Historia moderna de España

Historia moderna de España

Historia moderna de España es la disciplina historiográfica y el periodo histórico de la historia de España que corresponde a la edad moderna en la historia universal.

Como hito inicial suele considerarse el Descubrimiento de América, hecho histórico de excepcional dimensión que coincidió en el año (1492) con otros hechos destacadísimos de valor más local: la guerra de Granada (final de la Reconquista, denominación cuestionada[1] pero que engloba el proceso de larga duración que marcó la mayor parte de la historia medieval de España), la expulsión de los judíos de España (consecuente con el máximo religioso[2] que marcará la vida política y social española de la edad moderna) o la publicación de la Gramática castellana de Nebrija (muestra de la extraordinaria pujanza que comenzaba a tener la cultura española y que se confirmó en los Siglos de Oro posteriores).

Como hito final suele considerarse el inicio de la Guerra de la Independencia (1808), que dio comienzo a la Edad contemporánea en España.


Contenido

Monarquía Católica y Monarquía Hispánica

Artículo principal: Monarquía Católica
Artículo principal: Monarquía Hispánica

Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón se casaron en 1469 en difíciles circunstancias: ambos eran herederos a sus tronos, aunque con diversas dificultades (Isabel no fue reina de Castilla hasta 1476 y Fernando no lo fue de Aragón hasta 1479). Que esa unión matrimonial personal terminara dando como resultado una única monarquía (denominada Católica desde la concesión del título papal en 1496) no se realizó de hecho hasta la muerte sin sucesión de Fernando en 1516 (la muerte de Isabel, en 1504, permitió a Fernando casarse con Germana de Foix con la explícita intención de tener un heredero que hubiera sido rey de Aragón y no de Castilla). La muerte de Felipe el Hermoso y la incapacitación de Juana la Loca posibilitaron a Fernando, como padre, ejercer la regencia castellana. A la muerte de este, una breve regencia del Cardenal Cisneros precedió al reinado del nieto de los Reyes Católicos, Carlos de Gante (Carlos I de España —con ese ordinal en Aragón y Castilla, pero no en Navarra, donde debiera llevar el IV o el V— y V de Alemania —donde fue elegido Emperador—), quien, a sus innumerables títulos (acumulados por una complicada combinación de fortuitas circunstancias sucesorias imposibles de prever), no sumó de forma indubitada los títulos españoles hasta la muerte de su madre (que nunca abdicó) en 1555, pocos meses antes de abdicar él mismo.

La unión en la persona de un rey (o de una pareja real —los Católicos gobernaban indistintamente, y aunque el lema «Tanto Monta» no se refería a ello, ha pasado a ser un tópico referirse con él a tal fórmula—) de un conjunto de coronas y de reinos no implicaba la unificación territorial. Cada territorio mantuvo sus leyes y costumbres, sus lenguas e instituciones; y tanto política como económica y socialmente estaban claramente diferenciados.

El mundo intelectual del humanismo renacentista fue proclive a la conformación de entidades políticas que superaran la atomización medieval en señoríos y ciudades estado, con una vocación no tanto nacionalista (término anacrónico para los siglos iniciales de la Edad Moderna y que sólo adquiere carta de naturaleza en los siglos XVIII y XIX) como universalista. Antonio de Nebrija explicitó la idea de que todos los reinos españoles debían estar unidos bajo el precedente de la Hispania romana y visigoda. El peso de ese consejo fue evidente en la política de los Reyes Católicos, que tras la Guerra de Sucesión Castellana buscaron estrechar con intercambios matrimoniales la alianza de Portugal mientras intervenían en el juego de equilibrio de potencias de Europa Occidental diseñado por Maximiliano I de Habsburgo, con la pretensión de aislar al reino de Francia.[3]

Los Habsburgo tenían una concepción muy laxa (heredada de las disputas medievales por el dominium mundi y modernizada por el utopismo humanista) de la forma de ejercer el poder sobre nuestros Estados (un vastísimo conjunto de territorios dispersos por toda Europa y desconectados entre sí); aunque la pretensión de gobernarlos con criterios unificados o centralistas siempre estuvo presente. Ante las puntuales intensificaciones de tales actitudes, surgían localmente resistencias de carácter no tanto nacionalista como particularista,[4] foralista o pactista (revuelta de Flandes desde 1568 —con un fuerte componente religioso y social, en el contexto de la Reforma protestante y una precoz revolución burguesa—, alteraciones de Aragón de 1590, revuelta de los catalanes de 1640 —simultánea a las conspiración de Medina Sidonia, a la revuelta de Masaniello y a la independencia de Portugal— y guerra de Sucesión desde 1700 —que en Cataluña y Valencia se hizo contra el absolutismo a la francesa de la nueva dinastía Borbón—).

El hecho de que fuera en Castilla donde se hubiera configurado una monarquía autoritaria más poderosa no significó que en ella la resistencia fuera menor: de hecho fue donde surgió inicialmente la más importante (la guerra de las Comunidades de 1521); pero sí significó que fuera en torno a Castilla donde se configuró la corte permanente (Madrid, 1561) y su aparato estatal (uno de los primeros estados modernos) que evolucionó con el tiempo hasta concentrarse en los reinos ibéricos (con exclusión de Portugal y con la adición de los virreinatos americanos) y convertirse en un estado nacional contemporáneo (igualmente uno de los primeros en definirse constitucionalmente —Constitución de Cádiz, 1812—).

Fin de la crisis bajomedieval y conformación del Antiguo Régimen (1474-1517)

La situación política de la Península Ibérica a mediados del siglo XV reflejaba la división en cinco unidades: el reino de Portugal, la Corona de Castilla, el Reino de Navarra, la Corona de Aragón y el reino nazarí de Granada; desiguales desde el punto de vista político, territorial y demográfico. El sentido que en la época tuviera la pertenencia a España, un concepto geográfico e histórico, más allá del sentimiento protonacional que pudiera haber en mayor o menor medida en unas u otras zonas y unos u otros grupos sociales e intelectuales; era mucho más evidente visto en perspectiva europea.

La identificación de lo español con lo castellano se fortalecía con el incremento del predominio demográfico, lingüístico, económico, político y cultural del área central castellana (Castilla la Vieja y Castilla la Nueva, con el decisivo añadido de León, y sobre todo Andalucía) sobre las zonas limítrofes (Aragón, Navarra) y la periferia peninsular (Portugal, Cataluña y Valencia; además de los territorios marítimos de la propia corona de Castilla: el reino de Murcia, Galicia y la salida marítima al norte de Europa, estrechísimamente vinculada con Castilla, que eran los territorios de la cornisa cantábrica: las Asturias de Oviedo -actual Asturias- y de Santillana -actual Cantabria- y las provincias vascongadas).

Castilla, desde la Alta Edad Media, había sido un arriesgada tierra de frontera, cuya repoblación dotaba de más libertad y movilidad social a los atrevidos repobladores (presuras, caballeros villanos, vasallos de behetría), y mayor poder al rey frente a la aristocracia. El establecimiento de los privilegios de la Mesta desequilibró las relaciones sociales en beneficio de la aristocracia ganadera y en perjuicio de los campesinos. La lana de los rebaños transhumantes que atraviesan la Meseta de norte a sur por las cañadas es exportada a Flandes. La riqueza mercantil se distribuye desde las ferias del interior (Medina del Campo, Villalón) hasta Sevilla (beneficiada por la apertura de las rutas por el estrecho de Gibraltar) y los puertos del Cantábrico (Santander, Laredo, Bilbao -fundado en 1300-). El siglo XV representó para Castilla la expansión económica, demográfica y un gran dinamismo social, así como graves conflictos, como el problema converso (revuelta de Pedro Sarmiento). Surge una nueva aristocracia ambiciosa y con una mentalidad moderna y urbana, que rivaliza con la propia monarquía y se divide en bandos y redes clientelares. En las ciudades del centro de la Meseta (Toledo, Segovia) se desarrolla una burguesía artesana que enriquece a los concejos regidos por un patriciado urbano de bajos nobles.[5]

La Corona de Aragón, que había mostrado una extraordinaria vitalidad urbana y económica en el siglo XIV, a pesar de la la crisis general (Valencia o Barcelona eran mucho mayores que las ciudades castellanas); entró en una grave decadencia en el siglo XV. Una crisis dinástica que puso fin a la Casa de Aragón se resolvió en el compromiso de Caspe (1412) dejó el trono en manos de Fernando de Antequera, de la dinastía castellana Trastamara. Sus hijos, los infantes de Aragón, tuvieron una presencia determinante en la vida política de ambas coronas. El fortalecimiento del poder real fue mucho menor que en Castilla, al mantener las Cortes funciones políticas mucho más fuertes que las castellanas, en un sistema político caracterizado por el pactismo y el mantenimiento de los fueros.Se produjeron terribles luchas sociales en los condados catalanes, enfrentando a propietarios y rentistas frente a artesanos textiles (conflicto barcelonés de La Biga y la Busca); mientras que el durísimo régimen señorial desencadenó la Guerra Remensa.

La expansión territorial del Reino de Portugal en la Península llega a su fin en 1238 con la conquista del Algarve; comenzando la expansión oceánica (Azores, Madeira, expediciones africanas organizadas por Enrique el Navegante desde la Escuela de Sagres -1417-). El recelo a la invasión castellana le llevó a constituir la alianza internacional de mayor constancia histórica: la anglo-portuguesa (1373), que consiguió rechazarla (batalla de Aljubarrota de 1385).

Guerra civil en Castilla

Artículo principal: Guerra de Sucesión Castellana

La muerte de Enrique IV de Castilla en 1474 reactivó el problema dinástico e hizo estallar la Guerra de Sucesión Castellana entre los partidarios de Isabel (hermanastra de Enrique), y los partidarios de Juana (cuya condición de hija de Enrique -motejado el Impotente- había sido objeto de cuestión desde hacía años, siendo deslegitimada por éste mismo, y apodada la Beltraneja al adjudicarse su paternidad al valido Beltrán de la Cueva). Las alianzas matrimoniales de ambas pretendientes convirtieron la guerra en internacional: a Isabel (casada con Fernando) la apoyaba Aragón, y a Juana (sobrina por vía materna de Alfonso V de Portugal) la apoyaba Portugal. Los apoyos sociales de Isabel incluía una parte significativa de la aristocracia (los Mendoza, los Enríquez, los Alba), el duque de Medina Sidonia y el propio Beltrán de la Cueva; de las órdenes militares (orden de Santiago y orden de Calatrava, excepto su maestre); y de las ciudades de Castilla La Vieja (especialmente Segovia -el Alcázar fue su principal plaza fuerte-), las Vascongadas, Murcia y Zamora. Los apoyos sociales de Juana estaban en otra buena parte de la nobleza, incluyendo a grandes casas, como las del Marqués de Villena, los Estúñiga, el marqués de Cádiz, el conde de Urueña y el conde de Plasencia; en órdenes militares como la de Santiago (Maestre Rodrigo Manrique); en el alto clero (el arzobispo Carrillo, de Toledo); y en ciudades de Extremadura, Andalucía, Galicia y parte de Castilla La Nueva. Clero, nobleza y burguesía castellanas estaban divididas no una contra otra, sino siguiendo líneas de fractura que dividían cada una verticalmente en altas y bajas, y horizontalmente en redes clientelares; divisiones que tenían su origen en enfrentamientos antiguos (desde la crisis del siglo XIV) y divergencias básicas de intereses territoriales y económicos (explotación y comercio de la lana, Mesta, ferias, producción local de paños en las ciudades artesanas o exportación en bruto a Flandes), y en concepciones políticas (mantenimiento del poder de la alta nobleza ante una monarquía feudal débil o incremento del poder de una monarquía autoritaria y la burocracia de los letrados).[6]

Alfonso V de Portugal reclamó el reconocimiento de Juana y preparaba un ejército para invadir Castilla. Fernando e Isabel, que habían convenido gobernar conjuntamente, comenzando a otorgar nombramientos e impartir justicia, declararon rebeldes a todos los que apoyaran a Juana y a Portugal. El ejército de Alfonso y Juana avanzó por el valle del Duero con el objetivo de unirse en Burgos con un ejército francés aliado (el rey de Francia, enemigo del de Aragón, veía en el matrimonio de Fernando una notable amenaza). La victoria de Fernando en la batalla de Toro (1 de marzo de 1476) frustró la maniobra de Alfonso y provocó la retirada de las tropas francesas, y el cambio de bando de la mayor parte de los nobles que apoyaban a Juana (contra los que no se tomaron represalias), aunque continuó la guerra con Portugal hasta 1478. La oposición interior más significativa fue la del Marqués de Villena, cuya represión se confió al maestre de Santiago y a una rebelión antiseñorial estimulada por los reyes; y la que Ferrán Arias mantuvo en Utrera, duramente reprimida. Las rencillas entre bandos aristocráticos fueron utilizadas con habilidad por los reyes para debilitar a todos ellos sin consideración de sus apoyos en el pasado; por ejemplo, tanto al Marqués de Cádiz como al Duque de Medina Sidonia se les prohibió la entrada en Sevilla y se les privó del control de las fortalezas de ese reino, que se disputaban.

Guerras civiles en Aragón y Navarra

Reinado de los Reyes Católicos (1479-1504)

Los Reyes Católicos.
Artículo principal: Reyes Católicos

Francia firmó la paz con Castilla en 1478. El papa Sixto IV, que no había tomado partido por ningua de las dos candidatas al trono castellano, tenía necesidad del apoyo aragonés en Italia, con lo que su acercamiento a los reyes permitió incluso el establecimiento de la Inquisición española bajo control real (1 de noviembre de 1478). El papel de los cardenales de la familia valenciana Borgia era cada vez mayor, y llegaron incluso al pontificado (Alejandro VI en 1492). La reconciliación de la nueva monarquía castellano-aragonesa con Portugal se produjo con el Tratado de Alcáçovas (4 de septiembre de 1479) donde se estableció una amnistía y la restitución de las fronteras anteriores a la guerra, obteniendo el compromiso castellano de renunciar a la expansión marítima por las costas atlánticas africanas.

Desde el 20 de enero de 1479 Fernando ya era rey de Aragón, con lo que comenzó de forma efectiva el reinado conjunto de los Reyes Católicos en ambas coronas.

Instituciones aragonesas

Instituciones castellanas

Cortes y Hacienda
Artículo principal: Cortes de Castilla

Las Cortes de Castilla dejaron de ser la reunión de los tres estamentos, pues sólo en ocasiones solemnes se convocaba a nobleza y clero, quedando la convocatoria restringida a los representantes de las ciudades para votar impuestos, que no son de incumbencia de los privilegiados. Solo diecisiete ciudades tenían voto en Cortes.

Los Reyes Católicos convocaron conjuntamente Cortes en cinco ocasiones y Fernando en cuatro ocasiones durante su reinado en solitario. Abordaron cuestiones políticas e institucionales decisivas, aunque desde 1480 la tarea legislativa la ejercen por su propia autoridad, y sin necesidad de convocar Cortes, a través de Pragmáticas.

Las Cortes más trascendentes fueron las de Toro de 1505 (a la muerte de Isabel), que establecieron el mayorazgo (garantía de estabilidad de los patrimonios nobiliarios, que no podrán ni dividirse ni perderse, para ser heredados por el primer hijo varón) y recopilaron la legislación (los trabajos previos se habían publicado en 1484 -Ordenamiento de Montalvo-). Las Cortes de Madrigal de 1476 crearon la Santa Hermandad con funciones que iban más allá de una campaña militar concreta para convertirse en una milicia concejil permanente, pagada por las ciudades. Se concibió como un instrumento que garantizara el orden público y la aplicación de la justicia, lo que aumentaba el control de los reyes sobre espacios antes abandonados al poder de los señores.

La reforma financiera confió sobre todo a las Cortes de Toledo de 1480. Se quisieron reducir los créditos particulares sobre el Tesoro público, particularmente en forma de juros, de los que existían dos tipos: los de merced (que daban derecho a un particular a recibir una cantidad anual sobre las rentas de la Corona) y los títulos de deuda. Una comisión presidida por Hernando de Talavera revisó los juros, y entendió que los juros ganados por servicios auténticos debían mantenerse y el resto debían eliminarse, como situaciones abusivas. La revisión se hizo en las Cortes, como negociación con nobleza y clero, afectando por igual a partidarios y adversarios de Isabel, y significó para la Hacienda recuperar rentas por valor de 30 millones de maravedíes al año; la nobleza quedó debilitada, pero no arruinada.

Se intentó recuperar los impuestos enajenados (cedidos como renta a algunos nobles) e implantar impuestos que no necesitaran la aprobación de las Cortes, para lograr la independencia financiera de la Corona. El 80% de los recursos ordinarios provenían de las tercias reales (una fracción de los diezmos) y de la alcabala, teóricamente una regalía de la Corona que gravaba como impuesto indirecto sobre las transacciones comerciales (con lo que no los privilegiados no están eximidos de pagarlo). En la práctica, su encabezamiento por ciudades producía todo tipo de alteraciones y desviaciones. El arrendamiento de impuestos y rentas reales se realizaba a recaudadores (habitualmente judíos, como los los Senior). En 1495 se sustituyó el sistema tradicional de arrendamiento de alcabalas, tercias y otros impuestos por el sistema de encabezamiento, pactando con cada ciudad una cantidad fija por un periodo de dos años, lo que, a cambio de garantizar ingresos crecientes a la monarquía (aumentaron al doble), reforzó la autonomía local y el poder de las oligarquías o patriciado urbano. La cantidad a cobrar era recaudada sin necesidad de comprobar cada transacción, sino mediante repartimiento, con menor dependencia de arrendatarios y funcionarios.

Con el nombre de servicio ordinario y extraordinario se votaban en Cortes diversas cantidades solicitadas por el rey y concedidas por el reino (es decir, por los procuradores enviados por los ayuntamientos de cada una de las diecisiete ciudades con voto) y cuyo pago se repartía entre los pecheros de cada distrito fiscal, quedando exentos los privilegiados y produciéndose todo tipo de situaciones discriminatorias entre estamentos y territorios (las ciudades y su alfoz -comunidad de villa y tierra-, y zonas enteras, como Galicia, dependientes de una ciudad lejana, al no haber en ellas ninguna ciudad con voto).

Consejo, Audiencias y corregidores
Real Chancillería de Valladolid.

Los Reyes Católicos gobernaron utilizando como instrumento principal el Consejo Real de Castilla, una institución creada en las cortes de Valladolid de 1385. Era la instancia judicial suprema del reino, y al mismo tiempo un órgano político y administrativo. Su presidencia recaía en un obispo, y se evitó nombrar consejeros a altos nobles. La Administración de justicia se ejercía teniendo presente una idea particularmente propia de Isabel: que era juez supremo en su reino; todos los actos de justicia los administrará el rey, limitando las competencias eclesiásticas, señoriales o locales. Se organizó una primera instancia a cargo de alcaldes ordinarios (elegidos por el concejo), corregidores (elegidos por el rey a través de la Cámara de Castilla) o gobernadores; una segunda instancia a cargo de alcaldes mayores, corregidores o gobernadores; y la jurisdicción suprema a cargo de las Audiencias o Chancillerías (con una sala de lo criminal y cuatro salas de lo civil) y el Consejo Real de Castilla. La Chancillería de Valladolid adquirió la forma definitiva a través de las Ordenanzas de 1486. La Chancillería de Ciudad Real, creada en 1494, fue trasladada a Granada en 1505. Se estableció la línea del río Tajo como límite de jurisdicciones.

Los concejos de las ciudades estaban gobernados por regidores, cargos vinculados a las familias de la pequeña nobleza local, el denominado patriciado urbano u oligarquía local. La alta nobleza fue estableciendo sus redes clientelares a través de las que fueron controlando alguna de ellas (como Guadalajara con los Mendoza). Algunas otras ciudades eran directamente de señorío. Los Reyes Católicos intentaron controlar las ciudades de realengo a través de una nueva figura institucional: corregidores permanentes, con funciones judiciales, militares, políticas y administrativas, que cuando eran de capa y espada (o sea, no letrados) eran asistidos por un alcalde mayor letrado. Otros cargos concejiles eran los alcaldes ordinarios (uno por el común y otro por el estado noble), el alférez mayor, el alguacil mayor, los escribanos y el resto de funcionarios municipales, como alguaciles, porteros, maceros, etc.

Guerra de Granada (1482-1492)

Artículo principal: Guerra de Granada
Boabdil frente a Fernando e Isabel, pintura de historia, por Francisco Pradilla, 1882.

La guerra de Granada ofreció una empresa común, bajo el ideal de máximo religioso, a todos los grupos sociales y territorios de la monarquía, con absoluto predominio castellano; y la prestigió enormemente en Europa y ante la Iglesia (el papa concedió la Bula de Cruzada y el Patronato regio). Aunque pervivían muchos elementos medievales, puede considerarse como la primera guerra moderna, basada en el esfuerzo continuado de un ejército permanente con decisiva presencia de las nuevas armas de fuego, gastos sólo al alcance de los ingresos fiscales y la capacidad crediticia de un estado moderno de dimensiones nacionales. Las tácticas incluyeron el ataque a objetivos económicos, dinámicos movimientos de tropas y asedios múltiples simultáneos.

Mudéjares y moriscos

Artículo principal: Mudéjar
Artículo principal: Morisco

Tras diez años de guerra, el acuerdo con el rey Boabdil (aliado intermitente de los cristianos durante todo el conflicto) permitió la toma pacífica de la ciudad de Granada mediante las capitulaciones de Santa Fe, que ofrecían amplias garantías a la población mudéjar (denominación historiográfica de los musulmanes sometidos a reinos cristianos). La política conciliadora inicial del confesor de la reina Hernando de Talavera fue sustituida en 1499 por la mucho más expeditiva del Cardenal Cisneros, que provocó revueltas mudéjares (la revuelta del Albaicín, la primera sublevación de las Alpujarras y la sublevación de la serranía de Ronda), fácilmente sofocadas. Interpretadas como una ruptura de las capitulaciones, sirvieron de justificación para decretar la Pragmática de conversión forzosa de 20 de julio de 1501, extendida el año siguiente a la totalidad de la Corona de Castilla (a Navarra en 1515 y a la Corona de Aragón en 1525).

Se originó con ello una población teóricamente cristiana, a la que se impedía el ejercicio público del islam, pero que continuó con su forma tradicional de vida y costumbres. Reciben la denominación historiográfica de moriscos. Las comunidades moriscas estaban estrechamente adaptadas a una agricultura intensiva que había formado secularmente el paisaje rural granadino; y fueron sometidas a un duro régimen señorial. También hubo algunas familias nobles moriscas, aunque la mayor parte de las clases altas del reino nazarí había optado por el exilio en el norte de África. La repoblación con cristianos viejos de la capital y de las Alpujarras, y el incremento de la presión contra sus costumbres y tradiciones fueron intensificando los conflictos en las siguientes generaciones, desembocando en la Guerra de las Alpujarras de 1576. Se intentó la dispersión de los moriscos por el interior de Castilla, pero finalmente se optó por la expulsión de todos ellos (incluidos los de la Corona de Aragón y Navarra) en 1609.

Judíos y conversos

Artículo principal: Cristiano nuevo
Artículo principal: Marrano (judeoconverso)
Artículo principal: Edicto de Granada

Expansión atlántica

Conquista de las Canarias
Representación de la victoria guanche en la Primera Batalla de Acentejo (1494), en una pintura de historia de Gumersindo Robayna (finales del siglo XIX).
Artículo principal: Conquista de las Islas Canarias
Véase también: Historia de Canarias

Temiendo que Portugal se hiciera con las Canarias, en 1477 la Corona tomó el relevo de la penetración castellana, hasta entonces una empresa de iniciativa señorial (Juan de Bethencourt). Finalmente las islas quedaron en la parte castellana del Atlántico definida en el Tratado de Alcáçovas.

Las poblaciones guanches de las diferentes islas, aisladas y en un estadio cultural neolítico fueron sometidas militarmente y aculturizada a través de la esclavización, el mestizaje y la imposición del cristianismo. La justificación del dominio en la evangelización fue un precedente de la posterior empresa colonizadora americana. Gran Canaria se conquistó entre 1481 y 1483, La Palma y Tenerife necesitaron un mayor esfuerzo, venciéndose las últimas resistencias en 1496.

La repoblación se produce mediante la concesión de lotes territoriales, a condición de permanecer en las islas quince años; la oferta es aprovechada por soldados y colonos, destacando el establecimiento de señores normandos y andaluces. Para 1525 había 25000 habitantes, un cuarto de ellos aborígenes. La economía se basaba en la explotación maderera y pesquera, y en una agricultura comercial productora de azúcar. El desarrollo manufacturero fue muy escaso. El mayor interés de las islas fue el estratégico, por su dominio de las rutas atlánticas hacia América y África. También se intentó el establecimiento de puertos en la costa africana.

La administración local, similar a la castellana, se organizó en concejos. No se nombró virrey, sino un adelantado en La Palma y otro en Gran Canaria. La Gomera, Fuerteventura y El Hierro estaban sometidos a régimen señorial. En 1505 se creó una Chancillería. Se procuró mantener una fiscalidad más leve para atraer la repoblación. La organización eclesiástica, basada en el Patronato regio (como en Granada y América) tuvo su cúspide en un obispado. Desde principios del siglo XVI se implantó la Inquisición.

Expedición colombina y colonización de América
Artículo principal: Era de los Descubrimientos
Artículo principal: Cristóbal Colón
Artículo principal: Descubrimiento de América

Política europea

La unión de Castilla y Aragón no afectaba a la situación interna de los territorios pero sí a su política exterior que se ejecutaba comúnmente. Es un punto debatido en la historiografía qué intereses fueron más beneficiados. La mayor parte de las interpretaciones indentifican como intereseses castellanos la proyección hacia el Atlántico y el Norte de Europa, lo que incluyó la estrategia a seguir en Portugal y Navarra; y como intereses aragoneses la proyección hacia el Mediterráneo; lo que incluyó la estrategia a seguir en Italia. En ambos casos los enemigos comunes eran Francia y los estados musulmanes, y los aliados necesarios Inglaterra y los estados de los Habsburgo-Borgoña.[3] El lema atribuido a Fernando Paz entre cristianos y guerra contra infieles, además de su carácter propagandístico, resumía un programa evidente.[7]

Portugal
Pregón del Tratado de Alcáçovas en Sevilla.

Desde la batalla de Aljubarrota (1385) se había mantenido la paz entre Portugal y Castilla. La Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479) proporcionó una posibilidad intervención portuguesa en los asuntos castellanos, que se frustró por la derrota de Alfonso y Juana. Portugal se había convertido en el primer estado moderno de Europa occidental, cuyo dominio de las rutas oceánicas le estaba convirtiendo en verdadera una potencia global. La conveniencia de mantener buenas relaciones con la casa de Avis se concretó en el Tratado de Alcáçovas (1479) y el proyectado matrimonio de Isabel (hija de los Católicos) con Alfonso (hijo y heredero de Juan II de Portugal). El enlace hispano-portugués se frustró varias veces (muerte de Alfonso, muerte de Isabel tras sus segundas nupcias -con Manuel I de Portugal-). El definitivo matrimonio de Manuel con otra hija de los Católicos, María, permitió que la hija de éstos, Isabel, reenlazara en 1526 con otro nieto de los mismos reyes, Carlos I, y que el hijo de éstos, Felipe II, unificara todos los reinos hispánicos en 1580, en un complicado e imprevisible azar sucesorio.

El Tratado de Tordesillas (1494) reequilibró las relaciones, respondiendo a la nueva situación geoestratégica originada por el descubrimiento de América. Concedía a Portugal un espacio atlántico más amplio que el obtenido por Castilla en la bula papal Inter Caetera (1493), fijándose en el meridiano situado a 370 leguas al oeste de Cabo Verde. Es objeto de especulación si tal demanda respondía a un conocimiento previo de la localización de las costas de Brasil, cuyo descubrimiento por Pedro Álvarez Cabral es varios años posterior (22 de abril de 1500).

Inglaterra

La alianza establecida en 1479 se concretó en 1501 con el matrimonio de Arturo Tudor y Catalina de Aragón. La consumación del matrimonio fue objeto de debate posteriormente; en todo caso, la temprana muerte de Arturo permitió el segundo matrimonio de Catalina, en 1503, con el futuro Enrique VIII. La hija de estos, María I de Inglaterra, contraerá matrimonio con Felipe II de España. A pesar de las objetivas razones para una alianza anglo-española,[8] los enfrentamientos entre ambas potencias serán recurrentes a lo largo de toda la Edad Moderna.

Borgoña y Austria

María de Borgoña, heredera de los restos del Estado Borgoñón, revalorizó el papel estratégico de sus posesiones (un estado tapón entre Francia y Alemania, continuador de la Lotaringia altomedieval) al casarse con Maximiliano I de Habsburgo, Archiduque de Austria y Emperador de Alemania. El interés mutuo por una alianza Habsburgo-Trastamara se concretó en un doble enlace: Felipe el Hermoso con Juana la Loca (1496) y Juan de Aragón y Castilla (el primogénito de los Católicos) con Margarita de Austria (1497); Juan murió al poco tiempo, y serán los hijos de Felipe y Juana los que formen las dos Casas de Austria que dominaron la Europa de la Edad Moderna: los Austrias de Madrid y los Austrias de Viena.

Francia

La Casa de Trastamara debía al apoyo francés su entronización en Castilla (de donde pasó a Aragón); y las buenas relaciones se mantuvieron hasta la Guerra de Sucesión Castellana en que el rey de Francia intervino a favor de la Beltraneja. El matrimonio de Isabel con Fernando colocó a Castilla en el bando aragonés, cuyas relaciones con Francia eran ambivalentes: la ayuda francesa a Juan II de Aragón en la Guerra Civil Catalana permitió a Luis XI ocupar en 1475 la Cataluña al norte de los Pirineos (Rosellón y Cerdaña), mientras que los asuntos internos de Navarra les convertían en claros rivales. En 1483 los Reyes Católicos apoyaron a Francisco II de Bretaña, hasta entonces independiente de Francia. Las guerras de Italia (1494-1559) terminarán siendo el escenario idóneo para la disputa de la hegemonía europea entre ambas monarquías.

Navarra
Artículo principal: Conquista de Navarra

El reino de Navarra había quedado imposibilitado para expandirse hacia el sur en la Reconquista, encajonado entre sus poderosos vecinos cristianos (Castilla y Aragón). Optó por una mayor proyección hacia el norte de los Pirineos, en el complicado espacio político francés. Se formaron dentro del reino dos bandos nobiliarios (beaumonteses y agramonteses), sucesivamente profranceses y proaragoneses, cuyo enfrentamiento llevó en 1419 a la constitución de un verdadero protectorado en manos del rey de Aragón. Juan II de Aragón se casó con Blanca I de Navarra, reinando desde 1425 a 1479 en medio de fuertes enfrentamientos (Guerra Civil de Navarra). A la muerte de la reina (1441), los beamonteses apoyaron la sucesión de Carlos de Viana (hijo de Juan y Blanca), mientras que los agramonteses apoyaron la continuidad de su padre como rey. Juan II impuso como heredera a su hija Leonor, casada con Gastón de Foix. Las muertes sucesivas de Carlos, de Leonor y de Francisco I de Foix (sobrino de Luis XI, que ocupó brevemente el trono), dejaron como reina, desde 1483, a Catalina de Foix, que se casó con Juan de Albret, noble vascón al servicio de Francia. Entre 1495 y 1500 (Tratado de Sevilla) los Reyes Católicos mantuvieron guarniciones castellanas dentro de Navarra, como garantía de la neutralidad del reino.

Italia
Estatua ecuestre del Gran Capitán en Córdoba.

Desde las vísperas sicilianas (1282), la Corona de Aragón tuvo interés por Italia, como potencia exterior que competía con Francia, y por su posición estratégica en lo que se había convertido en un verdadero imperio aragonés en el Mediterráneo, que llegaba hasta Grecia (Ducados de Atenas y Neopatria). A mediados del siglo XV de ese imperio sólo quedaban las islas Baleares, Sicilia y Cerdeña, con lo que la posibilidad de obtener presencia en Italia continental cobraba un especial valor, especialmente ante el avance turco desde el Mediterráneo oriental (toma de Constantinopla de 1453).

Alfonso V de Aragón, partiendo de Sicilia conquistó el Reino de Nápoles, desplazando a los Anjou. La concepción patrimonial de los reinos hacía que las divisiones entre los hijos fueran frecuentes: dejó a Juan II Aragón y Nápoles al bastardo Ferrante I, casado con Juana de Aragón y enfrentado al Papa y a la nobleza napolitana, entre la que surgieron partidarios de los Anjou (angevinos). En 1494 le sucedió Alfonso II de Nápoles (Duque de Calabria).

En este momento Carlos VIII de Francia reivindicó sus derechos como heredero de los Anjou, consiguiendo imponerse militarmente en 1495. Para evitar la intervención aragonesa, había concedido en el Tratado de Barcelona (1493) la devolución de los territorios catalanes al norte de los Pirineos (Rosellón y Cerdaña). El temor papal de verse rodeado por los franceses, al norte y sur de Italia, le hace recurrir a una Liga Santa formada por Austria, España, Venecia y Milán. Las tropas españolas enviadas por Fernando el Católico derrotan a Carlos VIII en Nápoles, y le obligan a retirarse al norte de Italia. Fernando esperaba gobernar directamente, pero cuando vuelve Ferrante II nombró para ello a Fadrique, su hermano bastardo.

A Carlos VIII le sucedió Luis XII, que se comprometió a resolver el problema italiano diplomáticamente (Tratado de Marcoussis de 1498 y Tratado de Granada de 1500), acordando un reparto del reino tras una invasión conjunta a cargo de un ejército francés y otro español (el del Gran Capitán). Pero las diferencias de intereses impusieron que la Guerra de Nápoles (1501-1504) se convirtiera en un nuevo enfrentamiento entre ambas potencias. Las decisivas batallas de Ceriñola y Garellano consolidaron el dominio de la Monarquía Hispánica sobre Nápoles, que persistió hasta el siglo XVIII.

Reinado en Castilla de Felipe el Hermoso y Juana la Loca (1504-1506)

Artículo principal: Felipe I de Castilla
Artículo principal: Juana I de Castilla

Las Cortes de Toro de 1505, tras la muerte de Isabel, reconocieron a Fernando como rey de Castilla a pesar de la existencia de heredera directa, su hija Juana, de cuya capacidad ya había interés en dudar (planteándose la posibilidad de hacer recaer la sucesión el hijo de ésta, Carlos, de cinco años de edad, y de que Fernando ejerciera la regencia hasta su mayoría). Por entonces residía en Flandes con su esposo Felipe de Habsburgo "el Hermoso". Felipe y Juana viajaron a Castilla dejando a Carlos en Flandes, y de inmediato demandaron el reconocimiento de su derecho al trono, respaldados por una parte de la nobleza y con el apoyo de las potencias europeas. Fernando se retiró a Aragón, pero a los pocos meses la repentina muerte de Felipe le permitió regresar como regente.

Fernando el Católico, rey en Aragón y regente en Castilla (1506-1516)

El Cardenal Cisneros en la toma de Orán (fresco de la Capilla Mozárabe de la Catedral de Toledo), por Juan de Borgoña, 1514.
Artículo principal: Regencia de Fernando el Católico

Al poco de enviudar, Fernando se casó con Germana de Foix (pariente del rey Luis XII de Francia y de la reina Catalina de Navarra) en un matrimonio pactado en el Tratado de Blois (1505), que concedía a ésta los derechos que aún pretendía el rey francés sobre el reino de Nápoles (además del título de rey de Jerusalén, únicamente honorífico). Fernando se comprometía a ceder sus derechos sobre el reino al hijo que pudiera tener con Germana, circunstancia que se frustró con la muerte a las pocas horas de nacer del único hijo que llegaron a tener (Juan, nacido y muerto el 3 de mayo de 1509).

Durante los diez años de gobierno en solitario de Fernando, afianzado el control interior en Castilla y Aragón, se emplearon los crecientes recursos de la monarquía en una política exterior de fuerte presencia en múltiples escenarios, que confirmó a España como una seria aspirante a la hegemonía europea. El ejército permanente, constituido esencialmente por los Tercios organizados por Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán); y la marina, desplegada en el Mediterráneo y el Atlántico, absorbieron un porcentaje cada vez mayor del presupuesto (que pasó del 15% al 50%, cifra que aumentará todavía más en los reinados siguientes).

La ambivalente figura del Rey Católico fue tomada como modelo por Maquiavelo para su tratado El Príncipe (1513), que marca el inicio de la teoría política moderna.

Ocupación de plazas norteafricanas

Ya existía un puerto norteafricano en manos de un reino cristiano peninsular: Ceuta, conquistada por Portugal en 1415. Tras la toma de Granada, aumentó el interés castellano por la zona. El Duque de Medina Sidonia tomó Melilla en 1497; y en sucesivas campañas organizadas por el Cardenal Cisneros y el conde Pedro Navarro se ocuparon otros enclaves de la costa de Berbería: Mazalquivir en 1505, el Peñón de Vélez de la Gomera en 1508; Orán en 1509, y Bujía, Trípoli y Argel en 1510.

Nápoles

Fernando tuvo que contener la desmesurada ambición del Gran Capitán acudiendo personalmente a Nápoles (1506-1507), lo que dio origen a la expresión Las cuentas del Gran Capitán como tópico de la respuesta orgullosa ante la ingratitud del rey. El reino de Nápoles conservó una gran autonomía jurídica y política, y se consiguió el reconocimiento del Papa, que envistió a Fernando como rey.

Entre 1508 y 1509 se recuperaron las islas venecianas del Adriático.

Anexión de Navarra

Artículo principal: Conquista de Navarra

En 1509 Fernando decidió implicarse nuevamente en la política navarra apoyando una rebelión. La situación jurídica cambió a partir de la muerte en 1512 de Gastón de Foix (vinculado a Francia durante las guerras de Italia), que hizo pasar los derechos de éste a su hermana (Germana, la esposa del Rey Católico). Luis XI garantizó por el Tratado de Blois (1512) su alianza con los reyes de Navarra (Catalina de Foix y Juan de Albret) a cambio del reconocimiento de su dependencia y el pago de una renta. Fernando, justificado por esta ruptura de la neutralidad, y con el apoyo del papa Julio II (que excomulgó a Juan y Catalina); encargó al Duque de Alba la ocupación militar del reino de Navarra y la expulsión de las tropas francesas, lo que consiguió con rapidez en la mayor parte del territorio, al sur de los Pirineos (julio a septiembre de 1512). La tierra de ultrapuertos, al norte, quedó en manos de nobles franceses.

La anexión formal de Navarra se produjo finalmente en 1515, y no se hizo a la Corona de Aragón, sino a la Corona de Castilla. No obstante, se mantuvo como un reino separado, con leyes e instituciones propias (Fueros de Navarra, Consejo de Navarra, Cortes de Navarra, Cámara de Comptos) y una amplísima autonomía en sus asuntos internos, que incluso sometía a revisión las órdenes o leyes emitidas por el rey (derecho de sobrecarta o pase foral), que era representado por un virrey.

Regencia de Cisneros (1516-1517)

Artículo principal: Regencia de Cisneros

El inicial cuestionamiento de la aristocracia castellana a la regencia del arzobispo de Toledo, provocó una famosa respuesta de éste: reuniendo a los grandes frente a una unidad de artillería, proclamó Estos son mis poderes, frase que se ha convertido en un tópico para expresar el autoritarismo, o el control efectivo de los mecanismos del poder (poder fáctico).

El hecho de que la reina legítima, Juana, siguiera incapacitada (pero no hubiera abdicado ni se la hubiera destituido), abría varias posibilidades, entre las que se consideró la de entregar el trono a Fernando (hijo menor de la reina Juana, que se había criado en Castilla), en vez de a su hermano mayor Carlos "de Gante", criado en Flandes por los Borgoña-Habsburgo. La precipitada proclamación como rey de Carlos en Bruselas llevó a Cisneros a aceptar los hechos consumados, pero solicitó su presencia urgente en España para evitar una posible rebelión. Tras casi dos años de regencia, Cisneros falleció mientras viajaba hacia Santander, donde estaba previsto el desembarco del nuevo rey.


Primer Renacimiento en España

Véanse también: Primer Renacimiento en España, Hispano flamenco, Plateresco, Gótico isabelino, Escultura gótica#El final de la escultura gótica y Pintura renacentista de España
Véanse también: Marqués de Santillana, Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre, Fernando de Rojas, La Celestina, La Latina, Ausias March, Romancero, Libros de caballerías, Amadís de Gaula, Joanot Martorell y Tirant lo Blanc

[9]

Austrias mayores: Imperio y Revolución de los precios (1517-1598)

Artículo principal: Casa de Habsburgo
Artículo principal: Casa de Austria
Artículo principal: Imperio español
Artículo principal: Idea de Imperio de Carlos V
Artículo principal: Revolución de los precios

Reinado de Carlos I (1517-1556)

Retrato de Carlos V por Bernard van Orley, hacia 1520 (el retratado tenía veinte años).
Doble ducado de Juana y Carlos (tipo acuñado entre 1516 y 1258). Era protagonista de rimas maliciosas como éstas:
Salveos Dios

ducados de a dos,

que Monsieiur de Xebres

no topó con vos.

Doblones de a dos

enhorabuena estedes

que con vosotros

no topó Xebres.[10]

Artículo principal: Carlos I de España
Véanse también: Abdicaciones de Bruselas, Francisco de los Cobos y Isabel de Portugal y Aragón

Carlos I desembarcó de forma imprevista en el puerto asturiano de Villaviciosa el 8 de septiembre de 1517, trayendo consigo una nutrida y costosa representación de la corte flamenca de Malinas, entre la que destacaba Guillermo de Croy, señor de Chièvres, cuyas inclinaciones francófilas había demostrado en el Tratado de Noyon (13 de agosto de 1516), y que enseguida fue objeto de todo tipo de acusaciones, especialmente de avaricia y nepotismo (consiguió el nombramiento de su sobrino homónimo, de tan sólo 20 años, como arzobispo de Toledo en sustitución de Cisneros).[11] [12]

Sucesivamente, las Cortes de Castilla (Valladolid, 1518) y las de Aragón reconocieron al nuevo monarca y le concedieron sus peticiones fiancieras, aunque no sin condiciones (prohibición de sacar dinero del país, no vender los cargos ni dárselos a extranjeros, libertad para la reina madre, etc.), que fueron aceptadas por el monarca. Las convocadas Cortes valencianas no llegaron a celebrarse, pues antes de ello la prioridad política pasó a ser la elección de Carlos como emperador de Alemania, puesto electivo vacante por la muerte de su abuelo Maximiliano I de Habsburgo (12 de enero de 1519). Se convocaron nuevamente las cortes de Castilla (las únicas con capacidad financiera significativa), primero en Santiago de Compostela y luego en La Coruña (marzo-abril de 1520), que le concedieron sin una negociación real (se acusó a los procuradores de haberse dejado presionar y sobornar) una nueva aportación de 400.000 ducados. El dinero necesario para garantizarse la elección (en la que competía con Francisco I de Francia) le había sido adelantado como préstamo por Jakob Fugger, una apuesta financiero-política que convirtió a su casa en la banca más próspera del mundo, basada en su provechosísima relación con España y las Indias, donde se les castellanizó su nombre (Fúcares).[13] [14]

Al partir para Alemania Carlos I dejó como regente a un extranjero en Castilla, Adriano de Utrecht, incumpliendo parte de lo acordado en las negociaciones de Cortes, así como la salida de dinero. La difusión de las noticias por Castilla provocó una revuelta generalizada; que en Valencia también se produjo, aunque con causas y desarrollo diferentes.

La Guerra de las Comunidades de Castilla

En morado, las ciudades comuneras; en verde, las imperiales. Las ciudades que estuvieron presentes en ambos bandos aparecen en ambos colores.[15]

Las ciudades del centro de Castilla, encabezadas por Toledo, convocaron una Junta de Comunidades que se reunió en Ávila. El carácter antifiscal y particularista de la revuelta respondía a un sentimiento generalizado de pérdida de independencia y control en los asuntos internos castellanos, que únicamente beneficiaba a Flandes y que sólo era visto con menor recelo por las ciudades periféricas de predominio mercantil (Burgos o Sevilla). Se propuso anular el servicio votado en La Coruña, interpretándolo como el resultado de una coacción, y volver al sistema de encabezamiento, exigir el nombramiento de un regente castellano y de castellanos para todos los demás oficios y cargos recientemente concedidos a extranjeros, y reafirmar la prohibición de sacar dinero de Castilla. La junta no reconocía ni a Adriano de Utrecht ni al Consejo Real, considerando que sólo la Chancillería de Valladolid representaba una autoridad legítima. Los iniciales movimientos militares perfilan la separación de dos bandos y convierten la revuelta en una verdadera guerra civil entre comuneros (la baja nobleza y la burguesía de las ciudades del centro de Castilla, interesadas en el desarrollo de la artesanía local, liderados por Juan de Padilla -Toledo-, Juan Bravo -Segovia- y Francisco Maldonado -Salamanca-, con escasa presencia de altos nobles -Pedro Girón- o clérigos -Antonio de Acuña, obispo de Zamora-) e imperiales (las ciudades con intereses en el comercio exterior, el clero y la alta nobleza con intereses ganaderos, y los grandes, liderados por el Condestable y el Almirante). Los comuneros buscaron legitimarse recurriendo a la reina Juana (madre de Carlos, que desde hacía años se encontraba recluida en Tordesillas al considerarla loca, pero que no había abdicado). La actitud de la reina es difícil de valorar, pero no llegó a firmar ningún documento.

La radicalización del movimiento comunero, que en algunos puntos se convirtió en una revuelta antiseñorial, resultó decisiva para que la mayor parte de la nobleza apoyase al bando imperial. La derrota de los comuneros en la batalla de Villalar (23 de abril de 1521) descabezó el movimiento con la ejecución de sus líderes. Únicamente la ciudad de Toledo resistió varios meses, dirigida por María Pacheco, viuda de Padilla.

La revuelta de las Germanías

Artículo principal: Germanías

El descontento presente en el reino de Valencia desde el incumplimiento de la convocatoria de Cortes aumentó por el nombramiento como virrey del conde de Mélito (Diego Hurtado de Mendoza y Luna, un aristócrata castellano). La decadencia demográfica y económica del reino había sido constante desde el siglo XV. La peste de 1519 había apartado a la nobleza de las ciudades, dejando un vacío de poder ocupado por la burguesía artesana y mercantil organizada en germanías ("hermandades") (germanías), que ocuparon el poder político del Reino de Valencia. Los periódicos ataques de la piratería berberisca habían acostumbrado a los ciudadanos a la autodefensa (Junta de los Trece, instituida por los Reyes Católicos), además de reforzar el recelo social ante la presencia de una importante minoría morisca en los dominios rurales nobiliarios. La elección de jurados en la ciudad de Valencia (18 de mayo de 1521) sirvió de detonante para una revuelta urbana, en que la muchedumbre atacó el palacio virreinal.[16]

Una verdadera guerra civil con componentes particularistas, sociales y religiosos, se extendió por toda Valencia y el vecino reino de Mallorca (incluso en algunas zonas de Cataluña y el Bajo Aragón). En algunas zonas rurales adquirió la forma de levantamientos antiseñoriales, de imposible coordinación con las revueltas urbanas, protagonizadas por la burguesía. Hubo incluso un brote de sebastianismo, dirigido por un oscuro personaje (El Encubierto), que decía ser Juan, hijo de los Reyes Católicos y verdadero heredero del trono.

Tras la rendición de los rebeldes de Oropesa, capturado el líder Vicente Peris en Valencia (3 de marzo de 1522), y tomadas Játiva y Alcira, el reino de Valencia fue finalmente pacificado; nombrándose a Germana de Foix, la viuda de Fernando el Católico, para el cargo de virrey.

Sin embargo, en Mallorca el movimiento alcanzó una mayor profundidad, a causa de que, en ausencia de campesinado morisco, sí fue posible la coordinación de las revueltas populares y urbanas. Los agermanats mallorquines, con un discurso igualitario, lograron el control de toda la isla, derrotando la resistencia nobiliaria. Fue necesario enviar una flota imperial que restauró la situación anterior mediante una severa represión (finales de 1522).

Hegemonía europea: franceses y protestantes

Hegemonía mediterránea: los turcos

Hegemonía mundial: conquista y colonización de América

El mundo, repartido entre el Imperio Portugués y el Imperio Español a partir del Tratado de Zaragoza (1529), que fijaba la localización en el Pacífico del meridiano renegociado en el Tratado de Tordesillas (1494) a partir de la bula Inter Caetera (1493). Se atribuye a Francisco I de Francia la protesta, en forma de petición de que se le mostrara la cláusula del testamento de Adán que privara a los demás de tal reparto.

España comenzó a ser una potencia naval presente en todos los mares del mundo, con grandes beneficios, pero también con un elevado coste: de 2.500 barcos que surcaron el Atlántico durante el reinado de Carlos V 800 naufragaron o desaparecieron.[17]

La Hacienda de Carlos I

Las guerras suponían un gasto desorbitado. Las rentas ordinarias de la Corona no eran suficientes, por lo que constantemente se recurría al crédito, condicionando los recursos futuros. Había diferentes tipos de deuda: juros (emisiones de títulos de deuda, redimibles o permanentes), préstamos forzosos, préstamos voluntarios o "socorros", y letras de cambio a corto plazo.

Los impuestos de Castilla, base de los ingresos reales, seguían siendo los mismos que en la Baja Edad Media. En 1536 se implantó el encabezamiento general de las alcabalas, congeladas desde el inicio de su reinado por temor a una nueva rebelión antifiscal como la de las Comunidades. La recaudación de las alcabalas aumentó un 4.68% frente al 44% de aumento del resto de rentas de la Corona. Otras rentas ordinarias habían aumentado considerablemente como consecuencia del incremento del comercio: las aduanas, numerosas y dispersas por todo el reino, en puertos secos y puertos de mar. Regalías menores eran el estanco de las salinas (monopolio real centralizado en los alfolíes -también había salinas propiedad de particulares-), el 5% del producto de las minas y del alumbre, otros estancos, penas de cámara, galeotes, etc. Otros ingresos importantes eran la moneda forera (pagada por el reino cada 6 ó 7 años para evitar que el rey utilizase su potestad de alterar el valor de la moneda) y el monopolio de las almadrabas (pesquerías de atún) del reino de Granada. Las Cortes negociaban periódicamente el servicio ordinario y extraordinario.

A los impuestos sobre bienes eclesiásticos derivados de concesión papal (el excusado, la Bula de Cruzada y el subsidio eclesiástico) se denominaba "gracias" o "Tres Gracias", y su fin teórico era sufragar la defensa de la fe.

También había ingresos irregulares como las dotes, el rescate de los Delfines de Francia tras el Tratado de Madrid (1526). De importancia creciente, llegando a convertirse en una partida decisiva a mediados de siglo, eran los ingresos obtenidos en las Indias: esencialmente el quinto real (las regalías de minas, que suponían el 20% de los metales preciosos), al que se añadían los impuestos sobre los pueblos indios, algunos diezmos y penas de cámara.

Hubo también recursos extraordinarios o enajenaciones, de consecuencias sociales más importantes que su relativa rentabilidad para el Tesoro. El monarca extendió la venta de todo tipo de regalías o derechos enajenados del patrimonio regio, pese a la fuerte oposición que las Cortes demostraron contra ello. Se vendieron jurisdicciones, especialmente en territorios de las órdenes militares, con autorización papal (en 1529 se autorizó a quitar villas, vasallos y bienes con un valor de 40.000 ducados, que se irá renovando). Tal fue la cantidad de enajenaciones, que saturó el mercado, tuviéndose que recurrir en el reinado siguiente a la enajenación de diezmos. Otro recurso fue la venta de hidalguías, aunque no obtuvo los recursos esperados. A finales del reinado se recurrió al arbitrio de la venta de jurisdicciones a los propietarios de fincas, recurso que tendrá mucha más extensión en el siglo XVII. Las alteraciones los bienes comunales, por la venta y perpetuación de baldíos, que se dio sobre todo a partir de 1580, agotó la capacidad de seguir extrayendo recursos fiscales y condujo inevitablemente a las quiebras periódicas de la Hacienda y a las devaluaciones monetarias.[18]

Humanismo y Alto Renacimiento

Censura de una obra de Erasmo, en la que el censor se ensaña incluso con la imagen del humanista. El erasmismo y el antierasmismo caracterizaron la vida intelectual española de la primera mitad del siglo XVI. La victoria de los antierasmistas significó una todavía mayor intolerancia religiosa (incluso una verdadera erasmofobia), que en la siguiente mitad del siglo se convirtió incluso en un cierre a toda influencia foránea.
En el proceso del Brocense, un estudiante legista, llamado Juan Pérez, acusa al Maestro Sánchez de «hablar de Erasmo con elogio, refiriendo el dicho de un canónigo de Salamanca: «Quien dice mal de Erasmo, o es fraile o es asno»; y... que si no hubiera habido frailes las obras de Erasmo fueran buenas, y no habría nada vedado en ellas».
Hay muchos emperadores, pero Tiziano uno solo. [20]
¿Que os parece cómo a éstos villanos, que con sólo decir "Cristianos viejos somos", sin hacer obras de caridad, se piensan salvar sin poner nada de su hacienda?
Non placet Hispania

("No me gusta España")

Véanse también: Humanismo, Renacimiento, Alto Renacimiento, Alto Renacimiento en España, Renacimiento en España, Hispano flamenco, Tiziano, Alonso de Berruguete, Diego de Siloé, Juan de Juni, Gaspar Becerra, Luis de Morales y Juan de Juanes
Véanse también: Literatura del Renacimiento en España, Fernando de Rojas, La Celestina, Lazarillo de Tormes, Juan Boscán, Garcilaso de la Vega y Lope de Rueda

Reinado de Felipe II (1556-1598)

Un grabado holandés muestra a la Armada Invencible entablando un combate naval en el Canal de la Mancha (en su parte más estrecha, entre Calais y Dover). La mayor o menor ponderación de las causas del fracaso de esta expedición se inició con la frustración del propio Felipe II, que prefirió despreciar la intervención inglesa:
Yo envié mis naves a luchar con los hombres, no contra los elementos.[23]
Paradójicamente, la construcción de tan elevado número de barcos (127 sólo para la Armada de 1588, a los que hay que sumar los de la flota de Indias -una armada real de seis u ocho galeones para la "Flota de Tierra Firme" y dos galeones para la "Flota de Nueva España", capitana al frente y almiranta en retaguardia desde 1561, en el denominado sistema de flotas y galeones[24] que pervivió hasta la segunda mitad del siglo XVIII-, la Armada del Mar del Sur -desde 1580-, el galeón de Manila -desde 1565- y las galeras del Mediterráneo; además de los barcos mercantes y pesqueros) tuvo consecuencias medioambientales trascendentes: la deforestación de las laderas pirenaicas (abetos para los mástiles, sabinas para las cuadernas), el incremento de la desertización ya iniciada de territorios como los Monegros e incluso la formación del Delta del Ebro.[25] Otro tópico muy extendido es considerar como una ajustada comparación con la realidad social española el destino de los árboles en España: "ser santo o ser barco". Un refrán, citado por Cervantes, explicitaba la tríada de trayectorias vitales concebibles para la movilidad social ascendente: Iglesia, mar, o Casa Real.[26]

Nace en Valladolid en 1527, hijo de Carlos V e Isabel de Portugal. Se casó cuatro veces y tuvo ocho hijos, pero solo sobrevivieron dos cuando él murió. Se cría como un príncipe del Renacimiento, tolerante, humanista y abierto; pero como rey es todo lo contrario: rígido, minucioso y residente fijo en Castilla. Sus principales problemas son la religión y Francia.

El conflicto con Francia terminó pronto, en 1557, con la batalla de San Quintín; se firmó una paz muy beneficiosa que se reconoce la hegemonía española. Pero el asunto de la religión se hizo mucho más difícil de abordar dada la intolerancia de Felipe II en este asunto, lo que determinó la dureza de los conflictos contra protestantes y musulmanes:

Cuando en Flandes surgen brotes de protestantismo, Felipe II optó por una política sangrienta, aunque la virreina, su tía Margarita, y varios amigos le recomiendaron que fuera tolerante. Introdujo la Inquisición y para respaldarla envía un ejército dirigido por el Duque de Alba, que aplica una política tan brutal que Margarita dimite. Algunos nobles, amigos del propio rey, fueron ejecutados. Desde ese momento comienza un conflicto armado entre católicos y protestantes, que Felipe II no consigue ganar. Flandes queda dividida en dos.

El problema de Inglaterra, también de base religiosa, acabó mal. Felipe II se casa con la reina, María Tudor, pero no tiene hijos. La sucede Isabel I, hija de Ana Bolena, que vuelve el anglicanismo y a la enemistad con España. Felipe II envía la Armada Invencible.

La presión contra los moriscos hace que estalle la rebelión de las Alpujarras en 1568, aplastada por Juan de Austria. Felipe II dispersa a los moriscos por el interior de Castilla. Con los turcos aplica una política de frenar su avance por el Mediterráneo, enviando una flota dirigida por Juan de Austria. En 1571 se produce la batalla de Lepanto (un golfo de Grecia), en la que los turcos salen derrotados.

Felipe II también tiene problemas por la existencia de diferentes facciones en su corte: una en torno a Juan de Austria y la otra en torno a la Princesa de Éboli. El secretario personal de Juan de Austria, Juan de Escobedo, es asesinado por el secretario del rey, Antonio Pérez, antes de que éste desvelara su doble juego. Es descubierto, pero huye a Zaragoza, donde es protegido por las instituciones forales. El rey le manda traer pero las cortes de Aragón solo aceptan que sea juzgado allí. Acude entonces a la Inquisición, pero no ven ningún delito religioso. Felipe II invade a Aragón, pero su secretario había huido a Francia. Manda ejecutar a Juan de Lanuza, el justicia mayor de Aragón.


El Escorial en construcción, hacia 1576.
Artículo principal: Felipe II de España

La burocracia del "Rey Prudente"

Véanse también: Juan de Idiáquez, Mateo Vázquez y Antonio Pérez (secretario real)

La rebelión de las Alpujarras

El imperio del "Demonio del Sur": la "Leyenda negra"

Antes perder mis estados que reinar sobre herejes. [27]
En mis dominios no se pone el sol.[28]
El fiero Turco en Lepanto,

En la Tercera el Francés,

Y en todo mar el Inglés

Tuvieron de verme espanto.

Rey servido y patria honrada

Dirán mejor quién he sido,

Por la cruz de mi apellido

Y con la cruz de mi espada.

Lope de Vega, dedicado a Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, a cuyas órdenes sirvió; 1588.[29]

Los problemas económicos

Véanse también: Revolución de los precios, Saco de Amberes y Quiebras de Felipe II

Contrarreforma y Bajo Renacimiento

Martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma.[30]
«¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza

y que diera un doblón por describilla!

Porque ¿a quién no sorprende y maravilla

esta máquina insigne, esta riqueza?

»Por Jesucristo vivo, cada pieza

vale más de un millón, y que es mancilla

que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,

Roma triunfante en ánimo y nobleza.

»Apostaré que el ánima del muerto,

por gozar este sitio, hoy ha dejado

la gloria donde vive eternamente».

Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto

cuanto dice voacé, seor soldado,

y el que dijere lo contrario miente».

Y luego, in continente,

caló el chapeo, requirió la espada,

miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Soneto al túmulo de Felipe II, Miguel de Cervantes, 1598.[31]
Véanse también: Cristòfor Despuig, Joan Timoneda y Pere Serafí
Véanse también: Arte de la Edad Moderna#Bajo Renacimiento o Manierismo, Bajo Renacimiento en España, Renacimiento español, Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Juan Bautista de Toledo, Juan de Herrera, El Greco, Federico Zuccaro, Pellegrino Tibaldi, Navarrete el Mudo, Juan de Arfe (hijo), Leone Leoni, Pompeo Leoni y Tomás Luis de Victoria

Austrias menores: Decadencia española y Crisis del siglo XVII

Nace en las Indias honrado, donde el mundo le acompaña

viene a morir en España, y es en Génova enterrado

...

¡Poderoso caballero es Don Dinero!

Los Austrias del siglo XVII (Felipe III, Felipe IV y Carlos IV) son conocidos como los Austrias menores, porque su reinado coincide con la época de decadencia del imperio, que se debe en parte a los propios monarcas.

El sistema político estaba basado en la figura del rey, con todo el poder (monarquía autoritaria) y como elemento común a todos los reinos. Cuando los reyes eran capaces, el sistema funcionaba, pero en este siglo los reyes o no eran capaces o simplemente no se interesan en el gobierno. Surgió la figura del valido, una persona que gobernaba en nombre del rey, escogido por el propio rey no tanto por sus capacidades como por otros criterios. El duque de Lerma, el primero en ejercer como tal, para Felipe III, destacó por su corrupción, e intentó incluso que el puesto fuera sucesorio. El conde duque de Olivares, durante el reinado de Felipe IV, se empeñó en restaurar el prestigio español, pero no superó la profunda crisis. Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, ejerció de valido de su hermanastro Carlos II.

Aparecieron como instituciones nuevas las Juntas de gobierno, formadas por funcionarios expertos, y los Secretarios de despacho universal, equivalentes a los actuales ministros.

Entre los graves conflictos internos, destacaron dos: uno de base étnico-religiosa, que se resolvió drásticamente en 1609 con la expulsión de los moriscos, lo que generó a su vez una verdadera catástrofe demográfica y socioeconómica en zonas como Valencia; y otro de base particularista, las revueltas de 1640 en Cataluña y Portugal, afrontadas militarmente con resultados opuestos.


Artículo principal: Decadencia española
Artículo principal: Crisis del siglo XVII
Refectorio de cartujos, por Francisco de Zurbarán, 1630-1635.

Lerma y Felipe III mantuvieron una política pacifista, conscientes de el imperio vivía una época de decadencia y no se puodía permitir el gasto de un ejército poderoso. Sin embargo, en 1618 estalló la guerra de los Treinta Años y se vieron obligados a intervenir en auxilio de los Austrias de Viena. La política de Olivares y Felipe IV fue decididamente más agresiva.

Treinta años de lucha contra el resto de Europa agotó al Imperio español, que se vió obligado a firmar en 1648 la paz de Westfalia, con el reconocimiento de la independencia de Portugal y de Holanda. No obstante, aún siguió la guerra contra Francia, hasta que en 1659 se firmó la paz de los Pirineos. No supuso una gran pérdida territorial, pero evidenció el fin de la hegemonía española y el comienzo de la francesa.

Al principio del reinado de Carlos II, Francia siguió acosando a España, arrebatándole algunas ciudades del sur de Flandes; pero las expectativas abiertas por la futura sucesión de Carlos, que se mostró incapaz de tener hijos, cambiaron las prioridades: aliándose con Carlos II, Luis XIV pasó a presionarle para que nombrara como sucesor a un príncipe francés (la pretensión se sustentaba en los pasados matrimonios cruzados entre las casas de Borbón y Habsburgo); finalmente el escogido será Felipe de Anjou.

Reinado de Felipe III (1598-1621)

Valladolid a finales del siglo XVI.
Artículo principal: Felipe III de España

Los validos y la política interior

Véanse también: Valido, Francisco de Sandoval y Rojas, primer duque de Lerma, Rodrigo Calderón, Cristóbal Gómez de Sandoval y de la Cerda, Capitalidad de Valladolid y Quiebra de Felipe III

La expulsión de los moriscos

Expulsión de los moriscos, dibujo de Vicente Carducho.
Artículo principal: Expulsión de los moriscos

La gestión de la hegemonía

El Quijote y el teatro clásico castellano

Y cuando he de escribir una comedia,

encierro los preceptos con seis llaves;

saco a Terencio y Plauto de mi estudio,

para que no me den voces (que suele

dar gritos la verdad en libros mudos),

y escribo por el arte que inventaron

los que el vulgar aplauso pretendieron,

porque, como las paga el vulgo, es justo

hablarle en necio para darle gusto.

Los inicios del Barroco

Bodegón con membrillo, repollo, melón y pepino, de Juan Sánchez Cotán, 1602.
Artículo principal: Barroco español
Véase también: Alonso de Mena
Véase también: Francisco de Mora

Reinado de Felipe IV (1621-1665)

Artículo principal: Felipe IV de España

Restaurar la reputación

Véanse también: Baltasar de Zúñiga, Conde-Duque de Olivares, Luis de Haro, Fernando de Austria (cardenal-infante) y Baltasar Carlos de Austria
Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su monarquía el hacerse rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo mudado y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y las leyes de Castilla sin ninguna diferencia en todo aquello que mira a dividir, límites, puertos secos, el poder celebrar Cortes de Castilla, Aragón y Portugal en la parte que quisiera, a poder intruducir Vuestra Majestad acá y allá ministros de las naciones promiscuamente, que si Vuestra Majestad lo alcanza, será el Príncipe más poderoso del mundo.
Gran Memorial del Conde-Duque de Olivares a Felipe IV, del 25 de diciembre de 1624.[32]

Crisis de 1640

Véanse también: Crisis de 1640, Revuelta de los catalanes, Independencia de Portugal, Conspiración del Duque de Medina Sidonia, Conspiración del Duque de Híjar y Revuelta de Masaniello
Véanse también: Arbitrismo, Quiebras de Felipe IV y Alteraciones andaluzas

El Parnaso del "Rey Planeta"

[33]

Véanse también: Pedro Pablo Rubens, José Ribera, Diego Velázquez, Francisco de Zurbarán, Bartolomé Esteban Murillo y Alonso Cano
Véanse también: Francesc Vicent García y Francesc Mulet
Véase también: Juan Eusebio Nieremberg

Reinado de Carlos II (1665-1700)

Carlos II adorando la Sagrada Forma, por Claudio Coello, 165-1690.
Artículo principal: Carlos II de España

Regencia, validos y esposas de "El Hechizado"

Véase también: Mariana de Austria
Véase también: Mariana de Neoburgo

Disolución del imperio europeo ante la hegemonía francesa

Dificultades de control del imperio americano

Final de la crisis y cambio de ciclo económico

Véanse también: Cinco Gremios Mayores, Reforma monetaria de Carlos II y Motín de los Gatos
A qué vino el Sr. D. Juan?

A bajar el caballo y subir el Pan.

Pan y carne a quince y once,

Como fue el año pasado;

Con que nada se ha bajado

Sino el caballo de bronce.

Pasquín anónimo, 25 de abril de 1677.[34]
[El Corregidor de Madrid, Francisco de Vargas, a una mujer que le reprocha no poder alimentar a su marido, parado, y a sus seis hijos, con el pan, de mala calidad, que acaba de comprar a doce cuartos]:

diese gracias a Dios de que no les costaba dos [reales] de plata... haced castrar a vuestro marido para que no os haga tantos hijos.

[Gritos de la multitud]:

Pan, pan, pan, queremos pan.... Viva el rey, muera el mal gobierno.

Documentos del Motín de los Gatos.

Plaza Mayor de Madrid, 28 de abril de 1699, martes, a eso de las siete.[35]

Crisis intelectual

Es lastimosa y aun vergonzosa cosa que, como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos en recibir las noticias y luces públicas que ya están esparcidas por Europa.
Juan de Cabriada, Carta filosófico-médico-chymica, 1687.

[36]

Véase también: Sebastián Durón
Véanse también: Ultrabarroquismo, Estilo llano, Prosaísmo, José Pérez de Montoro, Vicente Sánchez y José Tafalla Negrete

[37]

Véanse también: Miguel de Montreal, León Merchante, Bances Candamo, Antonio de Zamora, Salvo y Vela, José de Cañizares y Juan de la Hoz y Mota

[38]

Borbones: Absolutismo, Ilustración y Crisis del Antiguo Régimen

Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, 1728-1763.
Artículo principal: Neoclasicismo en España
Tantas causas influyeron en el enorme desaliento en que yacía nuestra agricultura a la entrada del presente siglo. Pero después acá los estorbos fueron a menos, y los estímulos a mas. La Guerra de Sucesión, aunque por otra parte funesta, no solo retuvo en casa los fondos y los brazos que antes perecían fuera de ella, sino que atrajo algunos de las provincias extrañas y los puso en actividad dentro de las nuestras. A la mitad del siglo la paz había ya restituido al cultivo el sosiego que no conociera jamás, y a cuyo influjo empezó a crecer y prosperar. Prosperaron con él la población y la industria, y se abrieron nuevas fuentes a la riqueza pública. La legislación, no solo más vigilante sino también más ilustrada, fomentó los establecimientos rústicos en Sierra Morena, en Extremadura, en Valencia y en otras partes, favoreció en todas el rompimiento de las tierras incultas, limitó los privilegios de la ganadería, restableció el precio de los granos, animó el tráfico de los frutos y produjo, en fin, esta saludable fermentación, estos clamores que, siendo para muchos una prueba de la decadencia de nuestra agricultura, son a los ojos de la Sociedad el mejor agüero de su prosperidad y restablecimiento.

Reinado de Felipe V (1700-1746)

Artículo principal: Felipe V de España
Artículo principal: Luis I de España

Guerra de Sucesión y Tratado de Utrecht

Artículo principal: Guerra de Sucesión Española
Véanse también: Batalla de Almansa, Tratado de Utrecht y Tratado de Rastadt

Reformas borbónicas: centralización y mercantilismo

... en el modo de gobernarse los Reinos y Pueblos no deve haber diferencia de leyes y estilos... Que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno que se ha tenido en ella... sin diferencia alguna en nada.

...desde luego doy por abolidos y derogados, todos los referidos fueros, privilegios, práctica y costumbre hasta aquí observadas en los referidos Reynos de Aragón y Valencia.

Decreto de 29 de junio de 1707[40]
... singular favor en igualarse con su amada Castilla, concediéndole todas las leyes, fueros, privilegios y costumbres que a costa de tantos, tan antiguos méritos y servicios ha adquirido.
Carta de Amelot de 21 de septiembre de 1707.[41]
Véanse también: Decretos de Nueva Planta, Secretario de Estado (Antiguo Régimen en España) y Intendente de ejército y provincia
Véanse también: Asiento de negros, Compañías privilegiadas, Compañía Guipuzcoana, Manufactura real, Tributo de sangre, Juan de Goyeneche y Monte de Piedad

Pactos de Familia y presencia internacional

Véanse también: Blas de Lezo y Olavarrieta, Guerra de la oreja de Jenkins, Guerra de Sucesión de Polonia y Pactos de Familia

Pre-Ilustración y Tardo-Barroco

Véanse también: Palacio Real de Madrid, Felipe Juvara, Juan Bautista Sachetti, Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, Teodoro Ardemans y René Carlier
Véanse también: Francisco Salzillo, Louis Michel van Loo, Jacopo Amiconi y Corrado Giaquinto
Véanse también: Farinelli y Domenico Scarlatti

Reinado de Fernando VI (1746-1758)

Estado de lo que producen..., documentación del Catastro de Ensenada en una localidad de la provincia de Guadalajara.
Artículo principal: Fernando VI de España

Gobiernos de orientaciones opuestas

Reorganización de la Hacienda y la Marina

Recomposición del Imperio americano

Regalismo y academicismo

Reinado de Carlos III (1758-1788)

Artículo principal: Carlos III de España

Gobiernos ilustrados

Libre comercio, motín de Esquilache y expulsión de los jesuitas

Véanse también: Motín de Esquilache, Expulsión de los jesuitas, Comercio libre#Libertad de comercio en la España de la Ilustración, Expediente de la Ley Agraria, Reales Sociedades Económicas de Amigos del País y Banco de San Carlos
Mis súbditos son como los niños, que lloran cuando se les lava.[42]

Relaciones internacionales y nuevos criterios de expansión colonial

Véanse también: Guerra de Independencia de los Estados Unidos, Bernardo de Gálvez y Madrid, Batalla de Saratoga, Batalla de Pensacola, Relaciones internacionales entre España y Estados Unidos#España y la independencia americana y Tratado de Versalles (1783)
Véanse también: Sitio de Gibraltar de 1779, Toma de Menorca (1782), Pascua Militar, Bandera de España, Himno de España, Reales Ordenanzas de Carlos III y Orden de Carlos III

Dinamismo intelectual

Véanse también: Neoclasicismo español y Casticismo
Véanse también: Antonio Rafael Mengs, Francisco de Goya, Francisco Bayeu, Mariano Salvador Maella, José del Castillo, Luis Egidio Meléndez, Luis Paret, Antonio Ponz, Roque Joaquín de Alcubierre y Estudios de historia del arte en España
Véanse también: Historia del cristianismo en España#La crisis del Antiguo Régimen, Ramón Pignatelli, Padre Flórez, Fray Diego de Cádiz, José Francisco Isla, Bernardo Iriarte y Francmasonería en España

Reinado de Carlos IV (1788-1808)

Artículo principal: Carlos IV de España

Véase también

Referencias

Bibliografía

  • Gonzalo Anes (1975) El Antiguo Régimen: Los Borbones, Alfaguara-Alianza ISBN 84-206-2044-0
  • Julio Aróstegui, coordinador (1982) Crisis del Antiguo Régimen. De Carlos IV a Isabel II tomo 9 de la Historia de España de Historia 16, Madrid, Depósito legal M. 12.869/76
  • Miguel Artola (1991) Enciclopedia de Historia de España. (I Economía. Sociedad; II Instituciones políticas. Imperio; III Iglesia. Pensamiento. Cultura IV Diccionario Biográfico; V Diccionario Temático; VI Fuentes). Madrid, Alianza Editorial ISBN 84-206-5294-6
  • Ángel Bahamonde y Luis Enrique Otero (2009) Historia de España, Madrid: SM, ISBN 978-84-675-3478-8
  • M. Balanzá, J. Roig y otros (1994) Ibérica. Geografía e Historia de España y de los Países Hispánicos, Barcelona: Vicens Vives, ISBN 84-316-3480-4.
  • Fernando Bouza (1996) Los Austrias Mayores, Temas de Hoy, ISBN 84-7679-293-X
  • Antonio Domínguez Ortiz (1973) El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias, Alfaguara-Alianza ISBN 84-206-2042-4
    • (1985) Instituciones y sociedad en la España de los Austrias Barcelona, Ariel
    • (1981) coordinador: La forja del Imperio. Carlos V y Felipe II tomo 6 de la Historia de España de Historia 16, Madrid, Depósito legal M. 12.869/76
    • (1981) coordinador: Esplendor y decadencia. De Felipe III a Carlos II tomo 7 de la Historia de España de Historia 16, Madrid, Depósito legal M. 12.869/76
    • (1981) coordinador: El reformismo borbónico tomo 8 de la Historia de España de Historia 16, Madrid, Depósito legal M. 12.869/76
    • (1976) Sociedad y estado en el siglo XVIII español. Barcelona, Ariel, ISBN 84-344-6509-4
  • Roberto Fernández (1996) La España de los Borbones. Las reformas del siglo XVIII, Temas de Hoy ISBN 84-7679-296-4
  • Manuel Fernández Álvarez, Miguel Avilés Fernández y Manuel Espadas Burgos, directores (1986) Gran Historia Universal, Barcelona, Club Internacional del Libro. ISBN 84-7461-654-9
  • Antonio Fernández García y otros (2003) Historia, Barcelona: Vicens Vives, ISBN 84-316-5831-2
  • Luis García de Valdeavellano (1973) Curso de Historia de las instituciones españolas de los orígenes a la Baja Edad Media. Edición actual: Madrid, Alianza Editorial ISBN 978-84-206-8175-7
  • Ricardo García Cárcel (1996) La cultura del Siglo de Oro. Pensamiento, arte y literatura (Historia de España, vol. 17), Madrid: Temas de Hoy ISBN 84-7679-295-6.
  • Jesús A. Martínez, coordinador (1999) Historia de España. Siglo XX, 1936-1996. Madrid, ed. Cátedra
  • Carlos Martínez Shaw El siglo de las Luces. Las bases intelectuales del reformismo (Historia de España, vo. 19), 1996, Madrid: Temas de Hoy ISBN 84-7679-297-2
  • Jaime Prieto (2009) Historia de España, Madrid: Bruño, ISBN 978-84-216-6454-4
  • Juan Antonio Sánchez Belén (1996) Los Austrias Menores, Temas de Hoy ISBN 84-7679-294-8
  • Antoni Simón Tarrés (1996) La Monarquía de los Reyes Católicos, Temas de Hoy, ISBN 84-7679-291-3
  • Manuel Tuñón de Lara director (1980) Historia de España, Barcelona, Labor, ISBN 84-335-9431-1 (obra completa)

Notas

  1. José Ortega y Gasset se preguntaba cómo podía llamarse Reconquista a una cosa que dura ocho siglos. El hispanista Derek Lomax indica que La Reconquista es un marco conceptual utilizado por los historiadores. Pero, a diferencia del concepto de Edad Media, no se trata de un concepto artificial... fue una ideología inventada por los hispanocristianos poco después del año 711, y su realización efectiva hizo que se mantuviera desde entonces como una tradición historiográfica, convirtiéndose también en un objeto de nostalgia y en un cliché retórico de los publicistas, tanto tradicionales como marxistas. Ambos autores son citados por Eloy Benito Ruano, que indica cómo ningún historiador serio se ha cuestionado el uso del término aunque en manos de unos y otros se convirtió en un tópico retóricamente exaltado y objeto de culto o en uno de esos conceptos que había de extirpar y combatir. ¿Re-Conquista? Un estado de la cuestión, Real Academia de la Historia, 2000, ISBN 84-89512-80-9 pg. 157.
  2. Luis Suárez Fernández (2001), La doctrina del máximo religioso, en la página oficial para la canonización de la Reina Católica.
  3. a b Ladero Quesada, Miguel Ángel (1999). «La política exterior». La España de los Reyes Católicos. Alianza Editorial. ISBN 84-206-3530-8. 
  4. Es muy usual en la historiografía la utilización del término "particularismo" (con valor sólo local o espacial, sino también estamental e incluso religioso) para referirse a las motivaciones de muy variados movimientos sociales que se oponen a la homogeneización o la centralización en la Europa de la Edad Moderna, de los que destaca como modelo La Fronda francesa. Roland Mousnier Furores campesinos, los campesinos en las revueltas del siglo XVII (Francia, Rusia, China); Trevor Aston (dir) Crisis en Europa 1560-1660; Rodney Hilton (ed.) La transición del feudalismo al capitalismo; Perry Anderson El estado absoluto; Charles Tilly Las revoluciones europeas 1492-1992;
  5. GEA
  6. Santos Madrazo Madrazo (1969), Las dos Españas. Burguesía y nobleza, los orígenes del precapitalismo español, Editorial Z Y X.
  7. 92 resultados de google books consultado el 3 de octubre de 2010.
  8. El tema es un tópico de las relaciones internacionales, recurrente a lo largo de la historia desde la Baja Edad Media, desde cuando Portugal se convirtió en el aliado privilegiado de esta potencia. Véanse los resultados de la búsqueda "alianza anglo-española" en google books, consultado el 3 de octubre de 2010.
  9. Uso bibliográfico del concepto "reforma cisneriana"
  10. Anónimas. Recogidas en Margit Frenk Alatorre (ed.) Nuevo corpus de la antigua lírica popular hispánica, siglos XV a XVII, UNAM, 2003, ISBN 968-16-6783-2, pg. 625.
  11. Erlanger, Philippe (2000). «Los tutores». Carlos V. Ediciones Palabra. ISBN 84-823-9397-1. 
  12. Feijoo, Benito Jerónimo (1734). «Discurso segundo Apología de algunos personajes famosos en la historia. Guillelmo de Croi Señor de Gevres §. X». En Andrés Ortega. Teatro crítico universal. Tomo sexto. Madrid. 
  13. Cortes de Santiago y La Coruña de 1520 en cervantesvirtual.com
  14. Joseph Pérez (1977) La revolución de las comunidades de Castilla (1520-1521), pg. 140 y ss. Siglo XXI, ISBN 84-323-0285-6. El estudio clásico sobre Carlos V y los Fugger se debe a Ramón Carande (1943) Carlos V y sus banqueros. La vida económica de España en una fase de su hegemonia, 1516 - 56.
  15. Héroes de Castilla: Los Comuneros.
  16. Amparo Felipo Orts, Autoritarismo monárquico y reacción municipal: la oligarquía urbana de Valencia desde Fernando el Católico a las Germanías, Universitat de València, 2004, ISBN 84-370-5920-8, pg. 59.
  17. Entrevista a Hugh Thomas por la presentación de su libro El imperio español de Carlos V, Barcelona: Planeta, 2010.
  18. Javier de Juan y Peñalosa (1996) Historia de la Cultura Española: Religión, filosofía, ciencia. Volumen 1 de Historia de la Cultura Española de Menéndez Pidal: El siglo del Quijote, ISBN 84-239-9607-7, pg. 405.
  19. Historia de los heterodoxos españoles, nota 1312 [1]
  20. La frase, con diferentes variantes, es muy citada (por ejemplo Revista de las Indias, 1941, pg. 181.); pero según Erwin Panofski es apócrifa. La anécdota, según la cual Carlos habría recogido del suelo un pincel caído de las manos del maestro veneciano, nunca habría ocurrido; pero es cierto también que el emperador trató a Tiziano como un igual en espíritu, si no en rango. Su relación puede compararse a la de Apeles con Alejandro Magno... es más que una mera fórmula retórica. Tiziano: problemas de iconografía, Akal, 2003, ISBN 84-460-1501-3, pg. 31.
  21. Episodio del buldero (vendedor de bulas)Edición de Lectorum, 1986, ISBN 968-7748-51-6, pg. 82.
  22. Véase, con otras expresiones complementarias, en Enrique González y González, Leticia Pérez Puente, Permanencia y cambio: universidades hispánicas 1551-2001, Volumen 2, pg. 118. La traducción, bastante directa, en Antonio Domínguez Ortiz España, tres milenios de historia (Marcial Pons Historia, 2008, ISBN 84-96467-51-1, pg. 177), que atribuye su causa en el antisemitismo del autor.
  23. Citado en Modesto Lafuente Historia general de España vol. 15, 1855, pg. 244.
  24. Margarita García-Mauriño Mundi, La pugna entre el Consulado de Cádiz y los jenízaros por las exportaciones a Indías (1720-1765), Universidad de Sevilla, 1999, ISBN 84-472-0478-2 pg. 111
  25. La posible relación entre estos procesos se ha convertido en un tópico del ecologismo y la historiografía (véanse tres ejemplos, entre los que está un texto de Manuel Fernández Álvarez: España y los españoles en los tiempos modernos, pg. 383).
  26. Dos veces emplea Cervantes este proverbio que califica de antiguo : una en el pasaje de la Historia del Cautivo , inserto en el prólogo, y otra en la Gitanilla (José Coll y Vehí, Los refranes del Quijote, Barcelona: 1874, pg. 117.
  27. La cita completa es "Antes preferiría perder mis estados y mil vidas que tuviese, que reinar sobre herejes". Citada en Historia de España Menéndez Pidal: Tomo XXII. La España de Felipe II, 1527-1598: volumen IV auge y declive de un imperio, 1566-1598, Espasa-Calpe, 2002, ISBN 84-670-0276-X, pg. 28.
  28. Se atribuye habitualmente a Felipe II, aunque su origen es incierto (El Pequeño Larousse, pg. 1061.
  29. Citado en José Ramón Cumplido Muñoz Batalla de Isla Terceira (26 de julio de 1582): Felipe II consolida el trono de Portugal. También hay un poema laudatorio de la misma fecha debido a Luis de Góngora:
    No en bronces, que caducan, mortal mano,

    Oh católico Sol de los Bazanes Que ya entre gloriosos capitanes Eres deidad armada, Marte humano, Esculpirá tus hechos, sino en vano, Cuando descubrir quiera tus afanes Y los bien reportados tafetanes Del turco, del inglés, del lusitano. El un mar de tus velas coronado, De tus remos el otro encanecido, Tablas serán de cosas tan extrañas. De la inmortalidad el no cansado Pincel las logre, y sean tus hazañas

    Alma del tiempo, espada del olvido.
  30. La frase es original de Marcelino Menéndez y Pelayo, que la empleó en el Epílogo de Historia de los heterodoxos españoles (junio de 1882). Además de al reinado de Felipe II, al que se ajusta su discurso, se refiere a una idea intemporal de España identificada con el catolicismo contrarreformista. Su contexto es: "España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio... esa es nuestra grandeza y nuestra unidad, no tenemos otra". Citado por Gonzalo Anes Álvarez 150 aniversario del nacimiento de don Marcelino Menéndez Pelayo , pg.
  31. Véase el texto, comentado, en Andrés Amorós y Manuel Camarero Antología comentada de la literatura española: historia y textos: siglo XVI, Castalia, 2006, ISBN 84-9740-125-5, pg. 325.
  32. Recogidas por Gregorio Marañón y citadas en España: reflexiones sobre el ser de España, Real Academia de la Historia, 1997, ISBN 84-89512-04-3, pg. 206-207.
  33. La utilización de la metáfora del Parnaso para referirse a artistas y literatos provenía de la Italia manierista, fue aplicada a España por Cervantes en 1614 y continuó en el siglo XVIII con Antonio Palomino y Juan José López de Sedano, ambos autores de obras tituladas El Parnaso Español.
  34. Se fijó en la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor de Madrid, principal lugar de mercado y de control público sobre el abastecimiento alimentario. El "caballo" se refiere a la escultura ecuestre de Felipe IV, de Pietro Tacca, que fue desplazada desde un lugar elevado. Citado por Ramón de Mesonero Romanos El antiguo Madrid : paseos históricos-anedócticos por las calles y casas de esta villa. Tomo primero.
  35. Citados y estudiados por Teofanes Egido (1980) El motín madrileño de 1699, en Investigaciones históricas nº 2, pg. 259-261.
  36. {{cita|la postración de la literatura llegó, por los tiempos a que nos referimos, al extremo más grande y lamentable. Una esterilidad y una depravación sin ejemplo en la historia de las letras españolas, fueron las señales más inmediatas y características de semejante postración. El mal gusto literario, que en lecciones anteriores hemos visto entronizarse con los conceptistas y culteranos hasta el punto de avasallar a ingenios de tan gran talla como Lope de Vega, Calderón y Quevedo, que tanto combatieron su influjo, se apoderó por completo del arte literario español, erigiendo en sistema de doctrina todos los desvaríos de aquellos apóstoles del mal gusto, cuyo predominio fue absoluto, y exagerándolos con alteraciones más ridículas y agravantes, si es posible decirlo así tratándose del lenguaje extrañamente ampuloso y metafísico, chocarrero y trivial que, a semejanza de los escritores de la decadencia romana, empleaban nuestros escritores conceptistas y cultos y los por el influjo de ellos contaminados, que eran los más desde el segundo tercio del siglo XVII. La poesía lírica como la dramática, la Didáctica como la elocuencia, en fin, todas las manifestaciones literarias del espíritu español, habían caído, durante el reinado del último austríaco, bajo el imperio, tan absoluto como corruptor y mortífero, del mal gusto, cuyo desarrollo hemos seguido en varias de las lecciones precedentes. Únase a esta depravación literaria la esterilidad que en todas las esferas de actividad de un pueblo, particularmente en las del arte y la ciencia, produce un estado tan grande de atonía y postración como el que hemos dicho que dominaba en la España de Carlos II, y se tendrá una idea bastante aproximada de la altura artística e intelectual a que rayaría nuestra nación|Manuel de la Revilla (1877) Segundo período. Dominación de la Casa de Borbón. (Siglos XVIII-XIX)
  37. Alain Bègue, «Degeneración» y «prosaísmo» de la escritura poética de finales del siglo XVII y principios del XVIII: análisis de dos nociones heredadas, Critivón, 103-104, 2008, pp. 21-38. «
  38. El teatro español a fines del siglo XVII
  39. El título completo es: Informe de la sociedad económica de Madrid al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de ley agraria, extendido por su individuo de número el señor don Gaspar Melchor de Jovellanos, a nombre de la junta encargada de su formacion (recogido en cervantesvirtual.com). El texto citado es el final de la sección Estado progresivo de la agricultura, en Preliminares.
  40. Citado en Josep Juan Vidal y Enrique Martínez Ruiz Política interior y exterior de los Borbones, pg. 97.
  41. Vidal y Martínez, op. cit., pg. 97.
  42. La expresión, atribuida a Carlos III, es ampliamente citada, con algunas variantes (por ejemplo, lloran cuando se les lava y se les peina; en José María Pemán Breve historia de España, 1950, Cultura Hispánica, pg. 294.

Enlaces externos

  • Artehistoria:
  • Historiasiglo20.org

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