Ello

Ello

Ello, Yo y Superyó

Id (Ello), Ego (Yo) y Superego (Superyó).

Ello, Yo y Superyó son conceptos fundamentales en la teoría del psicoanálisis con la que Sigmund Freud intentó explicar el funcionamiento psíquico humano, postulando la existencia de un aparato psíquico que tiene una estructura particular. Sostuvo que este aparato está dividido, a grandes rasgos, en tres instancias, el Ello, el Yo y el Superyó. A su vez, gran parte de los contenidos y mecanismos psiquicos que operan en cada una de estas entidades son inconscientes.

Contenido

Instancias fundamentales

Freud, en su segunda teoría acerca de la estructura del aparato psíquico, distingue tres instancias fundamentales:

  • El Ello: Su contenido es inconsciente y consiste fundamentalmente en la expresión psíquica de las pulsiones y deseos. Está en conflicto con el Yo y el Superyó, instancias que en la teoría de Freud se han escindido posteriormente de él.[1]
  • El Yo: Instancia psíquica actuante y que aparece como mediadora entre las otras dos. Intentando conciliar las exigencias normativas y punitivas del Superyó, como asimismo las demandas de la realidad, con los intereses del Ello por satisfacer deseos insconscientes es la instancia encargada de desarrollar mecanismos que permitan obtener el mayor placer posible, pero dentro de los marcos que la realidad permita. Es además la entidad psíquica encargada de la defensa, siendo gran parte de su contenido inconsciente.[2]
  • El Superyó: Instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica. El Superyó es para Freud una instancia que surge como resultado de la resolución del complejo de Edipo y constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales.[3]

La teoría psicoanalítica fue construida sobre la premisa de que las deseos inconscientes, especialmente los representantes psíquicos de los impulsos biológicos y sexuales, son parte central de la motivación de la personalidad humana. Freud postuló que los problemas de los enfermos mentales tenían una causalidad psíquica, es decir, fundamentada no en lo orgánico ni en lo hereditario, sino en un retorno en forma de síntomas, de deseos y fantasías reprimidos, que por su carácter inaceptable, habían devenido inconscientes, manteniendo sin embargo su eficacia psíquica. Freud plantea que los contenidos inconcientes tienen un carácter indestructible y que las representaciones de las pulsiones están permanentemente tratando de abrirse paso hacia la conciencia para lograr algún tipo de satisfacción, aunque sea amenguada o sustituta.

Las funciones específicas desempeñados por las tres entidades no siempre son claras y se mezclan en muchos niveles. La personalidad consta según este modelo de fuerzas diversas en conflicto inevitable.

Si bien la idea general de que la mente no es algo homogéneo tiene amplia aceptación, tanto dentro como fuera del campo de la psicología, es también una idea controvertida. En particular hay detractores de la teoría de que el psiquismo se divida en estos tres componentes.

Ello

El Ello (a veces llamado "Id") es la parte primitiva, desorganizada e innata de la personalidad, cuyo único propósito es reducir la tensión creada por pulsiones primitivas relacionadas con el hambre, lo sexual, la agresión y los impulsos irracionales. Comprende todo lo que se hereda o está presente al nacer, se presenta de forma pura en nuestro inconsciente. Representa nuestros impulsos, necesidades y deseos más elementales. Constituye, según Freud, el motor del pensamiento y el comportamiento humano. Opera de acuerdo con el principio del placer y desconoce las demandas de la realidad. Allí existen las contradicciones, lo ilógico, al igual que los sueños. Representa la necesidad básica del ser de cubrir sus necesidades fisiológicas inmediatamente y sin considerar las consecuencias. La necesidad de obtener comida, la agresividad, así como la búsqueda del sexo, son respuestas del Ello a diferentes situaciones. El Ello, sin embargo, no es sinónimo de inconsciente. También las otras dos instancias, el Yo y el Superyó, tienen amplios sectores no asequibles por la conciencia. El Ello está en una relación estrecha y conflictiva con las otras dos instancias, que se forman, escindiendose del Ello, a partir de la interacción con el medio social (Realidad) y de la decantación del Complejo de Edipo, respectivamente.

Para Freud, la mayor parte del Ello es desconocida e inconsciente. Reservorio primero de la energía psíquica, representa la arena en la que se enfrentan pulsiones de vida (Eros) y de muerte (Thanatos). La necesidad imperiosa de la satisfacción pulsional rige el curso de sus procesos. Sus contenidos inconscientes son de diferentes orígenes. Por una parte, se trata de tendencias hereditarias, de determinaciones innatas, de exigencias somáticas, y, por otra parte, de adquisiciones, de lo que proviene de la represión. De forma sucinta, se puede definir al Ello como el reservorio pulsional del hombre.

La conquista del Ello, ese núcleo de nuestro ser, para Freud, es facilitada por el psicoanálisis a través del método de la asociación libre.

Yo

El Yo (a veces llamado "Ego") tiene como fin cumplir de manera realista los deseos y demandas del Ello con el mundo exterior, a la vez conciliándose con las exigencias del Superyó. El Yo evoluciona según la edad y sus distintas exigencias del Ello actuando como un intermediario contra el mundo externo. El yo sigue al principio de realidad, satisfaciendo los impulsos del Ello de una manera apropiada. Utiliza razonamiento realista característico de los procesos secundarios que se podrían originar. Como ejecutor de la personalidad, el Yo tiene que mediar entre las tres fuerzas que le exigen: el mundo de la realidad, el Ello y el Superyó, el yo tiene que conservar su propia autonomía por el mantenimiento de su organización integrada. Aunque en sus escrituras tempranas Freud comparó el Yo con nuestro sentido de uno mismo, en adelante comenzó a retratarlo más como un sistema de funciones psíquicas tales como el examen de realidad, defensa psíquica, funciones cognitivas e intelectuales (síntesis de la información, memoria y similares).

Es la entidad que actúa como regulador entre las demandas del Ello y del Superyó. No es cien por ciento consciente, en particular, los contenidos referentes a las funciones yoicas de defensa son esencialemente inconscientes. Se basa en un concepto realista del mundo para adaptarse al mundo. Casi ejemplificado como un poder o una persona dentro de la mente, que nos presta atención en todo momento, incluso en nuestras acciones más íntimas, esta observación no es lo mismo que una persecución, pero no esta muy lejos de serlo.

Todas las acciones ejecutadas, son analizadas por el Yo y a menudo se les comunica los resultados: “ahora debe decir esto…”, “ahora deberá salir”. Amenazando con el castigo en caso de incumplimiento. El Yo, en su observación nos permite reconocer las acciones que realizamos, la oportunidad de elegir el camino a seguir, y razonar los impulsos que realizábamos con tal de no ceder lugar a la liberación libidinosa, y velar por la integridad general de la realidad. Es el primer paso del reconocimiento, para afrontar las alegrías, culpabilidad o castigo.

Superyó

El Superyó (a veces llamado "Superego") es la parte que contrarresta al ello, representa los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura. Consta de dos subsistemas: la "conciencia moral" y el ideal del yo. La "conciencia moral" se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche. El ideal del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas.

El Superyó en la enseñanza clásica freudiana es una instancia que no está presente desde el principio de la vida del sujeto, sino que surge a consecuencia de la internalización de la figura del padre como un resultado de la resolución el complejo de Edipo.

Con posterioridad a Freud se ha discutido sobre el origen de la instancia. Melanie Klein, por ejemplo, postula la existencia de un Superyó en el lactante. Para la corriente psicoanalítica que sigue la orientación de Jacques Lacan será en cambio relevante reforzar la idea de Freud acerca del momento del surgimiento del Superyó, otorgándole a la castración, a la resolución del complejo de Edipo y a la función paterna un carácter fundacional del sujeto y de su posición estructural.

La psicología del Yo

Después de Freud, un número de teóricos psicoanalíticos prominentes comenzaron a trabajar sobre la versión funcionalista del Yo de Freud. El mayor esfuerzo fue puesto en detallar las varias funciones del Yo y cómo se deterioran en psicopatología. Varias funciones centrales del Yo-realidad: impulso-control, juicio, está probado que afectan la tolerancia, la defensa, y el funcionamiento sintético. Una revisión conceptual importante a la teoría estructural de Freud fue hecha cuando Heinz Hartmann discutió que el Yo sano incluye una esfera de las funciones autónomas del mismo que son independiente del conflicto mental. La memoria, la coordinación motora, y la realidad-prueba, como ser, pueden funcionar sin la intrusión del conflicto emocional. Según Hartmann, el tratamiento psicoanalítico apunta a ampliar la esfera sin conflicto del funcionamiento del Yo. Haciendo así pues, que el psicoanálisis facilite la adaptación, es decir, una regulación mutua más eficaz de Yo y del ambiente.

David Rapaport sistematizó el modelo estructural de Freud y las revisiones de Hartmann. Rapaport discutió que el principio central de la teoría freudiana era que los procesos mentales son motivados y formados por la necesidad de descargar la tensión. El trabajo de Freud que clarificaba Rapaport retrató la mente según lo dividido en impulsiones y estructuras. Las impulsiones contienen la energía del líquido que impulsa una descarga rápida con la satisfacción inmediata de deseos. Debido a que es raro que los deseos puedan ser satisfechos inmediatamente en la realidad, la mente desarrolla la capacidad de retrasar la satisfacción, o bien, la alcanza a través de los desvíos o sublimaciones. Por lo tanto, la energía de la impulsión es contenida por las estructuras mentales relativamente estables que abarcan al Yo. Rapaport definió las estructuras como organizaciones mentales con un índice de cambio lento, lento en comparación con las demás impulsiones de energía.

Arlow y Brenner discutieron que la teoría anterior de Freud de los sistemas conscientes, preconscientes, e inconscientes de la mente deben ser abandonados, y el modelo estructural debería ser usado como la única teoría psicoanalítica de la mente.

Los autores psicológicos del Yo recientemente se han acercado en un número de direcciones diferentes. Algunos, tales como Charles Brenner, han afirmado que el modelo estructural debe ser abandonado y los psicoanalistas deben centrarse exclusivamente en conflicto mental que entienden y tratan. Otros, tales como Frederic Busch, han sofisticado cada vez más el concepto del Yo.

La psicología del Yo se confunde a menudo con la psicología del uno mismo, que acentúa la fuerza y la cohesión del sentido de una persona consigo misma. Aunque algunos psicólogos del Yo escriben sobre el uno mismo, distinguen generalmente a uno mismo del Yo. Definen el Yo como una agencia abarcativa de las funciones mentales, mientras que el uno mismo es una representación interna de cómo una persona se percibe. En la psicología del Yo, el énfasis se pone en entender el funcionamiento del Yo y sus relaciones conflictivas de la identificación, el Superyó, y la realidad, más que al sentido subjetivo de uno mismo.

Véase también

Referencias

  1. Laplanche, J. y Pontalis, J.B., Diccionario de Psicoanálisis, Paidos, B.Aires 9ª. Edición 2007, pág. 112 (Título original: Vocabulaire de la Psychanalyse, 1967)
  2. Ibid, pág. 457
  3. Ibid, pág. 419

Bibliografía

  • Freud, Sigmund. Obras Completas. Amorrortu Editores / Biblioteca Nueva.
Obtenido de "Ello, Yo y Supery%C3%B3"

Wikimedia foundation. 2010.

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