Credo (catolicismo)

Credo (catolicismo)
Para otros usos de este término, véase Credo (desambiguación).

El credo, o símbolo de la fe, es una fórmula fija que resume los artículos esenciales de la religión cristiana e implica una sanción de la autoridad eclesiástica.[1]

Contenido

Precedentes

El llamado «símbolo apostólico» se compone esencialmente de una parte trinitaria —tres artículos en que se profesa la fe en las tres divinas Personas— y de otra cristológica, que fue añadida al segundo artículo.

Pero quedan algunas fórmulas, compuestas a modo de símbolo, que carecen de la parte cristológica: estas fórmulas parecen más antiguas que el «símbolo de los apóstoles». Una fórmula de esta especie, casi acristológica —que es tal vez la más antigua de todas— se conserva en la obra, impregnada de gnosticismo, escrita entre los años 150 y 180: Testamentum in Galilaea D. N. I. Christi, ed. I. Guerrier 1913, en "Patrología orientalis IX", o en la obra casi idéntica: Gespräche Jesu mit seinen Jüngern nach der Auferstehung, ed. C. Schmidt 1919, donde (p. 192 y 32, respectivamente) se halla este Símbolo breve: «[Creo] en el Padre omnipotente, —y en Jesucristo, Salvador nuestro—, y en el Espíritu Santo Paráclito, en la Santa Iglesia, y en el perdón de los pecados.»
Denzinger[2]

Origen del Credo católico

Durante los concilios ecuménicos de Nicea, en el 325 y Constantinopla, celebrado el 381, se enuncia el llamado Credo Niceo Constantinopolitano, este credo resumió las respuestas definitivas que solucionaron la crisis provocada por Arrio, que negaba la divinidad de Jesucristo, afirmando la fe trinitaria, es decir, en Dios Padre, Jesucristo Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Un segundo credo es ampliamente conocido en la Iglesia y lleva el nombre de "Credo de los apóstoles". Es a estos dos credos a los cuales se adhieren las tres principales vertientes del cristianismo: los católicos romanos, los protestantes y los ortodoxos. Los distintos movimientos, denominaciones y grupos autodenominados cristianos que no observen, enseñen, guarden o crean alguna de las proposiciones contenidas en estos credos, son considerados como Sectas.

El Credo en la Iglesia católica

Las principales verdades en las cuales cree la Iglesia católica están contenidas en este credo. El Credo de los apóstoles, conocido también como Símbolo de los apóstoles, es considerado el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia Católica Romana. Su gran autoridad proviene del hecho de que es el símbolo que guarda la Iglesia católica romana, la que fue sede del apóstol Pedro, uno de los apóstoles, y a la cual él llevó a la doctrina común.

Actual Credo del Catolicismo

El actual Catecismo de la Iglesia Católica afirma:[3]

192 A lo largo de los siglos, en respuesta a las necesidades de diferentes épocas, han sido numerosas las profesiones o símbolos de la fe: los símbolos de las diferentes Iglesias apostólicas y antiguas (cf. DS 1-64), el símbolo "Quicumque", llamado de S. Atanasio (cf. DS 75-76), las profesiones de fe de ciertos Concilios (Toledo: DS 525-541; Letrán: DS 800-802; Lyon: DS 851-861; Trento: DS 1862-1870) o de ciertos Papas, como la "fides Damasi" (cf. DS 71-72) o el "Credo del Pueblo de Dios" (SPF) de Pablo VI (1968).

193 Ninguno de los símbolos de las diferentes etapas de la vida de la Iglesia puede ser considerado como superado e inútil. Nos ayudan a captar y profundizar hoy la fe de siempre a través de los diversos resúmenes que de ella se han hecho.

Entre todos los símbolos de la fe, dos ocupan un lugar muy particular en la vida de la Iglesia:

194 El Símbolo de los apóstoles, llamado así porque es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma. Su gran autoridad le viene de este hecho: "Es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común" (S. Ambrosio, symb. 7).

195 El Símbolo llamado de Nicea-Constantinopla debe su gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros concilios ecuménicos (325 y 381). Sigue siendo todavía hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.

Significado del Credo para otras Iglesias cristianas

El Credo no se puede encontrar escrito de manera literal en la Biblia, ya que se trata de un compendio de los principios fundamentales de la fe cristiana, basados en el Antiguo Testamento, las crónicas de la vida y hechos de Jesús contenida en los cuatro evangelios, así como en los escritos y cartas escritas por los apóstoles -la mayoría de estos en la segunda mitad del Siglo I. Es por esto que el credo es común a la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Protestante, las tres principales vertientes del cristianismo.

Símbolo de los apóstoles

Texto en latín

   Credo in Deum Patrem omnipotentem, Creatorem caeli et terrae,
   et in Iesum Christum, Filium Eius unicum, Dominum nostrum,
   qui conceptus est de Spiritu Sancto, natus ex Maria Virgine,
   passus sub Pontio Pilato, crucifixus, mortuus, et sepultus,
   descendit ad ínferos, tertia die resurrexit a mortuis,
   ascendit ad caelos, sedet ad dexteram Patris omnipotentis,
   inde venturus est iudicare vivos et mortuos.
   Credo in Spiritum Sanctum,
   sanctam Ecclesiam catholicam, sanctorum communionem,
   remissionem peccatorum,
   carnis resurrectionem,
   vitam aeternam.
   Amen.

Su contenido dogmático es el siguiente:

Creo en Dios. "Nuestro Dios es el único Señor" (Deuteronomio 6,4;Mc 12,29)

Padre Todopoderoso. "Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (Lucas 18,27).

Creador del Cielo y la Tierra. "En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra"(Génesis 1,1).

Creo en Jesucristo. "El es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" (Hebreos 1,3).

Su único Hijo. "Pues Dios amo tanto al mundo, que dio a su Hijo Único, para que todo aquel que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna" (Juan 3,16).

Nuestro Señor. "Dios lo ha hecho Señor y Mesías" (Hechos 2,36).

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo descansará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios" (Lucas 1,35).

Nació de Santa María Virgen. "Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: ‘la Virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel' (que significa "Dios con nosotros")" (Mateo 1,22-23).

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. "Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús, y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro" (Juan 19,1-2).

Fue crucificado. "Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado ‘lugar de la Calavera' (o que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo Crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero, que decía: ‘Jesús de Nazaret, Rey de los judíos" (Juan 19,17-19).

Muerto y sepultado. "Jesús gritó con fuerza y dijo: -¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió (Lucas 23,46). Después de bajarlo de la cruz, lo envolvieron en una sábana de lino y lo pusieron en un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie (Lucas 23,53).

Descendió a los infiernos. "Como hombre, murió; pero como ser espiritual que era, volvió a la vida. Y como ser espiritual, fue y predicó a los espíritus que estaban presos" (1Pedro 3,18-19).

Al tercer día resucitó de entre los muertos. "Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día" (1Corintios 15, 3-4).

Subió a los cielos, y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. "El Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios" (Marcos 16,19).

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. "El nos envió a anunciarle al pueblo que Dios lo ha puesto como juez de los vivos y de los muertos" (Hechos 10,42).

Creo en el Espíritu Santo. "Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado" (Romanos 5,5).

Creo en la Iglesia, que es Una. "Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado". (Jn 17,21; Jn 10,14; Ef 4,4-5)

Santa. "La fe confiesa que la Iglesia... no puede dejar de ser santa(Ef 1,1). En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama 'el solo santo', amó a su Iglesia como a su esposa(Ef 5,25). Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios" (Ef 5,26-27). La Iglesia es, pues, "el Pueblo santo de Dios" (1 Pe 2,9), y sus miembros son llamados "santos" (Hch 9, 13; 1 Co 6, 1; 16, 1).

Católica. En griego, katholikos, que quiere decir universal, porque por fe el hombre es salvo al confesar que Jesús es Su Señor y Salvador, sin importar el país de procedencia. "(...)Vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos" (Mateo 8: 11).

Y Apostólica. El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cf. Mc 3, 14-15); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (cf. Ap 21, 12-14). Los Doce (cf. Mc6, 7) y los otros discípulos (cf. Lc 10,1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte (cf. Mt 10, 25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.2 Tim 2,2

Creo en la comunión de los Santos. "Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos" (Apocalipsis 7,9).

El perdón de los pecados. "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad." (1a Juan 1: 9).

La resurrección de la carne. "Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales" (Romanos 8,11).

Y la vida eterna. "Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y ellos reinarán por todos los siglos" (Apocalipsis 22,5).

Amén. "Así sea. ¡Ven, Señor Jesús!" (Apocalipsis 22,20).

Credo Niceno - Constantinopolitano

El Credo de la Iglesia que se llama el Credo Niceno-Constantinopolitano fue escrito formalmente durante el Primer Concilio Ecuménico en Nicea (en el año 325) y durante el Segundo Concilio Ecuménico en la Ciudad de Constantinopla (año 381).

El Símbolo de Nicea-Constantinopla es más explícito y más detallado que el apostólico. Es el empleado en la celebración eucarística.

Texto en griego y latín

Πιστεύω εἰς ἕνα Θεόν,
Credo in unum Deum,
Πατέρα, Παντοκράτορα,
Patrem omnipoténtem,
ποιητὴν οὐρανοῦ καὶ γῆς,
Factórem cæli et terræ,
ὁρατῶν τε πάντων καὶ ἀοράτων.
Visibílium ómnium et invisibílium.
Καὶ εἰς ἕνα Κύριον Ἰησοῦν Χριστόν,
Et in unum Dóminum Iesum Christum,
τὸν Υἱὸν τοῦ Θεοῦ τὸν μονογενῆ,
Fílium Dei Unigénitum,
τὸν ἐκ τοῦ Πατρὸς γεννηθέντα πρὸ πάντων τῶν αἰώνων.
Et ex Patre natum ante ómnia sæcula.
φῶς ἐκ φωτός,
Deum de Deo,) lumen de lúmine,
Θεὸν ἀληθινὸν ἐκ Θεοῦ ἀληθινοῦ,
Deum verum de Deo vero,
γεννηθέντα οὐ ποιηθέντα,
Génitum, non factum,
ὁμοούσιον τῷ Πατρί,
consubstantiálem Patri:
δι' οὗ τὰ πάντα ἐγένετο.
Per quem ómnia facta sunt.
Τὸν δι' ἡμᾶς τοὺς ἀνθρώπους καὶ διὰ τὴν ἡμετέραν σωτηρίαν
Qui propter nos hómines et propter nostram salútem
κατελθόντα ἐκ τῶν οὐρανῶν
Descéndit de cælis.
καὶ σαρκωθέντα ἐκ Πνεύματος Ἁγίου
Et incarnátus est de Spíritu Sancto
καὶ Μαρίας τῆς Παρθένου καὶ ἐνανθρωπήσαντα.
Ex María Vírgine, et homo factus est.
Σταυρωθέντα τε ὑπὲρ ἡμῶν ἐπὶ Ποντίου Πιλάτου,
Crucifíxus étiam pro nobis sub Póntio Piláto;
καὶ παθόντα καὶ ταφέντα.
Passus, et sepúltus est,
Καὶ ἀναστάντα τῇ τρίτῃ ἡμέρᾳ κατὰ τὰς Γραφάς.
Et resurréxit tértia die, secúndum Scriptúras,
Καὶ ἀνελθόντα εἰς τοὺς οὐρανοὺς καὶ καθεζόμενον ἐκ δεξιῶν τοῦ Πατρός.
Et ascéndit in cælum, sedet ad déxteram Patris.
Καὶ πάλιν ἐρχόμενον μετὰ δόξης
Et íterum ventúrus est cum glória,
κρῖναι ζῶντας καὶ νεκρούς,
Iudicáre vivos et mórtuos,
οὗ τῆς βασιλείας οὐκ ἔσται τέλος.
Cuius regni non erit finis.
Καὶ εἰς τὸ Πνεῦμα τὸ Ἅγιον, τὸ κύριον, τὸ ζωοποιόν,
Et in Spíritum Sanctum, Dóminum et vivificántem:
τὸ ἐκ τοῦ Πατρὸς ἐκπορευόμενον,
Qui ex Patre (Filióque) procédit.
τὸ σὺν Πατρὶ καὶ Υἱῷ συμπροσκυνούμενον καὶ συνδοξαζόμενον,
Qui cum Patre et Fílio simul adorátur et conglorificátur:
τὸ λαλῆσαν διὰ τῶν προφητῶν.
Qui locútus est per prophétas.
Εἰς μίαν, Ἁγίαν, Καθολικὴν καὶ Ἀποστολικὴν Ἐκκλησίαν.
Et unam, sanctam, cathólicam et apostólicam Ecclésiam.
Ὁμολογῶ ἓν βάπτισμα εἰς ἄφεσιν ἁμαρτιῶν.
Confíteor unum baptísma in remissiónem peccatorum.
Προσδοκῶ ἀνάστασιν νεκρῶν.
Et expecto resurrectionem mortuorum,
Καὶ ζωὴν τοῦ μέλλοντος αἰῶνος.
Et vitam ventúri sæculi.
Ἀμήν.
Amen.


En idioma español

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz.
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación, bajó del cielo;
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.
Y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo,
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.

Versión hispana, visigótica o mozárabe

Crédimus in unum Deum Patrem omnipoténtem,
Factórem cæli et terræ,
visibílium ómnium et invisibílium Conditórem.
Et in unum Dóminum nostrum Iesum Christum,
Fílium Dei Unigénitum,
et ex Patre natum ante ómnia sæcula.
Deum ex Deo, Lumen ex Lúmine.
Deum verum ex Deo vero,
Natum non factum, Omoúsion Patri,
hoc est, eiúsdem cum Patre substántiæ,
Per quem ómnia facta sunt,
quæ in cælo, et quæ in terra.
Qui propter nos hómines, et propter nostram salútem,
descendit de cælis,
et incarnátus est de Spíritu Sancto ex María Vírgine,
et homo factus est.
Passus sub Póntio Piláto, sepúltus,
tértia die resurréxit,
ascéndit ad cælos,
sedet ad déxteram Dei Patris omnipoténtis.
Inde ventúrus est iudicáre vivos et mórtuos,
cuius regni non erit finis.
Et in Spíritum Sanctum, Dóminum vivificatórem,
et ex Patre et Fílio procedéntem.
Cum Patre et Fílio adorándum et conglorificándum.
Qui locútus est per prophétas.
Et unam, sanctam, Cathólicam et Apostólicam Ecclésiam.
Confitémur unum baptísma in remissiónem peccatórum.
Expectámus resurrectiónem mortuórum
et vitam ventúri sæculi. Amen.

Notas

  1. John N. D. Kelly (1980). Primitivos credos cristianos. Secretariado Trinitario. ISBN 9788485376261. http://books.google.es/books?id=KENZX3nYXB8C. 
  2. Ruiz Bueno, Daniel: Versión de los textos originales
  3. Catecismo de la Iglesia Católica. Los símbolos de la fe
  4. En la expresión "descendió a los infiernos", infiernos no designa el lugar de los condenados, sino el de los muertos. Por tanto, significa dos cosas: que Jesús realmente murió (de lo contrario, no tendría sentido el término "resurrección"), y que la salvación de Jesús es universal, es decir, afecta tanto a vivos como a los que habían muerto antes de su venida. Así lo afirma el Catecismo: «Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos" (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cf. 1 P 3,18-19).» (punto 632); «La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham" (cf. Lc 16, 22-26). "Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catech. R. 1, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados (cf. Cc. de Roma del año 745; DS 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. DS 1011; 1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Cc de Toledo IV en el año 625; DS 485; cf. también Mt 27, 52-53).» (punto 633); «"Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva..." (1 P 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.» (punto 634); «Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf. Mt 12, 40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan" (Jn 5, 25). Jesús, "el Príncipe de la vida" (Hch 3, 15) aniquiló "mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud "(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado "tiene las llaves de la muerte y del Hades" (Ap 1, 18) y "al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos" (Flp 2, 10). (punto 635)»[1]

Referencias

Véase también

Enlaces externos


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