de origen español que así lo requiera, como excepción, existencia y muchos cientos o millones más. En todos estos casos, la x se pronuncia como [ks], tal como señala la regla estándar. Pero en el caso de las voces indígenas, la regla no está tan estandarizada ni es necesariamente conocida por el resto de los hispanohablantes, aun cuando tiene sus orígenes en el habla y la escritura de la Península Ibérica de los siglos XV y XVI.[7]

La grafía x posee en México cuatro valores distintos:

  • El convencional, [ ks ], como en los ejemplos señalados antes o en Tlaxcala, el nombre de un estado y ciudad del centro del país (cuyo topónimo deriva del náhuatl Tlaxcallan, o Ciudad de las tortillas).
  • Un valor [ sh ], empleado en voces de origen indígena como mixiote (un guiso preparado en la película que recubre la penca del maguey), Xel-Ha (nombre de un Parque ecológico Maya) y Santa María Xadani (población zapoteca del Istmo de Tehuantepec). Como la x gallega.
  • Un valor [ j ], como en Xalapa (nombre de la capital de Veracruz) o axolote (un anfibio de los lagos del centro del país). También por ejemplo la letra x en la palabra México, es consecuencia de que en castellano antiguo el sonido castellano "jota" se escribía "x".
La Malinche, princesa chontal bilingüe, fue una lengua que ayudó a los españoles a entender los idiomas nativos a su llegada a Mesoamérica. Algunas palabras de estos idiomas pasaron al español y perviven en el habla cotidiana de México.

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Lenguas indígenas de México

México es el primer país con mayor cantidad de personas hablantes de lenguas amerindias en América con un total de 65 lenguas vivas registradas en el año 2010.[8] Sin embargo, en números relativos, la proporción de estas comunidades lingüísticas es menor en comparación con países como Guatemala (52,8%) y Perú (35%), e incluso a las de Ecuador (9,4%) y Panamá (8,3%) [1]. Excepción hecha del náhuatl, ninguna de las lenguas indígenas de México posee más de un millón de hablantes. El nahuatlahtohlli es la cuarta lengua indígena de América por el tamaño de su comunidad lingüística, detrás del quechua, el aymara y el guaraní.

Lenguas indígenas de México
Mapa de lenguas de México + 100 000.png Mapa de lenguas de México 20.000-100.000.png Mapa de lenguas de México - 20 000.png
Lenguas con más de 100 mil hablantes Lenguas con más de 20 mil y menos de 100 mil hablantes Lenguas con menos de 20 mil hablantes

Clasificación de las lenguas indígenas

El estudio de las lenguas indígenas comenzó desde la llegada misma de los españoles al territorio que actualmente ocupa México. Algunos de los misioneros, por encontrarse más cercanos a los nativos, advirtieron las semejanzas que existían entre algunas de las lenguas, por ejemplo, el zapoteco y el mixteco. En el siglo XIX, las lenguas nativas fueron objeto de una clasificación semejante a la que se realizaba en Europa para las lenguas indoeuropeas. Esta tarea fue emprendida por Manuel Orozco y Berra, intelectual mexicano de la segunda mitad del siglo XIX. Algunas de sus hipótesis clasificatorias fueron retomadas por Morris Swadesh a principios del siglo XX. Las lenguas de México pertenecen a ocho familias de lenguas (además de algunas lenguas de filiación dudosa y otras lenguas aisladas), de las cuales las tres más importantes tanto en número de hablantes como en número de lenguas son las lenguas uto-aztecas, las lenguas mayenses y las lenguas otomangues.

Uno de los grandes problemas que presenta el establecimiento de relaciones genéticas entre las lenguas de México es la falta de documentos escritos antiguos que permitan conocer la evolución de las familias lingüísticas. En muchos casos, la información disponible consiste en unas cuantas palabras registradas antes de la desaparición de un idioma. Tal es el caso, por ejemplo, del idioma coca, cuyos últimos vestigios lo constituyen algunas palabras de las que se sospecha pertenecen más bien a alguna variedad del náhuatl hablado en Jalisco. Swadesh calculaba que el número de idiomas hablados en el territorio mexicano llegaba a los ciento cuarenta. Actualmente sólo sobreviven sesenta y cinco.

Clasificación de las lenguas indígenas de México
Familia Grupos Lengua Territorio
Lenguas yuto-aztecas
Se trata de la familia de lenguas amerindias más extendida en el territorio mexicano. Asimismo, es la que posee el mayor número de hablantes.
Yuto-aztecas meridionales Tepimano Pápago Sonora
Pima bajo Sonora, Chihuahua
Tepehuán Chihuahua, Durango
Tepecano (†) Jalisco
Taracahita Tarahumarano Tarahumara Chihuahua
Guarijío Sierra Madre Occidental
Cahita Yaqui Sonora
Mayo Sonora y Sinaloa
Ópata Ópata (†) Sonora
Eudeve (†) Sonora
Tubar (†) Sonora
Corachol-aztecano Corachol Cora Nayarit
Huichol Nayarit
Náhuatl Pochuteco (†) Oaxaca
Náhuatl Valle de México, Sierra Madre Oriental, Veracruz
Lenguas hokanas
Aunque esta familia es todavía discutida por los lingüistas, agrupa numerosas lenguas habladas en las zonas áridas de México y Estados Unidos. Algunas propuestas incluyen a la lengua seri, pero en las más recientes esta lengua aparece como una lengua aislada. La mayor parte de las lenguas hokanas se han extinguido, y otras están a punto de desaparecer.
Lenguas yumano-cochimíes Yumanas Paipai Península de Baja California
Cucapá
Cochimí (Mti'pai)
Kumiai
Nak'ipa (†)
'Ipa juim (†)
Kiliwa
Cochimíes Cochimí (†)
Ignacieño (†)
Borjeño (†)
Tequistlateco-chontales Chontal de Oaxaca Oaxaca
Tequistlateco (†)
Lenguas del sur de Baja California
Se trata de un conjunto de lenguas habladas en el sur de la península de Baja California. Actualmente todas se encuentran extintas. La escasa documentación sobre las lenguas hacen dudosa su clasificación. Incluso se ha puesto en duda la posibilidad de que todas esas lenguas hayan formado parte de una misma familia. Algunos lingüístas indican que es posible que hayan tenido alguna lejana relación con el cochimí, y por tanto, formarían parte de la familia hokana.
Guaicura (†) Baja California Sur
Laimón (†)
Aripe (†)
Huichití (†)
Cadégomeño (†)
Didiu (†)
Pericú (†)
Isleño (†)
Monguí (†)
Lenguas álgicas
La única lengua álgica hablada en México es el kikapú, un idioma sumamente cercano al fox. La tribu kikapú se estableció en Coahuila en el siglo XIX, debido a la invasión de su territorio original (Oklahoma) por otras tribus y blancos.
Lenguas algonquianas Centrales Kikapú Coahuila
Lenguas otomangueanas
Otomangue occidental Oto-pame-chinantecano Oto-pame Otomí Centro de México
Mazahua Estado de México
Matlatzinca
Tlahuica
Pame
Jonaz Guanajuato, San Luis Potosí
Chinantecano Chinanteco Oaxaca y Veracruz
Tlapaneco - mangueano Tlapaneco Tlapaneco Guerrero
Mangueano Chiapaneco (†) Chiapas
Otomangue oriental Popoloca-Zapotecano Popolocano Mazateco Oaxaca y Veracruz
Ixcateco Oaxaca
Chocho Oaxaca
Popoloca Puebla
Zapotecano Zapoteco Oaxaca
Chatino Oaxaca
Papabuco Oaxaca
Solteco Oaxaca
Amuzgo - mixtecano Amuzgo Amuzgo Oaxaca y Guerrero
Mixtecano Mixteco Escudo Mixteco
Cuicateco Cañada de Cuicatlán
Triqui Oaxaca
Lenguas toto-zoquenas
Los primeros intentos clasificatorios, como el de Orozco y Berra, proponían una afinidad entre las lenguas mixe-zoqueanas y las lenguas otomangueanas. Sin embargo, la evidencia reciene apunta a que el mixe-zoqueano está emparentado con el totonaco-tepehua. También la lengua de los olmecas parece ser una forma de mixe-zoqueano.
Mixe-zoqueano Mixeano Mixe de Oaxaca Variedades mixes de la sierra de Juárez Sierra de Juárez (Oaxaca)
Mixe del Golfo Popoluca de Sayula Veracruz
Popoluca de Oluta Veracruz
Zoqueano Zoque del Golfo Popoluca de Texistepec Veracruz
Popoluca de Soteapan Veracruz
Zoque de los Chimalapas Zoque de San Miguel Chimalapa Los Chimalapas (Oaxaca)
Zoque de Sta. María Chimalapa
Zoque de Chiapas Variedades zoques de Chiapas Poniente de Chiapas
Totonaco-tepehua
Totonacano Totonaco Sierra Madre Oriental (Veracruz y Puebla)
Tepehua
Lenguas mayenses
Las lenguas mayenses (o mayances) se encuentran distribuidas en el sureste de México y el norte de Centroamérica. Aislada de este núcleo se encuentra la lengua huasteca, que se habla en el norte de Veracruz y el oriente de San Luis Potosí. Algunas propuestas han incluido a las lenguas mayenses en el grupo macro-penutí. En otras hipótesis se ha señalado que pudiera haber alguna relación entre las familias totonacana, mixe-zoqueana y la mayense, aunque la propuesta no ha ganado muchos adeptos. Muchas de las lenguas mayas habladas en México tienen un escaso número de hablantes. Esto se debe a que varios de esos idiomas pertenecen a grupos de guatemaltecos que se refugiaron en México durante la guerra civil. En la actualidad son consideradas como lenguas nacionales, como el resto de las lenguas indígenas.
Huasteco Huasteco Región Huasteca
Chicomulteco (†)
Yucatecano Yucateco - lacandón Maya yucateco Península de Yucatán
Lacandón Chiapas
Mayense occidental Cholano - tzeltalano Cholano Chol Chiapas
Chontal de Tabasco Tabasco
Tzeltalano Tzeltal Chiapas
Tzotzil
Kanjobalano - Chuj Kanjobalano Kanjobal
Jacalteco
Motozintleco
Chujano Chuj
Tojolabal
Mayense oriental Quicheano Kekchí Kekchí Chiapas
Pokom - quicheano Quiché Chiapas y Guatemala
Cakchiquel Chiapas y Guatemala
Mame Teco-Mame Mam Chiapas
Aguacateco-Ixil Aguacateco Chiapas y Veracruz
Ixil Chiapas, Quintana Roo y Campeche
Lenguas aisladas
Se ha intentado agrupar estas lenguas en familias más amplias, aunque sin éxito. Al purépecha y al huave se le ha intentado atribuir, sin éxito, orígenes sudamericanos. El huave también ha sido relacionado con las lenguas penutíes por Swadesh. Aunque se dispone de muy poca información, se ha pretendido relacionar al extinto coahuilteco con las lenguas hokanas y las lenguas comecrudanas. El seri se ha incluido por mucho tiempo, sin evidencia contundente, a la gran familia hipotética hokana. El cuitlateco aparece en algunas clasificaciones como parte de la familia yuto-azteca. Del pericú es tan poco lo que se sabe y tantas eran sus diferencias con las otras lenguas de la península de Baja California, que ni los mismos misioneros del siglo XVII se atrevieron a establecer relaciones entre esta lengua y el resto de las peninsulares. Actualmente se propone que los pericú debieron ser descendientes de los primeros pobladores de la región.
Purépecha Michoacán
Huave Oaxaca
Cuitlateco (†) Guerrero
Coahuilteco (†) Coahuila
seri Sonora
Lenguas no-clasificadas
Además existe un conjunto de lenguas con documentación muy escasa y referencias a lenguas de pueblos extinguidos, que no han podido ser clasificadas por falta de información. Ver por ejemplo Lenguas no clasificadas de México.
Cotoname (†) Tamaulipas
Quinigua (†) Nuevo León
Solano (†) Coahuila de Zaragoza
Naolano (†) Tamaulipas
Maratino (†) Tamaulipas
Chumbia (†) Guerrero

Historia sociolíngüística de las lenguas indígenas de México

Una página del Códice Florentino. Con este nombre se conoce el texto en náhuatl escrito por Bernardino de Sahagún con base en la información de nobles indígenas de Tepepulco.

Como se explicó antes, en el momento de hablar acerca del español, las lenguas indígenas fueron objeto de un proceso de marginación y relegación a los ámbitos domésticos y comunitarios de la vida social. Desde su llegada a la Nueva España, algunos misioneros se dieron a la tarea de registrar las lenguas de los indios, estudiarlas y aprenderlas, con el propósito de ayudar a una evangelización más eficiente. Con este último propósito, los misioneros de Indias propugnaron por la enseñanza de los indígenas en su propia lengua. De acuerdo con esa visión, Felipe II había decretado en 1570 que el náhuatl debía convertirse en la lengua de los indios de Nueva España, con la finalidad de hacer más operativa la comunicación entre los nativos y la colonia peninsular. Sin embargo, en 1696, Carlos II, estableció que el español sería el único idioma que podía y debía ser empleado en los asuntos oficiales y el gobierno del virreinato.[9] A partir del siglo XVII, los pronunciamientos a favor de la castellanización de los indios fueron cada vez más numerosos. Con ello, los colonizadores renunciaron a su vocación bilingüe, vocación que llevó en un primer momento a los misioneros y a los encomenderos a aprender las lenguas de los nativos. Esa necesidad de bilingüismo se trasladó entonces a los actores que articulaban las relaciones entre los niveles más altos del gobierno y los pueblos indígenas, es decir, la élite nativa encarnada en los caciques regionales.

A lo largo del período colonial, el español y las lenguas indígenas entraron en una relación de intercambio que llevó, por un lado, al español de cada región a conservar palabras de origen indígena en el habla cotidiana; y a las lenguas indígenas a incorporar no sólo palabras españolas, sino de otros idiomas indios y especialmente del taíno.

Después de la consumación de la independencia de México, la ideología liberal dominante llevó a los encargados de la educación pública en el país, a implementar políticas educativas cuyo propósito era la castellanización de los indígenas. Según sus defensores, con la castellanización los indios quedarían plenamente integrados a la nación mexicana (una nación criolla, según el proyecto liberal decimonónico), en igualdad con el resto de los ciudadanos de la República. Salvo el Segundo Imperio Mexicano, encabezado por Maximiliano, ningún otro gobierno del país se interesó por la conservación de las lenguas indias durante el siglo XIX, ni siquiera el del único presidente indígena que ha tenido el país: Benito Juárez.

En 1889, Antonio García Cubas calculó la proporción de hablantes de lenguas indígenas en un 38% del total de la población mexicana. Si se compara con el 60% que estimaba una encuesta de población en 1820, es notable la reducción proporcional de los hablantes de lenguas nativas como componente de la población. Al final del siglo XX, la proporción se redujo a menos del 10% de la población mexicana. En el transcurso, más de un ciento de lenguas desaparecieron, especialmente las propias de los grupos étnicos que habitaban en el norte de México, en el territorio que corresponde aproximadamente con las macro-áreas culturales denominadas Aridoamérica y Oasisamérica. Sin embargo, a pesar de que en números relativos los hablantes de lenguas indígenas fueron reducidos a una minoría, en términos netos su población aumentó. En la actualidad representan más de siete millones de personas.

Antes de 1992, las lenguas indígenas no tenían ninguna especie de reconocimiento jurídico por la Federación. En ese año, el artículo 2° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos fue reformado, con el propósito de reconocer el carácter pluricultural de la nación mexicana, y la obligación del Estado de proteger y fomentar las expresiones de esa diversidad. Siete años más tarde, el 14 de junio de 1999, el Consejo Directivo de la Organización de Escritores en Lenguas Indígenas presentó al Congreso de la Unión una Propuesta de Iniciativa de Ley de Derechos Lingüísticos de los Pueblos y Comunidades Indígenas, con el propósito de abrir un canal legal de protección de las lenguas nativas. Finalmente, la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas fue promulgada en diciembre de 2002. Esta ley contempla mecanismos para la conservación, fomento y desarrollo de las lenguas indígenas, pero también una compleja estructura que dificulta su realización.[10]

De la castellanización a la educación intercultural bilingüe

Las tribus llamadas genéricamente apaches eran nómadas que entraron en conflicto con los estados del norte de México durante el siglo XIX, al final accedieron a regresar al norte del Río Bravo, donde permanecen. Sus lenguajes y costumbres están muy bien documentados.

Por castellanización se entiende, en México, el proceso de adopción de la lengua española por parte de los pueblos indígenas. Como se señaló anteriormente, sus antecedentes de jure más remotos datan del siglo XVII, aunque no fue sino hasta el siglo XIX cuando alcanzó su máxima expresión, en el contexto de la República liberal. Con la generalización de la educación pública, la castellanización se hizo más profunda aunque ello no derivó en el abandono absoluto de las lenguas indígenas por parte de sus hablantes. En otros casos, la castellanización fue acompañada por el exterminio físico o el etnocidio; casos especiales son los yaquis (Guerra del Yaqui, 1825-1897), los mayas (Guerra de Castas, 1848-1901) y los californios[11] (cuyas lenguas se extinguieron a finales del siglo XIX, luego de una larga agonía que comenzó con el establecimiento de misiones católicas en la península). Los apaches[12] son un caso un poco diferente, aunque resistieron cualquier esfuerzo de castellanización desde el siglo XVII, entraron en conflicto abierto con españoles y mexicanos, e incluso con las demás etnias del norte (tarahumaras, sumas, conchos, tobosos). Esto se agudizó al ser empujados hacia el oeste por la expansión de Estados Unidos, causando el constante conflicto en los estados del norte de México y del sur de Estados Unidos (Guerra apache, durante todo el XIX).

La castellanización tenía como propósito eliminar las diferencias étnicas de los indígenas con respecto al resto de la población, para, en última instancia, integrarlos en "igualdad" de condiciones a la nación. En México, uno de los principales criterios históricos para la definición de lo indígena ha sido la lengua (el criterio "racial" sólo desapareció en el discurso oficial en la tercera década del siglo XX). Por ello, las estrategias para inducir el abandono de las lenguas indígenas estaban dirigidas principalmente a la prohibición legal de su empleo en la educación, la prohibición fáctica del ejercicio de la docencia para los indígenas (cuando un indígena llegaba a ser profesor, el gobierno se encargaba de reubicarlo en una comunidad donde no se hablara su lengua madre) y otras similares.


Contra lo que pensaban los defensores de la castellanización de los indígenas, su incorporación al mundo de habla española no significó una mejoría en las condiciones materiales de existencia de los grupos étnicos. La política de castellanización se tropezaba también con las carencias del sistema educativo nacional. Suponía que los educandos manejaban de antemano la lengua española, aunque en muchas ocasiones no ocurría de esta forma. Muchos indígenas que tuvieron acceso a la educación pública durante la primera mitad del siglo XX en México eran monolingües, y al prohibírseles el uso de la única lengua que manejaban, eran incapaces de comunicarse en el medio escolar. Por otra parte, los docentes muchas veces eran indígenas cuyo dominio del español también era precario, lo que contribuyó a la reproducción de las deficiencias competitivas entre los niños. En vista de lo anterior, en la década de 1970 se incorporó la enseñanza en lengua indígena en las zonas de refugio, pero sólo como un instrumento transitorio que debería contribuir a un aprendizaje más efectivo del español.

Durante la década de 1980, la educación bilingüe fue objeto de una promoción intensiva (en términos comparativos con períodos anteriores, puesto que nunca ha constituido un sistema masivo en México). Pero aun cuando los propósitos seguían siendo los mismos (la incorporación de los indígenas a la nación mestiza y la castellanización), se enfrentaba desde entonces a las carencias que acusa el sistema de educación intercultural implementado en la segunda mitad de la década de 1990. A saber, que el profesorado asignado a zonas de habla indígena con frecuencia no domina el idioma indígena que hablan sus estudiantes. Por otra parte, sólo en fechas muy recientes la Secretaría de Educación Pública se preocupó por la producción de textos en lenguas indígenas, y sólo en algunas de ellas. La gran diversidad lingüística de México, aunada a las dimensiones reducidas de algunas comunidades lingüísticas, han conducido al sistema de educación intercultural bilingüe a enfocarse sólo en los grupos más amplios.

Bilingüismo y diglosia

La mayor parte de los hablantes de lenguas indígenas en México son bilingües. Esto es resultado de un largo proceso histórico en que sus lenguas fueron relegadas a los ámbitos de la vida comunitaria y doméstica. Debido a ello, la mayor parte de los indígenas se vieron en la necesidad de aprender a comunicarse en español tanto con las autoridades como con los habitantes de las poblaciones mestizas, que se convirtieron en los centros neurálgicos de las redes comunitarias en que se veían integradas sus sociedades. A la declinación del número de monolingües entre los mexicanos hablantes de lenguas indígenas contribuyó también, como se ha señalado antes, la intensiva campaña educativa de corte castellanizante.

En la actualidad, existen comunidades lingüísticas donde menos del 10% de sus miembros hablan exclusivamente la lengua amerindia. Es el caso de la comunidad lingüística de los Chontales de Tabasco, que apenas presentan un 0,13% de monolingües del total. Les siguen los yaquis (0,33%) mazahuas (grupo étnico del estado de México, caracterizado por su temprana integración en la red económica de grandes ciudades como México, D.F. y Toluca), con 0,55% de monolingües; y los mayos de Sonora y Sinaloa, con 1,78%. Las comunidades con la mayor cantidad de indígenas monolingües son también aquellas donde el analfabetismo es más elevado o cuyo territorio étnico tradicional se localiza en las regiones más marginadas de México. Tal es el caso de los amuzgos de Guerrero y Oaxaca, con 42% de monolingües y 62% de analfabetismo; los tzeltales y tzotziles de los Altos de Chiapas, con 36,4% y 31,5% de monolingües respectivamente; y los tlapanecos de la Montaña de Guerrero, con 31,5% de monolingüismo.

En años recientes, algunas comunidades lingüísticas indígenas de México han emprendido campañas de rescate y revalorización de sus propias lenguas. Quizá la excepción sean los zapotecos de Juchitán, núcleo urbano de Oaxaca donde la lengua zapoteca tiene una fuerte presencia en todos los ámbitos de la vida desde el siglo XIX. Los movimientos reivindicadores de las lenguas indígenas han tenido lugar casi exclusivamente entre aquellos pueblos con elevado bilingüismo o que de una u otra manera se han insertado en la vida urbana. Este es el caso de los hablantes de maya yucateco, los purépechas de Michoacán, los nahuas de Milpa Alta o los mixtecos que viven en Los Ángeles.

Pero lo general es que las lenguas indígenas sigan relegadas a la vida familiar y comunitaria. Un ejemplo notable es el de los otomíes de algunas regiones del valle del Mezquital. Estos grupos se han negado a recibir instrucción en su propia lengua, dado que esos son conocimientos que se pueden aprender "en la casa", y que finalmente carecerán de utilidad práctica en la vida futura de los educandos. Lo que solicitan los padres en casos de este tipo es que la alfabetización de los niños indígenas sea en lengua española, dado que es un idioma que necesitarán para relacionarse en lugares distintos de la comunidad de origen. Porque aunque la ley mexicana haya elevado al rango de lenguas nacionales a las lenguas indígenas (más conocidas por el común de los mexicanos como dialectos, palabra empleada en el sentido de que no son verdaderas lenguas), el país carece de mecanismos para garantizar el ejercicio de los derechos lingüísticos de los indígenas. Por ejemplo, los materiales editados (textos o fonogramas) en estos idiomas son muy pocos, los medios de comunicación no prestan espacios para su difusión, salvo algunas estaciones creadas por el desaparecido Instituto Nacional Indigenista (actual Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas o CDI) en zonas con amplia población hablante de idiomas indios; y porque, finalmente, la mayor parte de la sociedad mexicana se comunica en español.

Otras lenguas

Aunque el español es la lengua mayoritaria de México, el inglés es usado ampliamente en los negocios. El dominio del idioma inglés es una característica muy demandada en la búsqueda de empleados profesionistas, lo cual ha llevado a un incremento exponencial en la cantidad de escuelas e institutos de enseñanza del inglés y la mayoría de las escuelas privadas ofrecen educación bilingüe e incluso lo que se ha denominado "bicultural". También es un idioma importante y se habla en las ciudades fronterizas, pero en éstas, al igual que en algunas del lado estadounidense, se ha mezclado con el español creando un dialecto híbrido llamado espanglish. El inglés también es el idioma principal de las comunidades de inmigrantes estadounidenses en las costas de Baja California, y en pequeños pueblos, como San Miguel de Allende, Chapala o Taxco donde la población de origen estadounidense representa al 50% de la población.

No se tienen datos oficiales acerca de la presencia de otros idiomas no indígenas en el territorio mexicano. El INEGI los incluye dentro de la categoría Otras lenguas extranjeras, aunque en sus tabulados finales no se desglosan cuáles son esas lenguas extranjeras.

El Instituto Lingüístico de Verano calculaba que a mitad de la década de 1990 existían 70 mil hablantes de bajo sajón en la república. La mayor parte de ellos se asientan en los territorios semidesérticos de Chihuahua, Zacatecas, Durango, Tamaulipas y Campeche. De esa comunidad, menos de la tercera parte habla también español, lo cual se puede explicar por el aislamiento de la comunidad menonita con respecto a sus vecinos. Asimismo, aunque se estima que la población de gitanos en el país debía ascender a unos 16 mil individuos; el ILV calcula que de ellos, unos cinco mil hablan el idioma romaní o caló.

Hoy en día la gente en Chipilo todavía habla la lengua véneta de sus bisabuelos. La variante véneta que se habla es el feltrino-belunés. Resulta sorprendente que el véneto chipileño no haya sido muy influido por el español, en comparación con cómo ha sido alterado en Italia por el italiano. Aunque el gobierno estatal no lo ha reconocido, por el número de hablantes, el dialecto véneto es una lengua minoritaria de inmigración en Puebla. Sin embargo, desde hace algunos años los chipileños están trabajando por el reconocimiento de su lengua con pláticas con el INAH y sobre todo con el trabajo cultural que realizan de manera constante.

Sobre las lenguas ibéricas habladas en México, se tiene registro del uso del catalán, vasco y gallego. Los hablantes de estas lenguas son principalmente gente de edad avanzada que llegó a México a causa de la Guerra Civil Española, y también estas lenguas son habladas en menor escala por algunos de sus hijos y nietos que ya son mexicanos de nacimiento y por nuevos migrantes españoles que han arribado al país en los últimos años. El catalán es el idioma ibérico más hablado en México, según fuentes de la comunidad catalana estiman aprox. 12.000 hablantes que se concentran en México DF, Puebla, Quintana Roo, Baja California, Colima, Jalisco y Sinaloa, la segunda lengua ibérica es el vasco con 8.500 hablantes dispersos en el Distrito Federal, Estado de México, Nuevo León, Coahuila, Jalisco, Colima y Oaxaca, y la tercera el gallego con 6.000 hablantes dispersos principalmente en el Distrito Federal, Estado de México, Veracruz y Jalisco. Del bable y del extremeño, muchas de sus palabras se mantienen presentes en el léxico hablado por los mexicanos; muy en partícular los las regiones Centro y Bajío.

Por otra parte, se sabe de la presencia de comunidades importantes de hablantes del francés, alemán, italiano, ruso, portugués, árabe, hebreo, griego, sueco, rumano, chino, japonés, filipino y coreano, aunque el ILV no presenta datos que permitan exponer una cifra acerca de su peso en las estadísticas pero los estudios que se tienen también se estiman en base a los datos que establecen estas comunidades así mismo como los de la secretaría de migración que también arroja datos aproximados. En la misma situación se encuentran muchos grupos indígenas no nativos de México y cuyas lenguas no fueron consideradas nacionales por la legislación del país (cosa que sí ocurrió, por ejemplo, con las lenguas de los refugiados guatemaltecos). En este caso está una importante comunidad de ecuatorianos y peruanos hablantes de quechua asentados en el Distrito Federal, Estado de México, Morelos y Puebla.

Entre la frontera México-Estados Unidos, hay presencia de lenguas norteamericanas como el kikapú, el kumiai y el pápago que se hablan entre ambos países y que también han sido reconocidas como lenguas nacionales. Sin embargo, después del exterminio o etnocidio de las diversas tribus apaches en territorio mexicano. En el censo parcial de población realizado por el INEGI en el 2005, se registró grupos indígenas no nativos de México, entre ellos 640 hablantes de afro-seminola, 37 hablantes de navajo, 22 hablantes de apache mescalero, 12 hablantes de yavapai en los estados de Chihuahua, Sonora, Coahuila y Baja California con un trilingüismo muy marcado entre los indígenas de la frontera México-Estados Unidos; en el caso de los navajos se dio por intereses comerciales que tienen con mexicanos en la venta de lana o forraje para ganado y en el caso de los apaches se dio por la reintroducción del búfalo americano en las reservas naturales del cañón de Santa Helena y Boquillas del Carmen que se ubican en las riberas sureñas del Río Bravo donde seis familias indígenas pertenecientes a esta etnia decidieron vivir de nueva cuenta en territorio mexicano sin importar los problemas fronterizos como en antaño vivían sus ancestros en las vastas llanuras del desierto chihuahuense.

Aunque México se reconoce, según sus leyes, como un país multicultural y determinado a la protección de las lenguas de sus diversos pueblos, no ha dado personalidad legal a las comunidades lingüísticas enumeradas en este apartado. La ley mexicana no contempla protección o promoción para estos idiomas, aun cuando forman parte de la identidad de un grupo de ciudadanos mexicanos. Cabe notar que en este punto, la legislación mexicana es equiparable respecto a las legislaciones de la mayoría de los países occidentales, en donde las lenguas de inmigrantes relativamente recientes, o marginales poblacionalmente, tienden a no ser consideradas como lenguas nacionales en riesgo, y por lo tanto, dignas de protección.

Véase también

Referencia

Notas

  1. Artículo 4.° de la Ley de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas.
  2. Lenguas indígenas de México, en el sitio en internet de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, consultada el 10 de enero de 2007.
  3. Moreno Fernández, 2009: 270.
  4. Henríquez Ureña, 1938; aunque fue lanzada primeramente en 1921, a través de un artículo publicado en la Revista de Filología Española.
  5. Butragueño, s/f: 31-34.
  6. Lope Blanch, 2009: 88.
  7. El contacto entre América y Europa ocurrió en una época en la que el idioma español atravesaba por ciertos cambios fonológicos, entre ellos, la pérdida del sonido [sh], que se escribía con x. Esta letra tenía al mismo tiempo el valor [sh] y [j], de donde deriva la confusión al leer de los primeros escritos de los misioneros de Indias, donde escriben el primer sonido, tan característico de muchas lenguas mesoamericanas, con la x.
  8. Lenguas indígenas en México
  9. Cifuentes, 1998.
  10. Cuevas, 2004: 13.
  11. Los californios de las fuentes coloniales son un conjunto de grupos étnicos de diferente filiación. Entre ellos estaban los guaicuras, pericúes, monguis, coras y laimones. Sólo sobreviven un puñado de indígenas californios en el norte de Baja California, aunque todos ellos se encuentran en un avanzado proceso de extinción.
  12. Apache es un término con el que los españoles denominaron a un conjunto de pueblos que vivían en el desierto del norte de Nueva España.

Bibliografía

Enlaces externos


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