Sylvia Likens

Sylvia Likens

Sylvia Marie Likens (Lebanon, Indiana; 3 de enero de 1949 - † Indianápolis, Indiana; 26 de octubre de 1965) fue una víctima de asesinato, tortura y violación de Indianápolis, Indiana (Estados Unidos). Fue torturada hasta la muerte por Gertrude Baniszewski y sus hijos, así como varios jóvenes y niños del vecindario. Aunque muchos vecinos admitieron haber oído gritos y lamentos procedientes de la casa de Baniszewski, no avisaron a la policía porque ellos consideraban que era mejor no entrometerse. Cuando se dio a conocer el caso de Sylvia Likens en Estados Unidos, el país entero quedó horrorizado. Los médicos forenses describieron el caso como "el caso de abuso físico más terrible del estado de Indiana". En su honor, hay un pequeño monumento con su foto colocado por orden del Departamento de Policía de Indianápolis.


Contenido

Primeros años

Sylvia Marie Likens nació el 3 de enero de 1949 en Lebanon, Indiana (Estados Unidos), siendo la tercera hija de Lester y Bertha "Betty" Likens. Nació entre dos pares de gemelos, Diana y Daniel (dos años mayores que ella) y Jenny y Benny (un año menores). Su familia estaba desestabilizada y era muy disfuncional: las peleas entre sus padres eran habituales, la comida escaseaba, tenían que mudarse varias veces por motivos económicos, etc. Además, Jennifer Likens, su hermana menor, había sido diagnosticada con poliomielitis a los cinco años. En 1965, Sylvia y su hermana pequeña vivían con su madre en Indianápolis. Sus padres se habían separado sentimentalmente aunque no se habían divorciado.

Hechos

En junio de 1965, Jennifer y Sylvia Likens fueron dejadas al cuidado de una ama de casa llamada Gertrude Baniszewski, una señora asmática con seis hijos (de diferentes padres) a quien habían conocido pocos días antes en la Iglesia. Sylvia era una muchacha callada y agradable a la que todos querían, que además ayudaba fregando los platos y planchando. Su hermana Jennifer también era muy callada, y había nacido con una pierna encogida, que había ido avanzando hasta llegar a poliomielitis. A pesar de su discapacidad, se las arreglaba para bailar y montar en patineta. Sus padres, Betty y Lester Likens, pagaron a Baniszewski unos muy necesitados 20 dólares a la semana por cuidar de las niñas, y quedaron convencidos de que Gertrude cuidaría de Sylvia y Jenny como de sus propias hijas. Al principio, todo iba bien, y las chicas parecían llevarse bien con los chicos Baniszewski. Tal vez el primer aviso del horrible crimen que iba a ocurrir después fue exactamente después de siete días de su llegada, cuando los 20 dólares llegaron con un día de retraso. Entonces, Baniszewski llevó a las niñas al sótano y les dijo: «Bien, perras, he cuidado de vosotras durante una semana por nada. El cheque de vuestro padre no ha llegado». Cuando Sylvia intentó explicar que seguramente el dinero se había retrasado, Gertrude ordenó a ambas que se inclinaran sobre una cama, se quitaran la falda y ropa interior y las azotó con una pala en las nalgas. Como Jennifer tenía poliomielitis y era la más pequeña, Sylvia propuso a Gertrude que la castigara a ella en vez de a su hermana pequeña. Baniszewski accedió.

Después de una semana, Betty y Lester Likens vinieron a visitarlas. Nadie se quejó y los Likens se marcharon contentos. A partir de entonces, Baniszewski y sus hijos, así como varios adolescentes del barrio, empezaron a abusar física y psicológicamente de Sylvia. En realidad no podía soportar a las chicas, pero sobre todo a Sylvia, a quien acusaba de ser una sucia y una promiscua. Un día, Gertrude le preguntó a Sylvia por qué pasaba tanto tiempo en la tienda de alimentos donde trabajaba. Likens explicó que había encontrado botellas de soda vacías y que las estaba llevando a la tienda para ganar unos cuantos centavos extra. Baniszewski no la creyó y la obligó a desnudarse completamente e introducirse una botella de Coca-Cola en la vagina delante de todos sus hijos y de Jenny. Este suceso, en la vida real, ocurrió dos veces. La primera vez la botella se rompió estando en el interior de la niña y los cristales rotos le desgarraron las paredes vaginales. Cuando esto ocurrió, todos menos Jennifer estallaron en risas y aplausos, mientras Baniszewski no paraba de fumar. También le pegaba muy a menudo con una paleta de casi un centímetro de espesor. Cuando ella se cansaba de esa tarea, cedía el derecho a manipular la paleta a su hija mayor, Paula. Paula Baniszewski tenía 18 años y era obesa. Pesaba 86 kilos. Paula pegaba a Sylvia varias veces al día.

A la hora de cenar, Sylvia generalmente no comía nada. Se limitaba a observar como los demás comían. En muchas ocasiones, su hermana Jenny robaba disimuladamente un poco de pan para ella, pero tenía tanto miedo a Gertrude que nunca se atrevió a desafiarla. Una vez, Sylvia tuvo que quitar a Paula su traje de educación física, ya que sin él no podía dar la correspondiente clase de gimnasia. Cuando Gertrude se enteró, mandó a su hija Stephanie, una prostituta, y a su novio, Coy Hubbard, a arrojarla por las escaleras del sótano. Sylvia recibió un fuerte golpe en la cabeza y permaneció inconsciente durante casi dos días. Coy Hubbard, quien tenía 15 años y era el novio de una de las hijas de Gertrude, pesaba 85 kilos y medía casi dos metros. Se convirtió en uno de los peores tormentos de Sylvia. Era una especie de experto en judo y le encantaba lanzar a la chica por el aire. En el sótano de los Baniszewski, había un viejo colchón, que se suponía que le proveería a Sylvia un suave aterrizaje. Coy, generalmente, calculaba mal, y Sylvia aterrizaba con un crujido en el suelo de cemento. Todo el mundo se reía. Nadie, incluyendo a Jenny, hizo nada al respecto. De hecho, todos, menos Paula, parecían deleitarse con su comportamiento.

El 28 de julio de 1965, el reverendo Roy Julian pasó a saludar. Se fue bastante preocupado por la señora Baniszewski, pues en su condición era difícil soportar tal contingente de niños. La señora Saunder, enfermera de salud pública, hizo una llamada. Gertrude explicó que una de las niñas a su cuidado, Sylvia Likens, era una prostituta y estaba corrompiendo a sus hijos. La señora Saunders se compadeció, pero nunca volvió a llamar. Una vez, Sylvia orinó en su cama sin darse cuenta. Esto fue por que la niña recibia de castigo patadas entre las piernas, y de tantas patadas perdió el control de su vejiga. Gertrude, enfadada, volvió a introducirle la botella de Coca-Cola en la vagina, aunque esto era algo ya habitual para Sylvia. Entonces, Baniszewski decidió que Sylvia no estaba a la altura para dormir arriba con el resto de la familia. El sótano y el colchón serían lo suficientemente buenos para ella. A partir de entonces, Sylvia sólo se alimentó de una pequeña porción de agua y galletas saladas a la semana. También fue torturada y obligada a comer sus propias heces. La muchacha se desnutrió y deshidrató. De vez en cuando, los chicos Baniszewski la sumergían en baños excesivamente calientes. Cuando salía, su piel estaba irritada y roja por el calor. Una vez se desmayó en la bañera y fue sacada por el pelo. En un momento dado (muy difícil de señalar según los médicos forenses), Sylvia dejó de resistirse a sus castigos. Entonces, la señora Baniszewski le arrancó la blusa y los pantalones cortos, que es el estado en el que se quedaría Sylvia durante el tiempo de vida que le quedaba allí. A John Baniszewski Jr., a pesar de tener sólo trece años, le gustaba escuchar los dolorosos gritos de Sylvia cuando le pegaba patadas o apagaba los cigarrillos de su madre en los brazos, piernas o estómago de Likens. También gozaba al darle puñetazos en el rostro, golpearle el vientre o patearle y pisarle la cara mientras estaba en el piso.

A Ricky Hobbs, un muchacho del barrio de Indianápolis, le había gustado Sylvia desde el momento en el que llegó, pero ella le rechazó y empezó a salir con otros chicos, lo que le produjo un gran odio hacia ella. En varias ocasiones, él y Coy Hubbard ataban a Sylvia Likens a una viga de madera que había en el sótano, después de una gran cantidad de golpes que le propinaban ambos. En una ocasión, Richard Hobbs acogotó a Sylvia durante tanto tiempo que todo el mundo pensó que se había muerto. Durante ese largo período, la señora Baniszewski contó por todo el vecindario que Sylvia era una prostituta, lo que causó que los vecinos no la miraran con buenos ojos. Luego obligó a la niña a escribir varias cartas donde detallaba escabrosos asuntos sexuales y confesaba que era una prostituta. Gertrude dijo además que Sylvia no había hecho más que causar problemas desde que llegó a su casa y que era una muchacha inmanejable, y que justamente por eso la había enviado al Reformatorio de Indiana. Los vecinos y vecinas que vivían a lado de la casa de la señora Baniszewski oían gritos, lamentos, gemidos y golpes, pero no hicieron nada al respecto porque pensaron que era mejor no meterse en problemas.

El hogar de los Baniszewski era el punto de encuentro de muchos chicos y chicas del barrio. Cuando varios jóvenes observaron que Sylvia soportaba el abuso al que era sometida, ellos también comenzaron a mofarse de ella y a aplicarle castigos físicos. Los chicos la mordían, besaban, acosaban, intimidaban, y abusaban de ella sexualmente. También traían a sus respectivas novias y a varios amigos, que también se reían de ella. Nunca pensaron que la broma iba a llegar tan lejos. Cuando en el juicio se les preguntó por qué habían hecho eso y por qué no habían ayudado a Sylvia, todos contestaron lo mismo al fiscal: «No lo sé, señor». Frecuentemente, estos otros invitados también decidían participar en los tormentos a la niña. Alguien hizo un dibujo de la niña poniéndole cuerpo de mujer y una posición sexualmente explícita. Este dibujo circula hoy día por Internet. Pocas semanas antes de su muerte, Gertrude, con una aguja al rojo vivo, escribió en el abdomen y estómago de Sylvia: «Soy una prostituta y estoy orgullosa de serlo». A mitad del trabajo se cansó, pero Ricky Hobbs continuó el trabajo por ella mientras John Baniszewski Jr. le sujetaba los brazos a Sylvia Marie. A la mitad de penúltima palabra, la aguja dejó de quemarle la piel, por lo que Hobbs empezó a hacerle cortes en vez de rozar la aguja en la piel para escribir. «¿Qué harás ahora, Sylvia?», musitó Gertrude con la mirada fría. «¿Qué harás? Ahora ya no podrás mostrarte desnuda ante ningún hombre sin que te vea la marca. Ahora ya nunca podrás casarte. ¿Qué vas a hacer?». El mayor castigo para aquella mujer, más allá de las torturas, de las palizas, de las humillaciones, parecía ser el no permitir a la muchacha que se casase, el dejar que viviera sola -como ella- para siempre. Esa tarde, Coy Hubbard pasó por la casa. Golpeó a Sylvia en la cabeza con un palo de escoba, dejándola inconsciente. Pocos días antes de la muerte de la muchacha, ella intentó escaparse. La descubrieron y fue duramente castigada. Su hermana Jennifer Likens fue obligada a abofetearle la cara hasta que estuviera completamente roja. El día anterior a la muerte de Sylvia Likens, Paula Baniszewski le dio a Sylvia su tratamiento especial: le pasó sal por todas sus heridas. A la mañana siguiente, Sylvia estaba casi inconsciente. Tenía moretones, cortes y heridas de todo tipo por todo el cuerpo, hedía a causa de la falta de aseo, las cicatrices de quemaduras resaltaban por todas partes de su piel y hablaba sobre irse con sus padres y alcanzarlos en la feria donde se encontraban. Gertrude decidió que debía mojarla con la manguera. Una manguera de jardín fue llevada hasta el sótano. Todo el mundo se rio mientras el agua salpicaba sobre el demacrado cuerpo de Sylvia Likens. Ella no se movió. No pudo hacerlo. Estaba muerta.

Richard Hobbs fue quien llamó a la policía con la vaga noción de que le harían el boca a boca y ella resucitaría milagrosamente, quedando ellos como héroes, y que todo estaría bien. Al ver el cuerpo, los oficiales y médicos declararon que el de Sylvia Likens era el peor caso de abuso físico que habían investigado en la historia del estado de Indiana. Sylvia Likens murió por hemorragia cerebral, shock y desnutrición.

Juicio

En el juicio, los adolescentes y niños del barrio aceptaron su culpabilidad y detallaron los castigos a los que habían sometido a Sylvia. Gertrude Baniszewski intentó librarse de la cárcel cargando toda la culpa en sus hijos y los adolescentes del barrio, aludiendo que ella no sabía nada de lo que ocurría en el sótano, pero todos los niños declararon lo mismo sobre Baniszewski: ella alentaba la tortura y participaba en ella. Jennifer Likens declaró lo mismo.

La mayoría de las personas que fueron invitadas a ver como torturaban a Sylvia, terminaban maltratandola también, la humillaron y violaron, y ellos parecían deleitarse con todos esos gritos de dolor y querían también maltratarla, en el momento del juicio, el fiscal les pregunto el porqué de su actitud, por qué maltrataban también a Likens, por qué no hicieron nada para ayudarla, todos contestaron que no sabían, ninguno de ellos supo justificar su actitud.

Condenas

  • Gertrude Baniszewski fue hallada culpable de asesinato en primer grado y sentenciada a cadena perpetua. Se le recluyó en la Prisión de Mujeres de Indiana. Obtuvo su libertad condicional el 4 de diciembre de 1985, luego de estar veinte años en prisión. Poco antes de morir en 1990, Gertrude Baniszewski aceptó finalmente su culpabilidad, responsabilizando a sus problemas personales y a una serie de medicamentos que ingería, por sus actos criminales.
  • Paula Baniszewski fue hallada culpable de asesinato en segundo grado y sentenciada a cadena perpetua. Obtuvo su libertad condicional el 23 de febrero de 1973, luego de servir siete años en prisión. Tuvo una hija en ese mismo año y la llamó Gertrude.
  • Coy Hubbard fue hallado culpable por homicidio impremeditado y sentenciado a 21 años de prisión. Se convirtió en un delincuente y volvió a la cárcel con frecuencia.
  • Richard Hobbs fue hallado culpable por homicidio involuntario y sentenciado a 21 años de prisión. Murió a los 20 años de cáncer de pulmón.
  • John Baniszewski Jr., pese a tener trece años de edad, fue sentenciado a cumplir 21 años de cárcel; fue el preso más joven del reformatorio de la historia de ese estado. Tras cumplir su condena, se convirtió en pastor laico, para contar su historia.
  • Stephanie Baniszewski fue hallada culpable por cómplice y fue sentenciada a cumplir 12 meses en prisión. Ella junto con Coy Hubbard arrojaron a Sylvia por las escaleras del sótano, lo que le produjo una hemorragia cerebral.

Películas y libros basados en su historia

  • La película An American Crime, está basada en el caso de Sylvia Likens, personaje protagonizado por Ellen Page. El personaje de Gertrude Baniszewski está reencarnado en la actriz Catherine Keener. A pesar de que está basada en los hechos reales que sucedieron, algunas partes de la película no encajan con lo que sucedió realmente.
  • El caso de Sylvia Marie Likens inspiró al autor Jack Ketchum para escribir su libro The Girl Next Door, que salió a la venta en 1989. El caso del libro es muy parecido al de Sylvia Likens excepto por los nombres de los personajes y por la sinopsis, ya que en el libro los padres de las hermanas protagonistas mueren y ellas quedan (por ley) a cargo de su tía Ruth, que tiene dos hijos y está al borde de la locura, a pesar de aparentar ser una persona completamente normal.
  • El libro inspirado en el caso de Sylvia Likens, The Girl Next Door, escrito por Jack Ketchum, inspiró también una película titulada The Girl Next Door (en español La Chica de Al Lado), un filme de terror y drama, basado en los hechos escalofriantes que le sucedieron a dicha joven, que no debe confundirse con la comedia del mismo nombre protagonizada por Elisha Cuthbert.

Véase también


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