Gran Decepción

Gran Decepción

El gran chasco fue un suceso importante en la historia del Movimiento Millerista, un grupo religioso estadounidense del siglo XIX.

William Miller, cuyo nombre toma el movimiento, concluyó por medio de un estudio profundo de las Biblia que Jesús, el Salvador de la religión cristiana, volvería a la Tierra "en o cerca de 1843". Sus seguidores posteriormente refinaron la fecha como 22 de octubre de 1844. Cuando Jesús no apareció como se esperaba en el día señalado, gran número de milleritas abandonaron el grupo, abriendo paso a una eventual disolución. A pesar de esto, muchos grupos continuaron bajo la influencia de su trabajo.

Contenido

Historia

Entre 1831 y 1844, William Miller, jugó un rol muy importante en lo que los historiadores llamaron el Segundo Despertar religioso. El movimiento Millerita tuvo una influencia significativa en modos de ver las profecías bíblicas, incluyendo lo que posteriormente sería la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Miller sostuvo un grupo de catorce reglas para la interpretación de la Biblia. Basándose en el estudio de la profecía de Daniel 8:14, Miller calculó que Jesús regresaría entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844. Luego la fecha fue calculada en base al calendario ritual judío como el 22 de octubre de 1844.

Cuando Jesús no apareció, los seguidores de Miller experimentaron lo que se conoce como "El gran chasco". Miles de seguidores abandonaron el movimiento. Un remanente concluyó, después de examinar nuevamente las escrituras, que Jesús no debía aparecer en esa fecha, sino que el santuario celestial donde Jesús oficia como sumo sacerdote comenzaría a ser purificado mediante un juicio investigador ese día. Ese juicio afecta a quienes han profesado fe en Jesús a través de los tiempos, pero no a aquellos que siempre lo rechazaron, para los cuales no es necesario ningún examen de su vida.

Repercusiones

Iglesia Adventista del Séptimo Día

Los precursores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día concibieron el pensamiento de que en esta fecha Cristo pasó del Lugar Santo del Santuario Celestial, al Lugar Santísimo, donde comienza a juzgar a los profesos cristianos de todos los tiempos. Al concluir este juicio es cuando Cristo volverá a la Tierra. (Segunda Venida de Jesucristo) Fijarse en Daniel capítulos 8 y 9; especialmente: 8:14, 9:24-27 Daniel 8:14: las 2300 tardes y mañanas son días, (ver génesis capítulo 1), a su vez, en profecía un día representa un año, estos es demostrado claramente en la Biblia, en diferentes textos y pasajes: Salmos 77:5"Consideraba los días desde el principio, Los años de los siglos."; Levítico 25:8."Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años".; Números 14:34."Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo."; Ezequiel 4:6. "Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado". en Daniel 9:24 nos dice Dios que setenta semanas serán cortadas (de los 2300 años) para poner fin a la expiación, o sea para que se cumpla la profecía de que Jesús (el Mesías) iba a morir por nuestros pecados... en Daniel 9:25 nos dice cuándo empiezan los 2300 años, esto sucede cuando los Judíos que estaban cautivos en Babilonia regresan a restaurar Jerusalén...

Elena G. de White, Miller y las 2300 Tardes y Mañana

En su infancia, la Sra. de White oyó a Miller dictar dos ciclos de conferencias en la ciudad de Portland, estado de Maine. Su corazón recibió impresiones profundas y duraderas. Permitámosle presentarnos los cálculos referentes a las profecías como el pastor Miller los exponía a sus auditorios, pues ella lo explica así en El Conflicto de los Siglos:

"La profecía que parecía revelar con la mayor claridad el tiempo del segundo advenimiento, era la de Daniel 8:14: 'Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario.' (V.M.) Siguiendo la regla que se había impuesto, de dejar que las Sagradas Escrituras se interpretasen a sí mismas, Miller llegó a saber que un día en la profecía simbólica representa un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6); vio que el período de los 2300 días proféticos, o años literales, se extendía mucho más allá del fin de la era judaica, y que por consiguiente no podía referirse al santuario de aquella economía. Miller aceptaba la creencia general de que durante la era cristiana la tierra es el santuario, y dedujo por consiguiente que la purificación del santuario predicha en Daniel 8:14 representaba la purificación de la tierra con fuego en el segundo advenimiento de Cristo. Llegó pues a la conclusión de que si se podía encontrar el punto de partida de los 2300 días, sería fácil fijar el tiempo del segundo advenimiento. Así quedaría revelado el tiempo de aquella gran consumación, 'el tiempo en que concluiría el presente estado de cosas, con todo su orgullo y poder, su pompa y vanidad, su maldad y opresión, ... el tiempo en que la tierra dejaría de ser maldita, en que la muerte sería destruida y se daría el galardón a los siervos de Dios, a los profetas y santos, y a todos los que temen su nombre, el tiempo en que serían destruidos los que destruyen la tierra.'-Bliss, pág. 76.

"Miller siguió escudriñando las profecías con más empeño y fervor que nunca, dedicando noches y días enteros al estudio de lo que resultaba entonces de tan inmensa importancia y absorbente interés. En el capítulo octavo de Daniel no pudo encontrar guía para el punto de partida de los 2300 días. Aunque se le mandó que hiciera comprender la visión a Daniel, el ángel Gabriel sólo le dio a éste una explicación parcial. Cuándo el profeta vio las terribles persecuciones que sobrevendrían a la iglesia, desfallecieron sus fuerzas físicas. No pudo soportar más, y el ángel le dejó por algún tiempo. XI Daniel quedó 'sin fuerzas,' y estuvo 'enfermo algunos días.' 'Estaba asombrado de la visión -dice;- mas no hubo quien la explicase.'

"Y sin embargo Dios había mandado a su mensajero: 'Haz que éste entienda la visión.' Esa orden debía ser ejecutada. En obedecimiento a ella, el ángel, poco tiempo después, volvió hacia Daniel, diciendo: 'Ahora he salido para hacerte sabio de entendimiento,' 'entiende pues la palabra, y alcanza inteligencia de la visión.' (Daniel 8: 27, 16; 9:22, 23, V.M.) Había un punto importante en la visión del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber, el que se refería al tiempo: el período de los 2300 días; por consiguiente, el ángel, reanudando su explicación, se espacia en la cuestión del tiempo:

"'Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad.... Sepas pues, y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; tornaráse a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí.... Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.' (Daniel 9:24-27.)

"El ángel había sido enviado a Daniel con el objeto expreso de que le explicara el punto que no había logrado comprender en la visión del capítulo octavo, el dato relativo al tiempo: 'Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario.' Después de mandar a Daniel que 'entienda' 'la palabra' y que alcance inteligencia de 'la visión,' las primeras palabras del ángel son: 'Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad.' La palabra traducida aquí por 'determinadas,' significa literal. mente 'descontadas.' El ángel declara que setenta semanas, que representaban 490 años, debían ser descontadas por pertenecer especialmente a los judíos. ¿Pero de dónde fueron XII descontadas? Como los 2300 días son el único período, de tiempo mencionado en el capítulo octavo, deben constituir el período del que fueron descontadas las setenta semanas; las setenta semanas deben por consiguiente formar parte de los 2300 días, y ambos períodos deben comenzar juntos. El ángel declaró que las setenta semanas datan del momento en que salió el edicto para reedificar a Jerusalén. Sí se puede encontrar la fecha de aquel edicto, queda fijado el punto de partida del gran período de los 2300 días.

"Ese decreto se encuentra en el capítulo séptimo de Esdras. (Vers, 12-26.) Fue expedido en su forma más completa por Artajerjes, rey de Persia, en el año 457 ant. de J.C. Pero en Esdras 6: 14 se dice que la casa del Señor fue edificada en Jerusalén 'por mandamiento de Ciro, y de Darío y de Artajerjes rey de Persia.' Estos tres reyes, al expedir el decreto y al confirmarlo y completarlo, lo pusieron en la condición requerida por la profecía para que marcase el principio de los 2300 años. Tomando el año 457 ant. de J.C. en que el decreto fue completado, como fecha de la orden, se comprobó que cada especificación de la profecía referente a las setenta semanas se había cumplido.

"'Desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas' - es decir sesenta y nueve semanas, o sea 483 años. El decreto de Artajerjes fue puesto en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J.C. Partiendo de esta fecha, los 483 años alcanzan al otoño del año 27 de J.C. Entonces fue cuando esta profecía se cumplió. La palabra 'Mesías' significa 'el ungido.' En el otoño del año 27 de J.C., Cristo fue bautizado por Juan y recibió la unción del Espíritu Santo. El apóstol Pedro testifica que 'a Jesús de Nazaret:' ... Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder.' (Hechos: 10:38, V.M.) Y el mismo Salvador declara: 'El Espíritu del Señor está sobre mí; por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres.' Después de su bautismo, Jesús volvió XIII a Galilea, 'predicando el evangelio de Dios, y diciendo: Se ha cumplido el tiempo.' (S. Lucas 4: 18; S. Marcos 1: 14,15,V.M.)

" 'Y en otra semana confirmará el pacto a muchos.' La semana de la cual se habla aquí es la última de las setenta. Son los siete últimos años del período concedido especialmente a los judíos. Durante ese plazo, que se extendió del año 27 al año 34 de J.C., Cristo, primero en persona y luego por intermedio de sus discípulos, presentó la invitación del Evangelio especialmente a los judíos. Cuando los apóstoles salieron para proclamar las buenas nuevas del reino, las instrucciones del Salvador fueron: 'Por el camino de los Gentiles no iréis, y en ciudad de Samaritanos no entréis.' (S. Mateo 10:5,6.) "'A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.', En el año 31 de J.C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. Con el gran sacrificio ofrecido en el Calvario, terminó aquel sistema de ofrendas que durante cuatro mil años había prefigurado al Cordero de Dios. El tipo se encontró en el antitipo, y todos los sacrificios y oblaciones del sistema ceremonial debían cesar.

"Las setenta semanas, o 490 años concedidos a los judíos, terminaron, como lo vimos, en el año 34 de J.C. En dicha fecha, por auto del Sanedrín judaico, la nación selló su rechazamiento del Evangelio con el martirio de Esteban, y la persecución de los discípulos de Cristo. Entonces el mensaje de salvación, no estando más reservado exclusivamente para el pueblo elegido, fue dado al mundo. Los discípulos, obligados por la persecución a huir de Jerusalén, 'andaban por todas partes, predicando la Palabra.' 'Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les proclamó el Cristo.' Pedro, guiado por Dios, dio a conocer el Evangelio al centurión de Cesarea, el piadoso Cornelio, el ardiente Pablo, ganado a la fe de Cristo, fue comisionado para llevar las alegres nuevas 'lejos ... a los gentiles.' (Hechos 8:4,5; 22:21, V.M.)

"Hasta aquí cada uno de los detalles de las profecías se XIV ha cumplido de una manera sorprendente, y el principio de las setenta semanas queda establecido irrefutablemente en el año 457 ant. de J.C. y su fin en el año 34 de J.C. Partiendo de esta fecha no es difícil encontrar el término de los 2300 días. Las setenta semanas -490 días- descontadas de los 2300 días, quedaban 1810 días. Concluidos los 490 idas, quedaban aún por cumplirse los 1810 días. Contando desde 34 de J.C., los 1810 años alcanzan al año 1844. Por consiguiente los 2300 días de Daniel 8: 14 terminaron en 1844. Al fin de este gran período profético, según el testimonio del ángel de Dios, del santuario' debía ser 'purificado.' De este modo la fecha de la purificación del santuario - a la cual se creía casi universalmente que se verificaría en el segundo advenimiento de Cristo quedó definitivamente establecida.

"Miller y sus colaboradores creyeron primero que los 2300 días terminarían en la primavera de 1844, mientras que la profecía señala el otoño de ese mismo año. La mala inteligencia de este punto fue causa de desengaño y perplejidad para los que habían fijado para la primavera de dicho año el tiempo de la venida del Señor. Pero esto no afectó en lo más mínimo la fuerza de la argumentación que demuestra que los 2300 días terminaron en el año 1844 y que el gran acontecimiento representado por la purificación del santuario debía verificarse entonces.

"Al empezar a estudiar las Sagradas Escrituras como lo hizo, para probar que son una revelación de Dios, Miller no tenía la menor idea de que llegaría a la conclusión a que había llegado. Apenas podía él mismo creer en los resultados de su investigación. Pero las pruebas de la Santa Escritura eran demasiado evidentes y concluyentes para rechazarlas. "Había dedicado dos años al estudio de la Biblia, cuando, en 1818, llegó a tener la solemne convicción de que unos veinticinco años después aparecería Cristo para redimir a su a pueblo." -El Conflicto de los Siglos, págs. 371-377, ed. 1954.

Los creyentes adventistas aguardaban con honda expectación el día en que su Señor iba a volver. Consideraban el otoño de 1844 como el momento señalado por la profecía de Daniel. Pero aquellos consagrados creyentes iban a sufrir un gran chasco.

Casi inmediatamente después del chasco de octubre, muchos creyentes y pastores que se habían adherido al mensaje adventista se apartaron de él. Otros fueron arrebatados por el fanatismo. Más o menos la mitad de los adventistas siguió creyendo que Cristo no tardaría en aparecer en las nubes del cielo. Al verse expuestos a las burlas del mundo, las consideraron como pruebas de que había pasado el tiempo de gracia para el mundo. Creían firmemente que el día del advenimiento se acercaba. Pero cuando los días se alargaron en semanas y el Señor no apareció, se produjo una división de opiniones en el grupo mencionado. Una parte, numéricamente grande, decidió que la profecía no se había cumplido en 1844 y que sin duda se había producido un error al calcular los periodos proféticos. Comenzaron nuevamente a fijar fechas. Otro grupo menor, que vino a ser el de los antecesores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hallaba certeras las evidencias de la obra del Espíritu Santo en el gran despertar, y consideraba imposible negar que el movimiento XVI fuese obra de Dios, pues hacer esto habría sido despreciar al Espíritu de gracia.

Para este grupo, la obra que debían hacer y lo que experimentaban estaba descrito en los últimos versículos de Apocalipsis 10. Debían reavivar la expectación. Dios los había conducido y seguía conduciéndolos. En sus filas militaba una joven llamada Elena Harmon, quien recibió de Dios, en diciembre de 1844, una revelación profética. En esa visión el Señor le mostró la peregrinación del pueblo adventista hacia la áurea ciudad. La visión no explicaba el motivo del chasco, si bien la explicación podía obtenerse del estudio de la Biblia, como sucedió. Sobre todo hizo comprender a los fieles que Dios los estaba guiando y continuaría conduciéndolos mientras viajasen hacia la ciudad celestial.

Otros grupos adventistas

Jonas Wendell experimentó períodos de debilidad de su fe después de 1844. Luego de estudiar la cronología bíblica, llegó a la conclusión de que la Segunda Venida de Jesucristo sería en 1868, y en 1870 publicó un volante concluyendo de que habría de ser en 1873.


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