Delfina Ortega Díaz

Delfina Ortega Díaz

Delfina Ortega Díaz

Delfina Ortega Díaz (20 de octubre de 18458 de abril de 1880) fue la primer esposa del general Porfirio Díaz, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, y Primera Dama de México al inicio del Porfiriato (1877-1880).

Contenido

Primeros años

Delfina Ortega nació el lunes 20 de octubre de 1845 en la ciudad de Oaxaca, en una de las habitaciones del «Solar del Toronjo», propiedad que su abuela materna Petrona Mori (1794-1859) había adquirido poco tiempo después del fallecimiento de su esposo José Faustino Díaz (1783-1833).

Fue fruto de una relación extramarital entre su madre Manuela Victoria Díaz Mori (1829-1856), dedicada a la venta de rebozos y hermana del general Porfirio Díaz; con el médico Manuel Antonio Ortega Reyes (1819-1908); botánico, naturalista y uno de los cartógrafos más importantes de Oaxaca. En el tiempo de concepción de Delfina, Ortega era prometido de Serafina Fernández de Arteaga, con quien se casaría el 8 de octubre de 1851.

Al principio su padre no quiso reconocerla, por lo que su madre avergonzada, decidió ponerla en la puerta de la casa de quien sería su padrino, Tomás Ojeda. Por ello, Delfina fue bautizada como hija de padres “incógnitos” en la Catedral de Oaxaca. Ortega reconocería a Delfina hasta muchos años después, en 1878, cuando Díaz lo presionó y lo recompenzó con una senaduría.

En el «Solar del Toronjo», Delfina ayudaba a su abuela Petrona, a su madre y a sus tías en la cocina y en las labores domésticas; además las figuras femeninas de su familia se encargaron de enseñarle las primeras letras, lectura, costura y bordado. Al perder a su madre en el año de 1856, Delfina de once años pasó a vivir con su tía Nicolasa Macedonia Díaz en la calle del Carmen.

Romance y matrimonio

Su tío Porfirio Díaz la había conocido desde la cuna, cuando Delfina jugaba con sus sonajas de semilla en el regazo de su madre. Díaz andaba por todas partes cumpliendo con sus deberes militares, “Fina”, como la llamaban sus familiares, apenas lo frecuentaría durante el periodo de la Guerra de Reforma. Cuando sus deberes se lo permitían, Porfirio volvía a Oaxaca a visitarla y cuando estaba lejos, le escribía cartas.

Unos días después de la batalla del 5 de mayo de 1862, feliz por la victoria del ejército mexicano, Díaz escribió desde Puebla a su hermana Nicolasa para que le diera, de su parte, un abrazo Delfina. En respuesta, Delfina comenzó a bordarle un sombrero de campaña con el águila de la República Mexicana que le entregaría la próxima vez que se encontraran.

Cierta ocasión en la que por deberes militares debió de ir a Oaxaca y después de las guerras de intervención, Díaz pasó a saludar a su madre y hermanas. Para entonces, encontró a su sobrina Delfina ya como una jovencita, se enamoró y dieron entonces inicio a una relación que culminaría en matrimonio. “Fina” Ortega Díaz recibió de su padre la finura de sus rasgos y de su madre la sangre indígena, aunque apenas se le notaba. Era de bonita apariencia física, lo que probablemente sedujo a su tío Porfirio Díaz, quince años mayor que ella.

En los primeros meses de 1867, Díaz tuvo que salir de Oaxaca para continuar su lucha contra los franceses y Maximiliano. Después de su encuentro con su sobrina, el 18 de marzo de 1867 el general Díaz desde Puebla le escribió para proponerle matrimonio.

Querida Fina:


Estoy muy ocupado y por eso seré demasiado corto no obstante la gravedad del negocio que voy a proponerte a discusión y que tú resolverás con una sola palabra. Es evidente que un hombre debe de elegir para esposa a la mujer que más ame entre todas las mujeres si tiene seguridad de ser de ella amado, y lo es también que en la balanza de mi corazón no tienes rival, faltándome de ser comprendido y correspondido; y sentados estos precedentes, no hay razón para que yo permanezca en silencio ni para que deje al tiempo lo que puede ser inmediatamente. Éste es mi deseo y lo someto a tu juicio, rogándote que me contestes lo que te parezca con la seguridad de que si es negativamente no por eso bajarás un punto en mi estimación, y en ese caso te adoptaré judicialmente por hija para darte un nuevo carácter que te estreche más a mí, y me abstendré de casarme mientras vivas para poder concentrar en ti todo el amor de un verdadero padre. Si mi propuesta es de tu aceptación, avísame para dar los pasos convenientes y puedas decírselo a Nicolasa, pero si no es así, te ruego que nadie sepa el contenido de ésta, que tú misma procures olvidarla y la quemes. No me propongas dificultades para que yo te las resuelva, porque perderíamos mucho tiempo en una discusión epistolar. Si me quieres dime sí, o no, claro y pronto. Yo no puedo ser feliz antes de tu sentencia, no me la retardes. Más a lo sublime del amor hay algo desconocido para el idioma, pero no para el corazón, y para no tocar lo común, en él me despido llamándome sencillamente tuyo.

La respuesta de Delfina no se hizo esperar mucho tiempo. El 24 de marzo aceptó por carta la propuesta de matrimonio que su tío Porfirio le hizo.

Mi muy querido Porfirio:


Tengo ante mis ojos tu amable carta de fecha 18 del presente. No sé cómo comenzar mi contestación: mi alma, mi corazón y toda mi máquina se encuentran profundamente conmovidos al ver los conceptos de aquella. Yo quisiera en este instante estar delante de ti para hablarte todo lo que siento y que mis palabras llegaran a ti tan vivas como son en sí, pero ya que la Providencia me tiene separada de tu presencia, tengo que darte a respuesta tan franca y clara como tú me lo suplicas, pero me permitirás el que antes te diga que varias reflexiones me ocurren que debiera exponértelas previamente, pero sacrifico este deber sólo porque te quiero dar una prueba de que vivo tan sólo para ti, y que sin prejuicio de que alguna vez tenga derecho a explicarte las citadas reflexiones, me resuelvo con todo el fuego de mi amor a decirte que gustosa recibiré tu mano como esposo a la hora que tú lo dispongas, esperando que mi resolución franca la recibirás no como una ligereza que rebaje mi dignidad sino por no hacerte sufrir incertidumbres dolorosas. Nada de esto sabe tía porque no me pareció el decírselo yo, sino que tú se lo digas. En caso de que dispongas cualquier otra cosa, te suplico que sea por conducto de nuestro pariente Pepe Valverde, pues sólo en éste tengo confianza. Te ruego que te cuides mucho sin ajar tu buen nombre, y entre tanto saber que es y será tuya.

Entusiasmado por la respuesta, Díaz comenzó a hacer los preparativos de su matrimonio. Envió poderes suficientes para que, en su nombre y representación, el presidente del Supremo Tribunal de Justicia Juan de Mata Vázquez, contrajera matrimonio civil con Delfina, mientras el tomaba Puebla y derrotaba a Leonardo Márquez. La boda se efectuó a las 19:00 horas del lunes 15 de abril de 1867 en la hermosa mansión del doctor Ortega Reyes, ubicada en el número 18 de la calle de Santa Catalina en Oaxaca. El enlace tuvo como testigos al gobernador de Oaxaca Juan María Maldonado y al licenciado Miguel Castro. Por medio de su pariente José Valverde, Díaz consiguió la víspera del enlace y por mediaciones del presidente Benito Juárez, una dispensa por el impedimento de consanguinidad, descrito en el artículo 8 de la Ley del Registro Civil.


Vida familiar e hijos

Los trece años que duró su matrimonio, Porfirio Díaz la quiso demasiado. Ella se hizo cargo del cuidado y educación de sus propios hijos y los que su marido había tenido en el pasado. En su vida marital, por los deberes políticos y militares de Díaz, la pareja radicó en muchos lugares. Delfina vivió en Tehuacán, y luego se reunió con Porfirio en la ciudad de México. Luego se regresaron a Oaxaca, donde fueron acogidos primero por Félix Díaz y su esposa Rafaela Varela. Luego se establecieron en el número uno de la calle de la Factoría y después en la hacienda Labor de Santa Cruz de la Noria, lugar al que se retiraron tras entregarle Díaz la capital a Benito Juárez al término de la Intervención Francesa y que Porfirio había recibido del gobierno federal por sus servicios prestados al país. En Oaxaca nacieron sus tres primeros hijos:

Vivieron en La Noria de 1869 a 1870; periodo en el cual sus tres primeros hijos comenzaron a morir, por lo que Delfina pensó que se trataba de un castigo divino, ya que ellos se habían casado siendo parientes carnales. En La Noria, Díaz desarrolló la fundición de cañones, pólvora y municiones, además de la agricultura y la ganadería. Tras haber pronunciado el Plan de la Noria, Porfirio Díaz fue amnistiado y privado de su grado militar durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada. La crisis económica por la que pasaba, lo obligó a vender la Hacienda de La Noria e irse a vivir con su hermana Nicolasa a su humilde domicilio en la calle del Carmen. Luego le propusieron a Porfirio irse como asociado en la «finca de la Candelaria» dedicada al cultivo de café y azúcar, ubicada en la localidad de Tlacotalpan, Veracruz; y de la que más tarde se convirtió propietario. Ahí nacieron los dos únicos sobrevivientes del matrimonio:

Ahí, en el clima veracruzano, la familia de Porfirio Díaz logró conseguir una relativa estabilidad económica, puesto que además del cultivo de azúcar, se dedicó a la carpintería, e incluso logró inventar una mecedora integrada con abanico automático.

Tras haber sido electo diputado federal, la familia Díaz Ortega se impuso otra mudanza, esta vez a la ciudad de México, lo que al principio no fue del agrado de Delfina. Allí, Delfina tuvo una niña que nació muerta por asfixia el 21 de junio de 1876. Con el triunfo del Plan y Revolución de Tuxtepec en 1877, Porfirio Díaz fue electo presidente de México. Se establecieron en una bella residencia de la calle de la Moneda número 1 y que estaba cercana a la residencia de su padre, el doctor Manuel Ortega, que vivía al final de la calle en la casa número 10. Ahí nacieron y murieron los dos últimos hijos del matrimonio:

El 8 de abril de 1867 nació Amada Díaz, hija de Porfirio y Rafaela Quiñones de Huamuxtitlán, Guerrero. En 1871, Díaz convertido en un personaje de importancia, envió a su hermano Félix a hablar con Rafaela para convencerla de que Amada se merecía una buena educación y por ese motivo debía vivir con él y Delfina. Rafaela accedió a enviarla con él hasta 1879, cuando él era presidente, y Delfina la recibió con mucho cariño. Amada fue siempre la hija más querida de Porfirio Díaz, se casó en 1888 con Ignacio de la Torre y Mier, permaneció en México a la caída del gobierno porfirista para morir finalmente el 22 de agosto de 1962 en su casa de las calles de Mazatlán en la ciudad de México.

Por los deberes políticos y militares de Porfirio Díaz, él y Delfina estuvieron separados por prolongados periodos. Cuando el se encontraba escondido, fugitivo o en revueltas políticas; Delfina Ortega sufría mucho.

Primera Dama de México, 1877-1880

Como Primera Dama, se ha dicho que fue “discreta y de grandes cualidades”. A su residencia de la calle de la Moneda le llegaron cartas de todos los rincones del territorio mexicano. De Oaxaca, donde era conocida, le mandaban generalmente peticiones de trabajo para que se las hiciera llegar a su esposo. De los lugares donde no la conocían, le enviaban rebanadas de cazón para ver si le gustaban. Delfina gustaba de leer los periódicos de la época, donde aparecían los acontecimientos más importantes del gobierno de su esposo el presidente. Delfina estaba muy familiarizada con la política; Díaz y ella hablaban mucho del tema, a veces, ella lo reprendía por las acciones arbitrarias que había tomado. Aún como Primera Dama, Delfina se concentró en sus deberes como madre, esposa y en cultivar un reducido círculo social.

Muerte

El 2 de abril de 1880, Delfina dio a luz a su última hija Victoria Francisca, que veintisiete horas después de su nacimiento murió por anemia congénita. Delfina quedó muy agotada y enferma por el alumbramiento; las parteras le recomendaron a Díaz que llevara auxilios espirituales para Delfina, lo cual en un principio no pudo hacerlo porque no estaban casados bajo rito católico. Después de que fuera examinada por médicos y que no le dieran esperanzas, Díaz accedió a casarse por la Iglesia.

Porfirio solicitó al arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos que celebrara el matrimonio católico. El arzobispo le solicitó a Díaz su abjuración de haber secundado la Constitución de 1857 y donde asimismo declara su fe católica. El entonces presidente Porfirio Díaz redactó su retractación que leyó el arzobispo, quien envió al poco tiempo a uno de sus subordinados que ofició el matrimonio la noche del 7 de abril. Después de agonizar toda la noche, Delfina Ortega Reyes murió de metroperitonitis puerperal a las 9:30 de la mañana del jueves 8 de abril de 1880 en su domicilio de la calle de la Moneda número 1; tenía 34 años de edad.

El día 9 de abril tuvieron lugar los funerales. Como esposa de un presidente en funciones, se le rindieron honores y hubo guardias de magistrados, senadores, diputados y militares al lado de su ataúd. El servicio fúnebre fue en la Colegiata de Guadalupe, presidido por Porfirio Díaz y sus tres hijos. Después, el féretro salió en un carruaje de duelo tirado por seis caballos, todos blancos; una larga comitiva lo flaqueó hasta el panteón de Tepeyac, donde actualmente descansan sus restos. La tumba escogida para su sepultura se encuentra al lado de la de Consuelo Gómez, su comadre, quien también murió en la primavera de ese año. En 1894 se inauguró en la ciudad de Oaxaca una escuela con su nombre siendo su fundador el general Gregorio Chávez.

Descendencia

Al momento de su fallecimiento, sus hijos Porfirio, Luz y Amada tenían 7, 5 y 13 años de edad respectivamente. Díaz se hizo cargo de ellos solo hasta que se casó con Carmen Romero Rubio, quien se encargó de su cuidado y educación. En total, Porfirio Díaz y Delfina Ortega tuvieron dieciséis nietos, siete de Porfirio y nueve de Luz. El ingeniero Porfirio Díaz Ortega contrajo matrimonio el 15 de noviembre de 1897 con María Luisa Raigosa García, hija de Genaro Raigosa y Luisa García Goitia:

  • Porfirio Díaz Raigosa
  • María Luisa Díaz Raigosa
  • Genaro Díaz Raigosa
  • Ignacio Díaz Raigosa
  • José Díaz Raigosa
  • Luis Díaz Raigosa
  • Manuel Díaz Raigosa

Por su parte, Luz Díaz Ortega se casó en 1899 con Francisco Rincón-Gallardo Doblado (1875-1913), nieto del general Manuel Doblado e hijo de Rodrigo Rincón-Gallardo de la Casa de los Marqueses de Guadalupe Gallardo y de Virginia Doblado Gaitán:

  • Porfirio Rincón-Gallardo y Díaz
  • Virginia Rincón-Gallardo y Díaz
  • Amada Rincón-Gallardo y Díaz
  • Francisco Rincón-Gallardo y Díaz
  • Eduardo Rincón-Gallardo y Díaz
  • María Luisa Rincón-Gallardo y Díaz
  • Cristina Rincón-Gallardo y Díaz
  • Antonio Rincón-Gallardo y Díaz
  • Luz Carmela Rincón-Gallardo y Díaz

La hija adoptiva de Delfina, Amada Díaz, nunca tuvo descendencia con el rico hacendado Ignacio de la Torre y Mier (1866-1918), quien resultó ser el peor de los maridos

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