Contrarrevolución de Córdoba

Contrarrevolución de Córdoba

La contrarrevolución de Córdoba tuvo su inicio cuando las autoridades de la Intendencia de Córdoba del Tucumán y el ex virrey del Río de la Plata, Santiago de Liniers, tomaron conocimiento de que había ocurrido la Revolución de Mayo en Buenos Aires, por lo que se dedicaron a organizar en Córdoba un ejército para rechazar la expedición militar enviada por la Primera Junta para hacer reconocer su autoridad en las provincias del interior del ex Virreinato del Río de la Plata. El fracaso de la contrarrevolución encabezada por Liniers culminó con su fusilamiento y el completo control del noroeste de la actual Argentina por la Junta de Buenos Aires.

Contenido

La contrarrevolución de Córdoba

El mismo día 25 de mayo de 1810, fecha de instalación de la Primera Junta, el derrocado virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros despachó al joven entrerriano de diecisiete años José Melchor Lavín rumbo a Córdoba, para advertir a Liniers y reclamarle acciones militares contra la Junta. Cisneros daba a Liniers todos los poderes necesarios para que llevara adelante la misión que le encomendaba, dándole el cargo de general en jefe del Ejército Realista en el Río de la Plata y aún el mando político, debiendo actuar en combinación con el virrey del Perú. Al llegar rápidamente a Córdoba, en la medianoche del 28 de mayo, Lavín se dirigió a la casa de su conocido, el deán de la catedral de la ciudad, Gregorio Funes, quien esa noche lo condujo a la casa del obispo Rodrigo de Orellana, y los tres se dirigieron a la residencia del gobernador Juan Gutiérrez de la Concha, en donde se hallaba Liniers. Éste se encontraba en ese tiempo residiendo en una estancia jesuita en Alta Gracia, y la noticia de la revolución lo sorprendió cuando estaba pronto a regresar a España y estaba de paso en la ciudad de Córdoba. En esa madrugada del 29 de mayo se produjo allí una reunión con la asistencia de Gutiérrez de la Concha, Liniers, Funes, Orellana, los dos alcaldes del Cabildo de Córdoba, el oidor jubilado de la Real Audiencia del Cusco, Miguel Sánchez Moscoso, el asesor jubilado del Gobierno de Montevideo y oidor de la Audiencia de Buenos Aires Dr. Zamalloa, el coronel de milicias Santiago Allende, el asesor de gobierno Rodríguez y el tesorero Joaquín Moreno. La reunión se reanudó luego por la mañana.[1]

Cabildo de Córdoba en la actualidad.

Dos días antes, el 27 de mayo, la Junta había enviado una circular a las provincias pidiendo el envío de diputados a Buenos Aires y manifestando que enviaría una...

(...) expedición de 500 hombres para lo interior con el fin de proporcionar auxilios militares para hacer observar el orden, si se teme que sin él no se harían libre y honradamente las elecciones de vocales diputados (...)

La circular de la Junta conducida por Mariano Irigoyen (cuñado del gobernador) llegó a Córdoba el 7 de junio exigiendo al gobernador y al cabildo su reconocimiento, junto con ella llegaron también cartas de amigos de Liniers que lo exhortaban a que se sumara a la revolución o se mantuviera neutral, pero éste respondió:

¿Cómo, respondíales, siendo yo un general, un oficial que en treinta y seis años he acreditado mi fidelidad y amor al Soberano, en el último tercio de mi vida me he de cubrir de ignominia quedando indiferente en una causa que es la de mi Rey; y por esta infidencia he de dejar á mis hijos un nombre, hasta el presente intachable, con la nota de traidor?.

El gobernador convocó a una nueva reunión para tratar sobre los pliegos recibidos. La opinión del deán Funes en favor de reconocer a la Junta provocó una airada reacción de Liniers que motivó el retiro de Funes de la reunión y que no fuera invitado a otras reuniones posteriores.

En esa reunión el gobernador aconsejó desconocer a la Junta y jurar el Consejo de Regencia de España e Indias, ya que (...) contaba con el apoyo del vecindario y del ayuntamiento. Informó a Liniers de los hechos ocurridos en Buenos Aires, a lo cual este comentó:

(...) será necesario considerar como rebeldes a los causantes de tanta inquietud. Como militar estoy pronto a cumplir con mi deber. Y me ofrezco desde ya a organizar las fuerzas necesarias.

y agregó:

Todo aquél que adhiera al partido de la Junta revolucionaria de Buenos Aires, y apruebe la deposición del Virrey, debe ser tenido por un traidor; pues que la conducta de los de Buenos Aires con la madre patria en la crítica situación en que hoy se halla, es igual á la de un hijo que, viendo á su padre enfermo, pero de un mal que probablemente ha de salvar, lo asesina en la cama por heredarlo.

Por mayoría los presentes decidieron:

Que se rechazase el nuevo sistema gubernativo de la capital y desde luego se hiziesen propios á las ciudades de su Distrito, á las Provincias interiores del Virreynato, á Santa Fee y Montevideo á fin de que se tomasen medidas conducentes á su resistencia sin perdonar los hostiles.[2]

Desconoció Córdoba la autoridad de la Primera Junta el 20 de junio, cuando el Cabildo con la presencia del gobernador juró el Consejo de Regencia, aunque no lo hicieron constar en actas. Ese mismo día el deán Funes envió una comunicación a la Junta informando los detalles de las reuniones celebradas por los contrarrevolucionarios, indicando la opinión de cada uno de los concurrentes y el voto del Cabildo.[3] En su tarea de mantener en conocimiento a la Junta de los aprestos en Córdoba, Funes contaba con la colaboración de su hermano Ambrosio y de Tomás de Allende, sobrino del coronel Santiago de Allende, lo mismo que con la complicidad de clérigos. Diversas partidas organizadas por este grupo cortaban el paso en la travesía de Ambargasta en Santiago del Estero.

El mismo día 20 en Buenos Aires, Castelli y French tomaron prisioneros a Cisneros y a los oidores de la Real Audiencia, todos conspirando con los contrarrevolucionarios de Córdoba, embarcándolos dos días después en secreto con orden de no tocar ningún puerto hasta las islas Canarias.[4] La Audiencia había jurado al Consejo de Regencia y enviado una comunicación a Liniers instándolo a que se pusiese al frente de la resistencia, lo mismo que había hecho Cisneros pidiéndole que comunicara a las demás autoridades que había sido obligado por la fuerza a reconocer a la Junta.

El 27 de junio Moreno publicó en La Gazeta un ultimátum a los contrarrevolucionarios:

La Junta cuenta con recursos efectivos para hacer entrar en sus deberes a los díscolos que pretenden la división de estos pueblos, que es hoy día tan peligrosa: los perseguirá y hará castigo ejemplar que escarmiente y aterre a los malvados.[5]

Relaciones con el Perú y otros focos realistas

El 4 de junio Gutiérrez de la Concha envió una comunicación al gobernador intendente de Potosí, Francisco de Paula Sanz, avisándole de lo ocurrido en Buenos Aires y solicitándole que diera aviso a las demás autoridades, llegando a Lima el 9 de julio la noticia de la revolución. Poco después Liniers envió cartas a Paula Sanz y al virrey del Perú José Fernando de Abascal y Sousa solicitándoles auxilios. El 17 de junio volvió a dirigirse a Abascal, asegurándole que las tropas de Buenos Aires serían fácilmente vencidas. Su hijo, el alférez de navío Luis Liniers, fue enviado a Montevideo para comunicar el plan de acción y pedir socorros ante el inminente desastre, pero alertados por el deán Funes, fue capturado en San Nicolás de los Arroyos por una partida de blandengues cuando se dirigía en una balandra desde Santa Fe. Llegado el plan a Montevideo de todas formas, fue rechazado el envío de armas solicitado por Liniers, en vistas de que no llegarían a tiempo y eran necesarias para su defensa. Liniers intentó también ponerse en contacto con el gobernador del Paraguay Bernardo de Velasco.

El 13 de julio de 1810 el virrey Abascal proclamó la reincorporación de las intendencias de Charcas, Potosí, La Paz y Córdoba del Tucumán al Virreinato del Perú, hasta el final de la guerra:

DON JOSÉ FERNANDO DE ABASCAL Y SOUSA, &. &. virey, gobernador y capitan general del Perú, superintendente subdelegado de real hacienda, presidente de la real audiencia de Lima, &, hace saber, que habiendo solicitado por los mas espresivos oficios, el presidente de Charcas, su real audiencia el arzobispo, el ayuntamiento, la imperial villa de Potosi, la ciudad de la Paz y Córdoba del Tucuman, ausilios para rechazar cualquier hostil empresa de la junta de gobierno de Buenos Aires, declara agregadas á ese vireinato las espresadas provincias dependientes de la gobernacion del Rio de la Plata, en todos los ramos de hacienda, guerra, politica y justicia. Datado en Lima á 13 de julio de 1810.—Firmado—Jph. Abascal.—

Esto lo hacía a pedido de sus gobernadores intendentes, incluyendo a Gutiérrez de la Concha. En los últimos días de julio, se supo en Córdoba esta decisión del virrey del Perú, tomando conocimiento también que éste había desconocido a la Junta de Buenos Aires. El Cabildo de Córdoba reconoció al virrey Abascal y se puso bajo la jurisdicción de la Real Audiencia de Charcas.

Abascal nombró al presidente provisorio de la Audiencia del Cusco, José Manuel de Goyeneche, General en Jefe del Ejército Expedicionario del Alto Perú, coordinando acciones militares con los opositores a la Junta de Buenos Aires. En el Alto Perú el general realista José de Córdoba y Rojas comenzó a reunir tropas para trasladarse a Santiago de Cotagaita.

Milicias cordobesas

Liniers y Gutiérrez de la Concha alistaron milicias urbanas y varios cientos de milicianos reclutados en la campaña por el coronel de milicias Santiago Allende, armados con boleadoras y lanzas que habían recibido órdenes de dirigirse a la ciudad de Córdoba con cuantos armamentos encontraran. Los preparativos llegaron a verse muy avanzados, llegando a reunir mil quinientos hombres y catorce cañones. Pese a la opinión de Liniers, quien prefería retirar las tropas hacia el norte para reunirlas con las del Alto Perú, prevaleció en un principio la opinión del gobernador Gutiérrez de la Concha de resistir en Córdoba. Liniers argumentaba que la cercanía de Córdoba con Buenos Aires no le permitiría reunir un ejército adecuado, pues no lo había en Córdoba, mientras que Buenos Aires disponía de fuerzas ya instruidas que podían llegar en poco tiempo. Aconsejaba el retiro hacia Salta, hacia donde pensaba dirigir las tropas existentes en el Alto Perú y suficientemente alejados de Buenos Aires como para poder armar un ejército eficaz y con conexiones con el Paraguay mediante el Chaco. El gobernador hizo prevalecer su opinión pues despreciaba la capacidad de las fuerzas porteñas para operar en el interior con un ejército que se anunciaba de quinientos hombres ante jefes experimentados y prestigiosos como lo eran ellos. Liniers finalmente se dejó convencer y se dedicó a organizar la resistencia en la misma Córdoba.

De acuerdo al Reglamento de milicias de 1801, existía en Córdoba el Regimiento de Voluntarios de Caballería de Córdoba, con cuatro escuadrones de tres compañías cada uno y un total de mil doscientas plazas. En La Carlota se hallaba la Compañía de Partidarios de la Frontera de Córdoba, con cien plazas, unidad de características similares al Cuerpo de Blandengues.[6]

El 8 de julio Liniers escribió a Paula Sanz que contaba con seiscientos hombres armados, la mitad con fusiles y el resto con lanzas, además de artillería.

Expedición auxiliar

Lo que sería luego el Ejército del Norte tuvo su origen en las tropas reunidas por el vocal morenista Juan José Castelli por orden dada por la Primera Junta el 14 de junio de 1810. La orden de la Junta respondía al cumplimiento del acta de formación de la misma el 25 de mayo, que la obligaba a enviar una expedición a las provincias. Una vez instruido el ejército, las tropas salieron del Retiro el 7 de julio para ser revistada en Monte de Castro el día 9 (a tres leguas de Buenos Aires). Ese mismo día mil ciento cincuenta hombres comenzaron la marcha por la ruta a Córdoba al mando del coronel Francisco Ortiz de Ocampo, secundado por el teniente coronel Antonio González Balcarce.

Captura de los contrarrevolucionarios

El 8 de junio la Junta ordenó a las autoridades de Salta, Tucumán, Jujuy y Santa Fe que capturaran a los contrarrevolucionarios de Córdoba si pasasen por sus jurisdicciones:

(...) manda la Junta que ponga V. S. en movimiento todo su celo y todos los arbitrios que penden de sus facultades para atajar el paso á Don Santiago Liniers, al Gobernador Concha, Obispo de Córdoba, Teniente Gobernador Rodríguez, Oficial Real Moreno y Coronel Allende. Cualquiera de estas personas que pase por esa ciudad deberá ser detenida; y remitida á esta capital con segura custodia, quedando V. S. responsable á los gravísimos males y perjuicios que causarían estos individuos si lograsen internarse, en las Provincias de arriba, si por falta de vigilancia ú oposición lo verificasen, y para que así no suceda no omitirá medio, acción ó arbitrio sea cual fuese con tal que conduzca á la ocupación de sus personas lo que á todo trance debe realizarse.

El Coronel Don Diego Pueirredon es encargado particularmente por la Junta para este asunto; y á él franqueará V. S. todos los auxilíos que pidiese para su desempeño.
Dios G-.de á V S. Julio 8 de 1810.

Sr. Gobernador Intendente de Salta — IImo. Cabildo, Justicia, y Regmto. de Salta— ídem de Tucuman — ídem de Jujuy — Sr. Comandante de Armas de la ciudad de Santa Fe.

El coronel Diego Pueyrredón fue comisionado para su captura, trasladándose posteriormente a Jujuy, desde donde adelantó al teniente Martín Miguel de Güemes a la quebrada de Humahuaca con una partida de observación:

La Junta Comisiona á V. S. para la prisión de ellos, y su remisión con segura custodia á la Capital y espera que su acendrado patriotismo se desplegará de mil modos para asegurar el éxito de una comisión que es de la mayor importancia á la causa pública. Se acompañan las órdenes á ese Cabildo y á el Gobernador de Salta para que V. S. haga de ellas el uso conveniente, y espera la Junta que la patria no se arrepentirá de haber encomendado esta diligencia á un hijo que siempre se ha distinguido en su servicio.

Dios Gde. á V. Buenos Aires Julio 8 de 1810.

Sr. Don Diego Pueirredon.

El 13 de julio la Junta reiteró a la Junta en Comisión de la expedición la remisión de los contrarrevolucionarios si fueran capturados:

Ya ha comunicado á V. E. La Junta, que irremisiblemente deben venir presos á esta ciudad con segura custodia, el Obispo, Concha, Liniers, el Teniente Rodríguez, el Coronel Allende, el oficial Real Moreno, el Alcalde Piedra y el Síndico Procurador. Cualquiera de estas personas que llegue á aprenderse para lo que no se omitirá medio alguno, SERA REMITIDA AL MOMENTO sin darle la menor espera (...) Se sabe que el Obispo piensa salir á encontrar nuestra Expedición, si tal hace, no se le admitirá propuesta alguna, sino que agarrándolo alli mismo, SE LE REMITIRÁ BAJO SEGURA CUSTODIA Á ESTA CAPITAL, sin permitir que por caso alguno vuelva á entrar en aquella ciudad.

Cuando el 21 de julio la expedición llegó a la jurisdicción de Córdoba en la Guardia de la Esquina, las milicias cordobesas desertaron en masa. El 27 de julio la Junta envió una circular a varios cabildos anticipando la huida:

Siendo de recelar que los autores de la escandalosa convulsión suscitada en Córdoba tomen el partido de la huida luego que nuestra espedicion se acerque á aquella ciudad y siendo sobremanera interesante á la tranquilidad pública y bien del estado la aprehensión de estos delincuentes que tanto han comprometido nuestro sosiego, ha resuelto la junta prevenir á V. S. tome las más eficaces disposiciones para que si pasasen por esa jurisdicción sean aprehendidos

Dn. Santiago Liniers, Don Juan Gutiérrez de la Concha, Obispo de Córdoba, Oficial Real Moreno, Teniente Asesor Dn. Victorino Rodríguez, Coronel Rodríguez, Coronel Allende y todos cuantos vayan en fuga de Córdoba, los cuales remitirá V. S. inmediatamente á esta con la mas segura custodia, obrando con la cautela y vigilancia que son precisas para que no quede ilusoria esta providencia; cual realización fia la Junta al celo y patriotismo de V. S. y así como se reportaría un servicio importante al estado, también será responsable V. S. de la menor omisión que deje sin efecto esta resolución.
Dios G.de á V. S. Julio 27 de 1810.

Il.tmos Cabildos de la ciudad de San Luis — Santa Fe — San Juan — Mendoza — Rioja — Jujuy.

Los líderes contrarrevolucionarios decidieron el 27 de julio adoptar el plan originario de Liniers y partir hacia el norte con cuetrocientos hombres seguidores que les quedaban de las deserciones y 9 piezas de artillería junto con setenta mil pesos del erario público, saliendo de Córdoba el 31 de julio en dirección al Alto Perú, lo cual fue comunicado por Ortiz de Ocampo a la Junta el 1 de agosto:

Exmo. Señor- Acabamos de saber por Don Faustino Allende que ayer á medio día han salido de Córdoba camino del Perú el Gobernador Concha, el Sr. Liniers, el Obispo, el coronel Santiago Allende, Don Victorino Rodríguez y el oficial Real, Moreno llevando consigo nueve piezas de artilleria volante del calibre 4, 6 y 8, con algunos carruajes, y tres cientos ó cuatro cientos hombres con fusil y chuza (...)

Esa misma noche (del 31) desertó una compañía de cincuenta hombres, acentuándose la deserción en los días siguientes hasta el punto de quedar sólo una compañía de Partidarios de la Frontera. Entre el Totoral y Villa Tulumba se dispersó también esa última compañía de veteranos a la vista de los jefes. Durante la noche se dispersó la caballada. En ese último punto se incendió el carro de pólvora y municiones y al negarse el maestro de la posta a suministrar caballos, fueron clavados los cañones y quemadas las cureñas.

Cuando se hallaban entre San Pedro y Río Seco, un chasque los alcanzó para darle aviso de que la avanzada expedicionaria había entrado en Córdoba y salía un destacamento en su persecución.

Cuando la expedición recibió noticias seguras y repetidas de que Liniers había partido con sus fuerzas rumbo al norte, González Balcarce se adelantó el 1 de agosto con trescientos hombres en su búsqueda, realizando una marcha forzada que le permitió recuperar los seis días que les llevaban de ventaja.

El día 5 de agosto ingresó en Córdoba el destacamento de trescientos hombres en busca de Liniers y los demás jefes, doscientos veinticinco soldados permanecieron en la ciudad y los otros setenta y cinco continuaron inmediatamente la persecución. Los fugitivos al enterarse en una posta la partida del destacamento, habían decidido dividirse en grupos, abandonaron los coches y continuaron a caballo junto con algunas mulas de carga, dejando en libertad a regresar a la ciudad a los pocos hombres que aún le eran fieles. Liniers con su ayudante Lavín y su capellán el canónigo Llanos, se dirigieron al oeste hacia las sierras de Córdoba; Orellana disfrazado de clérigo, el capellán Jiménez y otro religioso buscaron refugiarse en la propiedad de un cura párroco, a quien dejaron mil pesos que conducían y se dirigieron hacia el este; Gutiérrez de la Concha, Rodríguez y los demás, continuaron viaje por el camino de las postas. Liniers envió desde allí al clérigo García y a su oficial ayudante Miguel Sánchez Moscoso, para comunicar al gobernador de Potosí lo que estaba ocurriendo, pero a pesar de que lograron llegar a Salta burlando a las partidas, fueron capturados por las guardias de Diego Pueyrredón, al mando de Martín Miguel de Güemes. Puestos a disposición del gobernador de Salta Isasmendi, fueron dejados continuar viaje por éste al no hallárseles papeles comprometedores.

González Balcarce llegó al día siguiente al punto de dispersión, alertado por delatores de las direcciones seguidas por los prófugos, destacó partidas en búsqueda de ellos. Esa misma noche del día 5 de agosto González Balcarce dio con dos hombres que guardaban unas mulas, los que interrogados confesaron que eran de Liniers, quien se hallaba en un rancho a tres cuartos de legua de allí. Destacó González Balcarce hacia allí un piquete que comandaba el ayudante de campo José María Urien, el cual capturó a Liniers en la estancia de Piedritas (cerca de Chañar) ese día 6 de agosto. El día 7 fue capturado Orellana por el alférez Rojas, a ocho leguas de donde se halló a Liniers, ambos fueron maltratados por los soldados. En la travesía de Ambargasta el teniente Albariño capturó a Gutiérrez de la Concha, Allende, al asesor Rodríguez y al primer oficial mayor Moreno. Éste último transportaba treinta mil pesos fuertes retirados del erario público de Córdoba, que desaparecieron luego de confiscados.[7]

Acción sobre Córdoba

González Balcarce regresó inmediatamente con los prisioneros a Córdoba al mismo tiempo que el 8 de agosto llegaba el resto del ejército. Ante la salida de Liniers, el Cabildo de Córdoba había cambiado de actitud, envió como diputado ante el jefe expedicionario a su alcalde y recibió a las tropas porteñas, reconociendo a la Junta y abandonado su reconocimiento al virrey Abascal, sin embargo, fue reemplazado por nuevos miembros. Juan Martín de Pueyrredón fue nombrado gobernador intendente de Córdoba del Tucumán el 3 de agosto por la Junta, asumiendo el 16 de agosto. Los miembros del cabildo fueron confinados por 4 años en Carmen de Patagones. El 17 de agosto Gregorio Funes fue elegido diputado por Córdoba y se incorporó posteriormente a la Junta Grande. Ortiz de Ocampo comunicó a la Junta esa elección de la siguiente manera:

Exmo. Señor — Congregado este numeroso vecindario el dia de ayer, para la elección de Diputado que según las órdenes de V. E. debía caminar á esa Capital, recayó la elección por el consentimiento general en el Dean de esta Santa Iglesia Dr. Don Gregorio Funes; habiendo sido recibida esta elección con un júbilo y regocijo inesplicables; y espero que antes de mi partida

emprenda su marcha para esa Capital, según me lo tiene ordenado V. E.
Dios Gde á V. E. m.° a.° Cuartel General de Córdoba, 18 de agosto de 1810.
Exmo. Señor.
Francisco Antonio Ortiz de Ocampo.

Exmo. Señor Presidente y Vocales de la Junta.[8]

El conato de Mendoza

En Mendoza un viajero comunicó el 6 de junio los acontecimientos de Buenos Aires, recibiendo el cabildo el día 13 al comandante de milicias Manuel Corvalán con la comunicación de la Junta pidiendo su reconocimiento y el envío de un diputado. Al día siguiente llegó a la ciudad una comunicación de Gutiérrez de la Concha solicitando desconocer a la Junta y el envío de tropas a Córdoba.

Las opiniones se dividieron entre las dos alternativas, entre los que quisieron reconocer a la Junta estaban quienes deseaban la independencia jurisdiccional respecto de Córdoba, mientras que las principales autoridades se decidieron por desconocer a la Junta. Estas últimas eran: Faustino Ansay, Subdelegado de Real Hacienda y Guerra, Comandante de Armas y Fronteras y Comandante del 1º Regimiento de Caballería de Mendoza; Domingo de Torres y Arrieta, tesorero; y Joaquín Gómez de Liaño, contador de la Real Hacienda.

Se resolvió convocar un cabildo abierto el día 19 de junio, pero no se realizó. El día 21 llegó a Mendoza un nuevo enviado de la Primera Junta, resolviéndose realizar el cabildo abierto el 23 de junio. La reunión de cuarenta y seis vecinos concluyó con el reconocimiento de la Junta y el nombramiento de Bernardo Ortiz como diputado (quien falleció poco después y fue reemplazado por Manuel Ignacio Molina).

El Cabildo de Mendoza decidió reemplazar a Ansay, nombrando comandante de armas a Isidro Sáenz de la Maza, solicitándole la entrega de armas y pertrechos. Ansay renunció ese cargo el 28 de junio, pero esa noche dirigió un levantamiento tomando el Cuartel de Armas con unos treinta vecinos adictos, reuniendo más de doscientos soldados. Finalmente depuso su actitud por la mediación del presbítero Domingo García. El 1 de julio se firmó un acuerdo con el cabildo aceptándose que no se enviaran tropas a Córdoba, reconoció a la Junta y juró fidelidad al rey Fernando VII. Pocos días después Gutiérrez de la Concha volvió a reclamar armas y tropas, pero se le contestó que no se podía en virtud del acuerdo firmado.[9] Cuando el 10 de julio llegó a Mendoza el coronel Juan Bautista Morón, con la misión de reclutar tropas para sofocar el levantamiento de Córdoba, Ansay y el Cabildo se pusieron bajo sus órdenes.

El 20 de julio Ansay, Torres y Arrieta y Gómez de Liaño, fueron destituidos de sus cargos, embargados sus bienes y enviados prisioneros a Buenos Aires y reemplazados respectivamente por Isidro Sáenz de la Maza, Clemente Benegas y Alejo Nazarre. El coronel José Moldes fue nombrado el 26 de julio por la Junta como Teniente Gobernador de Mendoza.[10]

Ansay pensaba escaparse al llegar a San Luis para dirigirse a Córdoba, pero en la posta de Achiras el destacamento que lo transportaba se encontró con Moldes, quien lo hizo engrillar para el resto del viaje, circunstancia que lo salvó de correr la misma suerte que Liniers de haber logrado escapar. Al llegar a la Guardia de Salto se encontró con el obispo Orellana, quien le refirió los sucesos de Cabeza de Tigre. A mediados de noviembre de 1810 la Junta deportó a Carmen de Patagones a Ansay y sus compañeros por 10 años. Mariano Moreno había pedido su ejecución, pero gracias a la intervención del rico comerciante Juan de Larramendi, vinculado con Manuel de Sarratea, fueron condenados al destierro. Viajaron por tierra cruzando territorio indígena, arribando a Patagones a fines de febrero de 1811. El 21 de abril de 1812 Ansay encabezó la Sublevación de Carmen de Patagones.

El resto de la intendencia

En las ciudades y villas de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, las autoridades vacilaron sobre la posición a tomar, debido a que desde Córdoba les llegaron órdenes terminantes de reconocer al Consejo de Regencia y rechazar a la Junta, mientras que desde Buenos Aires les anunciaron la deposición del virrey.

San Luis

Luego de que el comandante Corvalán comunicara el 11 de junio al cabildo de San Luis la instalación de la Junta, el 13 de junio se decidió reconocerla.

Llegó también una comunicación de Gutiérrez de la Concha:

Se confirmaron las noticias privadas (...) de que se ha depuesto el Virrey y creado, abusivamente, una Junta para el superior gobierno del virreinato sin más autoridad que la fuerza (...) tenga el mayor cuidado de sostener el orden y en obedecer la legitima autoridad (...)

Tras rechazar la comunicación de Córdoba, el 30 de junio fue elegido diputado el alcalde de 1° voto Marcelino Poblet. Ante el pedido de tropas hecho por la Junta, San Luis contribuyó con cuatrocientos soldados que marcharon a Salta.[11]

San Juan

El 17 de junio llegó a San Juan el comandante Corvalán con la comunicación de la Primera Junta solicitando su reconocimiento, y también el mensaje desde Córdoba, en sentido contrario. El cabildo de San Juan no tomó una decisión inmediatamente pasando a un cuarto intermedio hasta el día 20. Ese día se resolvió enviar un comisionado a Mendoza para indagar su estado y ver si conformaba con su sentir. El comisionado partió el 22 de junio, regresando el día 26 con las noticias de las vacilaciones de Mendoza. Ese día llegó a San Juan un enviado de Córdoba, por lo que se resolvió esperar la llegada del correo ordinario del 30 de junio. El 4 de julio llegó una orden de Gutiérrez de la Concha exigiendo jurar obediencia al Consejo de Regencia, por lo que se convocó a un cabildo abierto para el 7 de julio. Ese día se decidió reconocer a la Junta, aunque manteniendo el reconocimiento de las autoridades de Córdoba y se fijó el 9 de julio como fecha de elección del diputado. Se eligió con un total de setenta y siete votos a José Ignacio Fernández de Maradona.[12]

El día 8 llegó un pedido de Córdoba para que se enviase tropas. El 28 de julio el cabildo de San Juan envió a dos delegados a comunicar lo acontecido a las villas de San José de Jáchal y San Agustín de Valle Fértil: Francisco Pensado y Juan Crisóstomo Quiroga, respectivamente, subsumiendo la designación a la decisión de esas villas, las cuales eligieron también a Fernández de Maradona el 6 y el 10 de agosto respectivamente.[13]

El 18 de septiembre fueron remitidos ciento once milicianos sanjuaninos para la expedición auxiliar, quienes marcharon al mando del segundo comandante de armas, teniente coronel Mateo Cano y del subteniente Pascual Bailón. Posteriormente la Junta solicitó cien soldados más, por lo que el cabildo dispuso una contribución forzosa:[14]

(...) sin consideración de personas ni fortunas (...) los pobres, funcionarios civiles y militares, miembros del clero, incluidos los religiosos profesos que en función de su vida de claustro y voto de pobreza no poseían recursos económicos.

El 6 de noviembre la Junta dispuso que esos 100 hombres se dirigieran a Buenos Aires.

La Rioja

El cabildo de La Rioja, temiendo una reacción desde Córdoba evitó pronunciarse a favor de la Junta hasta el 1 de septiembre cuando fue depuesto el subdelegado de Real Hacienda y Guerra, comandante de armas y de milicias Vicente de Bustos y se eligió diputado a Francisco Antonio Ortiz de Ocampo. El cabildo pidió órdenes a Buenos Aires manifestando que lo hacía por haber podido librarse:

de los justos recelos que antes de ahora motivaron su silencio (...) que estando por otra parte cierta del sabio sistema que Vuestra Excelencia ha jurado conservar ilesos los derechos de nuestro bien amado rey don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores (...)

Ortiz de Ocampo, jefe del Ejército del Norte, comunicó a Buenos Aires su nombramiento como diputado:

Exmo. Señor: Habiéndose dignado nombrarme por su Diputado por esa capital la ciudad de la Rioja, acompañándome al efecto sus poderes, y por segundo en defecto mio al Bachiller don Mauricio Albaro, he creído de mi primera obligación deber ponerlo en la alta consideración de V. E. para su conocimiento; debiendo al mismo tiempo asegurar á V. E. que me es tan satisfactorio y lisongero semejante nombramiento que me hallo resignado á que de modo alguno recaiga en el que ocupa segundo lugar; y sobre cuyo conocimiento espero se digne V. E. impartirme las órdenes que estime conveniente.

Dios Gde. á V. E. m/ a.s
Cuartel General de Córdoba, 5 de septiembre de 1810.
Exmo. Señor.

Francisco Antonio Ortiz de Ocampo.

La Junta le respondió que siguiera en su puesto:

Ha recibido esta Junta el oficio de V. S. de 5 del cte. en que comunicando el nombramiento que ha hecho en su persona la ciudad de la Rioja por su Diputado en esta Capital, manifiesta V. S. su deseo de ejercer este empleo con preferencia á su elegido para segundo en su defecto, habiendo determinado la Junta que continué V. S. en la Expedición de que se halla encargado reservándose el uso del sobre dicho nombramiento para caso oportuno. Lo manifiesto á V. S. de acuerdo de la misma para su inteligencia y gobierno.
Dios guarde á V. S. m. a. Buenos Aires, Septiembre 20 de 1810

Río Cuarto

El cabildo de la villa de Río Cuarto respondió el 12 de junio a Gutiérrez de la Concha:

(...) que siempre a demostrado esta Villa disponiendo: a cuya propuesta y orden a Vs. estamos prontos a dar todo rendimiento y solo observar y cumplir aquellas órdenes que V.S. nos imparta demostrando en esta ocasión (como tan urgente) la fidelidad de leales vasallos expresando se digne comunicarnos aquellas superiores órdenes que sean de la aceptación de V. S. (...)

Pero el 10 de agosto, después de sofocada la reacción de Liniers, reconoció a la Junta expresando:[15]

qe. Jamas podrían sin acerse reos dela más severa critica oponerse ala instalacion de esa Junta provisional.

Envío de milicianos

La Junta dispuso el envío de milicianos desde las ciudades de San Juan, Catamarca y San Luis:

Sin perder momento dispondrá Vd. se alisten cien hombres de esas Milicias, y se dirijan á la mayor brevedad á alcanzar la Espedicion en el camino para Salta, echando mano para su competente habilitación de los fondos de Real Hacienda, y si estos no alcanzan se tomarán por via de préstamos de particulares las cantidades necesarias. La Junta encarga á V.m muy estrechamente verifique el cumplimiento de esta disposición con el mayor celo y eficacia por lo mucho que interesa al servicio del Rey y á la causa pública, y espera escitará el patriotismo de esos honrados vecinos para que contribuyan al logro de esta importante idea, que recomienda la Junta del modo mas espresivo.

Dios G.de á V.m — Septiembre 1° de 1810.
Sr. Comandante de Armas de la ciudad de San Juan.
Sr. Comandante de Armas de Catamarca.

Sr. Comandante de Armas de San Luis.

Fusilamiento de Liniers y sus compañeros

El 8 de julio Mariano Moreno ordenó que los que se opusieran a la revolución fueran remitidos a Buenos Aires a medida que fuesen capturados, pero el 28 de julio la Junta decidió el fusilamiento de los cabecillas; sólo Manuel Alberti, por ser sacerdote, se abstuvo de firmar la orden.

Los sagrados derechos del Rey y de la Patria, han armado el brazo de la justicia y esta Junta, ha fulminado sentencia contra los conspiradores de Córdoba acusados por la notoriedad de sus delitos y condenados por el voto general de todos los buenos. La Junta manda que sean arcabuceados Dn. Santiago Liniers, Don Juan Gutiérrez de la Concha, el Obispo de Córdoba, Dn. Victorino Rodríguez, el Coronel Allende y el Oficial Real Dn. Joaquín Moreno. En el momentó que todos ó cada uno de ellos sean pillados, sean cuales fuesen las circunstancias, se ejecutará esta resolución, sin dar lugar á minutos que proporcionaren ruegos y relaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta orden y el honor de V. E. Este escarmiento debe ser la base de la estabilidad del nuevo sistema y una lección para los gefes del Perú, que se avanzan á mil excesos por la esperanza de la impunidad y es al mismo tiempo la prueba de la utilidad y energía con que llena esa Espedicion los importantes objetos á que se destina.

Dios guarde á V. E. muchos años.
Buenos Aires, 28 de julio de 1810.
Cornelia Saavedra — Dr. Juan José Castelli — Manuel Belgrano — Manuel de Azcuenaga — Domingo

Matheu — Juan Larrea — Juan José Paso, secretario — Mariano Moreno, secretario.[16]

La orden llegó a Córdoba entre el 4 y el 5 de agosto. Ortiz de Ocampo mandó inmediatamente a ejecutarla; sin embargo, debido a que trascendiera la medida, una comisión formada por el deán Funes, el Cabildo, el clero, damas y otras personas, rogó a Ortiz de Ocampo para que suspendiera la medida hasta tanto Funes y su hermano escribieran a la Junta para lograr retrotraerla y cambiarla por una pena menos cruel. Funes habló en nombre de todos, advirtiendo que la revolución:

"(...) vendría á tomar desde aquel momento el carácter de atroz y aún sacrílega, en el concepto de unos pueblos acostumbrados á postrarse ante sus obispos."

Tres horas después de mandar ejecutar la sentencia, Ortiz de Ocampo accedió y despachó un mensajero a González Balcarce para suspender la ejecución. Pesaba también el hecho de haber sido ambos compañero de armas de Liniers durante las Invasiones Inglesas.

Ortiz de Ocampo decidió enviar a los prisioneros a Buenos Aires, escribiendo a la Junta el 10 de agosto:

"Como uno de los más firmes apoyos del actual Gobierno y de la Expedición auxiliadora, es la adhesión y amor de estos pueblos, es absolutamente indispensable no chocar descubiertamente la opinión pública. Las preocupaciones que aun prevalecen en ellos en las materias de religión principalmente, han producido á nuestra vista el más declarado sentimiento con solo la presunción de que el Obispo sería una de las víctimas de nuestras fuerzas. Los más de los delincuentes enlazados en esta ciudad con los vínculos más estrechos, serían llorados por aquellos mismos que acaban de hacer los mayores esfuerzos por auxiliarnos, y entran con nosotros á la parte en la gloria de su aprehensión. La mayor parte de este pueblo se cubriría de luto, y de este modo previniéndonos en todas las ciudades la consternación y el temor, no hallaría entrada en los corazones de esos habitantes la alegría y el regocijo que debíamos esperar. Los dominaría la fuerza y no el amor, que es por tanto título la base más segura para cimentar el nuevo sistema de gobierno y el inevitable escollo en que debe estrellarse la esperanza de la Exma. Junta. (...) Jamás se hubiera separado esta Junta un solo instante de las medidas y órdenes de V. E. si por el convencimiento íntimo de los males que traía aparejados su ejecución, no se hubiera visto en la indispensable justa precisión de atemperar á las circunstancias, que inevitablemente le han conducido, á su pesar, á suspender en esta parte el justo ejercicio de la justicia, que el brazo de V. E. había casi descargado contra los más criminosos conspiradores de la tranquilidad y sosiego de la América. (...)"

Entre el 11 y el 12 de agosto, González Balcarce recibió en el Totoral la orden de Ortiz de Ocampo de remitir a los prisioneros con una escolta a Buenos Aires sin pasar por Córdoba. Esa escolta de cincuenta hombres quedó al mando del capitán José María Urien, pero el 19 de agosto lo reemplazó el capitán Manuel Garayo, debido al extremo rigor con que Urien trataba a los prisioneros.

Los miembros de la Junta se alarmaron, ya que el resultado del cambio de órdenes era enviar a Liniers a la ciudad que lo tenía por un héroe, y podía suponer un gran peligro para la revolución. Castelli escribió a Chiclana el 17 de agosto:

"Después de tantas ofertas de energía y firmeza pillaron nuestros hombres a los malvados, pero respetaron sus galones y cagándose en las estrechísimas órdenes de la Junta, nos los remiten presos a esta ciudad. No puede usted figurarse el compromiso en que nos han puesto y si la fortuna no nos ayuda, veo vacilante nuestra fortuna por este solo hecho. ¿Con qué confianza encargaremos obras grandes a hombres que se asustan de su ejecución? ¿Qué seguridad tendrá la junta en unos hombres que llaman a examen sus órdenes, y suspenden la que no les acomode? Preferiría una derrota a la desobediencia de estos jefes (...)"[17]

El 18 de agosto la Junta apercibió a la Comisión de la expedición, reiterando la sentencia y expresando que la ejecución inmediata de los reos era el único medio de desvanecer la desobediencia a la orden:

"Ha sido muy sensible á esta Junta la resolución que tomó V. E. en orden á los reos de Córdoba, y que comunica en oficio de 10 del corriente. Los compromisos que ha producido á este gobierno, habrian hecho balancear su firmeza, sino se hubiesen expedido felizmente providencias capaces de allanar el contraste en que se ha visto; pero no será igualmente fácil reparar el descrédito que ha resultado, al ver que los Jefes de esa expedición han atropellado las órdenes de esta Junta, dando entrada á consideraciones que se habian mandado anteriormente no fuesen escuchadas. La obediencia es la primera virtud de un General y la mejor lección que ha de dar á su ejército, de la que debe exijirle en el acto un combate. (...) La Junta espera que la amargura ocasionada por este procedimiento será satisfecha con una puntual ejecución de cuando ella ordene en lo sucesivo; y que las órdenes no sufrirán el examen y desaire, que en esta ocasión han padecido."

Castelli fue nombrado al frente del Ejército del Norte, llevando a Nicolás Rodríguez Peña como su secretario y a Domingo French al mando del destacamento de cincuenta soldados con el que salieron reventando caballos al encuentro de los prisioneros, con orden terminante de fusilarlos. Moreno hizo escoger soldados extranjeros, algunos de ellos ingleses que habían quedado de las invasiones, ya que temía que los Patricios, Arribeños y demás se negaran a realizar la ejecución. Moreno le ordenó a Castelli:

"Vaya usted y espero que no incursione en la misma debilidad que nuestro general; si todavía no se cumple la determinación tomada, irá el vocal Larrea, a quien pienso no faltará resolución, y por último iré yo mismo si fuese necesario (...)"

El 26 de agosto, French alcanzó a Garayo y los prisioneros en la Esquina de Lobatón, donde habían pasado la noche, y tomó el mando de la escolta, continuando el viaje hasta dos leguas de la posta de Cabeza de Tigre, en el sudeste de Córdoba (cerca de la actual Los Surgentes), en donde los esperaba el coronel Juan Ramón Balcarce, quien hizo detener allí a los criados con los equipajes y continuó hacia el Monte de los Papagayos, situado en las cercanías. Allí se hallaba Castelli con Rodríguez Peña y una compañía de húsares. Castelli les leyó la sentencia de muerte, que se haría efectiva cuatro horas después: como resultado de la misma, fueron fusilados Liniers, Gutiérrez de la Concha, el teniente gobernador Victorio Rodríguez, Santiago Alejo de Allende y Joaquín Moreno, perdonándose al obispo Orellana, quien fue enviado preso a Luján. A French le tocó dar el tiro de gracia al militar francés.

Castelli ordenó enterrar los cadáveres en una zanja al costado de la cercana iglesia de Cruz Alta. Sin embargo, cuando al día siguiente se retiraron los enviados de la Junta, el teniente cura de la capilla los exhumó y enterró separadamente, individualizándolos con una cruz en la que se escribió L.R.C.M.A., iniciales de los sepultados según el orden en que se hallaban.

Castelli regresó de inmediato a Buenos Aires y se reunió con Moreno el 6 de septiembre, recibiendo las instrucciones secretas para comandar el proyecto revolucionario en el Alto Perú.

El 9 de septiembre, Moreno emitió una proclama de la Junta al respecto de los fusilamientos:

"Todos ellos o por las leyes del nacimiento o por el antiguo goce de empleos distinguidos, o por una larga serie de grandes beneficios debían preferir la pérdida de su propia existencia a el horrendo proyecto de ser agentes de las calamidades y ruinas de estos pueblos. Ellos rompieron los vínculos más sagrados que se conocen entre los hombres, y se presentaron a vuestra vista unos enemigos tanto más dignos de vuestro odio, quanto habían participado de vuestra veneración y confianza. Un eterno oprobio cubrirá las cenizas de D. Santiago de Liniers y la posteridad más remota verterá execraciones contra ese hombre ingrato (...)"[18]

El 22 de septiembre Castelli partió desde Buenos Aires, llegando a Córdoba el 30 de ese mes y a Santiago del Estero el 9 de octubre.

Reemplazo de la jefatura política del Ejército del Norte

El 17 de agosto la Junta ordenó la marcha inmediata de la expedición desde Córdoba. Por orden de la Junta, González Balcarce reemplazó efectivamente a Ortiz de Ocampo al frente de las tropas, aunque éste continuó como jefe nominal, con Juan José Viamonte como segundo jefe y en sustitución de Vieytes, Castelli ocupó el cargo de delegado y Bernardo de Monteagudo el de auditor. French y Nicolás Rodríguez Peña integraban también el nuevo comité político. Luego el ejército continuó la marcha en dirección a Santiago del Estero en donde Ortiz de Ocampo quedó reuniendo tropas mientras González Balcarce continuó su avance hacia Salta.

Castelli fue nombrado representante de la Junta ante el ejército, los gobiernos y pueblos del interior, revestido de todas las facultades y distinciones que gozaba la propia Junta, se esperaba así evitar nuevas desobediencias.

El 1° de septiembre la Junta ordenó el regreso a Buenos Aires del comandante de la artillería, capitán Diego Solano, y su sustitución por el capitán Juan Ramón de Urien. El ejército comenzó a salir de Córdoba rumbo a Santiago del Estero, continuando en los días siguientes en grupos de cien hombres, hasta que el día 11 salió el último grupo con el comandante Ortiz de Ocampo

El 24 de octubre de 1810 fue creado el Batallón de Patricios de Córdoba, que quedó de guarnición en la ciudad al mando del coronel Mariano Usandivaras. Como sargento mayor fue nombrado Juan Gregorio de Las Heras.

Véase también

Referencias

  1. Historia del General Güemes y de la provincia de Salta, o sea de la Independencia Argentina. Escrito por Bernardo Frías. Publicado por Est. Tip. de "El Cívico", 1907. Pág. 22 y 23
  2. CIFyH Fondo Documental, documento N° 6.246
  3. José María Rosa, Historia Argentina, tomo II, Buenos Aires, J.C. Granda, 1965, pp. 237-239
  4. El alma de la Revolución, por Alberto J Lapolla, en "Atajo", periodismo para pensar
  5. La Gazeta, 27 de junio de 1810. Autor: Mariano Moreno
  6. Antecedentes de los Cuerpos milicianos en el Virreinato del Río de la Plata, por el profesor C. Fabián Bonvecchiato, de www.granaderos.com.ar
  7. Santiago de Liniers, Conde de Buenos Aires, 1753-1810: Con un retrato al agua fuerte, y un plano de Buenos Aires en 1807. Autor: Paul Groussac. Publicado por Sopena, 1907. pág. 400
  8. Archivo general de la República Argentina. Autor: Archivo General de la Nación (Argentina). pág. 174
  9. La “Revolución de julio” en Mendoza, por Carlos Campana, 23/05/2007, en Diario Los Andes
  10. [Situación política e institucional de Mendoza hacia 1810. Autor: Lic. Teresa Alicia Giamportone]
  11. http://www.grupopayne.com.ar/archivo/06/0606/060614/2-lp.php ''Junio de 1810: otra muestra del sacrificio puntano por gestar una nación'', Gabriel Casari, 14/06/2006 en El Diario de la República
  12. La Revolución de Mayo en San Juan, de San Juan al Mundo, www.fundacionbataller.org.ar, basado en Videla, Horacio: Historia de San Juan - Tomo III - (Epoca Patria) 1810-1836, Academia del Plata, Universidad Católica de Cuyo, 1972 Peñalosa de Varese, Carmen y Arias Héctor: Historia de San Juan, Editorial Spadoni, Mendoza, 1966 Instituto de Historia Regional y Argentina “Héctor D. Arias”: Nueva Historia de San Juan, EFU, 1997
  13. San Juan: Historia Política Institucioal (1810-1825), por Daniel Illanes, de DiarioLibre.info
  14. Historia de San Juan – Dr. Horacio Videla – Tomo III – Epoca Patria
  15. “La Revolución de Mayo” en una Villa Real de reciente conformación. Diálogo entre lo micro y lo macro, por María Rosa Carbonari (Centro de Investigaciones Históricas-UNRC). Río Cuarto, abril de 2010
  16. Sentencia de muerte de los contrarrevolucionarios de Córdoba. Archivo general de la República Argentina
  17. Carta de Moreno a Chiclana del 17 de agosto de 1810
  18. Manifiesto de la Junta del 9 de septiembre de 1810, cit. por Gustavo Varela.

Versión audible


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