Canaán

Canaán
Mapa de la región de Canaán.

Canaán (en fenicio: כנענ, en hebreo: כְּנַעַן‎, en árabe کنعان, en griego Χανααν [janaán]) es la denominación antigua de una región del Próximo Oriente, situada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán y que abarcaba parte de la franja sirio-fenicia conocida también como el Creciente fértil. En la actualidad se corresponde con el Estado de Israel, la Franja de Gaza y Cisjordania, junto con la zona occidental de Jordania y algunos puntos de Siria y Líbano. Sus límites comprenderían desde la antigua Gaza al Sur, hasta la desembocadura del río Orontes al Norte, englobando todas las tierras no desérticas del interior, hasta una profundidad de unos 150 km desde la costa del mar Mediterráneo, hasta algunos kilómetros más allá de la ribera oriental del río Jordán.

Contenido

Uso del término

El marco temporal para la utilización del término Canaán suele estar comprendido desde el año 3000 a. C. hasta que los romanos, durante su extensa dominación, le cambiaron el nombre por Palestina como represalia inmediata contra los hebreos tras sofocar su rebelión de los años 132 a 135.

En el Diccionario hebreo Strong, «cananeo» recibe el significado de ‘mercader’, ‘traficante’. «Cananeo» llega a ser símbolo de ‘mercader’ (ver Proverbios 31:24 y Job 41:6).

los jamones del culo de güelEl (Dagan), Baal y Asera,[1] y eso implicaba una forma de vida repudiada por los hebreos, los cuales por promesa de Dios dada a Abraham (ver Genesis 17:9) era "heredad perpetua" para el y sus descendientes, por lo que llegado el momento se procedió a la conquista de esta región (ver Josue 1:1 en adelante).

Existen otras denominaciones para referirse a la misma región, o partes de ella, si bien asociadas a las mismas entidades geográficas e históricas, tales como Palestina, Tierra de Israel, Judá, Fenicia, Aram, Siria, etcétera. También eran cananeos los fenicios e importantes ciudades que fundaron en el Mediterráneo occidental, como el caso de Cartago.

La Biblia cristiana, en los evangelios de Mateo y Marcos, destaca a Simón el Cananeo, refiriéndose al apóstol Simón (también conocido como «el zelote»), uno de los doce discípulos directos de Jesucristo.

Historia

Canaán es una zona con una larga historia, que remonta su ocupación a las fases neolíticas más tempranas, con importantes asentamientos a lo largo del tiempo, como Jericó, Ugarit, Jerusalén, Tiro, Sidón, Biblos, Damasco o Gaza. Fue habitado por pueblos muy diversos, como amorreos, jebuseos, hicsos, filisteos, fenicios, arameos, hebreos que por último, conquistaron a varios de estos pueblos para tomar posesión de esta tierra.

Primeros semitas

A partir de la primera invasión semita en la región (ca. 3000 a. C.) existe unidad de organización, urbanismo, arte militar, etc., entre todas las ciudades de Canaán y las de la zona montañosa de Judea; su historia es común, con pequeñas vicisitudes peculiares de cada ciudad.[2]

Estos ocupantes parece ser que entraron por el este. Las ciudades que de ellos conocemos, tanto en la zona montañosa como en las llanuras y costas, coinciden en la solidez de sus muros defensivos, como los de `Ay, Tirsah, Jericó, Dotayn, etc.; además son de bastante extensión, lo que indica una población urbana numerosa con toda la complejidad de servicios y el consiguiente desarrollo económico.

En el trazado de las ciudades hay un destacado interés urbanístico: alcantarillados, calles rectas y bien trazadas, armonía de edificios públicos con las viviendas particulares, etc. Esta disposición urbanística es nueva por completo en Canaán y exige una fuerte autoridad interna. Desgraciadamente faltan los documentos escritos que permitan reconstruir la historia durante los casi nueve siglos que duró esta civilización sin variantes.

Parece ser que la principal fuente de riqueza es la agricultura de los campos inmediatos a las ciudades: regadíos, como los de Jericó, o secano bien explotado, como en el caso de `Ay. Pero su posición era estratégica: era un enclave frente al Mediterráneo, y territorio de paso entre las diversas potencias: Egipto; Asiria-Babilonia; los Hititas... Esto propició una nueva fuente de riqueza: el comercio.

Las destrucciones totales de las ciudades hablan de las conquistas guerreras de las mismas. Aun así, las destrucciones no suelen ser totales, y los mismos pobladores rehacen las partes dañadas de las ciudades al desaparecer el peligro que las aquejaba.

Los amorreos

Poco antes de finalizar el tercer milenio, una nueva incursión de gentes de vida nómada, al menos aparentemente, destruye casi por completo las ciudades de la zona montañosa, aunque las del llano, menos conocidas, puede que no sufrieran tanto, especialmente las bien conocidas de Fenicia, como Biblos. Ordinariamente se considera amorreos a los nuevos invasores.[3]

Los descendientes de los pobladores de las antiguas ciudades, muy mermados en su número, pronto volvieron a reconstruir las antiguas ciudades de la zona montañosa, en menor tamaño, con otras técnicas defensivas y sin tanta atención urbanística.[4]

Según la Biblia (y sin que haya respaldo científico del dato) este pueblo descendía del cuarto hijo de Cam, el más joven hijo de Noé (Génesis 10:16). Grupos de ellos moraban en Hazezontamar, o En-gadí, al oeste del mar Muerto, y fueron atacados por Quedorlaomer en los días de Abraham (Génesis 14:7). En aquel entonces, la iniquidad de los amorreos no había llegado aún a su colmo (Génesis 15:16, 21). Siendo la tribu más dominante y la gente más corrompida, algunas veces, los amorreos son tomados como representantes de los cananeos en general (Génesis 15:16; 1 Reyes 21:26).

Los documentos egipcios ya hablan de expediciones guerreras en Canaán, aún no conocida por este nombre; entre estas expediciones hay que destacar la de Sesostris III (ca. 1850 a. C.).

Los hicsos

Durante los siglos XVII y XVI a.C. los hicsos dominaron Egipto, y controlaban también a Canaán; hasta se han hallado en los estratos correspondientes a su ocupación más escarabeos y cerámica suya que en las propias ciudades egipcias. Con los hicsos se introducen, por razones militares, nuevas técnicas en las ciudades; los muros, que ya no eran tan sólidos como en la época anterior, se refuerzan con los característicos glacis hicsos, y las puertas son de tenaza.

La opresión de los más poderosos sobre las mayorías se hace notar: es apreciable una mayor diferencia entre las viviendas de los nobles y las de los semi-siervos que las rodean. Con la decadencia de los hicsos coincide la llegada de una nueva oleada de pobladores, esta vez del norte y de origen indoeuropeo: los hurritas.

Los hurritas

Los hurritas llegarán a establecerse de tal forma en Canaán, que en los documentos egipcios de la época pasa a llamarse Huru, país de los hurritas. El comercio florece y no sólo de productos manufacturados, sino especialmente de materia prima para la industria artesana: los colorantes para la cerámica, los minerales metálicos traídos desde muy lejos; pero el bronce es usado principalmente para fines bélicos: armas y armaduras.

La prosperidad económica y el incremento de la población a lo largo de este periodo (1750-1550 a. C.) es patente en las excavaciones de los estratos correspondientes. Y dado que el comercio es el motor de esa bonanza, se hacen más numerosas las ciudades. Algunas surgen totalmente de nuevo, otras se repueblan.

El dominio hurrita fue desmontado en Canaán por los grandes faraones egipcios del Imperio Nuevo. Tutmosis III, ya en el siglo XV a. C., invadió triunfalmente Canaán por el camino del mar, ocupando Yajó (Joppe), Lidda, Gézer, Megiddo y Ta'ának, convirtiendo en feudatarias a todas las ciudades.

Los hititas

Pero otro imperio surge al norte, en Anatolia: los hititas, que saldrán al encuentro de los egipcios y aprovecharán cualquier debilidad del poder faraónico para llevar su influencia hacia el sur, estableciendo cabezas de puente incluso en Canaán y la parte montañosa de Judea. Cuando decaen los imperios, las rencillas entre los nobles cananeos y unos grupos misteriosos de hombres armados, los hapiru, impiden la paz: decae la cultura y reina el miedo. Se compra lo que la falta de paz no permite fabricar, aumentando las importaciones, incluso de cerámica.

Canaán en escritura jeroglífica, transliterado k3nˁnˁ, grabado en la Estela de Merenptah, siglo XIII a. C.

Los egipcios

La descripción de Canaán en las tablillas de Tell el-Amarna, archivo de estado de Ajenatón (Amenofis IV), no puede ser más desoladora: la anarquía se apodera de Canaán en el siglo XIV a. C.. Los faraones de la dinastía XIX, a fines del siglo y principios del siguiente, intentan restablecer el dominio del vital paso de Canaán, pero el neo-imperio hitita les sale al paso hasta que Ramsés II consigue un tratado de paz perpetua, tras la batalla de Qadesh, con la delimitación de las mutuas esferas de influencia: el actual Nahar al-Kalb, río que desemboca entre Biblos y Beirut, separará las regiones dominadas por los hititas, al norte, de las feudatarias de Egipto, al sur; queda por tanto Canaán bajo la dominación faraónica una vez más. Pero este acuerdo había de durar poco por la decadencia respectiva de ambos imperios, que no tardó en llegar (ca. 1250 a.C.).

Los Pueblos del Mar

Nuevos invasores se presentan en Canaán: los "Pueblos del Mar" desembarcan en las costas y con sus armas de hierro, una vez deshecho el monopolio hitita al derrumbarse el imperio de Jattusas (Bogazköy), se adueñan de la costa de Canaán. Los estudiosos de la biblia del siglo XIX identificaron la tierra de los filisteos (Filistea o Plesheth, con el significado hebreo de "invasores")[5] con Palastu y Pilista de las inscripciones asirias, según el diccionario de la Biblia de Easton (1897). Otros grupos además de los filisteos eran los tjekker, dananeos y shardana; el contraataque de Ramsés III destruyó la mayoría de los sitios cananeos. El mismo faraón permitió más adelante a los filisteos y tjekker, y posiblemente también a los dananeos, reconstruir las ciudades del camino costero.

Los filisteos pronto adquirieron las costumbres de los habitantes locales. En su búsqueda de riquezas, no dudaban en disputarle el dominio de los territorios al norte de Judá a los hebreos. Se transformaron en una amenaza para Israel (1ª Sam 9:16).

Las cinco ciudades filisteas principales eran Gaza, Ashdod, Ekron, Gath, y Ascalón. Los israelitas logran con el tiempo dominar todo el territorio, aunque precisamente el antiguo Canaán, la zona costera, será lo último en caer en sus manos. Con esta victoria finaliza la historia de antiguo Canaán.

Las tribus hebreas

Las tribus hebreas iniciaron la conquista de Canaán hacia 1400 a. C. Fue un proceso lento, que duró varios decenios, y en el que los cananeos fueron finalmente expulsados o bien se fundieron en muchos casos con las tribus israelitas, lo que dejó una impronta cananea en éstas. La Biblia hebrea identifica a Canaán con el Líbano (principalmente con la ciudad de Sidón) pero extiende la denominación «Tierra de Canaán» hacia el sur, a través de Gaza hasta el «Río de Egipto» y hacia el Este hasta el Valle del Jordán, todo lo cual coincide con la «Tierra Prometida» de los judíos.

Los hebreos crearon una genealogía para los pueblos cananeos: según la Biblia, los cananeos eran los descendientes de Canaán, hijo de Cam.

No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morásteis; tampoco haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual os llevo.
Levítico 18:3.

El propio nombre de "IsraEl" significa "el que lucha con(tra) El", es decir contra el dios (ídolo) de los cananeos.

Jacob y sus descendientes (israelitas) se caracterizarían por luchar contra aquellos ídolos y por lo tanto adorar al dios único Yahvé. Entre los hebreos, decir "Raza de Canaán" era equivalente a un insulto (Daniel 13:56). Durante siglos, el pueblo de Israel lucharía contra la idolatría (los dioses del materialismo como El, Baal, Asera...).

Aunque con altibajos, sus líderes y el pueblo todo pudieron conformar una sociedad que vivía según los preceptos del dios Yahvé. Esto finalmente lo consiguieron durante los reinados de David y Salomón. Precisamente Salomón (a los cananeos) los hizo tributarios (1 Reyes 9:20, 21; 2 Crónicas 8:7, 8). Entonces muchos cananeos se habrían refugiado en Tiro y más tarde habrían emigrado a las colonias fenicias situadas en el norte de África.

Pero algunos siglos después de esa etapa salomónica, los reyes de Israel (como Acab), se comportaban «de manera abominable, yendo tras los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos [cananeos], a los cuales expulsó Yahvé ante los hijos de Israel» (1 Reyes 21:25,26).

Ya en la época de dominio persa, el nombre de «cananeo» pasó a designar al «fenicio de Tiro», como sinónimo de ‘negociante’ o ‘mercader’:

¿Quién decretó esto sobre Tiro [...] cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran los nobles de la tierra?
Isaías 23:8.

Aspectos culturales

Canaán se destaca por su cultura escrita y su literatura. En las excavaciones se han hallado documentos, prácticamente contemporáneos, escritos en egipcio, acadio, y dialectos semitas cananeos en distintos sistemas de escritura. Estos últimos procedimientos se caracterizan por simplificar los complejos métodos extranjeros, el jeroglífico egipcio y el silábico cuneiforme que tienen uno y dos millares de signos, respectivamente, y con frecuencia diversas lecturas para un signo. La primera simplificación es el silabario de Biblos, que totaliza un centenar aproximado de signos diferentes.

El alfabeto

Pero el gran hallazgo es el alfabeto, al que se llega por dos caminos: el cuneiforme de Ugarit, con sus consonantes y el alef con los tres sonidos vocálicos, y el alfabeto del sur o cananeo propiamente dicho, que se inicia en las inscripciones encontradas en Serabit el-Jadim y dará origen, desde sus signos originariamente egipcios, al cananeo, o triangular o linear, del calendario de Gezer o de la inscripción de Áhiram de Biblos. De éste se derivarán el alfabeto griego y el abecedario latino. La lengua cananea es un dialecto arameo, muy próximo al hebreo. En los textos ugaríticos, muy abundantes se ve que conserva algún elemento enriquecedor, perdido por el hebreo, como son los casos del nombre, y que coinciden en líneas generales con las grandes lenguas semitas, árabe y acadio.

Arte

Las excavaciones arqueológicas han permitido conocer el arte de los cananeos. En general es muy pobre; no hay arquitectura monumental ni preocupación por embellecer los edificios con motivos ornamentales. Llama la atención la pobreza de los templos o palacios, sin capiteles en sus columnas, sin entallados en las puertas, etcétera. La escultura queda relegada, ordinariamente, a relieves y pequeñas figuras, casi siempre de dioses, y a trabajos de marfil y modelados de cerámica y terracotas. La mayor pieza hallada en Canaán entre las esculturas de piedra es el ídolo del templo de Hasor de la época del Bronce Reciente (ca. 1500 a. C.) que no llega al tamaño natural. Los idolillos y exvotos hallados en los santuarios, especialmente baales de Ugarit, y tablillas de la diosa de la fecundidad halladas en todas partes, nos hablan de un arte de origen remoto mesopotámico, pero de ejecución egipcia. Tanto los idolillos como las plaquitas son de algunos centímetros de altura. Una excepción puede ser la estela de la diosa serpiente de Tell Bayt Mirsim. Los marfiles tallados recuerdan los egipcios, aunque ya se ven influjos mesopotámicos e incluso elementos de los nómadas del desierto próximo.

Religión

Artículo principal: Religión cananea

El panteón cananeo estaba presidido por el dios El (también denominado Ël o Il y Elohim, en hebreo), dios decano de los nómadas y, por ende, con funciones eminentemente éticas y sociales. Es descrito como tolerante y benigno: recibe los títulos de «padre de los dioses», «rey», «padre de los hombres», «creador de las criaturas», «amable», «misericordioso» y «toro».

El culto al dios El era propio de los pueblos cananeos en el siglo XXII a. C. Luego se difundiría entre asirios y babilonios. Era la deidad principal, el rey, creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo que debían hacer tanto los hombres como los dioses.

Dadas esas características, para algunos, El era el apelativo con que se designaba por antonomasia a Dagan (dios de los cereales).

A su vez era considerado como padre de Baal. La representación de Baal era también un toro joven (becerro). En Ugarit el templo de Dagan y el de Baal estaban juntos.

Baal (b’l, dueño o señor) era una designación general que pasó a constituir la denominación de Hadad, el dios de las lluvias, convertido en el «dueño» o «señor» por antonomasia en una sociedad agrícola que vive pendiente de las lluvias para lograr las cosechas. En las tablas de Ugarit figura también como el esposo (o hijo) de la diosa Asera (la madre de todos los dioses, la esposa celestial).

Las cartas de Tell el-Amarna (aproximadamente 1480-1450 a. C.) han aportado los nombres cananeos de Yamir Dagan y Dagan Takala (gobernantes de Ascalón), lo cual da testimonio de la antigüedad del culto a Dagan entre los habitantes de Canaán, e introducida en Egipto en época de los hicsos.

Los antiguos hebreos habían vivido en Egipto bajo la influencia del culto a El (difundido por los hicsos). Esos dioses impregnaban la vida del pueblo (según Ezequiel 20:8).

Una vez en su Tierra Prometida, los hebreos quedaron rodeados de pueblos que adoraban al mismo dios El-Il-Dagan y a su hijo Baal-Hadad-Hammon.

Los líderes hebreos justificaban sus guerras de aniquilamiento contra los pueblos vecinos como el único medio para desechar el culto pagano a «los Baales» para servir al dios único Yahvé (Jehová), que les permitiría vivir en un ámbito de justicia, verdad, rectitud y compasión, conceptos que los hebreos aplicaban a sí mismos, mientras afirmaban que los pueblos cananeos eran mercaderes acostumbrados al engaño para conseguir riquezas. Por eso afirmaban que IsraEl (el que lucha con[tra] El) debía aniquilar a los demás pueblos vecinos.

Notas

  1. Gran Enciclopedia Rialp, artículo «Ugarit»)
  2. Las fuentes fundamentales para su estudio son los datos de hallazgos arqueológicos y los escasos documentos escritos hallados, fundamentalmente fuera de Canaán. Entre estos, se destacan por su antigüedad los textos execratorios egipcios, y los que hablan en concreto de alguna ciudad fenicia, como Biblos, y, para los tiempos florecientes de la civilización cananea, los abundantes textos de Ugarit.
  3. K. M. Kenyon, The Archaeology of the Holy Land, Londres, Nueva York, 1960.
  4. Como la cultura es uniforme, resulta prácticamente imposible saber si alguna de estas ciudades fue poblada por los recién venidos, ya sedentarizados después de varias generaciones, o si convivían en las ciudades los dos elementos étnicos.
  5. Plesheth (pel-eh'-sheth) - Palabra #6429 del Strong’s Hebrew Bible Dictionary -

Referencias

  • El contenido de este artículo incorpora material de la Gran Enciclopedia Rialp que mediante una autorización permitió agregar contenidos y publicarlos bajo licencia GFDL. La autorización fue revocada en abril de 2008, así que no se debe añadir más contenido de esta enciclopedia.

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