Ecología de la cuenca amazónica peruana

Ecología de la cuenca amazónica peruana

Ecología de la cuenca amazónica peruana

Corriente fluvial en la Selva Amazónica

La cuenca amazónica peruana denominada también selva baja, es un enorme bosque que abarca gran parte del territorio de América del Sur e involucra a varios países sudamericanos. como Guyana, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Bolivia. El gran eje de este vasto bosque es el río Amazonas.

Contenido

Los ríos amazónicos y la diversidad de vida

Si hay algún gran mensaje que el estudio de la ecología puede dejar a un naturalista, es que la biodiversidad es la piedra angular de la naturaleza. La cuenca amazónica es, ante todo, la mayor celebración de diversidad en el planeta. A lo largo de cientos de millones de años, las condiciones ambientales han propiciado un significativo incremento en el número de especies sobre la Tierra. Aún no es clara la forma exacta cómo se produjo este fenómeno; sin embargo, es muy posible que la predominancia de climas húmedos y cálidos, al menos en buena parte de la Amazonía, haya jugado un papel fundamental en este proceso.

Si observamos con detenimiento las sutiles huellas del tiempo en el paisaje amazónico, veremos grandes ríos labrando sus cauces y bosques lluviosos expandiéndose y contrayéndose al ritmo de los cambios climáticos y los procesos evolutivos de los grandes ecosistemas que definió, desde siempre, el mayor sistema fluvial de la Tierra.

Todos estos factores, unidos a otros menos evidentes, colaboraron en la formación de nuevas especies. Dicho en palabras más sencillas, la cuenca amazónica es como una gran casa con espacio ilimitado para la evolución e ingreso de nuevos huéspedes. La llave de esta "casa ecológica" son las plantas con flores y la puerta que abrieron es la mayor manifestación de diversidad en nuestro planeta: la selva tropical.

Los ríos amazónicos equivalen a los hilos que, en conjunto, permiten tejer la base del gran tapiz de los ecosistemas poseedores de la mayor profusión de vida. El reflejo de los majestuosos árboles sobre las quietas aguas de un lago puede ser comparado a una metáfora, en el sentido literal y ecológico, que gráfica la estrecha relación entre los bosques tropicales y los ríos.

Las vastas llanuras inundables de la Amazonía son el escenario donde los bosques y los ríos desarrollan este singular vínculo. Añaden complejidad a este mundo siempre cambiante los diversos tipos de ríos amazónicos, las enormes extensiones de humedales cubiertos por plantas flotantes y la accidentada geografía de las cabeceras de las cuencas, la misma que origina diversos regímenes de fluctuación en el nivel de las aguas.

Las plantas y animales que dependen de los ríos amazónicos y sus llanuras inundables han aprendido a sobrevivir en este ambiente marcado por cambios constantes pero, al mismo tiempo, previsibles en el corto plazo. Esa es quizá una de las razones por las que la diversidad alcanza tan alto nivel en estas áreas.

Como consecuencia de tal complejidad, ninguna especie logra dominar completamente un determinado espacio o fuente de recursos. Aquí la consigna es, simplemente, coexistir. Tomando en cuenta estos principios, intentaremos explorar algunas de las facetas más importantes de este mundo dinámico e ilimitadamente complejo, conocido como el sistema fluvial de la Amazonía del Perú.

Flora

Con casi 30.000 especies descritas, un tercio de las especies de Sudamérica, la cuenca amazónica es cosiderada como poseedora de la mayor diversidad vegetal del planeta. La mayoría de las especies vegetales que habitan las llanuras inundables son únicas y se encvuentran restringidas aeste peculiar ambiente. Asimismo, pocas especies de las tierras bajas existen también en las zonas altas tipo terra firme, lo que contribuye a incrementar la diversidad de la flora amazónica.

Las especies de la llanuras inundables han desarrollado adaptaciones especiales para sobrevivir a los prolongados períodos bajo el agua. Ello, en parte, explica las marcadas diferencias de estas plantas con sus parientes de las regiones de terra firme.

Si bien no existen cálculos exactos acerca del total de especies de plantas en las llanuras inundables amazónicas, se sabe que, por ejemplo, el área inundable del río Manu cuenta con más de 1.400 especies. Un estimado razonable nos lleva a calcular que existen, al menos, 5.000 especies vegetales de llanura inundable o de riberas. Los factores que más influyen en la distribución de estas plantas y en la composición de sus comunidades son la geología y las caractrísticas de los ríos que las cubren. Las llanuras inundables de los ríos de "aguas blancas", por ejemplo, difieren marcadamente de las de "aguas negras", tanto en composición de especies como en el tamaño de las mismas. Los primeros generan bosques más altos, quizá como consecuencia de la mayor cantidad de nutrientes acarreados por los ríos en comparación con los ríos pobres y de "aguas negras" generados por suelos arenosos.

Tipos de bosque

Existen diversos términos empleados por los pobladores locales para designar los diferentes tipos de bosques inundado. Uno de ellos es igapó, referido generalmente a aquellos cubiertos estacionalmente por ríos de "aguas negras" o cristalinas. Los bosques tipo varzea son inundados, a su vez, por ríos de "aguas blancas".

Si bien los bosques son piezas fundamentales en la biodiversidad vegetal de las llanuras inundables, las comunidades de [gramínea]]s, jacintos de agua y otras especies herbáceas son importantes también debido a su alta productividad y su abundancia en las zonas de "aguas blancas".

A diferencia de los árboles, la mayoría de las hierbas acuáticas requieren altos niveles de nutrientes, ya sea en la tierra o el agua, para sobrevivir. Muchas de ellas flotan libremente sobre la superficie y, en el caso de ciertos pastos, son capaces de desprenderse del substrato cuando la profundidad de las aguas se incrementa de manera significativa (evitando así ahogarse). La flotabilidad, por supuesto, es la adaptación que permite a estas plantas manejar los cambiantes niveles del agua, además de lograr un éxito considerable en su dispersión natural.

Las comunidades de plantas herbáceas se han expandido considerablemente en las últimas décadas, en parte, gracias a la creciente deforestación de las riberas. Cuando el bosque es removido, las condiciones de luz varían significativamente, lo que permite a estas plantas colonizar el nuevo espacio. Así, su número aumenta en detrimento de la diversidad general.

Los ríos y sus llanuras inundables tienen una importancia extraordinaria en la ecología de la cuenca amazónica. Sabemos bastante más acerca de los vertebrados que de los invertebrados; sin embargo, no hay duda de que el grupo de los insectos es el más variado y diverso entre los encontrados en estas zonas.

Al parecer, las llanuras inundables actuaron como "refugios temporales" para muchas especies de insectos del bosque durante los prolongados períodos de sequía que siguieron a las grandes glaciaciones de la era prehistórica.

Los bosques de tipo igapó han sido también centros de evolución durante muy largos períodos geológicos. Los insectos y otros invertebrados suelen migrar tanto hacia arriba como hacia debajo de los árboles, ya sea para escapar al efecto de las inundaciones como para colonizar nuevos lugares de alimentación durante la estación de sequía. Muchos depredadores, como las arañas, algunos monos y muchas aves, han aprendido a sacar provecho de las concentraciones de insectos y otras presas sobre las copas de los árboles durante los períodos de creciente.

Fauna

Los ríos amazónicos son un lugar ideal para aquellos interesados en la observación de la fauna silvestre, especialmente los vertebrados. Durante los períodos de creciente es posible navegar en canoa silenciosamente a través del bosque inundado, lo que permite excelentes posibilidades de avistamiento.

Ningún grupo animal es tan evidente como el de las aves. la cuenca amazónica es el albergue de, al menos, 950 especies de aves, lo que hace del gran valle del Amazonas la región más rica de la Tierra en este grupo de ciaturas. Por lo menos un tercio de estas especies vive o visita estacionalmente las llanuras inundables. Las hay que migran desde América del Norte y el extremo austral de Sudamérica, así como migrantes estacionales que pasan el año entre el bosque inundado y las zonas de terra firme.

Uno de los más sorprendentes ejemplos de aves especializadas en el uso simultáneo de estos dos ambientes es el protagonizado por los loros y guacamayos (a pesar de los severos efectos que la deforestación viene ejerciendo en sus patrones alimentarios). El guacamayo azul y amarillo (Ara ararauna), por ejemplo, anida en los pantanos dominados por palmeras de aguaje (Mauritia flexuosa) o aguajales, ubicados a algunos kilómetros de la llanura inundable. Durante el día estas aves vuelan hacia las riberas de los ríos y el bosque inundable para alimentarse de frutos y semillas. Sus vuelos en típica formación sobre los ríos, con sus brillantes colores contrastando con el cielo azul de los trópicos es, sin duda, una de las imágenes más impactantes de la Amazonía.

Este despliegue de belleza es, además, anunciado con potentes graznidos durante el atardecer, tiempo en que las aves retornan a sus dormideros en los aguajales o el bosque tipo terra firme para pasar la noche. El hecho de dormir y alimentarse en lugares diferentes y, a menudo, distantes, hace de los guacamayos presas menos accesibles a los depredadores. Adicionalmente, su morbilidad les permite trasladarse de un tipo de bosque a otro dependiendo de la disponibilidad de frutas y semillas. Un hecho interesante de su ecología es que se reproducen cuando los bosques de la llanura inundable se encuentra en plena fructificación, es decir, durante la estación de crecientes- Es quizá por ello que sean tan frecuentes sobre la selva inundada. Los guacamayos efectúan entre dos y tres viajes por día con el objeto de alimentar a sus polluelos, a salvo en la seguridad de los aguajales.

Dos de las aves más pecualiares de la Amazonía son el shansho y el pájaro sombrilla. estas especies raramente dejan la llanura inundable y es probable que hayan evolucionado junto con ella a lo largo del tiempo. El shansho (Ophistocomus hoazin) habita en las orillas de los lagos y ríos de "aguas blancas" y sus tributarios. Una de sus peculiaridades es la suma de adaptaciones anatómicas de las que hace gala. los polluelos, por ejemplo, poseen una suerte de "uñas" en las alas, de manera similar al Archaeopteryx, el ave fósil más conocida, lo que les permite subir a las ramas y retornar a sus nidos luego dse haber saltado al agua como medida de escape ante sus depredadores. Al crecer, las "uñas" se atrofian y carecen de función alguna.

Otra de las singularidades del shansho es su doble esófago (similar al de los rumiantes), diseñado para permitir al ave fermentar grandes cantidades de hojas, flores y frutos para facilitar su posterior digestión. Las hojas del arbusto Montrichardium, que crece en las zonas inundables, están entre sus predilectas. Los shanshos pueden ser fácilmente vistos y escuchados en los bordes de los cursos de agua del bosque inundable; sus toscos nidos, sin embargo, se ubican siempre en ramas que penden sobre el agua.

A diferencia del shansho o hoazin (Opisthocomus hoazin), los pájaros sombrilla ([[Cephalopterus ornatus]]) prefieren las copas de los grandes árboles de la llanura inundable, donde son más difíciles de observar. ostentan una gran cresta y una larga "barba" de plumas, las que son mucho más pronunciadas en los machos. Al igual que otras aves, los machos de pájaro sombrilla delimitan un área de unos 20 a 30 metros entre las ramas altas en la que efectúan sus exhibiciones o displays amorosos con el objeto de atraer la atención de las hembras. Inflan sus crestas y balancean sus barbas de lado a lado intentando cautivar a sus doncellas. Una vez que la hembra ha seleccionado un macho, vuelan juntos para anidar en el bosque inundable.

La Amazonía es, asimismo, pródiga en especies de aves de orilla como garzas, ibises, cigüeñas, y gallaretas. Todas estas especies enfrentan hoy la grave amenaza de la deforestación masiva del bosque nundable, la caza y la recolección de sus huevos. Las garzas son sin duda, las aves de orilla más frecuentes y abundantes a lo largo de las tierras bajas de la cuenca amazónica. Una de ellas, la garza bueyera, una especie nativa del Viejo Mundo, colonizó la Amazonía entre las décadas de 1930 y 1940. Esta pequeña garza vive asociada al ganado, y se alimenta de insectos y ranas que estos animales ahuyentan a su paso. En algunas zonas de la cuenca, la garza bueyera se ha convertido en la especia dominante, desplazando a otras garzas nativas de sus lugares tradicionales de anidamiento.

La mayor parte de los mamíferos de la llanura inundable del Amazonas posee hábitos arbóreos. Entre ellos, los grupos más diversos son los roedores, murciélagos y primates. Las grandes ratas espinosas (pertenecientes al género Echimys), llamadas toró en el brasil debido al potente ruido que producen, viven en agujeros en los árboles y son activas durante la noche, en que sus ruidosas vocalizaciones son comunes. La ecología del resto de roedores de las tierras bajas, con excepción de los semiacuáticos ronsocos (Hydrochaeris hydrochaeris) es, hasta ahora, poco conocida.

La ecología de los ronsocos está estrechamente relacionada con la de la vegetación flotante y de ribera de las llanuras inundables, Viven en grupos familiares de hasta 20 individuos y pasan gran parte del día en las orillas alimentándose o descansando en las aguas bajas. En la actualidad, debido a la intensa caza de que son objeto, son raros a lo largo de los grandes ríos, donde han adptado, además, hábitos nocturnos.

Casi todas las especies de primates de la Amazonía pasan, al menos, parte de su tiempo en los bosques inundables o ribereños. Tres de ellas, incluso, jamás dejan las zonas cercanas a los ríos. Una de estas especies es el leoncillo (Cebuella Pygmaea), el mono más pequeño del mundo, que cabe con facilidad en la palma de una mano. Viven en grupos familiares y se alimentan de la savia la resina de varias especies de árboles ribereños, además de insectos y frutas. Dos especies de huapos (géneros Pithecia y Cacajao) se encuentran también en la sección occidental de la Amazonía. A diferencia de las demás especies de primates del Nuevo Mundo, poseen sólo una pequeña cola que cuelga hacia abajo. Sin embargo, son tan ágiles como cualquiera de sus parientes de colas prensiles. La deforestación de los bosques ribereños y la caza ha diezmado a gran parte de las poblaciones de primates de tamaño grande y mediano de los principales ríos amazónicos. A consecuencia de ello, algunas especies pequeñas y adaptables como el mono fraile (Saimiri sciureus) ha incrementado su número. El secreto de su éxito radica en que pueden sobrevivir en pequeñas áreas boscosas y en purmas (bosques secundarios o alterados) o porque son demasiados pequeños como para ser considerados piezas de caza. Las especies más grandes, como cotos, maquisapas, machines y choros, son cada vez más raros en las llanuras inundables.

La Amazonía posee, además, algunas especies de grandes mamíferos acuáticos: dos delfines, un manatí y, al menos, dos especies de nutrias. El delfín rosado o boto (Inia geoffrensis) es el más primitivo de los delfines americanos y posee ancestros en el sureste asiático, el subcontinente indio y la costa argentina. Son casi ciegos y emplean la navegación por sonar para desplazarse a través de las aguas oscuras y repletas de obstáculos de los ríos amazónicos. A diferencia de los delfines marinos, poseen un cuello muy flexible. Ello les permite moverlo de lado a lado y lograr una emisión de ondas de sonar más amplia, obteniendo información detallada sobre su ambiente acuático. Esta habilidad, unida a la capacidad de emitir y procesar las ondas ultrasónicas en una estructura abultada, similar a un melón, ubicada sobre su cabeza, permite a los botos recorrer con destreza el laberinto de troncos y raíces del bosque inundado en busca de presas.

El delfín gris o tucuxi (Sotalia fluviatilis), emparentado estrechamente con los delfines marinos, es más pequeño y más velóz que el rosado. Esta especie tiene las vértebras cervicales soldadas, lo que le permite dar giros completos fuera del agua sin quebrarse el cuello. El delfín gris vasi no ingresa al bosque inundado, debido seguramente a la dificultad para para navegar entre la maraña de vegetación sumergida. Se alimenta de peces que caza tanto en los ríos como en los lagos del bosque inundable. Durante las grandes migraciones de peces, estos delfines forman grupos compactos de entre 20 y 30 animales que siguen a los cardúmenes en sus desplazamientos. Es poco frecuente que los delfines sean cazados por su carne, debido a que existen muchos mitos locales alredeor de sus hábitos y su relación con el hombre. Es común ver a los delfines rosados patrullando las redes colocadas por los pescadores y se dice que soin extremadamente hábiles en retirar las presas de las mallas. Por eso, los pescadores los matan ocasionalmente, aduciendo una competencia desleal.

El manatí (Trichechus inunguis), con un peso que varía entre los 350 y 500 kilogramos y una longitud de hasta tres metros, es el animal de mayor tamaño de la Amazonía. Vegetariano por excelencia, los adultos llegan a consumir hasta 50 kilos de plantas acuáticas al día. A despecho de su nombre común (vaca marina), los manatíes no son rumiantes y tienen muy poco que ver con las vacas verdaderas. A pesar de no contar con estómagos divididos en compartimentos como los bovinos, poseen intestinos muy largos, capaces de fermentar las grandes cantidades de material vegetal que consumen. Estos animales dependen en gran medida de las praderas de plantas acuçaticas y flotantes, las mismas que alcanzan su mçaxima expresiçon durante la temporada de crecientes. Antes de que sus poblaciones hayan sido severamente diezmadas por la caza, los manatíes deben gaber jugado un rol muy importante en el equilibrio y reciclaje de los cursos de agua de las llanuras inundables. El hecho de comer tanto, implica que estos amables gigantes defequen muchísimo, aportando grandes cantidades de nutrientes "reciclados" al ciclo del agua y beneficiando, entre otros, a una legión de especies de peces.

El hecho de que el manatí deba salir cada hora a respirar a la superficie convierte a este animal en presa fácil de los arponeros. De este modo, los manatíes fueron cazados intensamente desde la llegada de los europeos a la Amazonía. Sólo una empresa pesquera, manejada por la corona portuguesa en las cercanías de Santarem (Brasil) a mediados de la década de 1780, registró la escalofriante cifra de 1.500 manatíes muertos en sólo dos años. Aunque la caza de esta especie es ilegal en la actualidad, debido a que se encuentra al borde de la extinción, éste se efectúa de manera clandestina.

Reptiles

Los reptiles amazónicos que habitan los ríos y bosques inundables destacan por su abundancia, a pesar de haber sido intensamente cazados, que por su diversidad. Los cocodrilos del Nuevo Mundo incluyen a los caimanes, alligators y cocodrilos verdaeros. De ellos, sólo los primeros se encuentran enn la cuenca amazónica. Las dos especies de cocodrilos que habitan en el extremo norte de Sudamérica (el americano y el cubano no lograron colonizar lka Amazonía. No obstante, las selvas tropicales albergan algunos de los mayores miembros de esta familia primitiva. Es el caso del caimán negro (Melanosuchus niger), un gigante que llega a crecer hasta alcanzar los seis metros de longitud y que sólo se compara en tamaño con la anaconda. El caimán blanco (Caiman crocodylus), cuya longitud máxima varía entre los 2,5 y 3 metros es, de lejos, la especie más abundante.

Los lagartos negros se congregaron masivamente alguna vez en las playas de los grandes ríos amazónicos durante la temporada de vaciante. Hoy, a consecuencia de la persecución de que son objeto, sólo se les encuentra en los lagos y pantanos de la llanura inundable, principalmente en zonas protegidas o alejadas de los asentamientos humanos. El caimán blanco, en cambio, es más versátil y utiliza diversos tipos de hábitat, incluyendo los ríos de aguas correntosas de las vertientes andinas.

En general, los caimanes porefieren aguas cálidas y pasan gran parte del d´ñia calentándose en los bancos y orillas para mantener su temperatura interna ligeramente más alta que la de los ríos donde habitan. Eso tiene sus ventajas, ya que requieren menos alimento que otros animales de tamaño similar. A pesar de la imagen que las películas nos han formado de estos animales, los caimanes son depredadores poco agresivos que se alimentan de un amplio rango de presas que va desde los peces hasta pequeños mamíferos, pasando por insectos, aves, tortugas y ranas.

Se reproducen en el agua pero anidan en tierra durante la estación de vaciante (julio a septiembre). Sus nidos, montones de ramas, tierra y material vegetal, albergan entre 50 y 80 huevos (en el caso de los caimanes negros) y unos 30 en el de los blancos. La incubación toma entre 6 y 10 semanas, período durante el cual las hembras montan guardia en las cercanías del nido.

La depredación a gran escala de los caimanes se inició a principios del siglo XIX y tuvo como objetivo la obtención de aceite y no sus pieles. En aquellos tiempos, el aceite logrado a partir de la carne de los caimanes llegó a emplearse como sustituto del combustible diesel. Fue, sin embargo, el negocio generado más tarde por sus pieles, e incentivado por el auge en la industria de los taninos para curtiembre entre 1930 y 1940, lo que llevó a estos animales al borde de la extinción. En la actualidad la caza de caimanes está prohibida por la ley. A pesar de ello, ésta se practica en muchos lugares por deporte y como fuente de proteínas. En zonas donde cuentan con la protección necesaria, las poblaciones de este animal se recuperan con notoria rapidez.

Las tres especies más comunes de tortugas acuáticas de la Amazonía son: charapa (Podocnemis expansa), la taricaya (Podocnemis unifilis) y la teparo (Podocnemis sextuberculata). La charapa es la mayor tortuga de agua dulce del mundo y su comportamienmto recuerda más a sus ancestros marinos que a sus parientes de los ríos amazónicos. Como otras tortugas, anidan en grandes números en las playas y bancos arenosos formados durante la estación de vaciante. Estos lugares, conocidos por los brasileros como taboleiros, fueron alguna vez abundantes a lo largo de la cuenca amazónica. En la actualidad, la charapa ha sido casi eliminada de sus antiguos territorios debido a la caza por su carne y la intensa recolección de sus huevos. Sólo algunas poblaciones de este majestuoso reptil sobreviven en las zonas más inaccesibles y protegidas de la Amazonía, como la Reserva Nacional de Pacaya-Samiria.

Las charapas ponen en promedio unos 100 huevos (aunque posturas de hasta 180 no son raras en ciertos individuos). Sus nidos, excavados en la suave arena aluvial, llegan a tener un diámetro de metro y medio y una profundidad de un metro. Los huevos, de forma elíptica, toman unos 45 días para ser incubados por el calor del sol. los recién nacidos (conocidos localmente como charitos) emergen durante la noche y son altamente vulnerables. Por ello, su instinto los lleva a alcanzar presurosos la seguridad del río, donde deberán escapar de depredadores como los bagres.

El resto de tortugas acuáticas de la Amazonía anida de manera más o menos solitaria, empleando una variedad de hábitat que van desde las playas de arena hasta las orillas cubiertas de vegetación al borde de pantanos y lagunas.

Las tortugas acuáticas son animales omnívoros. Sin embargo, complementan su dieta con grandes cantidades de frutas y semillas que obtienen en el bosque inundado durante la estación de creciente. Las semillas del árbol de caucho (Hevea brasiliensis) y las de algunas legumisosas son, por ejemplo, las favoritas de la charapa.

Otras especies, como la mata-mata (Chelus fimbriatus), son mayormente carnívoras y emplean sus afiladas y poderosas mandíbulas para alimentarse de carroña. Se sabe que atacan también a los peces atrapados en las redes, inflingiéndoles grandes mordeduras que recuerdan a las de las pirañas.

El mayor y más eficaz depredador de las tortugas acuáticas es, sin duda, el hombre. Debido a la creciente popularidad de sus huevos y carne, los pobladores amazónicos iniciaron una captura a gran escala que comenzó durante los siglos XVIII y XIX, época en que sus huevos, de gran contenido oleico, fueron empleados como alimento y como combustible de lámparas y calentadores. La recolección de sus huevos continúa hasta nuestros días y es la principal causa de la constante reducción de sus poblaciones a lo largo de los principales ríos de la Amazonía. Pocos animales son tan buscados y alcanzan un mayor precio durante las festividades locales que la carne y huevos de tortuga. Quizá la reproducción en cautiverio en granjas sea la única esperanza para estos reptiles, alternativa que permitiría consevar a las tortugas al tiempo que brindaría beneficios al atender la demanda gastronómica local.

Las llanuras inundables de la Amazonía albergan a una gran diversidad de serpientes, representadas por las principales familias de este grupo de reptiles. La más famosa de todas es, sin duda, la anaconda (Eunectus murinus), una gigantesca boa que puede llegar a alcanzar los 11 metros de longitud. De tamaño algo menor a la pitón africana, la anaconda es más pesada y gruesa. Se les considera depredadores comunes en las llanuras inundables y su dieta abarca un amplio rango de presas: aves, otros reptiles, peces, y roedores. En zonas colonizadas por el hombre, donde las presas se hacen cada vez más escasas, las anacondas atacan pollos, patos y otros animales de corral.

Los dos grupos de serpientes venenosas de la Amazonía también están representadas en las llanuras inundables, donde son relativamente comunes. Las corales (Elapidae) son mayormente acuáticas y suelen habitar cerca de los cursos de agua. Las víboras (Viperidae) son principalmente terrestres y viven tanto en las tierras altas como en las zonas inundables e incluso las islas fluviales. Como otras serpientes de las tierras bajas, es probable que pasen la temporada de creciente encaramadas sobre las ramas de los árboles o en palizadas flotantes.

La gran mayoría de serpientes amazónicas, sin embargo, no son venenosas (familia Colubridae). Entre ellas cabe destacar a las comedoras de peces de los géneros Helicops e Hydrops, comunes en las zonas de vegetación flotante, y a las culebras Xenodon, que al verse amenazadas aplanan su cabeza y se yerguen desafiantes de manera similiar a las cobras del Viejo Mundo.

La cuenca amazónica es, a su vez, el hogar de más de 250 especies de ranas. Es sabido que unos cuantos kilómetros cuadrados de bosques tipo terra firme de los alrededores de Manaos albergan a unas 80 especies de batracios. Las llanuras inundables han sido menos estudiadas, pero las evaluaciones revelan que la diversidad de estos reptiles en un área similar varía entre 25 y 30 especies.

Una de las características más sorprendentes de las ranas amazónicas de las tierras bajas es que si bien su diversidad es alta, son pocas las especies eminentemente acuáticas. Las aguas tranquilas de las llanuras, pobladas de presas potenciales (como los insectos, podrían ser consideradas como el hábitat ideal para el desarrollo de estos animales, sin embargo, muchas de las ranas de la Amazonía viven lejos de ellas, incluso en lo alto de los árboles. Una de las razones de esto puede ser la enorme abundancia de peces en los cursos de agua amazónicos, muchos de los cuales son depredadores de ranas y sus renacuajos.

Peces

El paiche (Arapaima gigas) es el mayor pez de agua dulce del mundo. Supera los 3 metros de largo y llega a pesar hasta 250 kilos. Su pesca es depredatoria.

Es, sin duda, en el grupo de los peces que los ríos amazónicos alcanzan la mayor diversidad de vertebrados. Las especies de peces en los ríos y lagos de la llanura inundable superan en número al resto de grupos de vertebrados juntos, incluyendo a aquellos que habitan en las copas de los árboles. A pesar de las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años, aún no existen estimados realistas acerca del número total de especies de peces presentas en la cuenca amazónica. La razón radica en el profundo desconocimiento de la ecología de muchos de sus tribitarios. La experiencia indica que cada vez que se investiga la fauna de un tributario, nuevas especies aparecen y deben ser añadidas a la lista.

Un estimado conservador coloca al número de peces amazónicos entre las 2.500 y 3.000 especies. Esa cifra de seguro se incrementará si las poblaciones geográficas son estudiadas al grado que lo han sido las de Norteamérica o Europa. Los expertos calculan, asimismo, que es poco probable que la totalidad de especies de peces de la Amazonía pueda ser descrita adecuadamente en los próximos 50 años, aún contando con todos los recursos disponibles para hacerlo.

La fauna ictiológica de la cuenca amazónica está compuesta por characinos, bagres, peces eléctricos o macanas y chíclidos, además de algunas familias muy antiguas y una amplia variedad de grupos derivados de ancestros marinos(como las rayas y achovetas).

Los characinos incluyen a grupos bien conocidos, como las pirañas, los pacos y gamitanas. Los bagres, por su parte, abarcan casi el 80% de las especies de peces conociidos. Una de las explicaciones a semejante diversidad es que los peces de la Amazonía han evolucionado hasta ocupar un número sorprendente de nichos ecológicos. De allí que existan especies de apenas diez milímetros de longitud y unos pocos gramos de peso al llegar a la adultez, mientras otras alcanzan más de tres metros de largo y 250 kilos de peso.

Una de las características más fascinantes de la ecología de los peces amazónicos es su estrecha dependencia con los bosques donde habitan. El sistema fluvial del Amazonas es famoso por el alto número de peces que se alimentan de frutos y semillas. Durante la estación de creciente los ríos se desbordan, permitiendo que los peces ingresen al bosque y obtengan abundante alimento, además de lugares para guarecerse y reproducirse. Una de las ventajas de ello es que los peces colaboran activamente en la dispersión natural de las especies vegetales de las que se alimentan.

Durante la estación de creciente los peces de la llanura inundable basan su dieta en los frutos y semillas que caen al agua, así como en grandes cantidades de insectos y otros invertebrados que, de otra manera, les serían anaccesibles.

Uno de los más famosos comedores de semillas y frutos de los ríos amazónicos es la gamitana o tambaqui (Colossoma macropomum). El estudio de su ecología ha permitido revelar el estrecho vínculo entre la vida animal en los ríos y los bosques de las tierras bajas. La gamitana, el mayor de los characinos de la cuenca amazónica, puede alcanzar un metro de longitud y pesar hasta 30 kilos. Al igual que sus parientes cercanos, los pacos (Myleus sp.), las gamitanas están equipadas con poderosos dientes parecidos a los molares, los que les permite quebrar duras nueces de palma de las que se alimentan durante la estación de lluvias,. Algunas semillas, como las del caucho (Hevea) son sus favoritas, pero deben quebrarlas para poder digerir el suave y nutritivo interior.

Lugo de alimentarse en el boaque inundado los cuatro a seis meses que dura la estación de creciente, las gamitanas engordan gracias a la grasa acumulada en sus cuerpos. Estas reservas les permiten sobrevivir durante el largo periodo de escasez que suponen los meses secos, mientras viven en los ríos y los lagos. Justo antes de las primeras lluvias de estación, los adultos inician su sorprendente migración aguas arriba con destino a los torrentosos ríos de las zonas de cabecera, donde desovarán. Al nacer, los alevines viajarán aguas abajo, sin más guía que su instinto, hasta llegar a los lagos y ríos de las tierras bajas, donde se alimentarán de microorganismos hasta llegar a la adultz. De esta manera el ciclo se renueva.

A medida que las pequeñas gamitanas ganan peso y tamaño incorporan a su dieta pequeños insectos y frutos. Al cabo de un periodo de 4 a 5 años, los jóvenes dejan sus guarderías naturales para emprender su primer viaje río arriba rumbo a los bosques inundados de los que dependerán en adelante para sobrevivir. La habilidad de estos peces para aprovechar los recursos que les ofrece el boaque inundado es posiblemente la razón por la que la gamitana es considerada como uno de los peces más abundantes de la Amazonía.

Las pirañas están estrechamente emparentadas con los pacos y gamitanas. Las primeras tienen, claro está, dientes más afilados, aunque es un hecho poco conocido que más de la mitad de las especies de pirañas conocidas se alimentan de semillas y distan mucho de los voraces depredadores que nos imaginamos, quizá influidos por las películas.

La piraña de vientre rojo (Pygocentrus nattereri) es la que quizá más honor hace a su fama. Esta especie habita en los lagos de la llanura inundable que forman los ríos de "aguas blancas", donde la abundancia de presas permite mantener sus grandes cardúmenes. Otras especies como la piraña oscura (Serrasalmus elongatus), son más bien parásitas que se alimentan de las escamas y porciones de las aletas de otros peces y raramente arrancan pedazos de carne de sus presas.

Además de las pirañas, el grupo de los characinos cuenta con muchas especies de peces depredadores. La mayoría psee dientes tipo caninos y son nadadores veloces. Uno de ellos, el huasaco (Hoplias malabaricus), es un cazador nocturno que se oculta en las orillas de los cursos de agua e incluso se entierra en el fango. Algunas especies de los llamados dentones (familia Cynodontidae) ostentan los mayores caninos del mundo acuático. En el caso de las chambiras (Hydrolicus sp.) dos de sus dientes inferiores son tan largos que la mandibula superior cuenta con agujeros para que estos salgan al cerrar la boca. Hay characinos que tienen dientes ubicados en protuberancias en la parte exterior de la boca (Roeboides), los mismos que le permiten arrancar "al paso" las escamas de sus presas, su principal alimento.

Cerca de un centenar de especies de peces amazónicos se alimentan de detritus, es decir, material vegetal en descomposición. Entre estos, los "chupadores" (Semaprochilodus son algunos de los más interesantes. Cuentan con labios carnosos y dientes a manera de peines que les permiten remover con facilidad el material depositado sobre las piedras y troncos sumergidos. A diferencia de sus parientes, los boquichicos (Prochilodus), los "chupadores" son comunes también en ríos de "aguas negras". Los chíochíos (familia Curimatidae) constituyen el grupo de detritívoros más diverso de la Amazonía, con más de 50 especies.

Gran parte de la diversidad que ostenta el grupo de los characinos está representada por especies muy pequeñas, usualmente menores a los cuatro centímetros de longitud. Peces ornamentales muy populares en la industria de los acuarios, como los cardenales y neón tetra, así como los peces lápiz (Nannostomidae) y los llamados pechitos (Gasteropelecidae), integran este grupo.

Puede que los bagres de la Amazonía sean tan numerosos como los characinos pero son, de hecho, mucho menos conocidos. El gigantesco saltón (Brachyplatysoma filamentosum), por ejemplo, supera los tres metros de largo y los 150 kilos de peso. Junto a él existen una docena de especies de bagres de gran tamaño, los mismos que constituyen la base de la pesca comercial en gran parte de la cuenca Amazónica. Son, sin embargo, los zúngaros (Zungaro) y las doncellas (Pseudoplatystoma), los más famosos de este grupo.

Algunos bagres ostentan poderosas armaduras óseas. El turushuqui posee grandes espinas y aguijones que lo convierten en una presa inexpugnable para los depredadores. Las carachamas (Loricariidae), por su parte, cuentan con duras placas y espinas en las aletas que dificultan mucho su ingestión por parte de sus enemigos.

Los caneros (Trichomycteridae), con más de 200 especies, son quizá el grupo más famoso de los bagres amazónicos. Existe un difundido folclor popular respecto de sus hábitos de introducirse poor los orificios del cuerpo de diversos animales, entre ellos, el hombre. De acuerdo a estas creencias y supersticiones, los caneros pueden ser peligrosos para los bañistas y poseen una predilección por ingresar a las vaginas y agujeros anales de los nadadores. Nada de eso es cierto a rajatabla. Algunas especies, sin embargo, se introducen en las agallas de otros peces para succionarles la sangre mientras otras viven adheridas al cuerpo de los grandes bagres.

Los peces de la familia Cetopsidae pueden arrancar trozos de carne de otros peces, de manera similar a las pirañas, aunque por lo general son consumidores de carrona (animales muertos). A diferencia de éstas, los Cetopsidae son abundantes en los ríos de "aguas blancas". Suelen morder a los bañistas y dejar marcas de característica forma circular.

Los peces eléctricos de Sudamérica, cmpuestos por cinco familias, están emparentados con los bagres y characinos. Se cree que evolucionaron a partir de la separación de África y Sudamérica, ya que ninguna de sus familias ha sido registrada en el Viejo Mundo. Las macanas, como se les conoce localmente, poseen músculos especiales que les permite generar electricidad. Para la mayoría de las especies, la electricidad es empleada únicamente para la navegación y la comunicación con los miembros de su especie. Un conjunto de células receptoras ubicadas a lo largo de sus cuerpos permiten a las macanas enviar y recibir información electromagnética sobre su entorno y posibles depredadores. Una excepción singular es la protagonizada por la anguila eléctrica, capaz de generar más de 500 voltios con el objeto de aturdir a sus presas y para protegerse de sus propios depredadores. Su potencia es tal, que puede producir dolorosos shocks al hombre y, eventualmente, causar su muerte.

Varios grupos de peces amazónicos poseen parientes en África y Asia, lo que evidencia que los tres continentes (incluyendo el sudamericano) estuvieron unidos alguna vez. El grupo más representativo es el de los cíclidos, dentro de los cuales el tucunaré (Cichla) es uno de los peces más comunes de la Amazonía. Los tucunarés son voraces depredadores que persiguen activamente a sus presas durante largas distancias. Eso los diferencia de otros carnívoros, como las pirañas, que desisten cuando falla el primer o segundo intento. Otros grupos de peces relictos incluyen a los peces hoja (Nandidae), las atingas o anguilas de pantano (Synbranchidae) y las araguanas (Osteoglossum). Estas últimas poseen cuerpos alargados de hasta un metro de longitud y se les considera los mayores peces comedores de insectos y arañas del mundo. Uno de sus hábitos más peculiares es el de saltar fuera del agua para atrapar a presas ubicadas sobre la vegetación cercana a la superficie del agua.

El paiche (Arapaima gigas) es el único miembro de su familia y el mayor pez de agua dulce del mundo. Crece hasta superar los tres metros de largo y pesar hasta 250 kilos. Para sobrevivir en las aguas poco oxigenadas, el paiche debe respirar aire atmosférico o "boquear" al menos una vez por hora. Tiempo atrás esta gran especie debe haber sido el depredador por excelencia de los lagos y los bosques inundados de la Amazonía. Sin embargo, durante el último siglo ha sido perseguido a un ritmo alarmante. Tradicionalmente se les pescaba con la ayuda de arpones, pero con la llegada de las redes agalleras las posibilidades de captura por parte del hombre se incrementaron considerablemente. A pesar de que sus poblaciones se han reducido significativamente, los altos precios que alcanza su carne en los mercados locales, hace que siga siendo un objetivo predilecto de los pescadores.

Alrededor de 50 especies de peces amazónicos han evolucionado a partir de antecedentes marinos. No existe evidencia de que alguna de estas especies efectúe migraciones regulares entre los ríos y el océano Atlántico y viceversa. Más aún, la mayor parte de estos peces muestra una marcada intolerancia al agua salada. Algunas especies, como varios tiburones y peces sierra ingresan aguas arriba del Amazonas, llegando a ser capturados en lugares tan distantes de su desembocadura como la ciudad de Iquitos. Sin embargo, no se reproducen en él. Otros grupos de peces relacionados con ancestros marinos son las corvinas, anchovetas, peces aguja y las rayas. Estas últimas poseen un apéndice que tiene la forma de un agujón de bordes aserrados capaz de inyectar un potente veneno a sus víctimas como mecanismo de defensa.

Conclusión

La Amazonía es hogar de millones de especies, muchas de las cuales dependen, de una u otra manera, de lo que los hombres del presente decidamos hacer. A pesar de encontrarnos sentados en el más grandioso teatro de la naturaleza: la cuenca amazónica, a menudo nos dejamos impresionar por algunos de sus más sobresalientes factores y dejamos de lado la visión integral de la obra. A medida que el telón empieza a caer sobre el último acto, los naturalistas sólo podemos ubicarnos en el proscenio e intentar recordar al auditorio que es imprescindible conservar este ambiente como un todo. La diversidad de vida en el Amazonas que se extiende a lo largo de ríos y bosques fue uno de los mayores actos de amor de la naturaleza. Por ello, se merece nuestro respeto. Es, precisamente, el respeto lo único que mos permitirá protegernos de aquellos que son tan miopes como para conducirla a su destrucción final.

Véase también

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