Escritura maya

Escritura maya
Glifos mayas en el Museo de sitio en Palenque, México.

La escritura maya, común y equívocamente llamada jeroglíficos mayas, fue el sistema de escritura usado por la civilización maya precolombina en Mesoamérica, siendo el único sistema de escritura descifrado de los sistemas de escritura mesoamericanos. Las primeras inscripciones que son identificables como mayas datan del siglo III a. C., y la escritura fue usada hasta un poco después de la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI (e incluso luego en lugares como Tayasal). La escritura maya usaba logogramas complementados por un juego de glifos silábicos, con funciones similares a los de la escritura japonesa. La escritura maya fue llamada "jeroglífica" por los antiguos exploradores europeos de los siglos XVIII y XIX, quienes no la entendían, pero encontraron que tenía reminiscentes similitudes en su apariencia con los jeroglíficos egipcios, con los que la escritura maya no está relacionada.


Contenido

Estructura

Inscripción en glifos mayas de la localidad de Naranjo, refiriéndose al reinado de Itzamnaaj K'awil pana kmanana, 784-810.

La escritura maya se compone de un complejo conjunto de glifos que laboriosamente se pintaban en cerámica, muros o, piramides de lugares códices, se tallaban en madera o piedra, o se moldeaban en estuco. Los glifos tallados y moldeados también se pintaban, aunque con frecuencia la pintura se deterioraba hasta perderse.

Actualmente unos tres cuartos o un poco más de las inscripciones mayas se han podido descifrar con variados grados de certidumbre, lo suficiente como para dar una idea panorámica de su estructura.

La escritura maya era un sistema logosilábico. Los símbolos individuales ("glifos") podían representar bien una palabra (normalmente un morfema) o una sílaba; a decir verdad, el mismo glifo confrecuencia podía usarse de las dos formas. Por ejemplo, el glifo calendárico MANIK’ se usaba asimismo para representar la sílaba chi. (Por convención se escriben las lecturas logográficas en mayúsculas y las lecturas fonéticas en cursiva (itálica). Es posible, pero no está comprobado, que estas lecturas conflictivas se originaran al ser adaptada esta escritura a nuevos idiomas, como sucedió con los caracteres Han para el japonés (kanji). Igualmente hubo ambigüedad en sentido contrario: glifos diferentes se podían leer de la misma manera. Por ejemplo, media docena de glifos sin relación aparente se empleaban para escribir el pronombre de tercera persona u-, de uso muy común. La put maya se escribía usualmente en bloques organizados en columnas de dos bloques de ancho, y se leían de la siguiente forma:

Orden de lectura de los glifos mayas. Posee reconocible analogía con el orden de escritura de la actualidad, como por ejemplo, en las columnas de un periódico.

Dentro de cada bloque, los glifos eran dispuestos de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha, aparentemente casi como los bloques silábicos de la escritura coreana Hangul. No obstante, en el caso del maya, cada bloque tendía a corresponderse con una frase nominal o verbal tal como 'su tocado verde'. Además, los glifos a veces eran abreviados o condensados, en donde un elemento de un glifo sustituiría parte de otro. El condensamiento aparece en otras escrituras: Por ejemplo, en los manuscritos españoles medievales la palabra de a veces se escribía Ð (una D con el trazo central de una E). Un ejemplo en inglés es la "y comercial" (en inglés ampersand) o et (&) que es una ligadura de la palabra "et" en francés normando. A veces, en lugar de la configuración usual de los bloques, se escribían los glifos mayas en renglones o columnas sencillas, o en forma de 'L' o 'T'. Estas variaciones aparecían más frecuentemente cuando se adaptaban mejor al área disponible para escribir.

Los glifos mayas eran básicamente logográficos, es decir, cada símbolo representaba un ente o concepto, como "pescado" o "jaguar". En general, los glifos utilizados como elementos fonéticos fueron en su origen logogramas correspondientes a objetos cuyas voces asociadas en lenguaje hablado eran monosílabos terminados en una vocal, en una consonante débil (como y, w, h) o en una oclusiva glotal (sonido parecido al de la h en las interjecciones ¡uh!, ¡ah!, ¡eh! del castellano).

Un ejemplo es la evolución a glifo fonético del logograma 'aleta de pescado'. Tenía dos representaciones: podía ser el dibujo de una aleta de pescado, o también el de un pescado con la aleta prominente. En el lenguaje hablado, aleta de pescado era kah. Por eso los glifos 'aleta de pescado' terminaron funcionando también como glifo fonético de la sílaba ka.

Los glifos fonéticos silábicos que surgieron de esta forma tenían dos funciones básicas: por un lado, servían como complementos fonéticos para desambiguar logogramas con más de un significado (esto ocurrió también en la escritura egipcia), y por otro se usaban para escribir elementos gramaticales que carecían de logograma, tales como inflexiones de los verbos (hay analogía con el japonés moderno). Por ejemplo, la voz bálam, jaguar, podía escribirse como un sólo logograma (lo representaremos como BALAM en lo que sigue, por comodidad), o podía matizarse añadiéndole logogramas fonéticos, según contexto (baBALAM, o también BALAM-—ma, o baBALAMma, donde ba y ma son glifos fonéticos), o incluso podía escribirse de forma totalmente fonética, con tres glifos (balama)

Los glifos fonéticos representaban sílabas simples abiertas (formadas por consonante+vocal o únicamente vocal). Sin embargo la fonotáctica maya es un poco más complicada. La mayoría de palabras mayas finalizan en consonante, no en vocal, y también pueden encontrarse secuencias de dos consonantes en medio de la palabra, como en xolte’ [ʃolteʔ] 'cetro', que es CVCCVC. Cuando estas consonantes finales eran sonantes (l, m, n) o glotales (h, ’) a veces se omitían en la escritura, pero más frecuentemente las consonantes finales se escribían, lo que significa que también aparecía una vocal extra. Ésta era típicamente una vocal "imitativa" que repetía la de la sílaba anterior. Así, la palabra [kah] 'aleta de pescado' se escribiría ka-ha. Sin embargo hay muchos otros casos donde se usaba otra vocal final, y sus reglas ortográficas sólo se han comprendido parcialmente. He aquí lo que se comprende actualmente:

  • Una sílaba CVC se escribía CV-CV con las dos vocales iguales: yo-po [yop] 'hoja'.
  • Una sílaba con vocal larga (CVVC) se escribía CV-Ci, a menos que la vocal larga fuera [i], en cuyo caso se escribía Ci-Ca: ba-ki [baak] 'cautivo', yi-tzi-na [yitziin] 'hermano menor'.
  • Una sílaba con vocal glotalizada (CV’C o CV’VC) se escribía con una a final si la vocal era [e, o, u], o con una u final si la vocal era [a] o [i]: hu-na [hu’n] 'papel', ba-tz'u [ba’tz’] 'mono aullador'.

Una forma escrita más compleja es ha-o-bo ko-ko-no-ma para [ha’o’b kokno’m] 'ellos son los guardianes'. (La duración y la glotalización de las vocales no siempre estaban indicadas en palabras comunes como 'ellos son'). Un conjunto mínimo, sin traducción completa, es el siguiente:

ba-ku [bak]
ba-ki [baak]
ba-ku [ba’k] o [ba’ak]
ba-ke [baakel] (omitiendo la l)

Glifos emblema

Un "glifo emblema" es un tipo de título real. Está conformado por la palabra ajaw (un término del maya clásico para "señor", sin etimología clara aún, pero con fuentes coloniales bien atestiguadas)[1] y un topónimo que precede a la palabra ajaw y funciona como adjetivo. A veces el título está precedido por el adjetivo k’uhul "santo" o "sagrado".

Por supuesto un glifo de emblema no es del todo "un glifo", pues se puede escribir con cualquier cantidad de signos silábicos y logográficos y están atestiguadas varias ortografías alternativas para las palabras k’uhul y ajaw, que forman la parte invariante del título. El término "glifo emblema" es simplemente una reminiscencia de la época en que los mayistas no podían interpretar satisfactoriamente las inscripciones mayas clásicas y tenían que conformarse con algunos apelativos aislando ciertos componentes estructurales recurrentes en la narrativa escrita.

Glifo de emblema de Tikal o "Mutal", Estela del Museo de Tikal.

Este título fue identificado en 1958 por Heinrich Berlin,[2] quien acuñó el término "glifo emblema". Berlin notó que los "glifos emblema" constaban de un signo principal de mayor tamaño que los otros dos signos cuya lectura actual es k’uhul ajaw. Berlin también notó que mientras los elementos pequeños permanecían relativamente constantes, el signo principal cambiaba entre un sitio y otro. Berlin propuso que los signos principales identificaban a ciudades individuales, a sus dinastías reinantes o a los territorios controlados por ellas. Seguidamente, Marcus[3] argumentó que los glifos de emblema se referían a sitios arqueológicos, dispuestos en una jerarquía de cinco niveles de distribución asimétrica. La investigación de Marcus asumía que los glifos de emblema estaban distribuidos en un patrón de importacia relativa del sitio dependiendo de la amplitud de su distribución, vagamente desglosada como sigue: Centros regionales primarios (capitales) (Tikal, Calakmul, y otras ciudades supremas) eran generalmente las primeras de su región en adoptar un glifo emblema. Los textos que se refieren a otros centros regionales primarios aparecen en los textos de estas "capitales", y existen dependencias que utilizan el glifo del centro primario. Los centros secundarios (Altun Ha, Luubantuun, Xunantunich, y otras ciudades intermedias) tenían sus propios glifos pero sólo eran mencionadas raramente en los textos encontrados en el centro regional primario, mientras que repetidamente mencionan el centro regional en sus propios textos. Los centros terciarios (pueblos) no tenían glifos propios, pero sí textos que mencionan los centros primarios y quizás ocasionalmente los centros secundarios. A éstos seguían las aldeas sin glifos emblema ni textos que mencionen los centros mayores, y los caseríos con mínima evidencia de textos.[4] Este modelo estuvo irrefutado por más de una década hasta que Mathew y Juteson,[5] argumentaron una vez más que los glifos emblema eran los títulos de gobernantes mayas con cierta asociación geográfica.

El debate sobre la naturaleza de los glifos emblema sufrió un nuevo giro con la monografía de Stuart and Houston.[6] Los autores demostraron convincentemente que había cantidades de topónimos propiamente dichos, algunos reales, otros mitológicos, mencionados en las inscripciones. Unos de estos topónimos aparecían también en los "glifos emblema", algunos fueron atestiguados en los "títulos de origen" (similares a los gentilicios), pero otros no estaban totalmente incluidos en títulos personales. Además, los autores resaltaron los casos en los que los "títulos de origen" y los "glifos emblema" no se superponían, apoyándose en una investigación anterior de Houston.[7] Houston notó que el establecimiento y difusión de la dinastía originada en Tikal en la región de Petexbatun fue acompañada por la proliferación de gobernantes que usaban el "glifo emblema" de Tikal poniendo ascendencia política y dinástica sobre los centros de gobierno de la época.[8]

Historia

Hasta hace poco se creía que los mayas habían adoptado su escritura de la olmeca o de la epi-olmeca. Sin embargo, recientes descubrimientos han llevado el origen de la escritura maya varios siglos atrás, y parece posible que los mayas hayan sido los que inventaron la escritura en Mesoamérica.[9]

El conocimiento del sistema de escritura maya continuó en los inicios de la época colonial y según referencias, algunos de los primeros sacerdotes españoles que fueron a Yucatán aprendieron su escritura. Luego, al investigar la lengua nativa para convertir a los mayas a la cristiandad, Landa dedujo lo que creyó era el "alfabeto" maya (conocido como el alfabeto de Landa). Aunque los mayas no escribían su lengua con signos alfabéticos, Landa registró un glosario de sonidos mayas y símbolos relacionados, después desvirtuado como ilógico, pero que posteriormente se convirtió en un recurso clave en el desciframiento de la escritura maya. La dificultad en el desciframiento radicaba en que no había correspondencia unívoca entre el alfabeto español y los caracteres mayas, y los nombres de las letras del alfabeto no tenían significado para el escriba maya que asistió a Landa en su investigación, de modo que pidiendo Landa que escribiera, por ejemplo, "L" (ele): e-le (el escriba debió de entender en palabras de su propio idioma), y codificó el resultado como la "letra L".

Landa también se ocupó de crear una ortografía en alfabeto latino para la lengua maya yucateca. Ésta fue la primera ortografía para las lenguas mayas, que son unas treinta.

Sólo se sabe de cuatro códices mayas que han sobrevivido a los conquistadores. La mayoría de dichos textos se han encontrado en cerámica hallada en tumbas mayas, o de monumentos y estelas erigidas en sitios luego abandonados o tallados antes de la llegada de los españoles.

El conocimiento del sistema de escritura se perdió probablemente a finales del siglo XVI. Pero en el siglo XIX surgió un interés renovado por los yacimientos arqueológicos mayas.

Desciframiento

El desciframiento de la escritura fue un proceso largo y laborioso. Los investigadores del siglo XIX y comienzo del XX se encargaron de descifrar los numerales mayas y pasajes de textos relacionados con la astronomía y el calendario maya, pero la comprensión de lo demás estuvo más allá del alcance de los académicos. Yuri Knorozov desempeñó un papel principal en el desciframiento de la escritura maya.[10] En 1952 él publicó un documento titulado "Drevniaia Pis’mennost’ Tsentral’noi Amerika" ("Antigua escritura de Centroamérica") donde argumentaba que el llamado "alfabeto de Landa" contenido en el manuscrito del obispo Diego de Landa "Relación de las cosas de Yucatán" se componía de sílabas más que de símbolos alfabéticos. Más tarde mejoró su técnica de desciframiento en su monografía de 1963 "The Writing of the Maya Indians" ("La escritura de los indígenas mayas")[11] y publicó traducciones de manuscritos mayas en su obra de 1975 "Maya Hieroglyphic manuscripts" ("Manuscritos jeroglíficos mayas"). En la década de 1960 los progresos revelaron los registros dinásticos de los gobernantes mayas. Desde inicios de la década de 1980 se ha demostrado que la mayor parte de los símbolos anteriormente desconocidos forman un silabario y desde entonces el avance en la interpretación de la escritura maya se aceleró.

Al parecer los mayas habrían heredado algunos elementos, y quizás la base completa, de su antiguo sistema de escritura a partir de los olmecas,[12] el cual habría sido modificado significativamente y luego expandido por los mayas en el período preclásico. Los textos de este período son menos numerosos y menos comprensibles para los arqueólogos que los textos posteriores. (Sin embargo, la escritura ístmica o epi-olmeca fue considerada alguna vez como un posible ancestro directo de la escritura maya, ahora se la considera varios siglos más reciente, y en cambio podría ser descendiente). Otras culturas mesoamericanas relacionadas y cercanas del mismo período serían también herederas de la escritura olmeca, y habrían desarrollado sistemas paralelos que compartían atributos claves (como el sistema de numeración vigesimal representado por puntos y barras). No obstante, se cree generalmente que los mayas desarrollaron el único sistema de escritura completo en Mesoamérica, siendo la única civilización de su región que contaba con un sistema de escritura completo, capaz de escribir cualquier existente en el lenguaje hablado; a diferencia de los sistemas empleados - por ejemplo - por la cultura Mexica, que empleaban un sistema basado en el principio del rebus.

Otros hallazgos

Como los primeros ensayos de Knorozov contenían pocas lecturas nuevas,[cita requerida] y los editores soviéticos agregaron reclamos propagandísticos[cita requerida] hasta el punto de que Knorosov estaba usando una aproximación peculiarmente "Marxista-Leninista" al desciframiento,[cita requerida] muchos mayistas occidentales simplemente desconocieron el trabajo de Knorozov. Sin embargo, en la década de 1960 más llegaron a ver el enfoque silábico potencialmente fructífero, y se empezaron a desarrollar posibles lecturas fonéticas de los símbolos cuyo significado general fuera comprendido a partir del contexto. El epigrafista Eric S. Thompson fue uno de los mayores oponentes de Knorosov y de su enfoque silábico. A veces se dijo que los desacuerdos de Thompson retrasaron el desciframiento.[13]

En 1959, al examinar lo que la académica ruso-estadounidense Tatiana Proskouriakoff denominó "un patrón de fechas peculiar" en inscripciones monumentales de piedra en el sitio maya clásico de Piedras Negras, Proskouriakoff determinó que éstas representaban eventos en la vida de un individuo, más que estar relacionados con la religión, la astronomía, o las profecías, como lo sostenía la "vieja escuela" representada por Thompson. Esto probó ser cierto para muchas inscripciones mayas, y reveló que los registros epigráficos mayas estaban relatando historias reales de gobernantes, historias de dinastías similares en su naturaleza a las registradas en culturas humanas letradas por todo el mundo. De repente los mayas ingresaron en la historia escrita.[14]

Aunque ya era claro lo que había en muchas inscripciones mayas, aún no podían ser literalmente leídas. No obstante se logró un progreso mayor durante las décadas de 1960 y 1970, utilizando una multitud de aproximaciones que incluían análisis de patrones, el "alfabeto" de Landa, los hallazgos de Knorozov, y otros. En la historia del desciframiento de los mayas, no podía separarse el trabajo de arqueólogos, historiadores de arte, epigrafistas, lingüistas, y antropólogos. Todos contribuyeron a un proceso verdadera y esencialmente multidisciplinario. Entre las figuras claves estaban incluidos David H. Kelley, Ian Graham, Gilette Griffin, y Michael Coe.

Sucedieron hallazgos en la década de 1970 - particularmente, en la primera Mesa Redonda de Palenque, una conferencia académica organizada por Merle Greene Robertson en el sitio maya clásico de Palenque realizada en diciembre de 1973. Un grupo de trabajo fue conducido por Linda Schele, una historiadora de arte y epigrafista de la Universidad de Texas en Austin, que incluía a Floyd Lounsbury, un lingüista de la Universidad de Yale, y Peter Mathews, por entonces estudiante de David Kelley en la Universidad de Calgary (a quien Kelley envió por no haber podido asistir él). En una tarde ellos lograron descifrar la primera lista dinástica de reyes mayas - los antiguos reyes de la ciudad de Palenque. Mediante la identificación de un signo como un título real importante (que se lee recurrentemente k'inich), el grupo pudo identificar y "leer" las historias de vida (desde el nacimiento, hasta el ascenso al trono, y la muerte) de seis reyes de Palenque.

Desde ese punto, el progreso continuó a paso exponencial, no solamente en el desciframiento de los glifos mayas, sino también hacia la construcción de una comprensión nueva de la civilización maya, basada en la Historia. n 1988, Wolfgang Gockel publicó una traducción de las inscripciones de Palenque basadas en una interpretación morfémica, en lugar de silábica, de los textos glíficos. La "vieja escuela" seguía rechazando los resultados de la nueva academia por algún tiempo más. Un acontecimiento decisivo que ayudó a cambiar el viento a favor del nuevo enfoque ocurrió en 1986, en una exhibición titulada "InterCultura y el Museo de Arte Kimbell y curada por Schele y la historiadora de arte de Yale Mary Miller. Esta exhibición y el catálogo para los asistentes - con publicidad internacional - revelaron a una vasta audiencia el nuevo mundo que se había abierto recientemente gracias al avance en el desciframiento de las inscripciones mayas. Ahora no sólo se podía leer y entender una historia real de la América antigua, sino que la luz que cubría los restos materiales de los mayas los muestra como individuos reales y reconocibles. Quedaron revelados como personas con una historia como la de todas las demás sociedades humanas, llena de guerras, luchas dinásticas, alianzas políticas cambiantes, sistemas religiosos y artísticos complejos, expresiones de propiedad y soberanía personal, y así sucesivamente. Además, la nueva interpretación, como lo demostró la exhibición, daba sentido a muchas obras de arte cuyo significado había sido obscuro, y mostraba cómo la cultura material de los mayas representaba un sistema cultural y una cosmovisión completamente integrados. Atrás quedaba el antiguo punto de vista de Thompson de los mayas como astrónomos pacíficos sin conflictos u otros atributos característicos de la mayor parte de las sociedades humanas.

Sin embargo, tres años más tarde en 1989, un contraataque final fue lanzado por partidarios que todavía eran renuentes a la interpretación moderna del desciframiento. Esto ocurrió en una conferencia en Dumbarton Oaks. No atacaba directamente a la metodología ni a los resultados del desciframiento, sino en cambio sostenía que los textos mayas antiguos habían sido leídos pero eran "epifenomenales". Este argumento fue extendido desde una perspectiva populista para decir que los textos decifrados no cuentan solamente sobre los asuntos y creencias de la élite de la sociedad, y no acerca de mayas del común. Michael Coe en oposición a esta idea describió "epifenomenal" como:

  • una insignificante palabra con el objeto de decir que la escritura maya es sólo de aplicación marginal ya que es secundaria a aquellas instituciones más primarias - economía y sociedad - tan bien estudiadas por los sucios arqueólogos.

Linda Schele observó luego de la conferencia que esto es como decir que las inscripciones del antiguo Egipto - o los escritos de los filósofos o los historiadores griegos - no revelan nada importante sobre sus culturas. La mayoría de documentos escritos en la mayor parte de culturas nos cuentan acerca de la élite, debido a que en la mayor parte de las culturas del pasado, sólo había algunos que podían (conocían o tenían los medios para) escribir (o podían hacer registrar cosas mediante escribas o grabarlas en monumentos).

El progreso en el desciframiento continúa a paso rápido actualmente, y los académicos aceptan en general que ahora más del 90 por ciento de los textos mayas se pueden leer con precisión razonable. Hacia 2004, como mínimo se conocía un glifo fonético para cada una de las sílabas marcadas como se muestra en siguiente tabla:

(’) b ch ch’ h j k k’ l m n p p’ s t t’ tz tz’ w x y
a    
e                  
i      
o              

Los principales estudiosos de la lengua maya incluyen a muchos arqueologos, epigrafos, lingüistas, e historiadores. Algunos nombres en esta lista son:

  • David Friedel del SMU
  • David Stuart del University of Texas
  • Nikolai Grube del University of Bonn, Germany
  • Alfonso Lacadena del Universidad Complutense de Madrid
  • Simon Martin del University of Pennsylvania Museum
  • William Fash del Harvard University
  • Diane Chase y Arlen Chase del University of Central Florida
  • Stephen Houston del Brown University
  • Arthur Demarest del Vanderbilt University
  • Robert Sharer del University of Pennsylvania,
  • William Sanders del Pennsylvania State University,
  • Karl Taube del University of California, Riverside
  • Marc Zender del Harvard, Peabody Museum
  • Dimitri Beliaev, del Russian State University for the Humanities, en Moscú
  • Nicholas Hopkins y Katherine Josserand,
  • John Robertson del Brigham Young University
  • Søren Wichmann del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology at Leipzig.
  • Linda Schele University of Texas
  • Maricela Ayala Falcón Centro de Estudios Mayas-UNAM
  • Guillermo Bernal Romero Centro de Estudios Mayas-UNAM
  • Erik Velasquez Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM

entre otros, incluyendo a varios estudiosos de America Latina, sobre todo en el area maya.

Véase también

Referencias

Citas

  1. Lacadena García-Gallo, A. y A. Ciudad Ruiz (1998). Reflexiones sobre la estructura política maya clásica. Anatomía de una Civilización: Aproximaciones Interdisciplinarias a la Cultura Maya. A. Ciudad Ruiz, M. I. Ponce de León and M. Martínez Martínez. Madrid, Sociedad Española de Estudios Mayas: 31-64.
  2. Berlin, H. (1958). "El Glifo Emblema en las inscripciones Maya." Journal de la Société des Américanistes de Paris 47: 111-119.
  3. Marcus, J. (1976). Emblem and state in the classic Maya Lowlands: an epigraphic approach to territorial organization. Washington, Dumbarton Oaks Trustees for Harvard University.
  4. Marcus, J. (1973) Territorial Organization of the Lowland Classic Maya. Science. 1973 June 1;180 (4089):pp. 911-916
  5. Véase Mathews (1991)
  6. Stuart, D. and S. D. Houston (1994). Classic Maya place names. Washington, D.C., Dumbarton Oaks Research Library and Collection.
  7. Houston (1993; in particular, pp.97–101).
  8. Fuente: A.Tokovinine(2006)People from a place: re-interpreting Classic Maya "Emblem Glyphs". Documento presentado en la 11a Conferencia Europea Maya "Ecología, Poder, y Religión en el paisaje maya", Universidad de Malmö , Suecia, 4-9 de diciembre de 2006.
  9. See Saturno, et al. (2006).
  10. Yuri Knorosov at Britannica
  11. (en ruso)Yuri Knorosov
  12. Schele and Friedel (1990), Soustelle (1984).
  13. Coe 1992, pp. 125-144
  14. Coe 1992, pp. 167-184

Bibliografía

  • (en inglés) Coe, Michael D. (1992). Breaking the Maya Code. London: Thames & Hudson. ISBN 0-500-05061-9. 
  • (en inglés) Houston, Stephen D. (1986) (PDF). Problematic Emblem Glyphs: Examples from Altar de Sacrificios, El Chorro, Río Azul, and Xultún. Research Reports on Ancient Maya Writing, 3. (Mesoweb online facsimile edición). Washington D.C: Center for Maya Research. ISBN B0006EOYNY. http://www.mesoweb.com/bearc/cmr/03.html. 
  • (en inglés) Houston, Stephen D. (1993). Hieroglyphs and History at Dos Pilas: Dynastic Politics of the Classic Maya. Austin: University of Texas Press. ISBN 0-292-73855-2. 
  • (en inglés) Kettunen, Harri (2005) (PDF). Introduction to Maya Hieroglyphs. Wayeb and Leiden University. http://www.mesoweb.com/resources/handbook/index.html. Consultado el 11 de enero de 2011. 
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  • (en inglés) Schele, Linda (1992) [1986]. Blood of Kings: Dynasty and Ritual in Maya Art. Justin Kerr (fotógrafo) (reprint edición). New York: George Braziller. ISBN 0-8076-1278-2. 
  • (en inglés) Soustelle, Jacques (1984). The Olmecs: The Oldest Civilization in Mexico. New York: Doubleday and Co. ISBN 0-385-17249-4. 
  • (en inglés) Stuart, David (1994). Classic Maya Place Names. Dumbarton Oaks Pre-Columbian Art and Archaeology Series, 33. Washington D.C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Harvard University Press. ISBN 0-88402-209-9. 
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