La fe en el cristianismo

La fe en el cristianismo

La fe en el cristianismo se centra en la fe en la Resurrección de Cristo (1 Corintios 15:1-4) "(...) el evangelio que os he predicado (...) De otro modo, creeríais en vano (...)". El mismo libro dice en 15:14: "Y si Cristo no ha resucitado, nuestro predicado es inútil y así vuestra fe" (véase también Actos 2:32, Epístola a los filipenses 3:10, Juan 11:25).


Contenido

Cristianismo

La fe cristiana implica creer en todas las declaraciones y promesas de Dios escritas en la Biblia; por lo tanto, es una respuesta humana de aceptación a la gracia de Dios. Cuando se trata de Dios es creer ciegamente en algo, sus promesas, sus verdades, sin tener prueba de ello, debido a que es algo que se siente dentro de uno.

La fe es adquirida, no es innata ni se hereda, es enseñada por los progenitores y escuelas de catecismo (según el catolicismo no biblicamente ). La Biblia define a la fe como "la certeza de lo que se espera (en el futuro), la convicción de lo que no se ve (en el presente)"(Hebreos 11:1).

La fe no se basa en la sabiduría del hombre sino en creer en algo sin poderlo probar. Quiere decir que, la fe es un acto espiritual, por lo tanto irracional (1 Corintios 2:5; 12:9; 2 Corintios 4:13). El cristiano cree con el corazón, no con la mente (Romanos 10:9; Daniel 12:10).

La garantía de la fe es la veracidad de Dios

La base de la fe es el testimonio divino, no la racionalidad de lo que Dios dice, sino el simple hecho de que Él lo dice. La fe descansa directamente en "Así dice el Señor". Pero, con el fin de que esta fe pueda comprender la veracidad, la sinceridad, y la verdad de Dios, debe apropiarse y apreciarse, junto con Su inmutabilidad. La doctrina cristiana enseña que Dios es único, indivisible y eterno, que se manifiesta al hombre bajo la forma de tres personas distintas: el Padre, el Hijo (Jesucristo, la Palabra eterna), y el Espíritu Santo. Pero a su vez estos tres son uno (1Jn 5:7).

La fe es una operación del Espíritu de Dios

La verdad es la esencia de la fe, y el motivo último sobre el cual descansa nuestro consentimiento a cualquiera verdad revelada es la veracidad de Dios. La fe histórica es la aprensión y el asentimiento a ciertas declaraciones que son vistas como meros hechos de la historia. La fe temporal es ese estado de la mente, en el que es depertada en los hombres (por ejemplo, Félix, en Hechos 24), por la exposición de la verdad y por la influencia de simpatía religiosa, o por lo que algunas veces es modelada la operación común del Espíritu Santo. La fe de salvación es llamada así porque tiene vida eterna inseparablemente unida con ella, y es una operación especial del Espíritu Santo.



NOTA: Un párrafo pequeño es de Wikinfo Wikinfo (en inglés)

Catolicismo

En un sentido objetivo, la fe es la suma de verdades reveladas por Dios en la escritura y la tradición, y que son presentadas en forma breve en sus "credos". Subjetivamente, la fe significa el hábito o virtud por el cual estas verdades se asientan.

La capacidad especulativa, que es propia de la inteligencia humana, lleva a elaborar, a través de la actividad filosófica, una forma de pensamiento riguroso y a construir así, con la coherencia lógica de las afirmaciones y el carácter orgánico de los contenidos, un saber sistemático. Gracias a este proceso, en diferentes contextos culturales y en diversas épocas, se han alcanzado resultados que han llevado a la elaboración de verdaderos sistemas de pensamiento. Históricamente esto ha provocado a menudo la tentación de identificar una sola corriente con todo el pensamiento filosófico. Pero es evidente que, en estos casos, entra en juego una cierta «soberbia filosófica» que pretende erigir la propia perspectiva incompleta en lectura universal. En realidad, todo sistema filosófico, siempre con respeto de su integridad sin instrumentalizaciones, debe reconocer la prioridad del pensar filosófico, en el cual tiene su origen y al cual debe servir de forma coherente.

En este sentido es posible reconocer, a pesar del cambio de los tiempos y de los progresos del saber, un núcleo de conocimientos filosóficos cuya presencia es constante en la historia del pensamiento. Piénsese, por ejemplo, en los principios de no contradicción, de finalidad, de causalidad, como también en la concepción de la persona como sujeto libre e inteligente y en su capacidad de conocer a Dios, la verdad y el bien; piénsese, además, en algunas normas morales fundamentales que son comúnmente aceptadas. Estos y otros temas indican que, prescindiendo de las corrientes de pensamiento, existe un conjunto de conocimientos en los cuales es posible reconocer una especie de patrimonio espiritual de la humanidad. Es como si nos encontrásemos ante una filosofía implícita por la cual cada uno cree conocer estos principios, aunque de forma genérica y no refleja. Estos conocimientos, precisamente porque son compartidos en cierto modo por todos, deberían ser como un punto de referencia para las diversas escuelas filosóficas. Cuando la razón logra intuir y formular los principios primeros y universales del ser y sacar correctamente de ellos conclusiones coherentes de orden lógico y deontológico, entonces puede considerarse una razón recta o, como la llamaban los antiguos, orthòs logos, recta ratio. La capacidad especulativa, que es propia de la inteligencia humana, lleva a elaborar, a través de la actividad filosófica, una forma de pensamiento riguroso y a construir así, con la coherencia lógica de las afirmaciones y el carácter orgánico de los contenidos, un saber sistemático. Gracias a este proceso, en diferentes contextos culturales y en diversas épocas, se han alcanzado resultados que han llevado a la elaboración de verdaderos sistemas de pensamiento. Históricamente esto ha provocado a menudo la tentación de identificar una sola corriente con todo el pensamiento filosófico. Pero es evidente que, en estos casos, entra en juego una cierta «soberbia filosófica» que pretende erigir la propia perspectiva incompleta en lectura universal. En realidad, todo sistema filosófico, siempre con respeto de su integridad sin instrumentalizaciones, debe reconocer la prioridad del pensar filosófico, en el cual tiene su origen y al cual debe servir de forma coherente.

En este sentido es posible reconocer, a pesar del cambio de los tiempos y de los progresos del saber, un núcleo de conocimientos filosóficos cuya presencia es constante en la historia del pensamiento. Piénsese, por ejemplo, en los principios de no contradicción, de finalidad, de causalidad, como también en la concepción de la persona como sujeto libre e inteligente y en su capacidad de conocer a Dios, la verdad y el bien; piénsese, además, en algunas normas morales fundamentales que son comúnmente aceptadas. Estos y otros temas indican que, prescindiendo de las corrientes de pensamiento, existe un conjunto de conocimientos en los cuales es posible reconocer una especie de patrimonio espiritual de la humanidad. Es como si nos encontrásemos ante una filosofía implícita por la cual cada uno cree conocer estos principios, aunque de forma genérica y no refleja. Estos conocimientos, precisamente porque son compartidos en cierto modo por todos, deberían ser como un punto de referencia para las diversas escuelas filosóficas. Cuando la razón logra intuir y formular los principios primeros y universales del ser y sacar correctamente de ellos conclusiones coherentes de orden lógico y deontológico, entonces puede considerarse una razón recta o, como la llamaban los antiguos, orthòs logos, recta ratio.

La fe es un acto sobrenatural

La fe es un acto sobrenatural realizado por gracia divina. Es el "acto del asentimiento intelectual a una verdad divina debido al ejercicio de la voluntad, el cual es motivado por la gracia de Dios"(Sto. Tomás, II-II, Q. iv, a.2). Y así como la luz de la fe es un regalo concedido sobrenaturalmente sobre el entendimiento, así también esta gracia divina moviendo la voluntad es, como su nombre lo implica, un regalo igualmente sobrenatural y absolutamente gratuito. El regalo no se debe a estudio previo ni puede adquirirse por esfuerzos humanos, pero "pidan y recibirán".

Porque la virtud es "infundida" y no alcanzable por esfuerzos humanos, es, por lo tanto, una de las virtudes teológicas.

Una fe no ciega

"Nosotros creemos", dice el Concilio Vaticano II, "que la revelación es verdadera, no porque la verdad intrínseca de los misterios sea en verdad claramente vista a la luz natural de la razón, sino por la autoridad de Dios, quien las revela, porque Él no puede engañar ni ser engañado." Así, nosotros consideramos al acto de fe que los cristianos depositan en la Santa Trinidad, la fe que puede ser descrita de una manera silogística, así:

  • Cualquiera cosa que Dios revela es verdad
  • ahora bien, Dios ha revelado la Santa Trinidad, lo que es un misterio
  • por lo tanto, este misterio es verdad.

Los católicos romanos aceptan la premisa mayor como más allá de toda duda, una presuposición basada en la razón, y así, intrínsecamente evidente a la razón; la premisa menor también es verdad, porque es declarada por la iglesia, la cual es considerada infalible en sus declaraciones, y también porque, como el Concilio Vataicano dice, "además de la ayuda interna de Su Espíritu Santo, a Dios le ha placido darnos ciertas pruebas externas de Su revelación, a saber, ciertos hechos divinos, especialmente milagros y profecías; puesto que estas últimas manifiestan claramente la omnipotencia de Dios y Su infinito conocimiento, ellas permiten alcanzar la mayoría de ciertas pruebas de Su revelación y se ajustan la capacidad de todo." De aquí que Tomás de Aquino escribe: "Un hombre no debería creer a menos que viera las cosas que tuviera que creer, ya sea por evidencia de milagros o de algo similar" (II-II:1:4, anuncio 1). Tomás está hablando aquí de motivos de credibilidad, de las causas que dan lugar a la creencia.

NOTA: Texto adaptado del artículo "Fe", de la Enciclopedia Católica.

La Fe según la Biblia

La Fe es un concepto judío que se deriva de la palabra hebrea emuná que significa tres cosas: firmeza, seguridad y fidelidad. Para el pensamiento judío, una fe que no incluya seguridad o fidelidad, es lo mismo que separar el espíritu del cuerpo, es decir: es una fe muerta (Stg 2:26).

Ésta es la definición de la fe dada en la carta a los hebreos:

"la Fe es la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve" (Heb 11:1).

La palabra griega: 'élenjos' se suele traducir tradicionalmente por: 'convicción', pero como hemos visto, la fe no es sólo convicción; sino obrar consecuentemente con lo que uno cree. Élenjos también significa: "evidencia" o "prueba de algo". Así pone Yakov (Jacobo, o Santiago) el ejemplo de Abraham: que creyó a Dios y le fue contado por justicia, pero únicamente validó esa convicción cuando llevó a su hijo al altar, como Dios le había mandado (Heb 11:17; Stg 2:21-22).

Nuevo Testamento

La palabra "fe" fue traducida del griego πιστις (pi'stis). En el comúnmente llamado Nuevo Testamento esta palabra fue usada principalmente como un sustantivo-verbo, lo que no tiene conversión al español. En el contexto del NT pistis es una acción física, basada en una creencia mental y sostenida con la confianza; de hecho es la traducción de la palabra hebrea: emuná (fidelidad, convicción, firmeza). En este contexto, creencia no es sinónimo de fe, porque la creencia principalmente expresa la acción mental, pensamiento de confianza o firme persuasión, no el acto físico. Dependiendo del contexto, la palabra griega también puede entenderse como referida a "lealtad" o "fidelidad" (compárese 1 Tesalonicenses 3:7 con Tito 2:10).

Comentando acerca de la función de la fe en relación al pacto de Dios, el escritor de la Epístola a los Hebreos dice: "Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve" (Hebreos 11:1 NVI).

Υποστασις (hy-po'sta-sis), traducida como "garantía" aquí, comúnmente, en los antiguos papiros de documentos comerciales aparece transmitiendo la idea de que un convenio es un intercambio de garantías que aseguran la futura transferencia de las posesiones descritas en el contrato. En vista de esto, Moulton y Milligan sugieren la interpretación: "La fe es el título de propiedad de las cosas que se esperan" (Vocabulario del Testamento griego, 1963, pág. 660). La palabra griega e´leg-khos traducida "certeza" o "convicción" en Hebreos 11:1, comunica la idea de traer de ahí en adelante la evidencia que demuestre algo, particularmente, algo contrario a lo que parece ser el caso. Por eso, esta evidencia hace claro lo que no se ha discernido antes y así refuta a lo que parece ser que es. Esta evidencia por convicción es tan positiva o poderosa, que se dice que la fe es eso. La fe cristiana, descrita en estos términos, no es sinónimo de credulidad.

Hebreos 11:6 describe el significado y el rol práctico de la fe: "En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que Él existe y que recompensa a quienes lo buscan". (NVI)

Resumiendo el concepto de fe del Nuevo Testamento, es una dependencia en la auto revelación de Dios, especialmente en el sentido de confianza en las promesas y de temor de los tratos que están escritos en la escritura. Evidentemente, los escritores suponen que su concepto de fe está enraizado en las escrituras hebreas.

Además, los escritores del Nuevo Testamento combinan o equiparan la fe en Dios con la creencia en Jesucristo. El evangelio de Juan es particularmente enfático a este respecto, donde Jesús es citado diciendo: "Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo, para que todos honren al Hijo como lo honran a Él. El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió." (Juan 5:22-23). Cuando le preguntaron: "¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige?", el escritor dice que Jesús respondió: "Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel que Él envió" (Juan 6:28-29).

Referencias

La Santa Biblia - Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569); revisada por Cipriano de Valera (1602). Revisión 1960. Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente

Véase también


Wikimedia foundation. 2010.

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