Guerra del Yaqui

Guerra del Yaqui
Guerra del Yaqui
Fecha 1533 - 1929
Lugar Sonora, México
Resultado Victoria federal
Beligerantes
Flag of Spain (1785-1873 and 1875-1931).svg España
Flag of Mexico (1823-1864, 1867-1968).png México
Bandera Yaqui.jpg Yaqui
Comandantes
Porfirio Díaz Juan Maldonado Waswechia
Cajeme

La Guerra del Yaqui o Rebelión de los indios yaquis fueron una serie de conflictos que enfrentó al gobierno mexicano del último tercio del siglo XIX contra las tribus Yaqui del estado de Sonora por la abierta campaña por parte del gobierno federal con el fin de colonizar las tierras de los Valles del Yaqui y del Mayo. Los enfrentamientos corresponden a la lucha armada más larga en la historia de México. Los yaqui se levantaron con el fin de proteger sus tierras y sus costumbres. Después de la Batalla de Mazocoba en 1900, en la que murieron muchos soldados yaqui (400) y en la que los federales tomaron a 800 hombres, mujeres y niños prisioneros se definió la derrota yaqui. A partir de este momento comenzó una feroz deportación de yaquis a Yucatán, que se mantuvo de manera constante hasta fines de la primera década del siglo XX por 1908.

Colonia

En 1533, el explorador español Diego Guzmán y sus hombres llegaron al río Yaqui donde la tribu yaqui marcó una raya en el suelo con el fin de que los españoles supieran que éstos no tenían que cruzar por sus tierras. Los exploradores españoles sin embargo inspeccionaron el área siendo unos pocos hechos prisioneros. Guzmán ordenó disparar su artillería, misma que lograron resistir los yaquis, obligando la retirada de Guzmán a Nueva Galicia. En 1565, Francisco de Ibarra comienza ha conveniar por una salida pacífica con la tribu yaqui. Para el año 1600, no existía ninguna población española más allá del presidio de Sinaloa. Ante el comienzo de una sublevación contra los españoles por los zuaques Juan Lautaro y Babilomo, el capitán Diego Martínez de Hurdaide comenzó una campaña con el fin de conquistar y pacificar a la tribu yaqui y mayo. Los zuaques se refugiaron en territorio yaqui por lo que Hurdaide exigió la entrega de los rebeldes, recibiendo amenazas de guerra por parte de las tribus indígenas.

En 1608, Hurdaide volvió a entrar por segunda vez al mando de 40 jinetes y 2,000 aliados indígenas en territorio yaqui, quienes entablaron batalla en las cercanías en el río Yaqui. Luego de todo un día de enfrentamientos, Hurdaide es obligado a retirarse con sus muchos heridos. En 1609, Hurdaide intenta crear la tercera ofensiva comandando 50 soldados y 4,000 aliados indígenas, a pesar de ello el contraataque yaqui obliga a las fuerzas españoles a mantenerse a la defensiva, resistiendo las acometidas yaqui. Las fuerzas españolas, mermadas a causa de los muertos, heridos y la deserción de los indígenas aliados se refugió en una loma, cuando ya nada más quedaban 22 hombres al mando de Hurdaide. Las fuerzas yaquis, al encontrar la loma, ordenan su cerco y prendieron fuego al pasto que se encontraba a su alrededor. El capitán español logró escapar del acto con su caballo al caer la noche. En 1615, Hurdaide logró negociar la paz entre el gobierno novohispano y los jefes yaquis, mismos que aceptaron entregar a los prófugos Lautaro y Babilomo. En 1740, Juan Calixto sublevó de nuevo a la tribu, por lo que Manuel Bernal de Huidobro, quien era jefe novohispano, intentó una campaña en su contra, pero solo consiguió ser derrotado. Es entonces cuando Agustín de Vildosola reunió a los soldados españoles y logró victorias en Tecoripa, cerro del Tambor y Otancahui (que en cahita significa Cerro de los Huesos por la cantidad de muertos en la batalla). Con la firma de la paz, lo yaquis pudieron conservar su autonomía, sus tierras y sus armas. Sin embargo en 1743 Vildosola sustituyó en el mando a Huidobro, con lo que aprehendió a los jefes yaqui y mayo Juan Ignacio Muni, Esteban, Juan Calixto, mandándolos fusilar en el presidio de San Carlos de Buenavista.

México Independiente

Cajeme, jefe yaqui.

En 1825, luego de la Independencia de México, el jefe yaqui Juan Bandera proclamó la unión de las tribus del noroeste en un sólo gobierno y el exterminio de los yoris, como eran llamados los colonos españoles o mexicanos. A la rebelión se adhirieron los caciques ópatas Virgen y Dolores Gutiérrez, misma que fue instigada por misioneros desafectos con el sistema federal establecido en el México independiente. La rebelión impidió que los estados de Sonora y Sinaloa promulgaran sus respectivas constituciónes locales. En 1829, Bandera vuelve a levantarse en armas por ciertas diferencias con José María Madrid, con quien disputó el mando de su pueblo. Con el inicio de la nueve insurrección, la asamblea legislativa del estado se trasladó a Cosalá en busca de seguridad. Bandera logró ejercer una gran influencia sobre los indígenas, promoviendo la unión de las tribus con la promesa de reintegrarles sus tierras y concibiendo la idea de coronarse rey y enfrentarse a los blancos. Las sublevaciones de Bandera enseñaron al pueblo yaqui a manejar las armas de fuego. En 1831, con la se separación de Sonora y Sinaloa en dos diferentes entes federativas, el Congreso de la Unión concedió el indulto a los sublevados yaqui de 1825 y 1829, ofreciéndoles el autogobierno y como autoridad a Bandera. Este recibió el grado de General de la Nación pagado por el erario. En 1832, Bandera vuelve a sublevarse por tercera vez en alianza con los ópatas. El gobernador de Sonora Manuel Escalante y Arvizu salió a batirlo, sitiandolo en Torín. Al cabo de varios enfrentamientos, Escalante derrotó a los guerrilleros yaqui en Soyopa. Con la derrota yaqui, los caciques Juan Banderas y Dolores Gutiérrez fueron fusilados en 1833. En 1838 el general indígena Juan Ignacio Jusacamea, apoyó al gobierno mexicano, rompiendo la unidad yaqui y reprimiendo cualquier alzamiento. Además, algunas facciones políticas de Sonora lográron convertir a algunos grupos indígenas en sus seguidores. Finalmente, con la represión del gobierno mexicano del general Juan Urrea hace replegar a los últimos bandos de rebelión.

En 1865, José María Tranquilino, quien fuera prefecto imperial de Álamos, logró que un gran número de yaquis se agreguaran a las fuerzas imperiales. En Álamos, el general republicano Antonio Rosales es vencido y muerto en combate contra los yaqui, a pesar de aquella gran victoria, el general Ángel Martínez recupera la población y derrota a los indígenas en Cahinaui, decretando el indulto a todos los insurrectos de El Fuerte y Sinaloa. En 1867 los yaquis vuelven al combate; la campaña en su contra, fue comandada dirigida por el coronel Próspero Bustamante. En 1875, mientras el estado de Sonora se debatía en una guerra civil que provocaba la imposición del coronel José J. Pesqueira como gobernador, José María Leyva (Cajeme), quien era capitán general de los ríos Yaqui y Mayo, se levantó en armas, fusilando a los desafectos a su inserrección con el fin de reintegrar la unidad de sus tribus. Expulsó a los blancos de Cócorit y Santa Cruz, reduciendo las poblaciones a cenizas. Atacó La Mesita de Guajari, en la sierra del Bacatete, manteniendo a las poblaciones en constante amago. Con ello las tribu yaqui y los mayos no volvieron a hostilizar a lugares fuera de su dominio, aunque se mantuvieron independientes, sin reconocer otra autoridad que la de su propio cacique. En 1882, siendo gobernador Carlos R. Ortiz, se tuvo interés en adquirir mayores terrenos que la hacienda en Navojoa, por lo que en octubre, su hermano, Agustín Ortiz, con 300 soldados de Navojoa partió a enfrentar a las fuerzas de Cajeme, que había acudido en auxilio de los Mayos en la Batalla de Capetamaya.

En 1885 Loreto Molina, junto a un grupo de indígenas, asaltó la casa de Cajeme en los Guamuchiles, atropellando a su familia, incendiando la finca y aprehendiendo a varios de sus generales. Como respuesta, las fuerzas de Cajeme secuestraron e incendiaron 22 lanchas en el río, asaltaron los ranchos aledaños para abastecerse de granos y ganado para la guerra. El gobierno federal y estatal emprendieron una campaña formal contra los yaquis, reuniendo 2,200 soldados en dos columnas, una al mando del general José Guillermo Carbo, jefe de la zona militar, y otra al mando del general Bonifacio Topete. Guillermo Carbo llegó hasta El Medano, y Topete a Torin. En el Añil, cerca de Vicam se encuentró Topete con un foso que rodeaba el lugar, con empalizadas y parapetos. A pesar de su ataque con la artillería y con la infantería, Topete es rechazado. Cajeme, que por primera vez había usado la guerra defensiva en puntos fortificados, acentúa su prestigio, manda a fortificar otras poblaciones, dando instrucciones a sus hombres de batirse sólo detrás de las trincheras. Al arreciar el calor en la zona y aproximarse las lluvias, las fuerzas gobernistas abandonaron la zona.

En 1886, Marcos Carrillo, con 1,200 soldados, atacó El Añil y al cabo de una feroz batalla, logró desalojar a las fuerzas indígenas. Ángel Martínez con 1,500 hombres a su vez derrotó a los mayos. Las fuerzas de Cajeme se concentran en Buatachive, en la sierra del Bacatete. Dentro de una cordillera se formó un punto de apoyo yaqui, a espaldas del campamento, a los lados y al frente, varios cerros unidos por cercas de piedra constituyeron un exitoso sistema de trincheras, dejando inscrito un recinto donde se concentraban 4 mil levantados. El problema comenzó cuando los víveres yaquis comenzaron a escazear, extendiéndose una grave epidemia de viruela. Martínez concentró sus fuerzas para terminar la campaña con un golpe decisivo. 300 soldados al mando del coronel Lorenzo Torres rodearon el fuerte y se batieron contra los yaquis. Los yaquis se defendieron, pero al fin de cuentas pocos escaparon hacia lo profundo de la sierra, dejando 200 muertos y unas 2,000 personas entre ancianos, niños y enfermos, dando por concluida la campaña de Martínez. Los pueblos de Huiviris, Potam, Bacum, Cócorit fueron amnistiados, dándole a sus gentes ropas y víveres. Sin embargo, pocos entregaron las armas y Cajeme no se había sometido. Este reapareció al frente de l,500 soldados que se dirigieron a El Medano, con el fin de atacar el destacamento y hacerse de pertrechos y provisones. Lorenzo Torres se ve obligado a detener su marcha, sin embargo, tuvo un saldo de 62 muertos. Los yaquis se vieron imposibilitados a hacer la guerra en puntos fortificados, por lo que volvieron a esconderse en la sierra, sistemáticamente siendo perseguidos y diezmados. Cajeme le envió una nota al general Juan Hernández diciendo:

"Desde luego nos someteremos todos a la obediencia del gobierno, bajo la condición de que dentro de 15 días se retiren todas sus fuerzas que están en el río Yaqui para Guaymas y Hermosillo, de no hacerlo así, pueden ustedes obrar de manera que les convenga; yo, en unión de mi nación, estoy dispuesto a hacer hasta la última defensa."

La respuesta gobernista fue el de acentuar la persecución, llegando inclusive a las islas de Seari, El Piano y Lobos. En 1887, habiendo agotado todos sus recursos de combate, Cajeme se refugió en casa de un amigo suyo en Guaymas. Luego de dos meses alguien lo delata, por lo que Cajeme es aprehendido y en Cócorit, es pasado por las armas. Anastasio Cuca, quien fuera segundo de Cajeme, también es fusilado, sometiéndose con ello a las autoridades 1,683 mayos y 3,984 yaquis.

Los yaquis, aparentemente en paz ya que volvieron a labrar en las haciendas y ranchos de los estados, volvieron a arrasar Cócorit luego de que el general Martínez evacuara las tropas mexicanas del Territorio Yaqui. Los yaquis compraron armas y emplearon tácticas guerrilleras, evitando encuentros frontales, disparando desde los bosques, matorrales y cerros por la noche y en pequeños grupos. Es entonces que se da el nombramiento de gobernador y vicegobernador de Sonora a Lorenzo Tores y a Ramón Corral, daclarando el general Julio M. Cervantes, de nueva cuenta un armisticio. En 1890, el general Marcos Carrillo volvió a iniciar la persecución yaqui en la sierra, refugiándose muchos yaquis en Ures y Hermosillo. Los alzados, cuyo sector beligerante apenas llegaba a los 400 hombres combatieron con dureza, a pesar de que cada vez se iva poblando másy ás el valle de "yoris" protegidos por el ejército Mexicano. En 1896, el coronel Francisco Peinado, entró en contacto con Tetabiate, valiéndose de un joven indígena llamado Juan Buitimea. Gracias a la autorización del gobierno, Peinado envío diversos víveres a los indígenas, además de respetar sus tierras e intereses. En 1897, se reúnieron ambos jefes en La Cieneguita para concertar la paz. En Guaymas se celebró el cese de hostilidades con participación de las autoridades civiles, Tetabiate y 400 hombres, y Peinado, quien llevó una avanzada de 400 dragones. En el acta se declaraba que Juan Maldonado Tetabiate reconocía la soberanía del supremo gobierno de la Nación y del estado, que el general Torres aceptaba la sumisión de Tetabiate y sus compañeros de armas. El gobierno les ofrecía terrenos en el Territorio del Yaqui, y los ejidos desocupados de los originarios del Yaqui. El general ofrecía de igual forma recursos y provisones para dos meses. La comisión repartía y titulaba de igual forma las tierras; 4.5 hectáreas por adulto, entregando 6 mil predios. Más tarde los indígenas recibieron terrenos de pastoreo y la concesión para explotar las salinas. Se encargaba a las hermanas josefinas en Bacum de la educación de los niños. En 1899, los ocho pueblos del yaqui envíaron una nota al general Lorenzo Torres, gobernador de Sonora:

"Lo que queremos es que salgan los blancos y las tropas. Si salen por las buenas, entonces hay paz, si no, entonces declaramos la guerra."

Los combates fueron numerosos. Advertido el general Lorenzo Torres que el grueso de los efectivos de Tetabiate se habían reunido en Mazocoba, asaltó con tres columnas la zona en la que se efectuó la Batalla de Mazocoba. Los indígenas construyeron trincheras. Muchos yaquis se arrojaron a los barrancos con tal de no ser capturados, otros salieron por una cañada y otros en cambio fueron abatidos por los batallones mexicanos. Los informes del ejército hicieron a los yaquis 400 muertos, mil prisoneros, mujeres y niños. En 1901, el gobierno porfirista tenía 8 destacamentos militares en el norte de la región yaqui, 12 en el centro, 6 en el sur y 6 en el sureste. Otras 9 secciones volantes recorrieron la sierra, el valle y los ríos, en total 4,800 federales. Las fuerzas de Loreto Villa encontraron a 8 indígenas, mismos que se colocaron detrás de una peña y corrieron a parapetarse para hacer resistencia. El herido yaqui, que tenía la pierna izquierda destrozada, disparó dos veces antes de que un sargento le diera un tiro en el pecho, así murió Tetabiate. Su cadáver fue llevado al campamento del Bacatete y allí, frente a la tropa formada, recibió sepultura. Se había terminado la campaña. En 1902, se volvió a generalizar un alzamiento bajo el mando de Luís Bule, por lo que centenares de indígenas yaqui son acorralados y deportados al estado de Yucatán con el propósito de desarraigarlos definitivamente. El gobierno tomó la decisión de expulsar totalmente a la nación yaqui de Sonora, y ante esa situación, Bule se sometió incondicionalmente con los suyos. Le fue conferido el grado de capitán general del Yaqui, cargo que desempeñó hasta su muerte. En 1910, al estallar la Revolución mexicana, los yaquis formaron batallones auxiliares del Ejército Mexicano, batiéndose contra los revolucionarios. Bajo el gobernador José María Maytorena, se formó una columna para hacerle frente a los rebeldes de Pascual Orozco, con 150 soldados auxiliares yaquis. Luego, al mando de Salvador Alvarado se incoporaron a las fuerzas de Alvaro Obregón y lucharon en Nogales, Cananea, Naco, Santa Rosa, Santa María y el asedio a Guaymas. Venustiano Carranza le confirió el cargo de jefe del noroeste a Obregón, formando a pasar parte los yaquis. Aun así, las facciones del ejército constitucionalista le hicieron guerra a los yaquis que se mantenían alzados en su territorio, aunque ocasionalmente se unieron para hacerle combate a los federales sitiados en Guaymas, haciéndose de pertrechos para continuar su lucha.


En 1914, los yaquis jugaron un importante papel en las batallas de Orendáin y El Castillo, abriendo a los constitucionalistas las puertas de Guadalajara, y en el asalto y toma de Mazatlán. Cuando Francisco Villa rompió con Carranza, y las fuerzas de Obregón - con los yaquis entre ellas- lograron derrotar a los villistas. Cuando Maytorena se pronunció por el villismo, distanció a los jefes yaquis Francisco Urbalejo y Miguel M. Acosta Guajardo del general Salvador Alvarado al que pone preso, emprendiendo la ofensiva contra Naco y Agua Prieta, último reducto de los carrancistas bajo el mando de Plutarco Elías Calles. Los villistas -ahora con destacamentos yaquis- fueron derrotados en varias ocasiones. Frustrada la toma de Hermosillo en la batalla de la hacienda El Alamito, los batallones yaquis, a las órdenes de los coroneles Chávez y Buitimea, abandonaron el campo para los cerros en busca de subsistencia. Los demás cuerpos se desbandan y Villa con unos cuantos hombres se internó en la sierra rumbo a Chihuahua. Cuando los yaquis se presentaron a rendir sus armas a los carrancistas, el general Manuel M. Diéguez ordenó du fusilamiento, más Obregón mandó detener la ejecución y formó con ellos una brigada en Potam.

En 1915, los yaquis atacaron una guarnición al sur de Guaymas. Al siguiente día Obregón ordenó una nueva campaña del Yaqui, empleando en ello por más de un año sus efectivos de combate. En el combate de yaquis contra yaquis, la guerra no ofrecía perspectivas de victoria para ninguna de las partes. En 1917, el gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, aceptó el desalojo del Valle por los soldados y habitantes no yaquis, ya que era la única manera de pacificar a la tribu y de concentrar a los yaquis en sus pueblos. A fines de año, sin embargo, los destacamentos militares regresaron al Valle, invadiendo los sembradíos de Matus y haciendo fuego de ametralladora contra los asistentes de una pascola, matando a 60 entre hombres, mujeres y niños. Cometen muchos otros actos de provocación y remitieron a México a varios indígenas como recogidos en combate. En diciembre lo yaquis asaltaron la Estación Esperanza para rescatar a los prisioneros, pero sin conseguirlo, desataron la guerra en todo el territorio, volviendo a practicar la deportación masiva. En 1919, Adolfo de la Huerta concretó la paz y la devolución de familias a su tribu. De 1926 a 1929 ocurrió otra revuelta que fue aplacada principalmente por el uso de aviones de la Fuerza Aérea Mexicana.

En 1937, Ignacio Lucero, gobernador de la tribu yaqui, mandó un comunicado al general y presidente Lázaro Cárdenas del Río, detallando los terrenos de los que habían sido despojados, pidiendo su restitución. Contestando Cárdenas lo siguiente:

El gobierno que presido desea que impere la justicia y que la población indígena en todo el territorio nacional entre en posesión definitiva de las tierras a que tiene derecho, y se le den las garantías necesarias, que disfrute de paz y que pueda con su propio esfuerzo y con la ayuda del gobierno, mejorar sus condiciones culrurales y económicas para bien de toda la familia mexicana. El gobierno reconoce que la actitud bélica que ustedes han mantenido desde la Conquista siempre fue justa defensa de sus tierras, parte de cuyas tierras han venido a pasar a poder de distintas personas. Encontramos que hay una numerosa población que posee pequeñas fracciones de tierra y otros que no poseen nada. El gobierno considera que a la tribu yaqui debe ponérsele en posesión definitiva de todas las propiedades y aguas que les sean suficientes para la población dentro y fuera del estado de Sonora. La Presa de la Angostura dará el agua necesaria para irrigar las tierras y permitir que se construyan vías de comunicación, saneamiento, y escuelas. El gobierno ve con agrado y profunda simpatía que la nación yaqui aumente el cultivo de las tierras y esto viene a justificar el concepto del gobierno sobre la moral y la capacidad indígena. Es preciso terminar con los odios y rencores que por culpa de otras generaciones y también por egoísmos de la generación de hoy, han prevalecido hasta hoy.

El mandatario dictó mandamientos dotatorios de 13 pueblos de la zona, concediendo a los yaquis extensiones de terrenos a lo largo de los ríos Yaqui y Mayo, proporcionando educación, asistencia y salubridad a la comunidad indígena. Cárdenas concedió en usufructo los bosques y las salinas, así como que los destacamentos militares que aún cubrían algunos puntos se concentraran a sus matrices.


El ejército de Estados Unidos libró la última batalla de las guerras contra los indios americanos. En enero de 1918, un pequeño grupo de unos treinta indígenas fueron interceptados por soldados del Decimo de Caballería de Buffalo, justo al otro lado de la frontera internacional, cerca de Arivaca, Arizona. En la escaramuza de treinta minutos que siguieron, el comandante del Yaqui fue asesinado y un puñado de otros fueron hechos prisioneros. El último trabajo importante de las guerras yaquis llegaron casi diez años después en 1927 en la batalla de Cerro del Gallo. Después de que algunos menores guerra continuó hasta 1929, pero la violencia fue sofocada principalmente por los bombardeos de la Fuerza Aérea Mexicana. El Ejército Mexicano también establecieron puestos de todos los asentamientos del Yaqui y esta acción evitaron que el conflicto en el futuro.

Bibliografía

  • TRONCOSO, Francisco del Paso (1903). Las guerras con las tribus yaqui y mayo del Estado de Sonora, tomo I (Secretaría de Estado - Despacho de Guerra y Marina edición). México. 
  • TRONCOSO, Francisco del Paso (1903). Las guerras con las tribus yaqui y mayo del Estado de Sonora, tomo II (Secretaría de Estado - Despacho de Guerra y Marina edición). México. 

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